Josué

LaSantaBiblia.com.ar

La palabra del Señor llegó a Natán en estos términos:

"Ve a decirle a mi servidor David:

Así habla el Señor:

Yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes,

a uno que saldrá de tus entrañas,

y afianzaré su realeza.

Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí,

y tu trono será estable para siempre".

2 Sam. 7. 4-5, 12, 16



¡Les aseguro que muchos profetas y reyes

quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron,

oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!

Lc. 10. 24

La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:

"Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía;

antes de que salieras del seno, yo te había consagrado,

te había constituido profeta para las naciones".

El Señor extendió su mano,

tocó mi boca y me dijo:

"Yo pongo mis palabras en tu boca.

Yo te establezco en este día

sobre las naciones y sobre los reinos,

para arrancar y derribar,

para perder y demoler,

para edificar y plantar".

Jer. 1. 4-5, 9-10


Moisés dijo:

"El Señor Dios suscitará para ustedes,

de entre sus hermanos,

un profeta semejante a mí,

y ustedes obedecerán a todo lo que él les diga.

El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo".

Y todos los profetas que han hablado a partir de Samuel,

anunciaron también estos días.

Ustedes son los herederos de los profetas

y de la Alianza que Dios hizo con sus antepasados.

 

Hech. 3. 22-25


La historia profética

LA HISTORIA PROFÉTICA


Después de la "Ley", la Biblia hebrea contiene dos conjuntos de escritos, agrupados bajo el título de LOS PROFETAS. La primera parte es de carácter narrativo e incluye los libros de JOSUÉ, JUECES, SAMUEL y REYES. La segunda está compuesta por los libros de ISAÍAS, JEREMÍAS, EZEQUIEL y los DOCE PROFETAS llamados "menores". Para distinguir estos dos grupos de escritos "proféticos", la tradición judía, ya a partir del siglo II a. C., dio al primero el nombre de "Profetas anteriores", y al segundo, el de "Profetas posteriores".

Tal vez pueda parecer extraño que varios Libros de contenido "histórico" -como los de Josué, Jueces, Samuel y Reyes- hayan sido incluidos entre los escritos "proféticos". Pero esta vinculación de "historia" y "profecía" se manifiesta llena de sentido, si tenemos en cuenta la imagen que la Biblia nos da del profetismo y la manera como los antiguos israelitas narraban la historia.

Cuando se emplea la palabra "profeta", se suele pensar en alguien dotado de una clarividencia tal que lo capacita para predecir hechos futuros o lejanos. Sin embargo, esta idea corresponde muy imperfectamente a lo que fueron en realidad los Profetas de Israel. Ellos se presentaron como portavoces del Señor. Vivieron intensamente los problemas de su tiempo y hablaron a sus contemporáneos por el mandato y la autoridad que habían recibido de Dios. Con la mirada puesta en el momento presente, discernían la presencia y la acción del Señor en la vida de Israel y del mundo. Para confirmar el carácter divino de su misión, anunciaban eventualmente el futuro, pero lo hacían siempre con la intención de iluminar una situación determinada y de provocar un cambio de actitud en los destinatarios de su mensaje. La lucidez para descubrir la voz de Dios, que habla a través de los acontecimientos, es la característica de la interpretación profética de la historia.

Esta visión que los Profetas tenían de la historia no sólo se encuentra en sus propios escritos, sino que también se trasluce en los libros de la Biblia comúnmente llamados "históricos". El rasgo distintivo de la historia bíblica no es tanto la presentación material de los hechos, cuanto el descubrimiento del significado que ellos encierran. A lo largo de los Libros históricos –como de toda la Biblia– se perfila con claridad y de manera constante el designio salvífico de Dios, que ama, guía y juzga a su Pueblo. Ese designio está jalonado de promesas y cumplimientos parciales, que orientan todo el curso de la historia humana hacia su consumación definitiva en el Reino de Dios.

Además, los Libros históricos atestiguan la extensión y vitalidad del movimiento profético en Israel. Estos textos presentan a los Profetas en acción, plenamente solidarios con las luchas de su Pueblo, y a la vez, siempre dispuestos a reprocharles sus injusticias y su idolatría. En ellos se conserva el recuerdo de grandes figuras proféticas, como las de Samuel, Natán, Elías y Eliseo. Pero también se menciona a otros Profetas, muchos de ellos anónimos, como aquellos que en tiempos de Ajab y Jezabel prefirieron morir antes que renegar de su fe en el Señor (1 Rey. 18. 4; 19. 14).

Ciertas formas de profetismo aparecen también fuera de Israel. Tanto en la Mesopotamia como en Canaán y en Egipto, había hombres y mujeres que hablaban en nombre de la divinidad, y muchas veces su lenguaje era similar al de los Profetas del Pueblo de Dios. La misma Biblia atestigua la existencia de "profetas de Baal", con sus diversas manifestaciones extáticas (1 Rey. 18. 19-29). Pero mientras que en los otros pueblos el profetismo fue un fenómeno más bien marginal y episódico, en Israel marcó profundamente toda la vida religiosa, las instituciones políticas y las estructuras sociales. Los orígenes del profetismo bíblico se remontan a la época de la instalación de los israelitas en Canaán. Sus primeras manifestaciones aparecen vinculadas al culto de algunos santuarios, como los de Betel, Ramá y Guilgal. Allí había "agrupaciones de Profetas", cuya característica principal era el éxtasis provocado de diversas maneras, especialmente por la música y las danzas frenéticas (1 Sam. 10. 5-6; 19. 18-24). Sus demostraciones de entusiasmo religioso revestían con frecuencia formas extravagantes. Pero estas agrupaciones proféticas, si bien fueron decayendo progresivamente, ejercieron al principio una influencia positiva en Israel. Con su vida austera, con su celo fanático por el Señor y su repudio total de la cultura y la religión cananeas, contribuyeron a mantener intacta la fe del Pueblo de Dios, esa fe heredada de Moisés, a quien la tradición bíblica considera el primero y el más grande de los Profetas (Deut. 18. 18; 34. 10).

Por otra parte, en los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, se encuentran muchas páginas que presentan una gran afinidad con las ideas y el estilo del Deuteronomio. Esta afinidad espiritual y literaria permite afirmar que la colección de los "Profetas anteriores", en su redacción definitiva, es la obra de una escuela de escribas "deuteronomistas", que meditan sobre el pasado de Israel con el fin de extraer una enseñanza para el presente. La actividad de esta escuela comenzó en los últimos años de la monarquía y continuó durante el exilio. Precisamente cuando Israel estaba disperso en el exilio, se hacía necesario recordarle que la raíz de todos sus males era la infidelidad a la Alianza, y que el único camino de salvación consistía en convertirse al Dios vivo y verdadero.

Josué

El libro de JOSUÉ describe la conquista de la Tierra prometida como el resultado de la acción conjunta de todo Israel. Las campañas se suceden una tras otra, en medio de los mayores prodigios. Josué –el único jefe de todas las tribus– anima al pueblo y lo conduce a la victoria. El paso de los israelitas provoca el terror de sus enemigos, y los cananeos son consagrados al exterminio total (caps. 1-12).

Una vez conquistado el territorio, Josué procede a distribuirlo entre los israelitas. Los caps. 14-19 señalan los límites asignados a cada tribu. A modo de complemento, el cap. 20 enumera las ciudades de refugio, y el cap. 21 da una lista de las ciudades levíticas.

El final del Libro relata el regreso de las tribus de la Transjordania, presenta el testamento espiritual de Josué, y conserva una vieja tradición sobre la asamblea de Siquém y sobre la alianza sagrada concluida entre las tribus (caps. 22-24).

Una primera lectura de este Libro deja la impresión de que los israelitas, bajo la conducción de Josué, conquistaron el territorio cananeo de una manera rápida y total. Sin embargo, un análisis más cuidadoso del texto muestra que la conquista quedó incompleta (13. 1-6), que algunos grupos actuaron por cuenta propia (14. 6-13) y que hubo algunos retrocesos (19. 47). Además, la alianza con los gabaonitas (9. 3-27) indica que no todos los cananeos fueron exterminados. Estas reservas se acentúan si se tienen en cuenta otros textos bíblicos, en particular el comienzo del libro de los Jueces. De la comparación resulta que la "conquista" fue un proceso lento y difícil, en el que cada tribu luchó por su propio territorio y fue a menudo derrotada. Sólo en tiempos de David los israelitas se apoderaron definitivamente del país de Canaán.

Parece evidente, entonces, que el libro de Josué presenta un cuadro idealizado y simplificado de una realidad histórica mucho más compleja. Este hecho es explicable porque la historia quiere convertirse en soporte de una enseñanza. Su intención es mostrar a Dios actuando en la historia, para entregar a su Pueblo la Tierra que había prometido a los Patriarcas. Al mismo tiempo, los relatos expresan la interpretación que Israel daba de su propia existencia, su entrada en Canaán no había sido una obra de los hombres, sino de Dios (23. 9-10)

LA OCUPACIÓN DE LA TIERRA PROMETIDA

Después del memorable Éxodo de Egipto y de la Alianza del Sinaí, la ocupación de Canaán es el acontecimiento más decisivo en la historia de Israel. Josué se pone al frente del Pueblo y lleva adelante la obra iniciada por Moisés. Así las tribus que habían salido de Egipto conquistan algunas posiciones estratégicas en las montañas centrales de Palestina y realizan exitosas incursiones hacia el sur y el norte del país. Estos hechos se sitúan entre el 1250 y el 1230 a. C.

El paso del Jordán es la réplica del paso del Mar Rojo (4. 23-24). Este marcó la frontera entre la servidumbre y el camino hacia la libertad. Aquel traza el límite entre la dura marcha por el desierto y la posesión de la "herencia" prometida por el Señor a los Patriarcas. La trascendencia simbólica de este acontecimiento es evocada de manera grandiosa en el relato que describe la travesía del Jordán, allí el verdadero protagonista no es el Pueblo ni Josué, sino el Arca de la Alianza, signo visible de la presencia del Señor, que conduce a Israel hacia su destino.

Los éxitos iniciales de Josué no podían destruir por completo a un enemigo más poderoso, que se hacía fuerte al amparo de ciudades amuralladas. Sus campañas abrieron a los israelitas las puertas de Canaán, pero al término de su vida todavía quedaban muchos territorios sin ocupar (13. 1). Esto nos recuerda que la Tierra es un don recibido del Señor y también algo que siempre es preciso conquistar. Entre el presente y el futuro hay una tensión nunca superada, que recorre toda la existencia del Pueblo de Dios.

 

Capítulo 1: Josué 1

Los preparativos para la conquista

1 1 Después de la muerte de Moisés, el servidor del Señor, el Señor dijo a Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés:

2 "Mi servidor Moisés ha muerto. Ahora levántate y cruza el Jordán con todo este pueblo, para ir hacia la tierra que yo daré a los israelitas.

3 Yo les entrego todos los lugares donde ustedes pondrán la planta de sus pies, como se lo prometí a Moisés.

4 El territorio de ustedes se extenderá desde el desierto y desde el Líbano hasta el Gran Río, el río Éufrates, y hasta el Gran Mar, al occidente.

5 Mientras vivas, nadie resistirá delante de ti; yo estaré contigo como estuve con Moisés: no te dejaré ni te abandonaré.

6 Sé valiente y firme: tú vas a poner a este pueblo en posesión del país que yo les daré, porque así lo juré a sus padres.

7 Basta que seas fuerte y valiente, para obrar en todo según la Ley que te dio Moisés, mi servidor. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, y así tendrás éxito en todas tus empresas.

8 Que el libro de esta Ley nunca se aparte de ti: medítalo día y noche, para obrar fielmente en todo conforme a lo que está escrito en él. Así harás prosperar tus empresas y tendrás éxito.

9 ¿Acaso no soy yo el que te ordeno que seas fuerte y valiente? No temas ni te acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas".

Colaboración de las tribus de la Transjordania

10 Entonces Josué dio a los escribas del pueblo la siguiente orden:

11 "Recorran el campamento y manden al pueblo que haga provisión de víveres, porque dentro de tres días pasarán el Jordán para ir a ocupar la tierra que el Señor, su Dios, les da en posesión".

12 Luego dijo a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés:

13 "Recuerden la orden que les dio Moisés, el servidor del Señor, cuando dijo: ‘El Señor, su Dios, les concede el descanso y les da este territorio.

14 Sus mujeres, sus niños y sus rebaños se quedarán en el territorio que les dio Moisés, al otro lado del Jordán. Pero ustedes, todos los guerreros, cruzarán equipados con sus armas al frente de sus hermanos, para prestarles ayuda,

15 hasta que el Señor les conceda el descanso lo mismo que a ustedes, y también ellos tomen posesión de la tierra que les da el Señor, su Dios. Entonces volverán al territorio que les pertenece, aquel que les dio Moisés, el servidor del Señor, al otro lado del Jordán, hacia el oriente’".

16 Ellos respondieron a Josué: "Haremos todo lo que nos ordenes e iremos adonde nos mandes.

17 Así como obedecimos en todo a Moisés, también te obedeceremos a ti. Basta que el Señor esté contigo como estuvo con él.

18 Cualquiera que se rebele contra tus órdenes y no te obedezca en todo lo que nos mandes, será castigado con la muerte. Tú, por tu parte, sé fuerte y valiente".

 

Capítulo 2: Josué 2

Los espías de Josué en Jericó

2 1 Josué, hijo de Nun, envió clandestinamente desde Sitím a dos espías, con la siguiente consigna: "Vayan a observar el terreno". Ellos partieron y, al llegar a Jericó, entraron en casa de una prostituta llamada Rajab, donde se alojaron.

2 Cuando se notificó al rey de Jericó que unos hombres israelitas habían llegado durante la noche para observar el terreno,

3 mandó decir a Rajab: "Saca afuera a esos hombres que vinieron a verte, los que entraron en tu casa, porque han venido únicamente para observar todo el país".

4 Pero la mujer tomó a los dos hombres, los escondió y declaró: "Es verdad que esos hombres vinieron aquí, pero yo no sabía de dónde eran.

5 Se fueron al caer la noche, cuando estaban por cerrarse las puertas de la ciudad, y no sé adónde habrán ido. Salgan en seguida detrás de ellos, porque todavía pueden alcanzarlos".

6 En realidad, los había hecho subir a la terraza, ocultándolos entre unos haces de lino extendidos allí.

7 Entonces unos hombres salieron a perseguirlos en dirección al Jordán, hacia los vados; e inmediatamente después que los perseguidores salieron detrás de ellos, se cerraron las puertas de la ciudad.

El pacto entre Rajab y los espías

8 Cuando Rajab subió a la terraza, donde estaban los espías, estos aún no se habían acostado.

9 Ella les dijo: "Yo sé que el Señor les ha entregado este país, porque el terror que ustedes inspiran se ha apoderado de nosotros, y todos los habitantes han quedado espantados a la vista de ustedes.

10 Nosotros hemos oído cómo el Señor secó las aguas del Mar Rojo cuando ustedes salían de Egipto, y cómo ustedes trataron a Sijón y a Og, los dos reyes amorreos que estaban al otro lado del Jordán y que ustedes condenaron al exterminio.

11 Al enterarnos de eso, nuestro corazón desfalleció, y ya no hay nadie que tenga ánimo para oponerles resistencia, porque el Señor, su Dios, es Dios allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra.

12 Por eso, júrenme ahora mismo por el Señor, que así como yo los traté con bondad, ustedes tratarán de la misma manera a mi familia. Denme una señal segura

13 de que dejarán con vida a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y a mis hermanas, y a todo cuanto les pertenece, y que nos librarán de la muerte".

14 Los hombres le respondieron: "Nosotros responderemos por ustedes con nuestra vida, con tal que no nos delates. Cuando el Señor nos entregue este país, te trataremos con bondad y lealtad".

15 Entonces la mujer los descolgó por la ventana con una cuerda, porque su casa daba contra el muro de la ciudad, y ella vivía junto a él.

16 Y les hizo esta recomendación: "Vayan hacia la montaña para que sus perseguidores no puedan alcanzarlos. Manténganse ocultos allí durante tres días, hasta que ellos estén de regreso, y después podrán seguir viaje".

17 Los hombres le respondieron:

18 "Cuando nosotros entremos en el país, tú atarás este cordón escarlata a la ventana por la que nos hiciste bajar, y reunirás contigo, dentro de la casa, a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda tu familia.

19 Si alguno sale fuera de las puertas de tu casa, su sangre caerá sobre su cabeza y nosotros seremos inocentes. Pero la sangre de todos los que estén contigo dentro de la casa, caerá sobre nuestras cabezas, si alguien pone su mano sobre alguno de ellos.

20 En cambio, si nos delatas, quedaremos libres del juramento que nos has exigido".

21 "Que se cumpla lo que acaban de decir", replicó ella, y los dejó partir. Apenas se fueron, la mujer ató a la ventana el cordón escarlata.

El regreso de los espías

22 Los hombres se fueron a la montaña y se quedaron allí tres días, hasta que regresaron los perseguidores, que los habían buscado por todas partes sin encontrarlos.

23 Entonces los dos hombres volvieron a bajar de la montaña, cruzaron el río, y cuando estuvieron de nuevo con Josué, hijo de Nun, lo informaron de todo lo que les había ocurrido.

24 "No hay duda, le dijeron, que el Señor nos ha entregado el país, porque todos sus habitantes están espantados delante de nosotros".

 

Capítulo 3: Josué 3

Las instrucciones de Josué a los israelitas

3 1 A la madrugada del día siguiente, Josué y todos los israelitas partieron de Sitím. Cuando llegaron al Jordán, se dispusieron a pasar la noche allí antes de cruzar.

2 Al cabo de tres días, los escribas recorrieron el campamento

3 dando esta orden al pueblo: "Cuando vean el Arca de la Alianza del Señor, su Dios, y a los sacerdotes levitas que la transportan, muévanse del lugar donde están y síganla.

4 Pero dejen entre ustedes y el Arca una distancia de mil metros aproximadamente, y no se acerquen a ella. Así sabrán por dónde tienen que ir, porque ustedes nunca pasaron por este camino".

5 Josué dijo al pueblo: "Purifíquense, porque mañana el Señor va a obrar maravillas en medio de ustedes".

6 Después dijo a los sacerdotes: "Levanten el Arca de la Alianza y pónganse al frente del pueblo". Ellos la levantaron y avanzaron al frente del pueblo.

7 Entonces el Señor dijo a Josué: "Hoy empezaré a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que yo estoy contigo como estuve con Moisés.

8 Ahora ordena a los sacerdotes que llevan el Arca de la Alianza, ‘Cuando lleguen al borde del Jordán, deténganse junto al río’".

9 Josué dijo a los israelitas: "Acérquense y escuchen las palabras del Señor, su Dios".

10 Y añadió: "En esto conocerán que el Dios viviente está en medio ustedes, y que él expulsará delante de ustedes a los cananeos, los hititas, los jivitas, los perizitas, los guirgazitas, los amorreos y los jebuseos,

11 el Arca de la Alianza del Señor de toda la tierra va a cruzar el Jordán delante de ustedes.

12 Ahora elijan a doce hombres entre las tribus de Israel, uno por cada tribu.

13 Y apenas los sacerdotes que llevan el Arca del Señor de toda la tierra apoyen sus pies sobre las aguas del Jordán, estas se abrirán, y las aguas que vienen de arriba se detendrán como contenidas por un dique".

El paso del Jordán

14 Cuando el pueblo levantó sus carpas para cruzar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza iban al frente de él.

15 Apenas llegaron al Jordán y sus pies tocaron el borde de las aguas –el Jordán se desborda por sus dos orillas durante todo el tiempo de la cosecha–

16 las aguas detuvieron su curso: las que venían de arriba se amontonaron a una gran distancia, cerca de Adam, la ciudad que está junto a Sartán; y las que bajaban hacia el mar de la Arabá –el mar de la Sal– quedaron completamente cortadas. Así el pueblo cruzó a la altura de Jericó.

17 Los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza del Señor permanecían inmóviles en medio del Jordán, sobre el suelo seco, mientras todo Israel iba pasando por el cauce seco, hasta que todo el pueblo terminó de cruzar el Jordán.

 

Capítulo 4: Josué 4

Los doce piedras conmemorativas

4 1 Cuando todo el pueblo terminó de pasar el Jordán, el Señor dijo a Josué:

2 "Elijan a doce hombres del pueblo, uno por cada tribu,

3 y ordénenles lo siguiente, ‘Retiren de aquí doce piedras, tómenlas de en medio del Jordán, del mismo lugar donde estaban apoyados los pies de los sacerdotes; llévenlas con ustedes y deposítenlas en el lugar donde hoy van a pasar la noche’".

4 Entonces Josué llamó a los doce hombres que había hecho designar entre los israelitas, un hombre por cada tribu,

5 y les dijo: "Vayan hasta el medio del Jordán, ante el Arca del Señor, su Dios, y cargue cada uno sobre sus espaldas una piedra, conforme al número de las tribus de Israel,

6 para que esto quede como un signo en medio de ustedes. Porque el día de mañana sus hijos les preguntarán: ‘¿Qué significan para ustedes estas piedras?’.

7 Y ustedes les responderán: ‘Las aguas del Jordán se abrieron ante el Arca de la Alianza del Señor; cuando ella atravesó el Jordán, se abrieron las aguas del río. Y estas piedras son un memorial eterno para los israelitas’".

8 Los israelitas cumplieron la orden de Josué, retiraron doce piedras de en medio del Jordán, según el número de las tribus de Israel, como el Señor se lo había ordenado a Josué; las trasladaron hasta el lugar donde iban a pasar la noche, y las depositaron allí.

9 Después Josué hizo erigir doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde se habían apoyado los pies de los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza, y allí quedaron hasta el día de hoy.

Fin del paso del Jordán

10 Los sacerdotes que llevaban el Arca permanecieron de pie en medio del Jordán, hasta que se cumplió todo lo que Josué comunicó al pueblo por orden del Señor, conforme a las instrucciones que Moisés había dado a Josué. El pueblo se apresuró a pasar,

11 y cuando terminó de hacerlo, también pasó el Arca del Señor, con los sacerdotes al frente del pueblo.

12 Delante de los israelitas cruzaron los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, equipados con sus armas, como lo había dispuesto Moisés.

13 Eran cerca de cuarenta mil guerreros adiestrados, que avanzaban delante del Señor, preparados para combatir en la llanura de Jericó.

14 Aquel día, el Señor engrandeció a Josué a los ojos de todo Israel, y desde entonces lo respetaron como habían respetado a Moisés durante toda su vida.

15 Luego el Señor dijo a Josué:

16 "Ordena a los sacerdotes que llevan el Arca del Testimonio que salgan del Jordán".

17 Entonces Josué ordenó a los sacerdotes que llevaban el Arca: "Salgan del Jordán".

18 Y cuando estos salieron, apenas sus pies tocaron el suelo firme, las aguas del Jordán volvieron a su cauce y prosiguieron su curso como antes, por encima de sus bordes.

La llegada a Guilgal

19 El pueblo salió del Jordán el día diez del primer mes, y estableció su campamento en Guilgal, en el extremo oriental de Jericó.

20 Josué hizo erigir en Guilgal las doce piedras que habían sacado del Jordán,

21 y dijo a los israelitas: "Cuando los hijos de ustedes, el día de mañana, pregunten a sus padres qué significan estas piedras,

22 ustedes les darán la siguiente explicación: ‘Israel pasó por el cauce seco del Jordán,

23 porque el Señor, su Dios, secó las aguas del Jordán delante de ustedes, hasta que pasaron, como había secado las aguas del Mar Rojo delante de nosotros, hasta que terminamos de pasar.

24 Lo hizo así, para que todos los pueblos de la tierra reconozcan qué poderosa es la mano del Señor, y ustedes teman siempre al Señor, su Dios’".

 

Capítulo 5: Josué 5

El pánico de las poblaciones al oeste del Jordán

5 1 Cuando todos los reyes de los amorreos que ocupaban la región situada al oeste del Jordán y todos los reyes de los cananeos que estaban junto al mar, oyeron que el Señor había secado las aguas del Jordán delante de los israelitas, hasta que ellos pasaron, su corazón desfalleció y nadie tuvo ánimo para oponerles resistencia.

La circuncisión de los israelitas en Guilgal

2 En aquel tiempo, el Señor dijo a Josué: "Fabrícate unos cuchillos de piedra y vuelve a circuncidar a los israelitas".

3 Josué hizo entonces unos cuchillos de piedra y circuncidó a los israelitas en la Colina de los Prepucios.

4 Los circuncidó por el siguiente motivo: toda la población que había salido de Egipto, los varones aptos para la guerra, habían muerto en el desierto durante la travesía, después de la salida de Egipto.

5 Ahora bien, los que habían salido estaban circuncidados; pero los nacidos después de la salida de Egipto, durante la travesía del desierto, no lo estaban.

6 Porque los israelitas anduvieron por el desierto durante cuarenta años, o sea, el tiempo suficiente para que desapareciera la nación entera, con los hombres aptos para la guerra que habían salido de Egipto. Como ellos no escucharon la voz del Señor, el Señor juró que no les dejaría ver la tierra que había prometido darnos, de acuerdo con el juramento que hizo a nuestros padres, esa tierra que mana leche y miel.

7 Pero en lugar de ellos suscitó a sus hijos; y fue a estos a los que circuncidó Josué, ya que estaban incircuncisos porque no los habían circuncidado durante la travesía.

8 Cuando todo el pueblo fue circuncidado, se quedaron descansando en el campamento hasta que se curaron.

9 Entonces el Señor dijo a Josué: "Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto". Y aquel lugar se llamó Guilgal hasta el día de hoy.

La celebración de la Pascua

10 Los israelitas acamparon en Guilgal, y el catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en la llanura de Jericó.

11 Al día siguiente de la Pascua, comieron de los productos del país –pan sin levadura y granos tostados– ese mismo día.

12 El maná dejó de caer al día siguiente, cuando comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los israelitas, y aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán.

La aparición del jefe del ejército del Señor

13 Mientras Josué estaba cerca de Jericó, alzó los ojos y vio a un hombre que estaba de pie frente a él, con la espada desenvainada en su mano. Josué avanzó hacia él y le preguntó: "¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?".

14 Él respondió: "No, yo soy el jefe del ejército del Señor y ahora he venido". Josué cayó con el rostro en tierra, se postró y exclamó: "Señor, ¿qué tienes que decir a tu servidor?".

15 El jefe del ejército del Señor le respondió: "Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás parado es santo". Y Josué así lo hizo.

 

Capítulo 6: Josué 6

El sitio y la caída de Jericó

6 1 Jericó estaba herméticamente cerrada por temor a los israelitas: nadie salía ni entraba.

2 Entonces el Señor dijo a Josué: "Yo he puesto en tus manos a Jericó y a su rey.

3 Por eso ustedes, todos los hombres de guerra, darán una sola vuelta alrededor de la ciudad, formando un círculo en torno a ella. Así lo harán durante seis días.

4 Además, siete sacerdotes irán delante del Arca llevando siete trompetas de cuerno. El séptimo día, en cambio, ustedes darán siete vueltas alrededor de la ciudad, y los sacerdotes harán sonar las trompetas.

5 A la señal dada con el cuerno, cuando ustedes oigan el sonido de las trompetas, todo el pueblo prorrumpirá en fuertes gritos de guerra. Entonces los muros de la ciudad caerán sobre sí mismos, y el pueblo se lanzará al asalto, cada uno hacia lo que tenga adelante".

6 Josué, hijo de Nun, convocó a los sacerdotes y les dijo: "Levanten el Arca de la Alianza, y que siete sacerdotes lleven siete trompetas de cuerno delante del Arca del Señor".

7 Después dijo al pueblo: "Vayan adelante y den la vuelta alrededor de la ciudad; que los guerreros avancen delante del Arca del Señor".

8 En seguida se hizo lo que Josué había dicho al pueblo: los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno delante del Señor, avanzaron tocando las trompetas, mientras el Arca de la Alianza del Señor iba detrás de ellos.

9 Los guerreros, por su parte, marchaban delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas, mientras que la retaguardia iba detrás del Arca. Y en ningún momento se dejó de tocar las trompetas.

10 Pero Josué dio esta orden al pueblo: "No lancen ningún grito de guerra ni dejen oír sus voces; que no salga de la boca de ustedes ninguna palabra, hasta que yo les diga: ‘¡Griten!’. Sólo entonces gritarán".

11 Así hizo que el Arca del Señor diera una vuelta alrededor de la ciudad, formando un círculo en torno a ella. Luego volvieron otra vez al campamento, y allí pasaron la noche.

12 A la mañana siguiente, Josué se levantó de madrugada y los sacerdotes tomaron el Arca del Señor.

13 Los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno delante del Arca del Señor, avanzaban sin dejar de tocar las trompetas; los guerreros marchaban delante de ellos, y la retaguardia iba detrás del Arca del Señor. En ningún momento se dejó de tocar las trompetas.

14 Así dieron la vuelta alrededor de la ciudad el segundo día, y después regresaron al campamento. Esto mismo se hizo durante seis días.

15 El séptimo día se levantaron al despuntar el alba y dieron siete vueltas alrededor de la ciudad, de la manera acostumbrada: sólo ese día dieron siete vueltas alrededor de la ciudad.

16 Al dar la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron con más fuerza las trompetas, y Josué dijo al pueblo: "Lancen el grito de guerra, porque el Señor les entrega la ciudad.

17 Ustedes consagrarán al Señor la ciudad con todo lo que hay en ella, exterminándola por completo. Quedarán con vida solamente Rajab, la prostituta, y todos los que estén con ella en su casa, porque ella ocultó a los emisarios que nosotros habíamos enviado.

18 En cuanto a ustedes, tengan mucho cuidado con lo que está consagrado al exterminio, no sea que, llevados por la codicia, se adueñen de alguna cosa prohibida. Porque entonces pondrían en entredicho al campamento de Israel y le atraerían una desgracia.

19 Todo el oro, la plata y los objetos de bronce y de hierro serán consagrados al Señor y pasarán a formar parte de su tesoro".

20 Entonces el pueblo lanzó un fuerte grito y se tocaron las trompetas. Al oir el sonido de las trompetas, el pueblo prorrumpió en un griterío ensordecedor, y el muro se desplomó sobre sí mismo. En seguida el pueblo acometió contra la ciudad, cada uno contra lo que tenía adelante, y la tomaron.

21 Luego consagraron al exterminio todo lo que había en ella, pasando al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y ancianos, vacas, ovejas y asnos.

La familia de Rajab

22 Josué dijo a los dos hombres que habían explorado el país: "Entren en la casa de la prostituta y hagan salir a esa mujer con todo lo que le pertenece, como se lo han jurado".

23 Aquellos jóvenes espías fueron e hicieron salir a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que le pertenecía. También hicieron salir a sus otros parientes, y los instalaron fuera del campamento de Israel.

24 Después incendiaron la ciudad y todo lo que había en ella, salvando únicamente la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro, que fueron depositados en el tesoro de la Casa del Señor.

25 Josué dejó con vida a Rajab, la prostituta, a su familia y a todo lo que le pertenecía, y ella habitó en medio de Israel hasta el día de hoy, por haber ocultado a los emisarios que Josué había enviado para explorar Jericó.

La maldición sobre Jericó

26 En aquel tiempo Josué hizo pronunciar el siguiente juramento delante del Señor:
"¡Maldito el hombre que intente reconstruir esta ciudadde Jericó!
¡Pondrá los cimientos sobre su primogénito, y colocará las puertas sobre su hijo menor!".

27 El Señor acompañó a Josué, y su fama se extendió por toda la tierra.

 

Capítulo 7: Josué 7

El pecado de Acán

7 1 Pero los israelitas cometieron una infidelidad con las cosas que debían ser consagradas al exterminio. En efecto, Acán –hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá– se reservó algunas de esas cosas, y la ira del Señor se encendió contra los israelitas.

La derrota de los israelitas en Ai

2 Desde Jericó, Josué envió unos hombres a Ai, que está cerca de Bet Aven, al este de Betel, con esta consigna: "Suban a explorar la región". Los hombres subieron hasta Ai, la exploraron,

3 y cuando estuvieron de regreso, dijeron a Josué: "No es necesario que se movilice toda la gente. Dos o tres mil hombres bastan para derrotar a Ai. No fatigues a todos haciéndolos ir hasta allá, porque ellos son unos pocos".

4 Entonces subieron contra Ai unos tres mil hombres del pueblo, pero tuvieron que huir ante los hombres de Ai,

5 que mataron a unos treinta y seis israelitas, los persiguieron desde la puerta de la ciudad hasta Sebarím y los derrotaron en la bajada. Ante esto, el pueblo quedó deprimido y se sintió desfallecer.

La queja de Josué

6 Josué desgarró sus vestiduras y se postró hasta la tarde delante del Arca del Señor, con el rostro en tierra. Los ancianos de Israel hicieron lo mismo, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas.

7 Mientras tanto, Josué decía: "¡Señor! ¿Para qué hiciste pasar el Jordán a este pueblo? ¿Sólo para ponernos en manos de los amorreos y hacernos desaparecer? ¡Ojalá nos hubiéramos decidido a quedarnos al otro lado del Jordán!

8 ¡Señor! ¿Qué más puedo decir, ahora que Israel ha tenido que volver las espaldas a sus enemigos?

9 Apenas se enteren los cananeos y todos los habitantes del país, estrecharán un círculo contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra. Y entonces, ¿Qué harás tú por tu Nombre glorioso?".

La respuesta del Señor

10 El Señor respondió a Josué: "¡Levántate! ¿Por qué estás ahí postrado sobre tu rostro?

11 Israel ha pecado: ellos han transgredido mi alianza, la que yo les impuse. Se han quedado con algo que debía ser consagrado al exterminio: se han atrevido a robarlo, a esconderlo y a reservarlo para su uso personal.

12 Por eso los israelitas no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que tendrán que volver las espaldas ante sus adversarios, por haberse convertido ellos mismos en algo que debe ser consagrado al exterminio. Yo no estaré más con ustedes si no eliminan lo que debió ser consagrado al exterminio.

13 Ahora levántate y purifica al pueblo. Tú dirás: ‘Purifíquense para mañana, porque así habla el Señor, el Dios de Israel: En medio de ti, Israel, hay algo que debió ser consagrado al exterminio, y tú no podrás hacer frente a tus enemigos hasta que lo hayas extirpado’.

14 Mañana por la mañana ustedes comparecerán por tribus; la tribu que el Señor señale por medio de la suerte comparecerá por clanes; el clan que el Señor señale comparecerá por familias; y la familia que el Señor señale, comparecerá hombre por hombre.

15 El que sea sorprendido en posesión de los objetos condenados al exterminio, será quemado con todos sus bienes porque ha quebrantado la alianza del Señor y ha cometido una infamia en Israel".

El descubrimiento y el castigo del culpable

16 A la mañana siguiente, bien temprano, Josué hizo que Israel se fuera acercando tribu por tribu, y la suerte cayó sobre Judá.

17 Luego mandó que se acercaran los clanes de Judá, y la suerte cayó sobre el clan de Zéraj. En seguida ordenó que se acercaran las familias del clan de Zéraj, y la suerte cayó sobre Zabdí.

18 Y Cuando hizo acercar a la familia de Zabdí, hombre por hombre, la suerte cayó sobre Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá.

19 Josué dijo a Acán: "Hijo mío, da gloria al Señor, el Dios de Israel, y tribútale homenaje. Dime lo que has hecho, sin ocultarme nada".

20 Acán respondió a Josué: "Es verdad, he pecado contra el Señor, el Dios de Israel. Esto es lo que hice:

21 Yo vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de plata y un lingote de oro que pesa cincuenta siclos; me gustaron y los guardé. Ahora están escondidos en la tierra, en medio de mi carpa, y la plata está debajo".

22 Josué envío a dos emisarios, que fueron corriendo a la carpa, y encontraron el manto que estaba escondido en ella, y la plata debajo de él.

23 En seguida retiraron las cosas de la carpa, se las presentaron a Josué y a todos los israelitas, y las extendieron delante del Señor.

24 Entonces Josué tomó a Acán, hijo de Zéraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos y sus hijas, sus vacas, sus ovejas y sus asnos, su carpa y todo lo que poseía, y los condujo hasta el valle de Acor, acompañado de todo Israel.

25 Allí le dijo Josué: "¿Por qué nos has traído la desgracia? Que el Señor te haga desgraciado en este día". Y todo Israel lo mató a pedradas; también apedrearon a los suyos y los quemaron.

26 Encima de él pusieron un gran montón de piedras, que ha quedado hasta el presente. Así el Señor aplacó su indignación. Por eso aquel lugar se llama valle de Acor, hasta el día de hoy.

 

Capítulo 8: Josué 8

La campaña contra Ai

8 1 El Señor dijo a Josué: "¡No temas ni te acobardes! Reúne a todos los combatientes y prepárate para subir contra Ai. Yo te entrego al rey de Ai, a su pueblo, su ciudad y su territorio.

2 Trátalos como trataste a Jericó y a su rey. Sin embargo, ustedes podrán retener como botín los despojos y el ganado. Además, tiende una emboscada detrás de la ciudad".

3 Josué se preparó con todos los combatientes, para subir contra Ai. Eligió treinta mil guerreros valerosos y los hizo salir de noche,

4 dándoles esta orden: "¡Presten atención! Ustedes estarán emboscados detrás de la ciudad. No se alejen demasiado de ella y manténganse alerta.

5 Yo y toda la gente que irá conmigo nos acercaremos a la ciudad, y cuando ellos salgan contra nosotros, como lo hicieron la primera vez, nosotros huiremos.

6 Ellos nos seguirán, porque pensarán que huimos como la vez anterior, y así los apartaremos de la ciudad. Nosotros huiremos delante de ellos.

7 Entonces ustedes saldrán del lugar donde estaban emboscados y ocuparán la ciudad. El Señor, nuestro Dios, la pondrá en sus manos.

8 Y apenas la tomen, la incendiarán. Ustedes actuarán conforme a la palabra del Señor, y tengan en cuenta que les he dado una orden".

9 Josué los envió, y ellos fueron a apostarse en el lugar de la emboscada, entre Betel y Ai, al oeste de Ai. Josué, por su parte, pasó aquella noche en medio de la tropa.

10 A la madrugada del día siguiente, revistó a la tropa y subió contra Ai, al frente del pueblo, junto con los ancianos de Israel.

11 Todos los combatientes que subieron con él avanzaron hasta llegar frente a la ciudad, y acamparon al norte de Ai. Solamente el valle separaba a Josué de Ai.

12 Él escogió unos cinco mil hombres para tender una emboscada entre Betel y Ai, al oeste de Ai.

13 Así el pueblo estableció todo su campamento al norte de la ciudad, mientras la retaguardia permanecía al oeste. Aquella noche Josué se dirigió al medio del valle.

La batalla de Ai

14 Al ver esto, el rey de Ai se apresuró a salir con toda su gente para combatir contra Israel en la bajada, frente a la Arabá, sin saber que le habían tendido una emboscada detrás de la ciudad.

15 Josué y todo Israel fingieron caer derrotados delante de ellos y huyeron por el camino del desierto.

16 Entonces se convocó a toda la gente que estaba en la ciudad para que saliera a perseguirlos, y todos persiguieron a Josué, alejándose así de la ciudad.

17 No hubo un solo hombre en Ai o en Betel que no saliera en persecución de Israel. Y cuando lo hicieron, dejaron abiertas las puertas de la ciudad.

18 Entonces el Señor dijo a Josué: "Apunta hacia Ai con la jabalina que tienes en la mano, porque yo te entrego la ciudad". Josué apuntó contra la ciudad con la jabalina que tenía en la mano;

19 y tan pronto como extendió su brazo, los hombres que estaban emboscados salieron rápidamente de su escondite, entraron a la carrera en la ciudad, la tomaron y la incendiaron sin perder un instante.

La victoria de los israelitas

20 Cuando los hombres de Ai volvieron la vista hacia atrás y vieron la humareda que subía de la ciudad hacia el cielo, ya no pudieron escapar ni por un lado ni por el otro, porque la gente que huía hacia el desierto se volvió contra sus perseguidores.

21 En efecto, al ver que los hombres emboscados habían tomado la ciudad y que el humo subía de ella, Josué y todo Israel volvieron atrás y acometieron contra los hombres de Ai.

22 Los que habían tendido la emboscada también salieron de la ciudad para atacarlos, de manera que la gente de Ai quedó atrapada en medio de los israelitas, que avanzaban unos por un lado y otros por el otro. Así los derrotaron sin dejar ningún sobreviviente o fugitivo.

23 Al rey de Ai, en cambio, lo capturaron vivo y lo condujeron ante Josué.

24 Cuando Israel terminó de matar a los habitantes de Ai en campo abierto, en el desierto donde los habían perseguido, y cuando cayó hasta el último de ellos bajo los golpes de las espadas, todo Israel se volvió contra Ai y la pasó al filo de la espada.

25 Los que murieron aquel día, entre hombres y mujeres, fueron doce mil, o sea, todos los habitantes de Ai.

26 Y Josué no retiró la mano con que sostenía la jabalina hasta que consagró al exterminio a todos los habitantes de Ai.

27 Israel retuvo como botín solamente el ganado y los despojos de la ciudad, según la orden que el Señor había dado a Josué.

28 Este, por su parte, puso fuego sobre Ai y la redujo para siempre a un montón de ruinas, a una devastación, que permanece hasta el día de hoy.

29 Al rey de Ai lo hizo colgar de un árbol hasta la tarde. Al ponerse el sol, Josué mandó que descolgaran el cadáver. Lo arrojaron cerca de la puerta de la ciudad y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que está todavía hoy.

El sacrificio y la lectura de la Ley sobre el monte Ebal

30 Entonces Josué erigió un altar al Señor, el Dios de Israel, en el monte Ebal,

31 como Moisés, el servidor del Señor, lo había ordenado a los israelitas y como está escrito en el libro de la Ley de Moisés. Era un altar de piedras intactas, que no habían sido tocadas por el hierro. Sobre él ofrecieron holocaustos al Señor e inmolaron sacrificios de comunión.

32 Josué escribió allí mismo, sobre las piedras, una copia de la Ley que Moisés había escrito en presencia de los israelitas.

33 Todo Israel, sus ancianos, sus escribas y sus jueces –tanto los forasteros como los nativos– estaban de pie a ambos lados del Arca, frente a los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza del Señor, una mitad hacia el monte Garizím y la otra mitad hacia el monte Ebal, según la orden que había dado Moisés, el servidor del Señor, de bendecir primero al pueblo de Israel.

34 Después de eso, Josué leyó cada una de las palabras de la Ley –la bendición y la maldición– exactamente como está escrito en el libro de la Ley.

35 Josué no dejó de leer ni una sola de las palabras que había ordenado Moisés, y lo hizo en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las mujeres, los niños y los extranjeros que estaban con ellos.

 

Capítulo 9: Josué 9

La coalición contra Israel

9 1 Al enterarse de esto, todos los reyes que estaban de este lado del Jordán, en la Montaña, en la Sefelá, en toda la costa del Gran Mar, hasta la región del Líbano –hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos–

2 se aliaron para combatir de común acuerdo contra Josué y contra Israel.

La astucia de los gabaonitas

3 También los habitantes de Gabaón se enteraron de lo que había hecho Josué con Jericó y con Ai,

4 y entonces decidieron recurrir a la astucia. Reunieron provisiones para el viaje, tomaron alforjas viejas para sus asnos y unos odres viejos, rotos y vueltos a coser;

5 se calzaron sandalias viejas y remendadas, y se vistieron con ropa gastada. Todo el pan que llevaban como alimento estaba reseco y reducido a migajas.

6 Así fueron hasta el campamento de Josué, en Guilgal, y le dijeron, a él y a los hombres de Israel: "Venimos de un país lejano; por eso, hagan una alianza con nosotros".

7 Pero los hombres de Israel respondieron a aquellos jivitas: "Tal vez ustedes habitan por aquí, entre nosotros. ¿Cómo vamos a hacer una alianza con ustedes?".

8 Ellos dijeron a Josué: "Nosotros somos tus servidores". "¿Quiénes son ustedes?, les preguntó Josué, ¿de dónde vienen?".

9 Ellos le respondieron: "Nosotros, tus servidores, venimos de un país muy lejano, atraídos por el renombre del Señor, tu Dios. Porque hemos oído hablar de él, de todo lo que hizo en Egipto,

10 y de la manera cómo trató a los dos reyes amorreos que estaban al otro lado del Jordán: a Sijón, el rey de Jesbón, y a Og, el rey de Basán que residía en Astarot.

11 Por eso nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestro país nos dijeron: ‘Provéanse de víveres para el camino, vayan a su encuentro y díganles: somos sus servidores, hagan por lo tanto una alianza con nosotros’.

12 Este es nuestro pan: todavía estaba caliente cuando nos proveímos de él en nuestras casas, el día en que salimos al encuentro de ustedes; ahora está reseco y convertido en migajas.

13 Estos son los odres de vino: eran nuevos cuando los llenamos, y ahora están aquí, todos rotos. Y estas son nuestra ropa y nuestras sandalias, gastadas por un viaje excesivamente largo".

14 Entonces los israelitas comieron de sus provisiones sin consultar la decisión del Señor.

15 Josué hizo las paces con ellos y también el pacto de conservarles la vida; los jefes de la comunidad, por su parte, les hicieron un juramento.

16 Pero tres días después de haber concluido este pacto, los israelitas se enteraron de que aquellos hombres eran de un pueblo vecino y que vivían en las inmediaciones.

17 Entonces levantaron sus carpas, y en tres días llegaron a las ciudades que ellos habitaban. Estas eran Gabaón, Quefirá, Beerot y Quiriat Iearím.

18 Los israelitas no los mataron, porque los jefes de la comunidad les habían hecho un juramento por el Señor, el Dios de Israel. Pero toda la comunidad murmuró contra sus jefes.

Las condiciones impuestas a los gabaonitas

19 Los jefes declararon a la comunidad en pleno: "Nosotros les hemos prestado un juramento por el Señor, el Dios de Israel, y ahora no podemos tocarlos.

20 Haremos con ellos lo siguiente: los dejaremos vivir para no atraer sobre nosotros la ira del Señor, a causa del juramento que les hemos hecho".

21 Luego los jefes les dijeron: "¡Qué vivan! Pero estarán al servicio de la comunidad como leñadores y aguateros". Y la comunidad obró de acuerdo con lo que habían dicho los jefes.

22 Josué hizo comparecer a los gabaonitas y les dijo: "¿Por qué ustedes nos han engañado asegurando que vivían muy lejos de nosotros, cuando en realidad viven aquí, en las inmediaciones?

23 Ahora pesa sobre ustedes una maldición, y por eso nunca faltarán entre ustedes esclavos, que sirvan como leñadores y aguateros en la Casa de mi Dios".

24 Ellos respondieron a Josué: "Nosotros estábamos perfectamente informados de que el Señor, tu Dios, había dado a su servidor Moisés la orden de entregarles todo el país, y de exterminar a todos los habitantes que encontraran a su paso. Ante la presencia de ustedes, temimos mucho por nuestras vidas, y por eso hemos hecho esto.

25 Ahora nos tienes en tus manos; trátanos como te parezca más conveniente y justo".

26 Pero Josué los trató según lo convenido y los libró de los israelitas, que no los mataron.

27 Desde aquel día, Josué los destinó a cortar leña y a sacar agua para la comunidad y para el altar del Señor, en el lugar que el Señor eligiera. Esto es lo que hacen todavía hoy.

 

Capítulo 10: Josué 10

La coalición de los cinco reyes amorreos

10 1 Adonisedec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué se había apoderado de Ai y la había consagrado al exterminio, tratando a Ai y a su rey como antes había tratado a Jericó y a su rey. También se enteró de que los gabaonitas habían hecho las paces con Israel y se le habían sometido.

2 Esto le produjo un gran temor, porque Gabaón era tan importante como una ciudad real y más grande aún que Ai. Además, todos sus habitantes eran aguerridos.

3 Entonces Adonisedec, rey de Jerusalén, hizo llegar a Hohán, rey de Hebrón, a Pirán, rey de Iarmut, a Iafia, rey de Laquís, y a Debir, rey de Eglón, el siguiente mensaje:

4 "Vengan conmigo y derrotemos a Gabaón, porque ellos han hecho las paces con Josué y con los israelitas".

5 Una vez reunidos, los cinco reyes amorreos –los reyes de Jerusalén, de Hebrón, de Iarmut, de Laquís y de Eglón– marcharon con sus tropas, acamparon frente a Gabaón, y se dispusieron a atacarla.

La victoria de Gabaón

6 Entonces los gabaonitas mandaron decir a Josué, que estaba en el campamento de Guilgal: "No dejes solos a tus servidores. Ven a salvarnos lo antes posible. Ayúdanos, porque todos los reyes amorreos que habitan en la Montaña se han reunido contra nosotros".

7 Josué subió desde Guilgal con todos los combatientes y con todos los guerreros valerosos,

8 y el Señor le dijo: "No les temas, porque yo los he puesto en tus manos; ninguno de ellos te podrá resistir".

9 Después de marchar toda la noche desde Guilgal, Josué cayó sobre ellos sorpresivamente.

10 Y el Señor hizo que huyeran despavoridos delante de Israel, de manera que este les infligió una gran derrota en Gabaón. Luego los persiguieron en dirección a la subida de Bet Jorón, y continuaron exterminándolos hasta Azecá y Maquedá.

El auxilio divino

11 Mientras huían delante de Israel –precisamente cuando estaban en la bajada de Bet Jorón– el Señor arrojó sobre ellos desde el cielo, hasta la altura de Azecá, unas piedras tan grandes que les provocaban la muerte. Fueron más los que murieron a causa del granizo que los que mató Israel al filo de la espada.

12 Aquella vez, cuando el Señor puso a los amorreos en manos de los israelitas, Josué se dirigió al Señor y exclamó, en presencia de Israel:
"Detente, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Aialón".

13 Y el sol se detuvo, y la luna permaneció inmóvil, hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos.
¿No está eso escrito en el libro del Justo? El sol se mantuvo inmóvil en medio del cielo y dejó de correr hacia el poniente casi un día entero.

14 Jamás hubo otro día, ni antes ni después, en que el Señor obedeciera a la voz de un hombre. Realmente, el Señor combatía en favor de Israel.

15 Luego Josué regresó al campamento de Guilgal, acompañado de todo Israel.

El fin de los cinco reyes amorreos

16 Aquellos cinco reyes, por su parte, habían logrado escapar, refugiándose en una caverna, cerca de Maquedá.

17 Cuando se notificó a Josué que habían encontrado a los cinco reyes escondidos en esa caverna,

18 él ordenó: "Hagan rodar unas piedras bien grandes hasta la entrada de la caverna, y dejen allí apostados a unos cuantos hombres para que los vigilen.

19 Pero ustedes no se detengan: persigan a sus enemigos y córtenles la retirada, para impedirles que entren en sus ciudades. Porque el Señor se los ha entregado".

20 Y cuando Josué y los israelitas los derrotaron por completo, hasta aniquilarlos –sólo algunos fugitivos habían escapado de ellos y se habían refugiado en las ciudades fortificadas–

21 todo el ejército regresó sano y salvo al campamento de Josué, en Maquedá. Nadie había podido causar el menor daño a los israelitas.

22 Entonces Josué dijo: "Despejen la abertura de la caverna, hagan salir a esos cinco reyes, y tráiganlos aquí".

23 Así lo hicieron: sacaron de la caverna a los cinco reyes –los reyes de Jerusalén, de Hebrón, de Iarmut, de Laquís y de Eglón–

24 y una vez que los tuvieron afuera, se los llevaron a Josué. Este convocó a todos los hombres de Israel y dijo a los oficiales que lo habían acompañado: "Acérquense y pongan sus pies sobre la nuca de estos reyes". Ellos se acercaron y les pusieron el pie sobre la nuca.

25 Luego continuó diciéndoles: "No tengan miedo ni se acobarden; sean fuertes y valientes, porque el Señor hará lo mismo con todos los enemigos, contra los que ustedes tengan que luchar".

26 Después de esto, Josué los mandó matar y los hizo colgar de cinco árboles. Allí quedaron suspendidos hasta la tarde,

27 y a la puesta del sol, Josué mandó que los descolgaran de los árboles. Luego los arrojaron en la cueva donde habían estado escondidos, y a la entrada de la misma, pusieron grandes piedras que todavía están allí.

La conquista del sur de Canaán: Maquedá

28 Aquel mismo día, Josué se apoderó de Maquedá y pasó al filo de la espada a la ciudad y a su rey, consagrándolos al exterminio junto con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató al rey de Maquedá como había tratado al rey de Jericó.

Libná

29 Luego Josué, con todo Israel, pasó de Maquedá a Libná y la atacó.

30 El Señor puso a la ciudad y al rey en manos de Israel, que la pasó al filo de la espada con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató a su rey como había tratado al rey de Jericó.

Laquís

31 Después Josué, con todo Israel, pasó de Libná a Laquís, la asedió y la atacó.

32 El Señor puso también a Laquís en manos de Israel, que la conquistó al segundo día, y la pasó al filo de la espada con todos los seres vivientes que había en ella, exactamente como había hecho con Libná.

33 Mientras tanto, Horám, rey de Guézer, subió en ayuda de Laquís; pero Josué lo derrotó, a él y a su ejército, hasta no dejar ningún sobreviviente.

Eglón

34 Luego Josué, con todo Israel, pasó de Laquís a Eglón. La sitiaron, la atacaron,

35 y ese mismo día la tomaron y la pasaron al filo de la espada. Aquel día Josué consagró al exterminio a todos los seres vivientes que había en la ciudad, exactamente como había hecho con Laquís.

Hebrón

36 Después Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón. La atacaron,

37 la tomaron, y pasaron al filo de la espada a la ciudad, a su rey, a sus otras ciudades y a todos los seres vivientes que había en ella. Josué no dejó a nadie con vida, sino que hizo con ella lo mismo que había hecho con Eglón: consagró al exterminio a la ciudad y a todos los seres vivientes que había en ella.

Debir

38 Luego Josué, con todo Israel, volvió atrás hasta Debir, la atacó,

39 y se apoderó de la ciudad, de su rey y de todas sus otras ciudades. Los israelitas los pasaron al filo de la espada, y consagraron al exterminio a todos los seres vivientes que había en la ciudad, sin dejar a nadie con vida. Josué trató a Debir como había tratado a Hebrón y a su rey, y como había tratado a Libná y a su rey.

Recapitulación de las conquistas realizadas en el Sur

40 Así Josué conquistó toda la región: la Montaña, el Négueb, la Sefelá y los declives de la Montaña, con todos sus reyes. No dejó a nadie con vida, sino que consagró al exterminio a todos los seres vivientes, como el Señor, el Dios de Israel, le había ordenado.

41 Josué conquistó desde Cades Barné hasta Gaza, y toda la región de Gosen hasta Gabaón.

42 En una sola campaña se apoderó de todos estos reyes y de sus territorios, porque el Señor, el Dios de Israel, combatía a favor de los israelitas.

43 Finalmente, Josué regresó al campamento de Guilgal, acompañado de todo Israel.

 

Capítulo 11: Josué 11

La coalición de los cinco reyes del Norte

11 1 Cuando Iabín, rey de Jasor, se enteró de lo que había sucedido, envió mensajeros al rey Iobab de Madón, al rey de Simrón y al de Acsaf;

2 a los reyes que estaban al norte, en la zona montañosa, y en la Arabá, al sur de Genesaret, en la región baja y sobre las alturas de Dor, hacia el oeste.

3 Los cananeos se encontraban al este y al oeste; los amorreos, los jivitas, los perizitas y los jebuseos, en la Montaña; y los hititas, al pie del Hermón, en el territorio de Mispá.

4 Los cinco reyes salieron con todas sus tropas –que formaban una multitud tan numerosa como la arena que está a la orilla del mar– y con una enorme cantidad de carros de guerra y caballos.

5 Y una vez reunidos en el lugar fijado, fueron a acampar todos juntos cerca de las aguas de Meróm, para combatir contra Israel.

6 Pero el Señor dijo a Josué: "No les tengas miedo, porque mañana, a esta misma hora, yo haré que estén todos muertos delante de Israel. Tú mutilarás sus caballos y quemarás sus carros de guerra".

La victoria de Meróm

7 Entonces Josué, con todos sus combatientes, marchó contra ellos hasta las aguas de Meróm, atacándolos sorpresivamente.

8 El Señor los puso en manos de Israel, que los derrotó y los persiguió hasta Sidón –la Grande– y hasta Misrefort Maim; y por la parte oriental, hasta el valle de Mispá. La derrota que les infligió Israel fue tal que no dejaron ningún sobreviviente.

9 Y Josué los trató como el Señor se lo había mandado: mutiló a sus caballos y quemó sus carros de guerra.

La toma de Jasor y de otras ciudades del norte

10 En aquel tiempo, Josué volvió atrás, se apoderó de Jasor y mató a su rey con la espada, porque Jasor había sido antiguamente la cabeza de todos aquellos reinos.

11 También pasó al filo de la espada a todos los seres vivientes que había en ella, consagrándolos al exterminio total. No quedó nada con vida, y Jasor fue incendiada.

12 Josué tomó asimismo todas las ciudades de aquellos reyes, y a estos últimos los capturó y los pasó al filo de la espada, consagrándolos al exterminio, como Moisés, el servidor del Señor, se lo había ordenado.

13 Pero Israel no quemó ninguna de las ciudades que ahora vuelven a alzarse sobre sus ruinas, a excepción de Jasor, que fue la única incendiada por Josué.

14 El botín de estas ciudades, incluido el ganado, se lo repartieron los israelitas; a las personas, en cambio, las pasaron al filo de la espada, hasta acabar con todos. No dejaron a nadie con vida.

15 Josué se atuvo exactamente a las órdenes que le había dado Moisés –el servidor del Señor– órdenes que este, a su vez, había recibido del Señor. Y al ejecutarlas, no descuidó nada de lo que el Señor había ordenado a Moisés.

Resumen de la conquista

16 Así Josué conquistó todo este territorio, la Montaña, todo el Négueb, toda la región de Gosen, la Sefelá, la Arabá, la montaña de Israel y sus estribaciones,

17 desde la montaña Desnuda que sube hacia Seir, hasta Baal Gad, en el valle del Líbano, al pie del Hermón. Josué capturó a sus reyes y los mandó matar.

18 Él tuvo que combatir mucho tiempo contra estos reyes;

19 y como ninguna ciudad, excepto los jivitas que habitan en Gabaón, quiso hacer las paces con los israelitas, estos tuvieron que conquistarlas a todas por la fuerza.

20 Pero el designio del Señor era que ellos se obstinaran en hacer la guerra contra Israel, a fin de que fueran consagrados sin piedad al exterminio y así fueran aniquilados, como el Señor había ordenado a Moisés.

El exterminio de los anaquitas

21 En aquel tiempo, Josué hizo una campaña contra los anaquitas y los exterminó de la Montaña: de Hebrón, de Debir, de Anab, en una palabra, de toda la montaña de Judá y de toda la montaña de Israel. Los consagró al exterminio con todas sus ciudades,

22 y no quedó un solo anaquita en territorio de Israel. Sólo quedaron algunos en Gaza, en Gad y en Asdod.

23 Así Josué se apoderó de todo el país, de acuerdo con lo que el Señor le había dicho a Moisés, y lo entregó como propiedad hereditaria a cada una de las tribus de Israel. Y ya no hubo más guerra en el país.

 

Capítulo 12: Josué 12

Recapitulación: los reyes derrotados al este y al oeste del Jordán

12 1 Estos son los reyes del país que los israelitas derrotaron y despojaron de su territorio en la parte oriental del Jordán, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón, con toda la Arabá oriental:

2 Sijón, rey de los amorreos que residía en Jesbón y dominaba desde Aroer –a orillas del torrente Arnón– hasta el torrente laboc –que sirve de frontera con los amonitas– incluyendo la cuenca del torrente Arnón, la mitad de Galaad,

3 y el lado oriental de la Arabá, hasta el mar de Genesaret por un lado, y hasta el mar de la Arabá o mar de la Sal por el otro, llegando por el este hasta Bet Ha Iesimot, y por el sur hasta más abajo de las laderas del Pisgá.

4 Y Og, rey de Basán –uno de los últimos sobrevivientes de los Gigantes– que residía en Astarot y en Edrei

5 y dominaba en el monte Hermón, en Salcá, en todo el Basán hasta las fronteras de los guesuritas y de los maacatitas, y en la mitad de Galaad hasta las fronteras de Sijón, rey de Jesbón.

6 Moisés, el servidor del Señor, y los israelitas habían derrotado a estos reyes, y Moisés había dado el territorio en propiedad a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés.

7 Estos son los reyes que Josué y los israelitas derrotaron en el lado occidental del Jordán –desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta la montaña Desnuda, que sube hacia Seir– cuyos territorios Josué entregó en posesión a cada una de las tribus de Israel,

8 en la Montaña, en la Sefelá, en la Arabá, en las pendientes, en el desierto y en el Négueb, donde habitaban hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos:

9 el rey de Jericó y el rey de Ai, junto a Betel;

10 el rey de Jerusalén y el de Hebrón;

11 el rey de Iarmut y el rey de Laquís;

12 el rey de Eglón y el rey de Guézer;

13 el rey de Debir y el rey de Guéder;

14 el rey de Jormá y el rey de Arad;

15 el rey de Libná y el rey de Adulám;

16 el rey de Maquedá y el rey de Betel;

17 el rey de Tapúaj y el rey de Jéfer;

18 el rey de Afec y el rey de Sarón;

19 el rey de Madón y el rey de Jasor;

20 el rey de Sirmón Meroón y el rey de Acsaf;

21 el rey de Taanac y el rey de Meguido;

22 el rey de Quedes y el rey de Iocneam, en el Carmelo;

23 el rey de Dor, en la región de Dor;

24 el rey de los Goím, en Galilea, y el rey de Tirsá.
En total, fueron treinta y un reyes.

LA REPARTICIÓN DE LA TIERRA PROMETIDA ENTRE LAS TRIBUS DE ISRAEL

La posesión de un territorio estable fue de vital importancia para el Pueblo de Dios en los comienzos de su historia. Antes de entrar en Canaán, Israel no era más que un grupo de tribus seminómadas, sin raíces que le dieran estabilidad. Sólo la posesión exclusiva de la Tierra santa le permitió afianzar su propia identidad y adquirir la cohesión y la resistencia necesarias para enfrentar las fuerzas disgregadoras, que lo amenazaban por dentro y por fuera. De allí la trascendencia que el libro de Josué atribuye a la adjudicación de un territorio para cada tribu.
Entre las poblaciones incluidas en el reparto, figuran algunas que los israelitas nunca llegaron a ocupar realmente. Esto indica que aquí se presenta una geografía idealizada de la Tierra prometida, construida en base a listas provenientes de diversas épocas. Pero, al margen de los detalles geográficos, se puede entrever el hondo sentido religioso que Israel asignaba a la "herencia" recibida del Señor. Con respecto a la época patriarcal, la entrada en aquella Tierra es la coronación de la promesa hecha a Abraham, Isaac y Jacob (21. 43); en relación con la fatigas del desierto, el país de Canaán es un lugar de descanso (21. 44), y comparada con Egipto, donde los israelitas vivían como extranjeros, Palestina es una posesión propia y estable (18. 3).

 

Capítulo 13: Josué 13

Exhortación del Señor a Josué

13 1 Cuando Josué ya era de edad muy avanzada, el Señor le dijo: "Tú eres un anciano muy entrado en años, y todavía queda por conquistar una gran parte del país.

2 El territorio que falta conquistar es el siguiente: todos los distritos de los filisteos y todo el país de los guesuritas,

3 o sea, desde el Sijor, que está sobre la frontera de Egipto, hasta el límite de Ecrón por el norte. Esta región se considera como perteneciente a los cananeos. Allí están los cinco príncipes de los filisteos –el de Gaza, el de Asdod, el de Ascalón, el de Gat y el de Ecrón– y también los avitas,

4 que están al sur. Además queda todo el país de los cananeos, desde Ará de los sidonios hasta Afec y hasta la frontera de los amorreos.

5 Y por último, el país de los guiblitas con todo el Líbano hacia oriente, desde Baal Gad, que está al pie del monte Hermón, hasta la Entrada de Jamat.

6 Yo expulsaré delante de los israelitas a todos los habitantes de la Montaña, desde el Líbano hasta Misrefot Maim, y a todos los sidonios. Tú, por tu parte, distribuye el país entre los israelitas mediante un sorteo, para que lo posean como herencia, según te lo he ordenado.

7 Sí, ya es hora de que repartas este país entre las nueve tribus y media, para que lo posean como herencia. Porque la mitad de la tribu de Manasés,

8 lo mismo que los rubenitas y los gaditas, ya han recibido la herencia que les dio Moisés en el lado oriental del Jordán".

El territorio asignado a las tribus de la Transjordania

En efecto, Moisés, el servidor del Señor, había asignado a esas tribus,

9 el territorio que va desde Aroer, a orillas del torrente Arnón, con la ciudad que está en medio del valle; todo el altiplano, desde Medbá hasta Dibón,

10 y todas las ciudades de Sijón –el rey de los amorreos que había reinado en Jesbón– hasta la frontera de los amonitas.

11 Además, les había asignado Galaad y el territorio de los guesuritas y de los maacatitas, con toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salcá.

12 Y en Basán, todo el territorio de Og –que había reinado en Astarot y Edrei, y era uno de los últimos sobrevivientes de los Gigantes– a quien Moisés venció y despojó de sus dominios.

13 Pero los israelitas no expulsaron a los guesuritas y a los maacatitas, que por eso continúan viviendo en medio de Israel hasta el día de hoy.

14 A la tribu de Leví, en cambio, Moisés no le asignó ninguna herencia: las ofrendas hechas al Señor, el Dios de Israel, son su herencia, como él mismo se lo había declarado.

La tribu de Rubén

15 Moisés ya había dado una parte a los clanes de la tribu de los rubenitas.

16 A ellos les tocó el territorio que sale de Aroer, a orillas del torrente Arnón, con la ciudad que está en medio del valle; todo el altiplano en dirección a Medbá,

17 hasta llegar a Jesbón, y todas las ciudades del altiplano: Dibón, Bamot Baal, Bet Baal Meón,

18 Iajsá, Quedemot, Mefaat,

19 Quiriataim, Sibmá, Séret Ha Sájar en la montaña que da sobre el valle,

20 Bet Peor, las pendientes del Pisgá y Bet Ha Iesimot.

21 Todas las ciudades del altiplano habían pertenecido a Sijón, el rey de los amorreos que reinaba en Jesbón, y al que Moisés había derrotado, lo mismo que a los príncipes de Madián: Evi, Réquem, Sur, Jur y Reba, vasallos de Sijón que habitaban en aquel país.

22 Asimismo, los israelitas habían pasado al filo de la espada al adivino Balaam, hijo de Beor, junto con las otras víctimas.

23 La ribera del Jordán servía de límite a los rubenitas. Esta fue la herencia asignada a los clanes de los rubenitas: las ciudades y sus poblados.

La tribu de Gad

24 Moisés también había dado una parte a los clanes de los gaditas.

25 Su territorio comprendía Iázer, todas las ciudades de Galaad y la mitad del país de los amonitas, hasta Aroer, que está enfrente de Rabbá.

26 Además, desde Jesbón hasta Ramat Ha Mispá y Betoním, y desde Majanaim hasta el territorio de Lo Debar.

27 Y en el valle, Bet Jarám, Bet Mimrá, Sucot y Safón, el resto del reino de Sijón, rey de Jesbón. Y el lado oriental del Jordán, hasta el extremo del mar de Genesaret, les servía de límite.

28 Esta fue la herencia de los clanes de los gaditas: las ciudades y sus poblados.

La mitad de la tribu de Manasés

29 Moisés también había dado una parte a los clanes de la mitad de la tribu de Manasés.


30 Su territorio, partiendo de Majanaim, comprendía todo Basán, todo el territorio de Og, rey de Basán, y todas las poblaciones de Iair, en Basán: en total, sesenta ciudades.

31 La mitad de Galaad, Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, pasaron a los clanes de los hijos de Maquir, hijo de Manasés.

32 Este fue el reparto que hizo Moisés en las Estepas de Moab, al otro lado del Jordán, al este de Jericó.

33 Pero Moisés no asignó ninguna herencia a la tribu de Leví, porque el Señor, el Dios de Israel, es su herencia, como él mismo se lo había declarado.

 

Capítulo 14: Josué 14

El territorio asignado a las tribus de la Cisjordania

14 1 Estos son los territorios que los israelitas recibieron como herencia en el país de Canaán, o sea, los territorios que les asignaron el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun, y los jefes de familia de las tribus de Israel.

2 Ellos los distribuyeron mediante un sorteo –como el Señor lo había mandado por medio de Moisés– entre las nueve tribus y media que faltaban.

3 Porque a las otras dos tribus y media, Moisés ya les había asignado una herencia al otro lado del Jordán, pero a los levitas no les había dado ninguna herencia en medio de ellos.

4 Los hijos de José, por su parte, habían formado dos tribus: la de Efraím y la de Manasés; pero a los levitas no se les dio ningún territorio dentro del país, sino solamente algunas ciudades de residencia, con los correspondientes campos de pastoreo para su ganado y sus rebaños.

5 En la distribución de la tierra los israelitas hicieron exactamente lo que el Señor había ordenado a Moisés.

La parte de Caleb

6 Los hijos de Judá fueron a Guilgal, donde estaba Josué; y Caleb, hijo de Iefuné, el quenizita, le dijo: "Tú sabes muy bien lo que el Señor dijo a Moisés, el hombre de Dios, acerca de mí y de ti, en Cades Barné.

7 Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, el servidor del Señor, me envió de Cades Barné a explorar el país, y yo lo informé con toda franqueza.

8 Mientras los compañeros que habían ido conmigo desalentaban al pueblo, yo me mantuve plenamente fiel al Señor, mi Dios.

9 Aquel día, Moisés hizo esta promesa, ratificándola con un juramento: ‘La tierra que pisaron tus pies será herencia tuya y de tus hijos para siempre, porque te has mantenido plenamente fiel al Señor, mi Dios’.

10 Ahora ves que el Señor me ha conservado la vida conforme a su promesa. Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor dirigió esta palabra a Moisés, cuando todavía Israel iba por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años,

11 pero todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Hoy tengo la misma fuerza que tenía entonces, tanto para combatir como para ir de un lado a otro.

12 Por eso, dame esta montaña que el Señor me prometió aquel día. Tú mismo oíste ese día que allí se encuentran los anaquitas, y que las ciudades son grandes y amuralladas. Pero sin duda el Señor estará conmigo, y yo los expulsaré como él me lo prometió".

13 Entonces Josué bendijo a Caleb, hijo de Iefuné, y le dio Hebrón como herencia.

14 Por eso Hebrón ha sido hasta el día de hoy la herencia de Caleb, hijo de Iefuné, el quenizita, ya que él se había mantenido plenamente fiel al Señor, el Dios de Israel.

15 El nombre primitivo de Hebrón fue Quiriat Arbá, y Arbá fue el más grande de los anaquitas.
Después cesó la guerra en el país.

 

Capítulo 15: Josué 15

La tribu de Judá

15 1 El territorio que tocó en suerte a la tribu de los hijos de Judá, limitaba en su extremo meridional, hacia el sur, con Edóm y el desierto de Cin.

2 Su frontera sur se extendía desde los bordes del mar de la Sal –de la punta que da hacia el sur–

3 hasta la parte meridional de la subida de los Escorpiones; luego pasaba por Cin y subía hasta el sur de Cades Barné; de allí pasaba a Jesrón, subía hasta Adar y daba vuelta hacia Carcaá;

4 finalmente pasaba por Asmón y llegaba al Torrente de Egipto, para ir a terminar en el mar. Este será para ustedes el límite meridional.

5 La frontera oriental era el mar de la Sal hasta la desembocadura del Jordán. La frontera norte, a su vez, partía de la parte del mar, que está junto a la desembocadura del Jordán;

6 luego subía hasta Bet Joglá, pasaba al norte de Be Ha Arabá y llegaba hasta la Piedra de Boján, el rubenita.

7 Después ascendía del valle de Acor a Debir, y daba vuelta hacia Guilgal, que está frente a la subida de Adumím al sur del Torrente. La frontera pasaba inmediatamente junto a las aguas de En Semes, llegaba a En Roguel,

8 y volvía a subir, viniendo desde el sur, por el valle de Ben Hinnóm hasta el flanco sur del Jebuseo, es decir, hasta Jerusalén. Desde allí, ascendía a la cima del monte que está frente al valle de Hinnóm, por el oeste, y al extremo septentrional del valle de los Refaím.

9 Desde la cima del monte, la frontera daba vuelta hacia la fuente de Neftóaj, y seguía hasta el monte Efrón, para volverse luego hacia Baalá, o sea, hacia Quiriat Iearím.

10 Desde Baalá, la frontera giraba hacia el oeste, hacia el monte Seir, y pasando por el flanco septentrional del monte Iearím –o sea, Quesalóm– bajaba hasta Bet Semes y llegaba hasta Timná.

11 Después seguía hasta la pendiente de Ecrón, hacia el norte, giraba hacia Sicrón, y cruzando por el monte de Baalá, salía por Iabneel para ir a terminar en el mar.

12 Finalmente, el límite occidental estaba formado por el Mar Grande y su playa.
Estos eran los límites que bordeaban el territorio asignado a los clanes de los hijos de Judá.

Caleb en Hebrón

13 A Caleb, hijo de Iefuné, se le asignó una parte en medio de los hijos de Judá, como el Señor se lo había ordenado a Josué. Esa parte era Quiriat Arbá –Arbá era el padre de Anac y Quiriat Arbá es Hebrón–.

14 Caleb expulsó de allí a los tres hijos de Anac –Sesai, Ajimán y Talmai– descendientes de Anac.

15 Luego subió contra los habitantes de Debir, que antes se llamaba Quiriat Séfer.

16 Entonces Caleb dijo: "Al que derrote y conquiste a Quiriat Séfer, yo le daré como esposa a mi hija Acsá".

17 El que la conquistó fue Otniel, hijo de Quenaz y hermano de Caleb, y este le dio como esposa a su hija Acsá.

18 Cuando ella llegó a la casa de su esposo, este le sugirió que pidiera un campo a su padre. Ella se bajó del asno, y Caleb le preguntó: "¿Qué quieres?".

19 "Quiero que me hagas un regalo, le respondió. Ya que me has mandado al territorio del Négueb, concédeme al menos un manantial". Y él le dio el manantial de Arriba y el manantial de Abajo.

Las ciudades de la tribu de Judá

20 Esta fue la herencia de los clanes de la tribu de Judá.

21 Las ciudades fronterizas pertenecientes a la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edóm, en el Négueb, eran las siguientes:
Cabseel, Eder, Iagur,

22 Quiná, Dimoná, Adadá,

23 Quedes, Jasor, Itnam,

24 Zif, Télem, Bealot,

25 Jasor Jadatá, Queriot, Jesrón –o sea Jasor–

26 Amám, Semá, Moladá,

27 Jasar Gadá, Jesmón, Bet Pélet,

28 Jasar Sual, Berseba, Biziotiá,

29 Baalá, Iyim, Esem,

30 Eltolad, Quesil, Jormá,

31 Siquelag, Madmaná, Sansaná;

32 Lebaot, Siljím, En Rimón: en total, veintinueve ciudades con sus poblados.

33 En la Sefelá: Estaol Sorá, Asná,

34 Zanóaj, En Ganín, Tapúaj, Enán,

35 Iarmut, Adulán, Socó, Azecá,

36 Saaraim, Aditaim, Ha Guederá, Guedorotaim: en total, catorce ciudades con sus poblados.

37 Senan, Jadasá, Migdal Gad,

38 Dilán, Ha Mispá, Iocteel,

39 Laquís, Boscat, Eglón,

40 Cabón, Lajmás, Quitlís,

41 Guederot, Bet Dagón, Naamá, Maquedá: en total, dieciséis ciudades con sus poblados.

42 Libná, Eter, Asán,

43 Iftaj, Asná, Nesib,

44 Queilá, Aczib, Maresá: en total, nueve ciudades con sus poblados.

45 Ecrón, con las ciudades dependientes y sus poblados,

46 y a partir de Ecrón, hacia el mar, todas aquellas ciudades que están al lado de Asdod, con sus poblados:

47 Asdod con las ciudades dependientes y sus poblados, Gaza con las ciudades dependientes y sus poblados, hasta el Torrente de Egipto, limitando con el mar Grande.

48 En la Montaña: Samir, Iatir, Socó,

49 Daná, Quiriat Séfer –o sea, Debir–

50 Anab, Estemoa, Aním,

51 Gosen, Jolón, Guiló: en total, once ciudades con sus poblados.
 

52 Arab, Dumá, Esán,

53 Ianúm, Bet Tapúaj, Afec,

54 Jumtá, Quiriat Arbá –o sea, Hebrón– y Sior: en total, nueve ciudades con sus poblados.

55 Maón, Carmel, Zif, Iutá,

56 Izreel, Zanoaj,

57 Ha Caín, Guibeá y Timná: en total, diez ciudades con sus poblados.

58 Jaljul, Bet Sur, Guedor,

59 Maarat, Bet Anot, Eltecón: en total, seis ciudades con sus poblados.
Técoa, Efratá –o sea Belén– Peor, Etám, Culón, Tatám, Sores, Carem, Galím, Beter, Manaj: en total, once ciudades con sus poblados.

60 Quiriat Baal –o sea, Quiriat Iearim– y Ha Rabá: en total, dos ciudades con sus poblados.

61 En el desierto: Bet Ha Arabá, Midím, Secacá,

62 Nigsán, la ciudad de la Sal y Engadí: en total, seis ciudades con sus poblados.

63 Pero los hijos de Judá no pudieron desposeer a los jebuseos, que ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos viven todavía hoy en Jerusalén, junto a los hijos de Juda.

 

Capítulo 16: Josué 16

La tribu de Efraím

16 1 La parte que tocó en suerte a los hijos de José se extendía desde el Jordán, a la altura de Jericó, hasta las aguas de Jericó, por el este; luego venía el desierto, que desde Jericó sube por la montaña hasta Betel;

2 siguiendo de Betel hasta Luz, pasaba por Atarot, o sea, por el territorio de los arquitas;

3 después bajaba al oeste, hacia el territorio de los iafletitas, hasta la región de Bet Jorón de Abajo y hasta Guézer, y terminaba en el mar.

4 Esta es la parte que recibieron como herencia Manasés y Efraím, los hijos de José.

5 El territorio correspondiente a los clanes de los efraimitas fue el siguiente: el límite de su herencia, por el lado oriental, era Atarot Adar hasta Bet Jorón de Arriba,

6 y llegaba hasta el mar. Al norte estaba Micmetat, y al este, el límite doblaba hacia Taanat Silo, pasando al este de Ianóaj.

7 Después bajaba de Ianóaj a Atarot y a Naará, y tocaba Jericó, para terminar en el Jordán.

8 Desde Tapúaj, la frontera iba hacia el oeste por el torrente de Caná, y terminaba en el mar.
Esta es la herencia asignada a los clanes de los efraimitas,

9 además de las ciudades distribuidas a ellos dentro de las posesiones de los hijos de Manasés, todas las ciudades con sus poblados.

10 Pero ellos no pudieron desposeer a los cananeos que habitaban en Guézer, y por eso siguen viviendo en medio de Efraím hasta el día de hoy, aunque tienen que pagar tributo.

 

Capítulo 17: Josué 17

La tribu de Manasés

17 1 También a la tribu de Manasés le tocó en suerte una parte del territorio, porque él era el primogénito de José. Pero Maquir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, como era un hombre belicoso, ya había recibido la región de Galaad y la de Basán,

2 y por eso la suerte correspondió a los otros clanes de los hijos de Manasés, a saber: a los hijos de Abiézer, a los hijos de Jelec, a los hijos de Asriel, a los hijos de Sequém, a los hijos de Semidá. Estos eran los hijos varones de Manasés, hijo de José, con sus respectivos clanes.

3 Pero Selofjad –hijo de Jéfer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés– no tenía hijos varones. Sus hijas se llamaban: Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá.

4 Estas se presentaron al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun, y a los jefes, y les dijeron: "El Señor ordenó a Moisés que nos diera una herencia entre nuestros hermanos". Y conforme a la orden del Señor, se les dio una herencia entre los hermanos de su padre.

5 Así Manasés obtuvo en suerte diez porciones de territorio, además de la región de Galaad y de Basán, que está al otro lado del Jordán,

6 ya que las hijas de Manasés recibieron una herencia entre sus hijos. La región de Galaad pertenecía a los otros hijos de Manasés.

7 La frontera de Manasés, por el lado de Aser, era Micmetat, que está enfrente de Siquém; luego seguía hacia el sur, hasta Iasib, la fuente de Tapúaj.

8 El territorio de Tapúaj pertenecía a Manasés, mientras que Tapúaj –en los límites de Manasés– pertenecía a los efraimitas.

9 Luego la frontera bajaba al torrente de Caná e iba a terminar en el mar. Al sur del torrente hay unas ciudades de Efraím en medio de las ciudades de Manasés, y el territorio de Manasés se encuentra al norte del torrente.

10 Al sur el territorio pertenecía a Efraím y al norte a Manasés; el mar les servía de frontera, y lindaban con Aser por el norte, y con Isacar por el este.

11 Además, Manasés tenía en Isacar y en Aser a Bet Seán, Ibleám y Dor, con sus respectivas ciudades dependientes; y a los habitantes de En Dor, de Taanac y de Meguido –las tres alturas– con sus respectivas ciudades dependientes.

12 Los hijos de Manasés no lograron conquistar esas ciudades, y los cananeos pudieron permanecer en aquella región.

13 Pero después, cuando los israelitas se hicieron más fuertes, obligaron a los cananeos a pagar tributo, aunque no llegaron a desposeerlos.

14 Los hijos de José dijeron a Josué: "¿Por qué nos has asignado como herencia en el sorteo una sola porción de territorio, siendo nosotros un pueblo numeroso, ya que el Señor nos ha bendecido tanto?".

15 Entonces Josué les respondió: "Si son un pueblo tan numeroso, suban a los bosques y talen allí a su gusto en la región de los perizitas y de los refaítas, porque la montaña de Efraím es demasiado estrecha para ustedes".

16 Los hijos de José dijeron: "La montaña no nos basta, y en las llanuras todos los cananeos tienen carros de hierro, tanto los de Bet Seán y sus ciudades dependientes, como los de la llanura de Izreel".

17 Josué respondió a la casa de José, es decir, a Efraím y Manasés: "Ustedes son un pueblo numeroso y tienen mucha fuerza. No tendrán solamente una porción,

18 porque la montaña les pertenecerá. Y si ella está cubierta de bosques, la talarán y será de ustedes hasta sus límites, ya que desposeerán a los cananeos, por más que tengan carros de hierro y sean muy fuertes.

 

Capítulo 18: Josué 18

La distribución del territorio en Silo

18 1 Toda la comunidad de los israelitas se reunió en Silo, y allí fue instalada la Carpa del Encuentro. El país ya estaba sometido a los israelitas,

2 pero todavía quedaban siete tribus a las que no se les había repartido su herencia.

3 Entonces Josué dijo a los israelitas: "¿Hasta cuándo van a demorar en ir a tomar posesión del país que les dio en herencia el Señor, el Dios de sus padres?

4 Designen a tres hombres por cada tribu, y yo los enviaré a recorrer el país. Ellos harán su descripción para que pueda ser repartido, y después regresarán.

5 Dividirán el territorio en siete partes. Judá se quedará en su territorio, al sur, y la casa de José en el suyo, al norte.

6 Y cuando ustedes hayan hecho la descripción del país, dividiéndolo en siete partes, me la traerán para que yo la sortee aquí, en la presencia del Señor, nuestro Dios.

7 Porque los levitas no tendrán ninguna parte en medio de ustedes, ya que el sacerdocio del Señor es su herencia; y Gad, Rubén y la mitad de la tribu de Manasés ya han recibido, en el lado oriental del Jordán, la herencia que les asignó Moisés, el servidor del Señor".

8 Cuando los hombres que iban a hacer la descripción del país se disponían a partir, Josué les dio esta orden: "Vayan a recorrer el país, descríbanlo, y luego regresen. Después yo lo sortearé entre ustedes delante del Señor, aquí mismo, en Silo".

9 Los hombres partieron, recorrieron el país y registraron por escrito las ciudades, dividiéndolas en siete grupos. Después regresaron al campamento de Silo, donde estaba Josué.

10 Allí Josué echó las suertes entre los israelitas, delante del Señor, y repartió el territorio a cada una de las tribus de Israel.

La tribu de Benjamín

11 Se extrajo la suerte correspondiente a los clanes de la tribu de Benjamín, y a ellos les tocó el territorio comprendido entre el de los hijos de Judá y el de los hijos de José.

12 Por el lado septentrional, el límite partía del Jordán y subía por la pendiente norte de Jericó; luego subía por la montaña hacia el oeste, para terminar en el desierto de Bet Aven.

13 De allí el límite pasaba a Luz, hacia la pendiente meridional de Luz –o sea, de Betel– y después descendía hasta Atarot Adar, sobre el monte que está al sur de Bet Jorón de Abajo.

14 Luego el límite daba vuelta, girando por el lado oeste, hacia el sur, y saliendo de la montaña que se encuentra frente a Bet Jorón, al sur, iba a terminar en Quiriat Baal –o sea, en Quiriat Iearím– ciudad que pertenece a los hijos de Judá. Este era el límite occidental.

15 Por el lado meridional, el límite partía del extremo de Quiriat Iearím, seguía hacia Gasín y salía cerca de las aguas de la fuente de Neftóaj.

16 Luego bajaba hasta el extremo del monte que está frente al valle de Ben Hinnóm, al norte del valle de los Refaím; seguía bajando por el valle de Hinnóm, al sur del flanco de los jebuseos, y descendía hasta En Roguel.

17 Desde allí doblaba hacia el norte y llegaba a En Semes; luego se dirigía hacia Guelilot, que está frente a la subida de Adumím, y bajaba en el Peñasco de Boján, el rubenita.

18 Después pasaba por la pendiente que hay frente a Bet Araba, al norte, y bajaba hasta la Araba;

19 seguía por la pendiente de Bet Joglá, hacia el norte, y terminaba en la parte septentrional del mar de la Sal, en el extremo sur del Jordán. Esta era la frontera sur.

20 Por el este, el límite estaba formado por el Jordán.
Esta fue la herencia de los clanes de Benjamín, con los límites que la rodean.

Las ciudades de Benjamín

21 Las ciudades asignadas a los clanes de la tribu de Benjamín fueron las siguientes: Jericó, Bet Joglá, Emec Quesís,

22 Bet Ha Arabá, Semaraim, Betel,

23 Avím, Pará, Ofrá,

24 Quefar Ha Amoní, Ofní, Gueba: en total, doce ciudades con sus poblados.

25 Además, Gabaón, Ramá, Beerot,

26 Mispé, Quefirá, Mosá,

27 Réquem, Irpeel, Taralá,

28 Selá, Elef, Jerusalén –la ciudad jebusea– Guibeá y Quiriat: en total, catorce ciudades con sus poblados.
Esta fue la herencia que recibieron los clanes de la tribu de Benjamín.

 

Capítulo 19: Josué 19

La tribu de Simeón

19 1 La segunda suerte le tocó a Simeón, o sea, a la tribu de los hijos de Simeón con sus clanes. La herencia que se les asignó estaba en medio del territorio de los hijos de Judá.

2 Ellos recibieron como herencia: Berseba, Semá, Moladá,

3 Jasar Sual, Balá Esem,

4 Eltolad, Betul, Jormá,

5 Siquelag, Bet Ha Marcabot, Jasar Susá,

6 Bet Lebaot y Serujén: en total, trece ciudades con sus poblados.

7 Además, Ayín, Rimón, Eter y Asán: en total, cuatro ciudades con sus poblados.

8 También recibieron todos los poblados de los alrededores de estas ciudades, hasta Baalat Beer y Ramat Négueb. Esta era la herencia de los hijos de Simeón con sus clanes,

9 la que se tomó de la porción de territorio asignada a los hijos de Judá, porque la parte de estos últimos era demasiado grande.
Así los hijos de Simeón recibieron su herencia en medio de los hijos de Judá.

La tribu de Zabulón

10 La tercera suerte le tocó a los hijos de Zabulón con sus clanes. El límite de su herencia se extendía hasta Sarid;

11 después subía al oeste, hacia Maaralá, y llegaba hasta Dabéset y hasta el torrente que está frente a Iocneám.

12 Partiendo nuevamente de Sarid, el límite iba al este, hacia el levante, hasta llegar a Quislot Tabor; luego llegaba a Daberat y subía a Iafia.

13 Desde allí, yendo hacia el este, pasaba a Guita Jéfer, y a Itá Casín; después llegaba a Rimón y doblaba hacia Neá.

14 En seguida el límite doblaba hacia el norte, hacia Janatón, para ir a terminar en el valle de Iftajel.

15 Su territorio incluía, además, Catat, Nahalal, Simeón, Idalá y Belén: en total, doce ciudades con sus poblados.

16 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Zabulón: las ciudades y sus poblados.

La tribu de Isacar

17 La cuarta suerte le tocó a Isacar, o sea, a los hijos de Isacar con sus clanes.

18 En su territorio estaba Izreel, Ha Quesulot, Suném,

19 Jafaraim, Sión, Anajarat,

20 Rabit, Quisión, Ebes,

21 Rémet, En Gamín, En Jadá y Bet Pasés.

22 El límite tocaba el Tabor, Sajasím, Bet Semes y terminaba en el Jordán: en total, dieciséis ciudades con sus poblados.

23 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Isacar: las ciudades y sus poblados.

La tribu de Aser

24 La quinta suerte le tocó a la tribu de los hijos de Aser con sus clanes.

25 Su territorio comprendía: Jelcat, Jalí, Beten, Acsaf,

26 Alamélec, Amad y Misal, y hacia el oeste la frontera tocaba el Carmelo y Sijor Libnat.

27 Luego daba vuelta hacia el oriente, hasta Bet Dagón, y remontando hacia el norte, tocaba Zabulón y el valle de Iftajel. Después continuaba hasta Bet Emec y Neiel, e iba a terminar en Cabul. Al norte, el territorio comprendía

28 Abdón, Rejob, Jammón y Caná, hasta Sidón, la Grande.

29 Luego el límite daba vuelta hacia Ramá, hasta la fortaleza de Tiro. De allí doblaba hasta Josá, y terminaba en el mar. El territorio incluía, además, Majaleb, Aczib,

30 Acó, Afec y Rejob: en total, veintidós ciudades con sus poblados.

31 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Aser: las ciudades y sus poblados.

La tribu de Neftalí

32 La sexta suerte le tocó a los clanes de la tribu de Neftalí.

33 Su frontera partía de Jélef y de Elón Besaananím, y pasando por Adamí Ha Néqueb y Iabnel, hasta Lacúm, terminaba en el Jordán.

34 Hacia el oeste, el límite doblaba hasta Aznot Tabor; de allí llegaba a Jucoc, y tocaba Zabulón por el sur, Aser por el oeste y el Jordán por el este.

35 Las ciudades fortificadas eran las siguientes: Siddím, Ser, Jamat, Racat, Genesaret,

36 Adamá, Ramá, Jasor,

37 Quedes, Edrei, En Jasor,

38 Irón, Migdal El, Jorém, Bet Anat, Bet Semes: en total, diecinueve ciudades con sus poblados.

39 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Neftalí: las ciudades y sus poblados.

La tribu de Dan

40 La séptima suerte le tocó a los clanes de la tribu de Dan.

41 El territorio de su herencia comprendía Sorá, Estaol, Ir Semes,

42 Salbím, Aialón, Itlá,

43 Elón, Timná, Ecrón,

44 Eltequé, Guibetón, Baalat,

45 Iehud, Bené Berac, Gat Rimón,

46 Me Ha Iarcón y Racón, con el territorio que está enfrente de Jope.

47 Pero aquel territorio resultaba demasiado estrecho para los hijos de Dan, y por eso subieron a atacar a Lesem. La tomaron y la pasaron al filo de la espada; y una vez que la ocuparon, se establecieron en ella, llamándola Dan, por el nombre de su padre.

48 Esta fue la herencia de los clanes de la tribu de Dan: las ciudades y sus poblados.

La propiedad hereditaria de Josué

49 Cuando los israelitas terminaron de repartirse el territorio y de marcar sus límites, dieron una herencia en medio de ellos a Josué, hijo de Nun.

50 Como el Señor lo había ordenado, le asignaron la ciudad que él pidió, es decir, Timnat Séraj en la montaña de Efraím. Él la reedificó y se estableció en ella.

51 Estas son las posesiones que el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun y los jefes de familia de las tribus israelitas distribuyeron mediante un sorteo en Silo, en la presencia del Señor, a la entrada de la Carpa del Encuentro.
Así se puso término a la repartición del país.

 

Capítulo 20: Josué 20

Las ciudades de refugio

20 1 El Señor dijo a Josué:

2 Habla en estos términos a los israelitas:
Determinen cuáles serán las ciudades de refugio –esas de las que yo les hablé por medio de Moisés–

3 para que allí puedan encontrar asilo los homicidas que hayan matado a una persona sin premeditación e inadvertidamente. Así ustedes tendrán un refugio contra el vengador del homicidio.

4 El homicida huirá a una de estas ciudades, se detendrá a la entrada de la puerta, y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad. Estos lo admitirán, y le asignarán un lugar para que habite con ellos.

5 Y si el vengador del homicidio lo persigue, no lo pondrán en sus manos, porque mató a su prójimo inadvertidamente, sin haberlo odiado antes.

6 Después de comparecer delante de la comunidad para ser juzgado, el homicida permanecerá en aquella ciudad hasta la muerte del Sumo Sacerdote que esté en funciones en aquellos días. Entonces podrá entrar de nuevo en la ciudad y en su casa, en la ciudad de donde había huido.

7 Con este fin, los israelitas consagraron las siguientes ciudades: Quedes, en Galilea, en la montaña de Neftalí; Siquém, en la montaña de Efraím; Quiriat Arba –o sea Hebrón– en la montaña de Judá.

8 Y al otro lado del Jordán, al este de Jericó, se designó a Béser –de la tribu de Rubén, que estaba situada en el desierto, sobre el altiplano– a Ramot de Galaad, de la tribu de Gad, y a Golán, situada en Basán y perteneciente a la tribu de Manasés.

9 Estas fueron las ciudades asignadas a todos los israelitas y a los extranjeros que residían en medio de ellos, para que todo el que matara sin premeditación a una persona pudiera refugiarse en ellas, y así no muriera en manos del vengador del homicidio, antes de comparecer delante de la comunidad.

 

Capítulo 21: Josué 21

Las ciudades levíticas

21 1 Los jefes de familia de los levitas se acercaron al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los jefes de familia de las tribus israelitas,

2 que estaban en Silo, en el país de Canaán, y les dijeron: "El Señor ordenó por medio de Moisés que se nos asignaran algunas ciudades, a fin de que residiéramos en ellas, y también sus campos de pastoreo para nuestros ganados".

3 Entonces los israelitas, conforme a la orden del Señor, dieron a los levitas las siguientes ciudades con sus campos de pastoreo, tomándolas de sus propias posesiones.

4 Se hizo el sorteo para los clanes de los quehatitas; y a los levitas descendientes de Aarón, el sacerdote, les tocaron en suerte trece ciudades de las tribus de Judá, de Simeón y de Benjamín;

5 a los clanes de los otros quehatitas les tocaron en suerte diez ciudades de las tribus de Efraím, de Dan y de la mitad de Manasés.

6 A los clanes de los gersonitas les tocaron en suerte trece ciudades de las tribus de Isacar, de Aser, de Neftalí y de la mitad de Manasés, en Basán.

7 Y a los clanes de los meraritas les tocaron en suerte doce ciudades de las tribus de Rubén, de Gad y de Zabulón.

8 Así los israelitas dieron a los levitas, mediante un sorteo, esas ciudades con sus campos de pastoreo, como el Señor lo había ordenado por medio de Moisés.

Las ciudades de los quehatitas

9 Ellos les entregaron las ciudades de la tribu de Judá y de la tribu de Simeón que se nombran más adelante.

10 Y como la primera suerte les tocó a los levitas que pertenecían a los clanes de los quehatitas y eran descendientes de Aarón,

11 a ellos les dieron Quiriat Arbá –la ciudad de Arbá, el padre de Anac, o sea, Hebrón– en la montaña de Judá, con los campos de pastoreo que tenía a su alrededor.

12 Los campos de cultivo y los poblados próximos a la ciudad, en cambio, ya habían sido dados a Caleb, hijo de Iefuné.

13 Y Además de Hebrón –que era una ciudad de refugio para los homicidas– los israelitas dieron a los descendientes del sacerdote Aarón las ciudades de Libná,

14 Iatir, Estemoa,

15 Jolón, Debir,

16 Ain, Iutá y Bet Semes, cada una con su respectivo campo de pastoreo, nueve ciudades de aquellas dos tribus.

17 De la tribu de Benjamín les dieron Gabaón, Gueba,

18 Anatot y Almón, todas con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades.

19 Trece ciudades y sus campos de pastoreo era el total de las ciudades pertenecientes a los sacerdotes hijos de Aarón.

20 A los clanes de los otros levitas descendientes de Quehat les tocaron en suerte ciudades de la tribu de Efraím.

21 A ellos les dieron Siquém, en la montaña de Efraím –la ciudad de refugio para los homicidas– con sus correspondientes campos de pastoreo, y también Guézer,

22 Quibsaim, Bet Jorón, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades.

23 De la tribu de Dan les dieron Eltequé, Guibetón,

24 Aialón, Gat Rimón, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades.

25 De la mitad de la tribu de Manasés les dieron Taanac e Ibleám, cada una con sus campos de pastoreo, dos ciudades.

26 Eran en total diez ciudades, con sus campos de pastoreo, para los restantes clanes de los quehatitas.

Las ciudades de los gersonitas

27 A los clanes levíticos de los gersonitas les dieron: de la mitad de la tribu de Manasés, Golán en Basán –la ciudad de refugio para los homicidas– y también Astarot, cada una con sus campos de pastoreo: dos ciudades.

28 De la tribu de Isacar les dieron Quisión, Daberat,

29 Iarmut y En Ganím, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades.

30 De la tribu de Aser les dieron Misal, Abdón,

31 Jelcat y Rejob, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades.

32 De la tribu de Neftalí les dieron Quedes en Galilea –la ciudad de refugio para los homicidas– Jamot Dor y Racat, cada una con sus campos de pastoreo: tres ciudades.

33 Las ciudades de los clanes de los gersonitas, con sus respectivos campos de pastoreo, eran trece en total.

Las ciudades de los meraritas

34 Al resto de los levitas, o sea, a los clanes de los meraritas les dieron: de la tribu de Zabulón, Iocneam, Cartá,

35 Rimón y Nahalal, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades.

36 De la tribu de Rubén, al otro lado del Jordán les dieron Beser –la ciudad de refugio para los homicidas– que está situada en el desierto, sobre el altiplano, y además, Iahás,

37 Quedemot y Mefaat, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades.

38 De la tribu de Gad, les dieron Ramot de Galaad –la ciudad de refugio para los homicidas– y además, Majanaim,

39 Jesbón y Iázer, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades.

40 En total, eran doce las ciudades asignadas mediante un sorteo al resto de los clanes levíticos, o sea, a los meraritas.

41 Por lo tanto, las ciudades levíticas en medio de las posesiones de los israelitas eran cuarenta y ocho en total, con sus campos de pastoreo.

42 Cada una de estas ciudades incluía, además de la ciudad, los campos de pastoreo que tenían a su alrededor. Lo mismo sucedía con todas las ciudades mencionadas.

Conclusión general

43 Así el Señor entregó a Israel todo el territorio que había jurado dar a sus padres. Los israelitas tomaron posesión de él y lo habitaron.

44 El Señor les dio la paz en todas sus fronteras, como lo había jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo resistirles, porque el Señor se los entregó a todos.

45 Ni una sola de las admirables promesas que el Señor había hecho a los israelitas cayó en el vacío, todas se cumplieron.

ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS Y ADVERTENCIAS FINALES

Cuando los israelitas penetraron en Canaán, bajo la guía de Josué, encontraron allí algunos grupos con los que tenían un origen común, pero que no habían participado del Éxodo ni habían estado en el Sinaí. Al entrar en contacto con ellos, los invitaron a que fueran sus aliados en la lucha contra los cananeos. El relato que describe la Asamblea de Siquém parece conservar el recuerdo de una de estas alianzas. Josué convoca a un grupo de tribus vecinas –probablemente las de Isacar, Zabulón y Neftalí, radicadas un poco más al norte– y les pide que renuncien a sus propios dioses para servir exclusivamente al Señor. Una vez concertado el acuerdo, los compromete a mantenerse fieles al Señor y, como testigo del compromiso contraído, erige una piedra conmemorativa. Así se fue extendiendo la fe en el Señor y se dio un paso decisivo hacia la plena ocupación de la Tierra prometida.
El relato de la Asamblea de Siquém está precedido por un discurso de despedida de estilo "deuteronomista" (cap. 23), similar a los de Moisés (Deut. 31), Samuel (1 Sam. 12) y David (1 Rey. 2. 1-9), en el que Josué dirige sus últimas recomendaciones al Pueblo.

 

Capítulo 22: Josué 22

La despedida de las tribusde la Transjordania

22 1 Entonces Josué convocó a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés,

2 y les dijo: "Ustedes han observado íntegramente las órdenes que les dio Moisés, el servidor del Señor, y me han obedecido en todo lo que yo les mandé.

3 No han abandonado a sus hermanos durante el largo tiempo transcurrido hasta el día de hoy, y han permanecido en la observancia del mandamiento del Señor, su Dios.

4 Ahora sus hermanos han obtenido el descanso que les concedió el Señor, su Dios, conforme a la promesa que él les había hecho. Por lo tanto, regresen a sus campamentos, al territorio que les pertenece, a esa tierra que Moisés, el servidor del Señor, les dio al otro lado del Jordán.

5 Pero pongan mucho cuidado en practicar los mandamientos y la Ley que les prescribió Moisés, el servidor del Señor, a saber, amar al Señor, su Dios, y seguir todos sus caminos; observar sus mandamientos, mantenerse fieles a él, y servirlo con todo el corazón y con toda el alma".

6 Después los bendijo y los despidió, y ellos regresaron a sus campamentos.

7 Moisés había dado a la mitad de la tribu de Manasés un territorio en Basán, mientras que a la otra mitad, Josué le había asignado una parte junto a sus hermanos, en el lado occidental del Jordán. Además, cuando Josué los envió a sus campamentos, los bendijo,

8 diciéndoles: "Vuelvan a sus campamentos con grandes riquezas, con muchísimo ganado, con plata, oro, bronce, hierro, y con una gran cantidad de ropa. Pero compartan con sus hermanos los despojos de sus enemigos".

El altar levantado a orillas del Jordán

9 Así los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés dejaron a los israelitas en Silo, en territorio de Canaán, para regresar a Galaad. Esta era la tierra de su propiedad, donde se habían establecido conforme a la orden que el Señor había dado por intermedio de Moisés.

10 Pero al llegar a los distritos del Jordán, que están en territorio de Canaán, los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés levantaron a orillas del Jordán un altar de aspecto imponente.

11 Cuando los israelitas se enteraron de lo sucedido, dijeron: "Los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés han erigido ese altar frente al territorio de Canaán, en los distritos del Jordán, más allá del territorio de los israelitas".

12 Y una vez informados del hecho, toda la comunidad de los israelitas se reunió en Silo para ir a combatir contra ellos.

13 Pero antes enviaron al sacerdote Pinjás, hijo del sacerdote Eleazar,

14 y a otros diez jefes, uno por cada tribu, para que se entrevistaran con los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, en el territorio de Galaad. Todos ellos eran jefes de familia en los clanes de Israel.

15 Cuando llegaron a Galaad, donde estaban los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, les hablaron en estos términos:

16 "Toda la comunidad del Señor dice lo siguiente: ¿Cómo se explica esta infidelidad que ustedes han cometido contra el Dios de Israel, al erigir un altar? Así ustedes hoy se han apartado del Señor y se han rebelado contra él.

17 ¿No teníamos bastante con el delito de Peor, del que todavía no estamos purificados y por el cual se desencadenó aquella masacre contra la comunidad del Señor?

18 ¡Hoy ustedes se han apartado del Señor! Y si hoy se rebelan contra él mañana él se irritará contra toda la comunidad de Israel.

19 Si la tierra que les pertenece es impura, pásense a la tierra que pertenece al Señor, donde reside su Morada, y establézcanse entre nosotros. Pero no se rebelen contra él ni nos hagan cómplices de la rebeldía de ustedes, erigiendo un altar aparte del altar del Señor, nuestro Dios.

20 Cuando Acán, hijo de Zéraj, cometió una infidelidad respecto del anatema, ¿Acaso la ira del Señor no alcanzó a toda la comunidad de Israel? No fue él solo el que murió por su delito".

La respuesta de las tribus de la Transjordania

21 Los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés respondieron a los jefes de los clanes de Israel:

22 "¡El Dios de los dioses, el Señor, lo sabe perfectamente, y que también lo sepa Israel! Si ha habido de nuestra parte rebelión contra el Señor o infidelidad hacia él, que él no nos salve en este día.

23 Si nos construimos un altar para alejarnos del Señor o para ofrecer en él holocaustos, oblaciones y sacrificios de comunión, que el mismo Señor nos pida cuenta.

24 En realidad, lo hicimos por temor, pensando que el día de mañana los hijos de ustedes podrían decir a los nuestros: ‘¿Qué tienen que ver ustedes con el Señor, el Dios de Israel?

25 ¡Rubenitas y gaditas! El Señor ha puesto un límite entre nosotros y ustedes: el Jordán. Por lo tanto, ustedes no tienen parte con el Señor’. Y de esa manera, sus hijos apartarían a los nuestros del temor del Señor.

26 Entonces resolvimos construir este altar, no para ofrecer holocaustos y sacrificios,

27 sino para que esté como testigo entre nosotros y ustedes, y también entre nuestros descendientes, de que rendimos culto al Señor en su presencia, con nuestros holocaustos, nuestras víctimas y nuestros sacrificios de comunión. Así, el día de mañana, los hijos de ustedes no podrán decir a los nuestros: ‘Ustedes no tienen parte con el Señor’.

28 Por eso pensamos que si algún día nos llegan a hacer ese reproche, a nosotros o a nuestros descendientes, les podremos responder: ‘Miren la figura del altar del Señor que hicieron nuestros padres, no para ofrecer holocaustos y sacrificios, sino para que esté como testigo entre nosotros y ustedes’.

29 Lejos de nosotros, entonces, el deseo de rebelarnos contra el Señor o de querer apartarnos de él, erigiendo un altar para ofrecer holocaustos, oblaciones o sacrificios, fuera del altar del Señor, nuestro Dios, que está delante de su Morada".

El restablecimiento de la paz entre las tribus

30 Cuando el sacerdote Pinjás, los jefes de la comunidad y los jefes de los clanes de Israel escucharon las palabras que les dijeron los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, quedaron conformes.

31 Y Pinjás, el hijo del sacerdote Eleazar, les respondió: "Ahora reconocemos que el Señor está en medio de nosotros, porque ustedes no han cometido esa infidelidad contra él; de esa manera, ustedes han librado a los israelitas de la mano del Señor".

32 Entonces el sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, y los jefes, dejando a los rubenitas y a los gaditas, partieron de Galaad y regresaron a Canaán, donde estaban los israelitas. Cuando les transmitieron la noticia,

33 los israelitas quedaron conformes, bendijeron al Señor, y ya no pensaron más en hacerles la guerra ni en asolar el país donde habitaban los rubenitas y los gaditas.

34 Estos últimos, por su parte, dieron al altar el nombre de "Testigo", porque dijeron: "Este será un testigo, entre nosotros, de que el Señor es Dios".

 

Capítulo 23: Josué 23

Las últimas recomendaciones de Josué al pueblo

23 1 Cuando ya hacía mucho tiempo que el Señor había concedido la paz a Israel, librándolo de todos los enemigos que tenía a su alrededor, Josué –que era un anciano de edad muy avanzada–

2 convocó a todo Israel, a sus ancianos, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y les dijo:
"Yo estoy viejo; ya tengo muchos años.

3 Ustedes han visto cómo trató el Señor, su Dios, a todos esos pueblos a causa de ustedes, porque era el Señor, su Dios, el que combatía por ustedes.

4 Ahora miren bien, yo les he sorteado como herencia para cada tribu tanto a las naciones que todavía quedan como a las que yo mismo exterminé, desde el Jordán hasta el gran mar Occidental.

5 El Señor, su Dios, las dispersará delante de ustedes y las desposeerá de sus dominios, para que ustedes puedan tomar posesión de su tierra, conforme a la promesa que les hizo el Señor, su Dios.

6 Por eso, sean cada vez más constantes en observar y en cumplir todo lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés, sin desviarse de él ni a la derecha ni a la izquierda,

7 y sin mezclarse con esos pueblos que todavía quedan con ustedes. No invoquen el nombre de sus dioses ni juren por ellos; no los sirvan ni se postren ante ellos.

8 Por el contrario, manténganse fieles al Señor, su Dios, como lo han hecho hasta el día de hoy.

9 El Señor desposeyó delante de ustedes a naciones numerosas y fuertes; y hasta el presente, nadie ha podido resistirles.

10 Bastaba uno solo para perseguir a mil, porque el Señor, su Dios, era el que combatía por ustedes, como él mismo les había prometido.

11 Por eso, pongan sumo cuidado en amar al Señor, su Dios.

12 Pero si se vuelven atrás y se unen al resto de esos pueblos que todavía quedan con ustedes; si establecen con ellos lazos de parentesco, mezclándose ustedes con ellos y ellos con ustedes,

13 entonces, tengan la plena seguridad de que el Señor, su Dios, no seguirá desposeyendo a esas naciones delante de ustedes, y ellos serán para ustedes una red, un lazo, un látigo sobre sus costados, y aguijones en sus ojos, hasta que por fin desaparecerán de esta hermosa tierra que les dio el Señor, su Dios.

14 Ya estoy a punto de irme por el camino que les toca recorrer a todos. Reconozcan entonces con todo su corazón y con toda su alma, que ni una sola de todas esas admirables promesas que les hizo el Señor, ha caído en el vacío; todas se han cumplido, y no falló ni una sola.

15 Pero así como se han cumplido todas las admirables promesas que les hizo el Señor, su Dios, también él atraerá sobre ustedes todas las amenazas, hasta exterminarlos de esta hermosa tierra que les dio el Señor, su Dios.

16 Si quebrantan la alianza del Señor, su Dios, la que él les impuso, y van a servir a otros dioses y a postrarse delante de ellos, la ira del Señor arderá contra ustedes, y desaparecerán muy pronto de la hermosa tierra que él les dio".

 

Capítulo 23: Josué 23

Las últimas recomendaciones de Josué al pueblo

23 1 Cuando ya hacía mucho tiempo que el Señor había concedido la paz a Israel, librándolo de todos los enemigos que tenía a su alrededor, Josué –que era un anciano de edad muy avanzada–

2 convocó a todo Israel, a sus ancianos, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y les dijo:
"Yo estoy viejo; ya tengo muchos años.

3 Ustedes han visto cómo trató el Señor, su Dios, a todos esos pueblos a causa de ustedes, porque era el Señor, su Dios, el que combatía por ustedes.

4 Ahora miren bien, yo les he sorteado como herencia para cada tribu tanto a las naciones que todavía quedan como a las que yo mismo exterminé, desde el Jordán hasta el gran mar Occidental.

5 El Señor, su Dios, las dispersará delante de ustedes y las desposeerá de sus dominios, para que ustedes puedan tomar posesión de su tierra, conforme a la promesa que les hizo el Señor, su Dios.

6 Por eso, sean cada vez más constantes en observar y en cumplir todo lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés, sin desviarse de él ni a la derecha ni a la izquierda,

7 y sin mezclarse con esos pueblos que todavía quedan con ustedes. No invoquen el nombre de sus dioses ni juren por ellos; no los sirvan ni se postren ante ellos.

8 Por el contrario, manténganse fieles al Señor, su Dios, como lo han hecho hasta el día de hoy.

9 El Señor desposeyó delante de ustedes a naciones numerosas y fuertes; y hasta el presente, nadie ha podido resistirles.

10 Bastaba uno solo para perseguir a mil, porque el Señor, su Dios, era el que combatía por ustedes, como él mismo les había prometido.

11 Por eso, pongan sumo cuidado en amar al Señor, su Dios.

12 Pero si se vuelven atrás y se unen al resto de esos pueblos que todavía quedan con ustedes; si establecen con ellos lazos de parentesco, mezclándose ustedes con ellos y ellos con ustedes,

13 entonces, tengan la plena seguridad de que el Señor, su Dios, no seguirá desposeyendo a esas naciones delante de ustedes, y ellos serán para ustedes una red, un lazo, un látigo sobre sus costados, y aguijones en sus ojos, hasta que por fin desaparecerán de esta hermosa tierra que les dio el Señor, su Dios.

14 Ya estoy a punto de irme por el camino que les toca recorrer a todos. Reconozcan entonces con todo su corazón y con toda su alma, que ni una sola de todas esas admirables promesas que les hizo el Señor, ha caído en el vacío; todas se han cumplido, y no falló ni una sola.

15 Pero así como se han cumplido todas las admirables promesas que les hizo el Señor, su Dios, también él atraerá sobre ustedes todas las amenazas, hasta exterminarlos de esta hermosa tierra que les dio el Señor, su Dios.

16 Si quebrantan la alianza del Señor, su Dios, la que él les impuso, y van a servir a otros dioses y a postrarse delante de ellos, la ira del Señor arderá contra ustedes, y desaparecerán muy pronto de la hermosa tierra que él les dio".