Joel
El texto bíblico no proporciona ninguna información sobre la persona y la vida de JOEL, cuyo nombre significa "El Señor es Dios". Tampoco ofrece datos precisos para determinar la fecha en que el profeta consignó por escrito su mensaje, si bien todo parece indicar que fue después del exilio, hacia el 400 a. C., cuando el Templo ya había sido restaurado. El libro de Joel ocupa un puesto relevante en la literatura hebrea por el vuelo poético de su lenguaje y el vigor de sus imágenes.
La predicación de Joel tiene un trasfondo marcadamente litúrgico. Él manifiesta un especial conocimiento del culto y le atribuye una gran importancia, lo mismo que Ageo y Zacarías. A raíz de esto, se suele afirmar con razón que Joel era un profeta dedicado al servicio del Templo y que sus oráculos –al menos en parte– son una profecía "cultual", es decir, un mensaje profético proclamado en el marco de una asamblea litúrgica. Sin embargo, no hay nada en el Libro que pueda ser tachado de ritualismo. En él no se encuentran prescripciones minuciosas relativas al culto, tan frecuentes en Ezequiel, y ni siquiera reproches por los abusos cometidos en la celebración de los ritos, como los que deplora Malaquías. Lo que más preocupa a Joel es la conversión interior: "Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios" (2. 13). Por eso su predicación ha encontrado un eco profundo en la liturgia penitencial de la Iglesia.
LA PLAGA DE LAS LANGOSTAS: LITURGIA PENITENCIAL
Una terrible invasión de langostas ha devastado todo el país y lo ha privado hasta de los elementos indispensables para los sacrificios rituales. Esta plaga, fatal para un pueblo de agricultores, es descrita poéticamente como el avance de un ejército poderoso y ordenado, que se lanza al asalto de una fortaleza y no deja tras de sí más que desolación y miseria. Para conjurar la catástrofe, el profeta invita a los sacerdotes a proclamar un solemne ayuno expiatorio y exhorta al pueblo a convertirse de corazón al Señor. Pero la invasión de langostas es para Joel mucho más que un hecho fortuito: en los estragos causados por esa plaga devastadora, él ve la señal y el preanuncio del "Día del Señor" (1. 15), el gran Día final en que Dios intervendrá como Juez de las naciones (4. 12) y Salvador de su Pueblo (4. 20). Capítulo 1: Joel 1
Tìtulo
1 1 Palabra del Señor, que fue dirigida a Joel, hijo de Petuel.
Lamentación por la ruina del país
2 ¡Escuchen esto, ancianos,
presten atención, todos los habitantes del país!
¿Sucedió algo así en los días de ustedes
o en los días de sus padres?
3 Cuéntenlo a sus hijos,
y estos a los suyos,
y ellos a la siguiente generación.
4 Lo que dejó la oruga, lo devoró la langosta,
lo que dejó la langosta, lo devoró el pulgón,
lo que dejó el pulgón, lo devoró el roedor.
5 ¡Despierten, borrachos, y lloren!
Laméntense todos los bebedores de vino,
porque el vino nuevo se les ha retirado de la boca.
6 Un pueblo ha subido contra mi país,
un pueblo poderoso e innumerable;
sus dientes son dientes de león
y tiene colmillos de leona.
7 ¡Él convirtió mi viña en una desolación
e hizo trizas mi higuera;
las peló por completo y las derribó,
y sus ramas se volvieron blancas!
8 Gime, como una virgen vestida de luto
por el esposo de su juventud.
9 La ofrenda y la libación han desaparecido
de la Casa del Señor.
Están de duelo los sacerdotes,
los ministros del Señor.
10 El campo está devastado,
la tierra está de duelo,
porque el trigo ha sido arrasado,
ha faltado el vino nuevo
y el aceite fresco se agotó.
11 Aflíjanse, labradores,
laméntense, viñadores,
por el trigo y la cebada,
porque se ha perdido la cosecha de los campos.
12 La viña está seca
y la higuera marchita;
granados, palmeras y manzanos,
todos los árboles del campo se han secado.
Sí, el gozo, lleno de confusión,
se ha apartado de los seres humanos.
Llamado al ayuno y a la oración
13 ¡Vístanse de duelo y laméntense, sacerdotes!
¡Giman, servidores del altar!
¡Vengan, pasen la noche vestidos de penitencia,
ministros de mi Dios!
Porque se ha privado a la Casa de su Dios
de ofrenda y libación.
14 Prescriban un ayuno,
convoquen a una reunión solemne,
congreguen a los ancianos
y a todos los habitantes del país,
en la Casa del Señor, su Dios,
y clamen al Señor.
Anuncio del Día del Señor
15 ¡Ah, qué Día!
Porque está cerca el Día del Señor,
y viene del Devastador como una devastación.
16 ¿No ha sido retirado el alimento
delante de nuestros ojos,
y también el gozo y la alegría,
de la Casa de nuestro Dios?
17 Los granos se han petrificado
bajo los terrones;
los silos están devastados,
los graneros en ruinas,
porque se ha perdido el trigo.
18 ¡Cómo muge el ganado!
Las manadas de vacas vagan sin rumbo,
porque no tienen donde pastar.
¡También los rebaños de ovejas desfallecen!
Súplica del profeta
19 Señor, yo clamo a ti,
porque el fuego ha devorado
los pastizales de la estepa,
las llamas han consumido
todos los árboles del campo.
20 Hasta los animales del campo
suspiran por ti,
porque los cauces de agua
se han secado,
y el fuego ha devorado
los pastizales de la estepa.
La predicación de Joel tiene un trasfondo marcadamente litúrgico. Él manifiesta un especial conocimiento del culto y le atribuye una gran importancia, lo mismo que Ageo y Zacarías. A raíz de esto, se suele afirmar con razón que Joel era un profeta dedicado al servicio del Templo y que sus oráculos –al menos en parte– son una profecía "cultual", es decir, un mensaje profético proclamado en el marco de una asamblea litúrgica. Sin embargo, no hay nada en el Libro que pueda ser tachado de ritualismo. En él no se encuentran prescripciones minuciosas relativas al culto, tan frecuentes en Ezequiel, y ni siquiera reproches por los abusos cometidos en la celebración de los ritos, como los que deplora Malaquías. Lo que más preocupa a Joel es la conversión interior: "Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios" (2. 13). Por eso su predicación ha encontrado un eco profundo en la liturgia penitencial de la Iglesia.
LA PLAGA DE LAS LANGOSTAS: LITURGIA PENITENCIAL
Una terrible invasión de langostas ha devastado todo el país y lo ha privado hasta de los elementos indispensables para los sacrificios rituales. Esta plaga, fatal para un pueblo de agricultores, es descrita poéticamente como el avance de un ejército poderoso y ordenado, que se lanza al asalto de una fortaleza y no deja tras de sí más que desolación y miseria. Para conjurar la catástrofe, el profeta invita a los sacerdotes a proclamar un solemne ayuno expiatorio y exhorta al pueblo a convertirse de corazón al Señor. Pero la invasión de langostas es para Joel mucho más que un hecho fortuito: en los estragos causados por esa plaga devastadora, él ve la señal y el preanuncio del "Día del Señor" (1. 15), el gran Día final en que Dios intervendrá como Juez de las naciones (4. 12) y Salvador de su Pueblo (4. 20). Capítulo 1: Joel 1
Tìtulo
1 1 Palabra del Señor, que fue dirigida a Joel, hijo de Petuel.
Lamentación por la ruina del país
2 ¡Escuchen esto, ancianos,
presten atención, todos los habitantes del país!
¿Sucedió algo así en los días de ustedes
o en los días de sus padres?
3 Cuéntenlo a sus hijos,
y estos a los suyos,
y ellos a la siguiente generación.
4 Lo que dejó la oruga, lo devoró la langosta,
lo que dejó la langosta, lo devoró el pulgón,
lo que dejó el pulgón, lo devoró el roedor.
5 ¡Despierten, borrachos, y lloren!
Laméntense todos los bebedores de vino,
porque el vino nuevo se les ha retirado de la boca.
6 Un pueblo ha subido contra mi país,
un pueblo poderoso e innumerable;
sus dientes son dientes de león
y tiene colmillos de leona.
7 ¡Él convirtió mi viña en una desolación
e hizo trizas mi higuera;
las peló por completo y las derribó,
y sus ramas se volvieron blancas!
8 Gime, como una virgen vestida de luto
por el esposo de su juventud.
9 La ofrenda y la libación han desaparecido
de la Casa del Señor.
Están de duelo los sacerdotes,
los ministros del Señor.
10 El campo está devastado,
la tierra está de duelo,
porque el trigo ha sido arrasado,
ha faltado el vino nuevo
y el aceite fresco se agotó.
11 Aflíjanse, labradores,
laméntense, viñadores,
por el trigo y la cebada,
porque se ha perdido la cosecha de los campos.
12 La viña está seca
y la higuera marchita;
granados, palmeras y manzanos,
todos los árboles del campo se han secado.
Sí, el gozo, lleno de confusión,
se ha apartado de los seres humanos.
Llamado al ayuno y a la oración
13 ¡Vístanse de duelo y laméntense, sacerdotes!
¡Giman, servidores del altar!
¡Vengan, pasen la noche vestidos de penitencia,
ministros de mi Dios!
Porque se ha privado a la Casa de su Dios
de ofrenda y libación.
14 Prescriban un ayuno,
convoquen a una reunión solemne,
congreguen a los ancianos
y a todos los habitantes del país,
en la Casa del Señor, su Dios,
y clamen al Señor.
Anuncio del Día del Señor
15 ¡Ah, qué Día!
Porque está cerca el Día del Señor,
y viene del Devastador como una devastación.
16 ¿No ha sido retirado el alimento
delante de nuestros ojos,
y también el gozo y la alegría,
de la Casa de nuestro Dios?
17 Los granos se han petrificado
bajo los terrones;
los silos están devastados,
los graneros en ruinas,
porque se ha perdido el trigo.
18 ¡Cómo muge el ganado!
Las manadas de vacas vagan sin rumbo,
porque no tienen donde pastar.
¡También los rebaños de ovejas desfallecen!
Súplica del profeta
19 Señor, yo clamo a ti,
porque el fuego ha devorado
los pastizales de la estepa,
las llamas han consumido
todos los árboles del campo.
20 Hasta los animales del campo
suspiran por ti,
porque los cauces de agua
se han secado,
y el fuego ha devorado
los pastizales de la estepa.
Capítulo 2: Joel 2
Alarma en el Día del Señor
2 1 ¡Toquen la trompeta en Sión, hagan sonar la alarma en mi Montaña santa!
¡Tiemblen todos los habitantes del país,
porque llega el Día del Señor,
porque está cerca!
2 ¡Día de tinieblas y oscuridad,
día nublado y de sombríos nubarrones!
Como la aurora que se extiende sobre las montañas,
avanza un pueblo numeroso y fuerte
como no lo hubo jamás,
ni lo habrá después de él,
hasta en las generaciones más lejanas.
3 Delante de él, el fuego devora,
detrás de él, la llama consume.
El país es como un jardín de Edéndelante de él,
detrás de él, un desierto desolado.
¡Nada se le escapa!
4 Su aspecto es como el de los caballos,
se abalanzan como corceles:
5 como un estrépito de carros de guerra
que saltan sobre la cima de los montes;
como el crepitar de la llama ardiente
que devora la hojarasca;
como un pueblo fuerte
en orden de batalla.
6 Ante él, los pueblos se estremecen,
se crispan todos los rostros.
7 Se abalanzan como valientes,
como guerreros escalan las murallas.
Cada uno avanza hacia adelante
y no se entrecruzan sus caminos.
8 No se atropellan entre sí,
cada uno va por su línea;
arremeten en medio de las flechas,
sin romper la formación.
9 Se precipitan sobre la ciudad,
se abalanzan sobre las murallas,
suben a las casas,
entran por las ventanas como el ladrón.
10 ¡Ante él, la tierra tiembla,
los cielos se conmueven,
el sol y la luna se ensombrecen,
las estrellas pierden su brillo!
11 El Señor hace oír su voz
al frente de sus tropas:
¡qué numerosos son sus batallones,
qué poderoso el que ejecuta su palabra!
Porque el Día del Señor es grande y terrible:
¿quién podrá soportarlo?
Llamado a la penitencia
12 Pero aún ahora
–oráculo del Señor–
vuelvan a mí de todo corazón,
con ayuno, llantos y lamentos.
13 Desgarren su corazón y no sus vestiduras,
y vuelvan al Señor, su Dios,
porque él es bondadoso y compasivo,
lento para la ira y rico en fidelidad,
y se arrepiente de sus amenazas.
14 ¡Quién sabe si él no se volverá atrás y se arrepentirá,
y dejará detrás de sí una bendición:
la ofrenda y la libación
para el Señor, su Dios!
15 ¡Toquen la trompeta en Sión,
prescriban un ayuno,
convoquen a una reunión solemne,
16 reúnan al pueblo,
convoquen a la asamblea,
congreguen a los ancianos,
reúnan a los pequeños
y a los niños de pecho!
¡Que el recién casado salga de su alcoba
y la recién casada de su lecho nupcial!
17 Entre el vestíbulo y el altar
lloren los sacerdotes, los ministros del Señor,
y digan: "¡Perdona, Señor, a tu pueblo,
no entregues tu herencia al oprobio,
y que las naciones no se burlen de ella!
¿Por qué se ha de decir entre los pueblos:
Dónde está su Dios?".
La respuesta del Señor a la súplica de su pueblo
18 El Señor se llenó de celos por su tierra
y se compadeció de su pueblo.
19 El Señor respondió y dijo a su pueblo:
"Ahora, yo les envío
el trigo, el vino nuevo y el aceite,
y ustedes se saciarán con esto.
Nunca más los entregaré
al oprobio entre las naciones.
20 Al que viene del Norte lo alejaré de ustedes,
lo arrojaré a una tierra árida y desolada:
su vanguardia, hacia el mar oriental,
su retaguardia, hacia el mar occidental;
y subirá su hedor,
subirá su pestilencia".
–¡Porque él ha hecho grandes cosas!–.
Anuncio de la salvación
21 ¡No temas, tierra,
alégrate y regocíjate,
porque el Señor ha hecho grandes cosas!
22 ¡No teman, animales del campo!
Los pastizales de la estepa han reverdecido,
los árboles producen sus frutos,
la higuera y la viña dan sus riquezas.
23 ¡Alégrense, habitantes de Sión,
regocíjense en el Señor, su Dios!
Porque él les ha dado la lluvia de otoño
en su justa medida,
e hizo caer sobre ustedes,
como en otros tiempos,
el aguacero de otoño y de primavera.
24 Las eras se llenarán de trigo,
y los lagares desbordarán de vino nuevo y aceite fresco.
25 Yo los resarciré por los años
en que lo devoraron todo
la langosta y el pulgón, el roedor y la oruga,
mi gran ejército que envié contra ustedes.
26 Comerán abundantemente hasta saciarse,
y alabarán el nombre del Señor, su Dios,
que ha hecho maravillas con ustedes.
¡Mi pueblo jamás quedará confundido!
27 Así ustedes sabrán que yo estoy en medio de Israel,
que yo soy el Señor, su Dios, y no hay otro.
¡Mi pueblo jamás quedará confundido!
EL DÍA DEL SEÑOR Y EL JUICIO DE LAS NACIONES
El horizonte profético se amplía hasta adquirir dimensiones cósmicas. Los acontecimientos que habían conmovido a Judá (caps. 1-2) no hacían más que anticipar el "Día del Señor". La descripción apocalíptica de ese gran Día final concentra ahora toda la atención del profeta. La efusión del espíritu del Señor y el juicio de las naciones serán dos momentos decisivos de esa intervención soberana de Dios al fin de los tiempos. El universo entero se conmoverá, para que de las ruinas del mundo antiguo surja una nueva creación, reservada por el Señor para todos los que invocan su Nombre.
En su discurso de Pentecostés, el Apóstol Pedro cita el pasaje de 3. 1-5, para afirmar que esa nueva creación ya ha comenzado, con la efusión del Espíritu de Jesús resucitado sobre la comunidad cristiana (Hech. 2. 15-21). Este anuncio le ha valido a Joel el título de "profeta de Pentecostés".
Alarma en el Día del Señor
2 1 ¡Toquen la trompeta en Sión, hagan sonar la alarma en mi Montaña santa!
¡Tiemblen todos los habitantes del país,
porque llega el Día del Señor,
porque está cerca!
2 ¡Día de tinieblas y oscuridad,
día nublado y de sombríos nubarrones!
Como la aurora que se extiende sobre las montañas,
avanza un pueblo numeroso y fuerte
como no lo hubo jamás,
ni lo habrá después de él,
hasta en las generaciones más lejanas.
3 Delante de él, el fuego devora,
detrás de él, la llama consume.
El país es como un jardín de Edéndelante de él,
detrás de él, un desierto desolado.
¡Nada se le escapa!
4 Su aspecto es como el de los caballos,
se abalanzan como corceles:
5 como un estrépito de carros de guerra
que saltan sobre la cima de los montes;
como el crepitar de la llama ardiente
que devora la hojarasca;
como un pueblo fuerte
en orden de batalla.
6 Ante él, los pueblos se estremecen,
se crispan todos los rostros.
7 Se abalanzan como valientes,
como guerreros escalan las murallas.
Cada uno avanza hacia adelante
y no se entrecruzan sus caminos.
8 No se atropellan entre sí,
cada uno va por su línea;
arremeten en medio de las flechas,
sin romper la formación.
9 Se precipitan sobre la ciudad,
se abalanzan sobre las murallas,
suben a las casas,
entran por las ventanas como el ladrón.
10 ¡Ante él, la tierra tiembla,
los cielos se conmueven,
el sol y la luna se ensombrecen,
las estrellas pierden su brillo!
11 El Señor hace oír su voz
al frente de sus tropas:
¡qué numerosos son sus batallones,
qué poderoso el que ejecuta su palabra!
Porque el Día del Señor es grande y terrible:
¿quién podrá soportarlo?
Llamado a la penitencia
12 Pero aún ahora
–oráculo del Señor–
vuelvan a mí de todo corazón,
con ayuno, llantos y lamentos.
13 Desgarren su corazón y no sus vestiduras,
y vuelvan al Señor, su Dios,
porque él es bondadoso y compasivo,
lento para la ira y rico en fidelidad,
y se arrepiente de sus amenazas.
14 ¡Quién sabe si él no se volverá atrás y se arrepentirá,
y dejará detrás de sí una bendición:
la ofrenda y la libación
para el Señor, su Dios!
15 ¡Toquen la trompeta en Sión,
prescriban un ayuno,
convoquen a una reunión solemne,
16 reúnan al pueblo,
convoquen a la asamblea,
congreguen a los ancianos,
reúnan a los pequeños
y a los niños de pecho!
¡Que el recién casado salga de su alcoba
y la recién casada de su lecho nupcial!
17 Entre el vestíbulo y el altar
lloren los sacerdotes, los ministros del Señor,
y digan: "¡Perdona, Señor, a tu pueblo,
no entregues tu herencia al oprobio,
y que las naciones no se burlen de ella!
¿Por qué se ha de decir entre los pueblos:
Dónde está su Dios?".
La respuesta del Señor a la súplica de su pueblo
18 El Señor se llenó de celos por su tierra
y se compadeció de su pueblo.
19 El Señor respondió y dijo a su pueblo:
"Ahora, yo les envío
el trigo, el vino nuevo y el aceite,
y ustedes se saciarán con esto.
Nunca más los entregaré
al oprobio entre las naciones.
20 Al que viene del Norte lo alejaré de ustedes,
lo arrojaré a una tierra árida y desolada:
su vanguardia, hacia el mar oriental,
su retaguardia, hacia el mar occidental;
y subirá su hedor,
subirá su pestilencia".
–¡Porque él ha hecho grandes cosas!–.
Anuncio de la salvación
21 ¡No temas, tierra,
alégrate y regocíjate,
porque el Señor ha hecho grandes cosas!
22 ¡No teman, animales del campo!
Los pastizales de la estepa han reverdecido,
los árboles producen sus frutos,
la higuera y la viña dan sus riquezas.
23 ¡Alégrense, habitantes de Sión,
regocíjense en el Señor, su Dios!
Porque él les ha dado la lluvia de otoño
en su justa medida,
e hizo caer sobre ustedes,
como en otros tiempos,
el aguacero de otoño y de primavera.
24 Las eras se llenarán de trigo,
y los lagares desbordarán de vino nuevo y aceite fresco.
25 Yo los resarciré por los años
en que lo devoraron todo
la langosta y el pulgón, el roedor y la oruga,
mi gran ejército que envié contra ustedes.
26 Comerán abundantemente hasta saciarse,
y alabarán el nombre del Señor, su Dios,
que ha hecho maravillas con ustedes.
¡Mi pueblo jamás quedará confundido!
27 Así ustedes sabrán que yo estoy en medio de Israel,
que yo soy el Señor, su Dios, y no hay otro.
¡Mi pueblo jamás quedará confundido!
EL DÍA DEL SEÑOR Y EL JUICIO DE LAS NACIONES
El horizonte profético se amplía hasta adquirir dimensiones cósmicas. Los acontecimientos que habían conmovido a Judá (caps. 1-2) no hacían más que anticipar el "Día del Señor". La descripción apocalíptica de ese gran Día final concentra ahora toda la atención del profeta. La efusión del espíritu del Señor y el juicio de las naciones serán dos momentos decisivos de esa intervención soberana de Dios al fin de los tiempos. El universo entero se conmoverá, para que de las ruinas del mundo antiguo surja una nueva creación, reservada por el Señor para todos los que invocan su Nombre.
En su discurso de Pentecostés, el Apóstol Pedro cita el pasaje de 3. 1-5, para afirmar que esa nueva creación ya ha comenzado, con la efusión del Espíritu de Jesús resucitado sobre la comunidad cristiana (Hech. 2. 15-21). Este anuncio le ha valido a Joel el título de "profeta de Pentecostés".
Capítulo 3: Joel 3
La efusión del espíritu de Dios
3 1 Después de esto, yo derramaré mi espíritu
sobre todos los hombres:
sus hijos y sus hijas profetizarán,
sus ancianos tendrán sueños proféticos
y sus jóvenes verán visiones.
2 También sobre los esclavosy las esclavas
derramaré mi espíritu en aquellos días.
3 Haré prodigios en el cielo y en la tierra:
sangre, fuego y columnas de humo.
4 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre,
antes que llegue el Día del Señor,
día grande y terrible.
5 Entonces, todo el que invoque el nombre del Señor se salvará,
porque sobre el monte Sión y en Jerusalén se encontrará refugio,
como lo ha dicho el Señor,
y entre los sobrevivientes estarán los que llame el Señor.
La efusión del espíritu de Dios
3 1 Después de esto, yo derramaré mi espíritu
sobre todos los hombres:
sus hijos y sus hijas profetizarán,
sus ancianos tendrán sueños proféticos
y sus jóvenes verán visiones.
2 También sobre los esclavosy las esclavas
derramaré mi espíritu en aquellos días.
3 Haré prodigios en el cielo y en la tierra:
sangre, fuego y columnas de humo.
4 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre,
antes que llegue el Día del Señor,
día grande y terrible.
5 Entonces, todo el que invoque el nombre del Señor se salvará,
porque sobre el monte Sión y en Jerusalén se encontrará refugio,
como lo ha dicho el Señor,
y entre los sobrevivientes estarán los que llame el Señor.
Capítulo 4: Joel 4
El juicio de las naciones
4 1 Porque en aquellos días, en aquel tiempo,
cuando yo cambie la suerte de Judáy de Jerusalén,
2 congregaré a todas las naciones
y las haré bajar al valle de Josafat.
Allí entraré en juicio con ellas
a favor de Israel, mi pueblo y mi herencia,
porque lo han dispersado entre las naciones
y se han repartido mi tierra.
3 Echaban suertes sobre mi pueblo,
cambiaban a un muchacho por una prostituta,
vendían a una muchacha por vino y se lo bebían.
Contra los fenicios y los filisteos
4 Y ustedes también, Tiro y Sidón y todos los distritos de Filistea, ¿qué quieren de mí? ¿Van a tomar represalias contra mí? Si las toman, yo las haré caer muy pronto sobre sus cabezas.
5 ¡Ustedes, que sacaron mi plata y mi oro y se llevaron a sus templos mis tesoros preciosos; 6 ¡ustedes, que vendieron los hijos de Judá y de Jerusalén a los habitantes de Javán, para alejarlos de su territorio!
7 Yo los haré resurgir del lugar donde ustedes los vendieron y haré recaer esas represalias sobre sus cabezas.
8 Venderé a los hijos y a las hijas de ustedes, los entregaré a los hijos de Judá, y ellos los venderán a los sabeos, a una nación lejana, porque ha hablado el Señor.
Convocación de los pueblos para el Día del Señor
9 Publiquen esto entre las naciones:
¡Santifíquense para el combate!
¡Animen a los valientes!
¡Que se presenten y suban
todos los hombres de guerra!
10 Forjen espadas con sus azadones
y lanzas con sus hoces;
que el débil diga: "¡Soy un valiente!".
11 Apúrense a venir
todas las naciones de alrededor,
y congréguense allí.
¡Que desciendan tus valientes, Señor!
12 ¡Que despierten y suban las naciones
al valle de Josafat!
Porque allí me sentaré para juzgar
a todas las naciones de alrededor.
13 Pongan mano a la hoz:
la mies está madura;
vengan a pisar:
el lagar está lleno;
las cubas desbordan:
¡tan grande es su maldad!
14 ¡Multitudes innumerables
en el valle de la Decisión!
Porque se acerca el Día del Señor
en el valle de la Decisión.
15 El sol y la luna se oscurecen,
las estrellas pierden su brillo.
16 El Señor ruge desde Sión
y desde Jerusalén hace oír su voz:
¡tiemblan el cielo y la tierra!
¡Pero el Señor será un refugio para su pueblo,
un resguardo para los israelitas!
17 Así ustedes sabrán que yo soy el Señor, su Dios,
que habito en Sión, mi santa Montaña.
Jerusalén será un lugar santo,
y los extranjeros no pasarán más por ella.
La restauración de Israel
18 Aquel día,
las montañas destilarán vino nuevo
y manará leche de las colinas;
por todos los torrentes de Judá
correrán las aguas,
y brotará un manantial de la Casa del Señor,
que regará el valle de las Acacias.
19 Egipto se convertirá en una desolación
y Edóm en un desierto desolado,
a causa de la violencia cometida contra las hijos de Judá,
cuya sangre inocente derramaron en su país.
20 Pero Judá será habitada para siempre
y Jerusalén por todas las generaciones.
21 Yo vengaré su sangre, no la dejaré impune,
y el Señor tendrá su morada en Sión.
El juicio de las naciones
4 1 Porque en aquellos días, en aquel tiempo,
cuando yo cambie la suerte de Judáy de Jerusalén,
2 congregaré a todas las naciones
y las haré bajar al valle de Josafat.
Allí entraré en juicio con ellas
a favor de Israel, mi pueblo y mi herencia,
porque lo han dispersado entre las naciones
y se han repartido mi tierra.
3 Echaban suertes sobre mi pueblo,
cambiaban a un muchacho por una prostituta,
vendían a una muchacha por vino y se lo bebían.
Contra los fenicios y los filisteos
4 Y ustedes también, Tiro y Sidón y todos los distritos de Filistea, ¿qué quieren de mí? ¿Van a tomar represalias contra mí? Si las toman, yo las haré caer muy pronto sobre sus cabezas.
5 ¡Ustedes, que sacaron mi plata y mi oro y se llevaron a sus templos mis tesoros preciosos; 6 ¡ustedes, que vendieron los hijos de Judá y de Jerusalén a los habitantes de Javán, para alejarlos de su territorio!
7 Yo los haré resurgir del lugar donde ustedes los vendieron y haré recaer esas represalias sobre sus cabezas.
8 Venderé a los hijos y a las hijas de ustedes, los entregaré a los hijos de Judá, y ellos los venderán a los sabeos, a una nación lejana, porque ha hablado el Señor.
Convocación de los pueblos para el Día del Señor
9 Publiquen esto entre las naciones:
¡Santifíquense para el combate!
¡Animen a los valientes!
¡Que se presenten y suban
todos los hombres de guerra!
10 Forjen espadas con sus azadones
y lanzas con sus hoces;
que el débil diga: "¡Soy un valiente!".
11 Apúrense a venir
todas las naciones de alrededor,
y congréguense allí.
¡Que desciendan tus valientes, Señor!
12 ¡Que despierten y suban las naciones
al valle de Josafat!
Porque allí me sentaré para juzgar
a todas las naciones de alrededor.
13 Pongan mano a la hoz:
la mies está madura;
vengan a pisar:
el lagar está lleno;
las cubas desbordan:
¡tan grande es su maldad!
14 ¡Multitudes innumerables
en el valle de la Decisión!
Porque se acerca el Día del Señor
en el valle de la Decisión.
15 El sol y la luna se oscurecen,
las estrellas pierden su brillo.
16 El Señor ruge desde Sión
y desde Jerusalén hace oír su voz:
¡tiemblan el cielo y la tierra!
¡Pero el Señor será un refugio para su pueblo,
un resguardo para los israelitas!
17 Así ustedes sabrán que yo soy el Señor, su Dios,
que habito en Sión, mi santa Montaña.
Jerusalén será un lugar santo,
y los extranjeros no pasarán más por ella.
La restauración de Israel
18 Aquel día,
las montañas destilarán vino nuevo
y manará leche de las colinas;
por todos los torrentes de Judá
correrán las aguas,
y brotará un manantial de la Casa del Señor,
que regará el valle de las Acacias.
19 Egipto se convertirá en una desolación
y Edóm en un desierto desolado,
a causa de la violencia cometida contra las hijos de Judá,
cuya sangre inocente derramaron en su país.
20 Pero Judá será habitada para siempre
y Jerusalén por todas las generaciones.
21 Yo vengaré su sangre, no la dejaré impune,
y el Señor tendrá su morada en Sión.