1er Libro de Samuel
Los libros de SAMUEL formaban originariamente una sola obra, que luego fue dividida en dos partes, debido a la considerable extensión de la misma. Esta obra abarca un amplio e importante período de la historia de Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o sea, entre el 1050 y el 970 a. C. Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico.
Los hechos que aquí se relatan están centrados en torno a tres figuras protagónicas: Samuel, el profeta austero; Saúl, el primer rey de Israel, y David, el elegido del Señor. Aunque de muy diversa manera, los tres tuvieron una parte muy activa en la agitada vida de su Pueblo y ejercieron sobre ella una influencia decisiva.
Samuel fue el guía espiritual de la nación en los días oscuros de la opresión filistea. Firmemente arraigado en las tradiciones religiosas de Israel, luchó más que ningún otro por mantener viva la fe en el Señor, estimulando al mismo tiempo el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación extranjera. Una vez instaurada la realeza, le prestó su apoyo, pero nunca dejó de afirmar que por encima de la autoridad del rey está la Palabra del Señor, manifestada por medio de sus Profetas.
Saúl fue, ante todo, un rey guerrero. El relato bíblico ha conservado ciertos episodios que nos hacen entrever, al mismo tiempo, la importancia histórica de Saúl y la tragedia de su reinado. Hacia el año 1030 a. C., él comienza la guerra de liberación y los filisteos tienen que replegarse a sus fronteras. Pero la violación de las leyes de la guerra santa (1 Sam. 13. 8-14; 15) le atrae la reprobación de Samuel. Con inflexible severidad, el profeta proclama la caída del rey, y este comienza a perder prestigio. Saúl se vuelve receloso y colérico. La primera víctima de sus celos es David, contra quien desata una encarnizada persecución. Así se desgastan las fuerzas de la monarquía naciente, precisamente cuando el peligro filisteo se hacía cada vez más amenazador. Por último, hacia el 1010 a. C., el desastre de Gelboé marca el trágico fin de este héroe contradictorio y desdichado.
David restauró las ruinas del reino en franco proceso de desintegración. La más significativa de sus hazañas fue ganarse la adhesión de todas las tribus de Israel. Los filisteos fueron rechazados definitivamente y las plazas fuertes cananeas quedaron sometidas al dominio israelita, lográndose así la unidad territorial. Después de la conquista de Jerusalén, el reino davídico tuvo su capital política y religiosa, y las victorias de David sobre los pueblos vecinos aseguraron su hegemonía sobre la Transjordania y sobre los arameos de Siria meridional. Sin embargo, la unidad interna de Israel no llegó a consolidarse realmente. La revuelta de Absalón –apoyada por las tribus del Norte– puso en peligro la estabilidad del reino apenas constituido. A pesar de todo, al término de su larga y azarosa vida, David dejó a su hijo Salomón un reino lleno de gloria y de grandeza.
Basta una somera lectura de los libros de Samuel para descubrir en ellos la presencia de elementos heterogéneos. Fuera de la "Crónica de la sucesión al trono de David" (2 Sam. 9-20), que se caracteriza por su notable unidad, el resto de la obra fue compuesto a partir de tradiciones y documentos de índole bastante diversa. De allí las frecuentes repeticiones y las divergencias en la presentación de los mismos hechos, particularmente en los relatos sobre los orígenes de la monarquía. En la redacción final de la obra se percibe la influencia del Deuteronomio, aunque en menor medida que en los libros de Josué, de los Jueces y de los Reyes.
Los libros de Samuel relatan una historia que llega a su etapa de madurez con la formación del reino de David. En el centro de la narración, el oráculo de Natán (2 Sam. 7. 1-17) asegura la continuidad de la dinastía davídica en el trono de Israel. Así la historia de David adquiere un significado profético y mesiánico. El recuerdo de esta historia fue perfilando en Israel la figura ideal de un descendiente de David, de un "nuevo" David, el Ungido del Señor, el Mesías. Y "cuando se cumplió el tiempo establecido" (Gál. 4. 4), "de la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús" (Hech. 13. 23).
PRIMER LIBRO DE SAMUEL
INFANCIA Y VOCACIÓN DE SAMUEL
La historia de Samuel, el primero de los grandes profetas que dejaron una huella indeleble en la vida de Israel, comienza con el relato de su nacimiento, su infancia y su vocación profética. Estas narraciones, desbordantes de frescura y de unción religiosa, figuran entre las más conmovedoras de toda la Biblia.
La tradición bíblica nos da de Samuel una imagen polifacética, ya que lo presenta ejerciendo las funciones de "juez", de sacerdote, de vidente y de profeta. Su acción se desarrolla en una época de profunda transformación social, cuando ya las viejas instituciones israelitas no ofrecen una respuesta válida a la crisis provocada por el desafío filisteo. Al comienzo, Samuel se resiste al cambio, porque ve los peligros e inconvenientes de la monarquía. Pero al fin renuncia a sus propios criterios, y así prepara el advenimiento de una nueva era para el Pueblo de Dios.
Los hechos que aquí se relatan están centrados en torno a tres figuras protagónicas: Samuel, el profeta austero; Saúl, el primer rey de Israel, y David, el elegido del Señor. Aunque de muy diversa manera, los tres tuvieron una parte muy activa en la agitada vida de su Pueblo y ejercieron sobre ella una influencia decisiva.
Samuel fue el guía espiritual de la nación en los días oscuros de la opresión filistea. Firmemente arraigado en las tradiciones religiosas de Israel, luchó más que ningún otro por mantener viva la fe en el Señor, estimulando al mismo tiempo el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación extranjera. Una vez instaurada la realeza, le prestó su apoyo, pero nunca dejó de afirmar que por encima de la autoridad del rey está la Palabra del Señor, manifestada por medio de sus Profetas.
Saúl fue, ante todo, un rey guerrero. El relato bíblico ha conservado ciertos episodios que nos hacen entrever, al mismo tiempo, la importancia histórica de Saúl y la tragedia de su reinado. Hacia el año 1030 a. C., él comienza la guerra de liberación y los filisteos tienen que replegarse a sus fronteras. Pero la violación de las leyes de la guerra santa (1 Sam. 13. 8-14; 15) le atrae la reprobación de Samuel. Con inflexible severidad, el profeta proclama la caída del rey, y este comienza a perder prestigio. Saúl se vuelve receloso y colérico. La primera víctima de sus celos es David, contra quien desata una encarnizada persecución. Así se desgastan las fuerzas de la monarquía naciente, precisamente cuando el peligro filisteo se hacía cada vez más amenazador. Por último, hacia el 1010 a. C., el desastre de Gelboé marca el trágico fin de este héroe contradictorio y desdichado.
David restauró las ruinas del reino en franco proceso de desintegración. La más significativa de sus hazañas fue ganarse la adhesión de todas las tribus de Israel. Los filisteos fueron rechazados definitivamente y las plazas fuertes cananeas quedaron sometidas al dominio israelita, lográndose así la unidad territorial. Después de la conquista de Jerusalén, el reino davídico tuvo su capital política y religiosa, y las victorias de David sobre los pueblos vecinos aseguraron su hegemonía sobre la Transjordania y sobre los arameos de Siria meridional. Sin embargo, la unidad interna de Israel no llegó a consolidarse realmente. La revuelta de Absalón –apoyada por las tribus del Norte– puso en peligro la estabilidad del reino apenas constituido. A pesar de todo, al término de su larga y azarosa vida, David dejó a su hijo Salomón un reino lleno de gloria y de grandeza.
Basta una somera lectura de los libros de Samuel para descubrir en ellos la presencia de elementos heterogéneos. Fuera de la "Crónica de la sucesión al trono de David" (2 Sam. 9-20), que se caracteriza por su notable unidad, el resto de la obra fue compuesto a partir de tradiciones y documentos de índole bastante diversa. De allí las frecuentes repeticiones y las divergencias en la presentación de los mismos hechos, particularmente en los relatos sobre los orígenes de la monarquía. En la redacción final de la obra se percibe la influencia del Deuteronomio, aunque en menor medida que en los libros de Josué, de los Jueces y de los Reyes.
Los libros de Samuel relatan una historia que llega a su etapa de madurez con la formación del reino de David. En el centro de la narración, el oráculo de Natán (2 Sam. 7. 1-17) asegura la continuidad de la dinastía davídica en el trono de Israel. Así la historia de David adquiere un significado profético y mesiánico. El recuerdo de esta historia fue perfilando en Israel la figura ideal de un descendiente de David, de un "nuevo" David, el Ungido del Señor, el Mesías. Y "cuando se cumplió el tiempo establecido" (Gál. 4. 4), "de la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús" (Hech. 13. 23).
PRIMER LIBRO DE SAMUEL
INFANCIA Y VOCACIÓN DE SAMUEL
La historia de Samuel, el primero de los grandes profetas que dejaron una huella indeleble en la vida de Israel, comienza con el relato de su nacimiento, su infancia y su vocación profética. Estas narraciones, desbordantes de frescura y de unción religiosa, figuran entre las más conmovedoras de toda la Biblia.
La tradición bíblica nos da de Samuel una imagen polifacética, ya que lo presenta ejerciendo las funciones de "juez", de sacerdote, de vidente y de profeta. Su acción se desarrolla en una época de profunda transformación social, cuando ya las viejas instituciones israelitas no ofrecen una respuesta válida a la crisis provocada por el desafío filisteo. Al comienzo, Samuel se resiste al cambio, porque ve los peligros e inconvenientes de la monarquía. Pero al fin renuncia a sus propios criterios, y así prepara el advenimiento de una nueva era para el Pueblo de Dios.
Capítulo 1: 1 Samuél 1
La peregrinación de Elcanáal santuario de Silo
1 1 Había un hombre de Ramataim, un sufita de la montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Ierojám, hijo de Eliú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita.
2 El tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Peniná. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno.
3 Este hombre subía cada año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor en Silo. Allí eran sacerdotes del Señor, Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.
4 El día en que Elcaná ofrecía su sacrificio, daba a su esposa Peniná, y a todos sus hijos e hijas, porciones de la víctima.
5 Pero a Ana le daba una porción especial, porque la amaba, aunque el Señor la había hecho estéril.
6 Su rival la afligía constantemente para humillarla, porque el Señor la había hecho estéril.
7 Así sucedía año tras año: cada vez que ella subía a la Casa del Señor, la otra la afligía de la misma manera. Entonces Ana se ponía a llorar y no quería comer.
8 Pero Elcaná, su marido, le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué estás triste? ¿No valgo yo para ti más que diez hijos?".
La súplica y el voto de Ana
9 Después que comieron y bebieron en Silo, Ana se levantó. Mientras tanto, el sacerdote Elí estaba sentado en su silla a la puerta del Templo del Señor.
10 Entonces Ana, con el alma llena de amargura, oró al Señor y lloró desconsoladamente.
11 Luego hizo este voto: "Señor de los ejércitos, si miras la miseria de tu servidora y te acuerdas de mí, si no te olvidas de tu servidora y le das un hijo varón, yo lo entregaré al Señor para toda su vida, y la navaja no pasará por su cabeza".
12 Mientras ella prolongaba su oración delante del Señor, Elí miraba atentamente su boca.
13 Ana oraba en silencio; sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Elí pensó que estaba ebria, 14 y le dijo: "¿Hasta cuándo te va a durar la borrachera? ¡Ve a que se te pase el efecto del vino!".
15 Ana respondió: "No, mi señor; yo soy una mujer que sufre mucho. No he bebido vino ni nada que pueda embriagar; sólo me estaba desahogando delante del Señor.
16 No tomes a tu servidora por una mujer cualquiera; si he estado hablando hasta ahora, ha sido por el exceso de mi congoja y mi dolor".
17 "Vete en paz, le respondió Elí, y que el Dios de Israel te conceda lo que tanto le has pedido".
18 Ana le dijo entonces: "¡Que tu servidora pueda gozar siempre de tu favor!". Luego la mujer se fue por su camino, comió algo y cambió de semblante.
El nacimiento y la consagración de Samuel
19 A la mañana siguiente, se levantaron bien temprano y se postraron delante del Señor; luego regresaron a su casa en Ramá. Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella.
20 Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: "Se lo he pedido al Señor".
21 El marido, Elcaná, subió con toda su familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto.
22 Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: "No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré, y él se presentará delante del Señor y se quedará allí para siempre".
23 Elcaná, su marido, le dijo: "Puedes hacer lo que mejor te parezca. Quédate hasta que lo hayas destetado, y ojalá que el Señor cumpla su palabra". La mujer se quedó, y crió a su hijo hasta que lo destetó.
24 Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño.
25 Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
26 Ella dijo: "Perdón, señor mío; ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor.
27 Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía.
28 Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él: para toda su vida queda cedido al Señor". Después se postraron delante del Señor.
La peregrinación de Elcanáal santuario de Silo
1 1 Había un hombre de Ramataim, un sufita de la montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Ierojám, hijo de Eliú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita.
2 El tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Peniná. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno.
3 Este hombre subía cada año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor en Silo. Allí eran sacerdotes del Señor, Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.
4 El día en que Elcaná ofrecía su sacrificio, daba a su esposa Peniná, y a todos sus hijos e hijas, porciones de la víctima.
5 Pero a Ana le daba una porción especial, porque la amaba, aunque el Señor la había hecho estéril.
6 Su rival la afligía constantemente para humillarla, porque el Señor la había hecho estéril.
7 Así sucedía año tras año: cada vez que ella subía a la Casa del Señor, la otra la afligía de la misma manera. Entonces Ana se ponía a llorar y no quería comer.
8 Pero Elcaná, su marido, le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué estás triste? ¿No valgo yo para ti más que diez hijos?".
La súplica y el voto de Ana
9 Después que comieron y bebieron en Silo, Ana se levantó. Mientras tanto, el sacerdote Elí estaba sentado en su silla a la puerta del Templo del Señor.
10 Entonces Ana, con el alma llena de amargura, oró al Señor y lloró desconsoladamente.
11 Luego hizo este voto: "Señor de los ejércitos, si miras la miseria de tu servidora y te acuerdas de mí, si no te olvidas de tu servidora y le das un hijo varón, yo lo entregaré al Señor para toda su vida, y la navaja no pasará por su cabeza".
12 Mientras ella prolongaba su oración delante del Señor, Elí miraba atentamente su boca.
13 Ana oraba en silencio; sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Elí pensó que estaba ebria, 14 y le dijo: "¿Hasta cuándo te va a durar la borrachera? ¡Ve a que se te pase el efecto del vino!".
15 Ana respondió: "No, mi señor; yo soy una mujer que sufre mucho. No he bebido vino ni nada que pueda embriagar; sólo me estaba desahogando delante del Señor.
16 No tomes a tu servidora por una mujer cualquiera; si he estado hablando hasta ahora, ha sido por el exceso de mi congoja y mi dolor".
17 "Vete en paz, le respondió Elí, y que el Dios de Israel te conceda lo que tanto le has pedido".
18 Ana le dijo entonces: "¡Que tu servidora pueda gozar siempre de tu favor!". Luego la mujer se fue por su camino, comió algo y cambió de semblante.
El nacimiento y la consagración de Samuel
19 A la mañana siguiente, se levantaron bien temprano y se postraron delante del Señor; luego regresaron a su casa en Ramá. Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella.
20 Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: "Se lo he pedido al Señor".
21 El marido, Elcaná, subió con toda su familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto.
22 Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: "No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré, y él se presentará delante del Señor y se quedará allí para siempre".
23 Elcaná, su marido, le dijo: "Puedes hacer lo que mejor te parezca. Quédate hasta que lo hayas destetado, y ojalá que el Señor cumpla su palabra". La mujer se quedó, y crió a su hijo hasta que lo destetó.
24 Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño.
25 Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
26 Ella dijo: "Perdón, señor mío; ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor.
27 Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía.
28 Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él: para toda su vida queda cedido al Señor". Después se postraron delante del Señor.
Capítulo 2: 1 Samuél 2
El canto de Ana
2 1 Entonces Ana oró, diciendo:
"Mi corazón se regocija en el Señor,
tengo la frente erguida gracias a mi Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque tu salvación me ha llenado de alegría.
2 No hay Santo como el Señor,
porque no hay nadie fuera de ti,
y no hay Roca como nuestro Dios.
3 No hablen con tanta arrogancia,
que la insolencia no les brote de la boca,
porque el Señor es el Dios que lo sabe todo,
y es él quien valora las acciones.
4 El arco de los valientes se ha quebrado,
y los vacilantes se ciñen de vigor;
5 los satisfechos se contratan por un pedazo de pan,
y los hambrientos dejan de fatigarse;
la mujer estéril da a luz siete veces,
y la madre de muchos hijos se marchita.
6 El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el Abismo y levanta de él.
7 El Señor da la pobreza y la riqueza,
humilla y también enaltece.
8 Él levanta del polvo al desvalido
y alza al pobre de la miseria,
para hacerlos sentar con los príncipes
y darles en herencia un trono de gloria;
porque del Señor son las columnas de la tierra
y sobre ellas afianzó el mundo.
9 Él protege los pasos de sus fieles,
pero los malvados desaparecerán en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
10 Los rivales del Señor quedan aterrados,
el Altísimo truena desde el cielo.
El Señor juzga los confines de la tierra;
él fortalece a su rey
y exalta la frente de su Ungido".
11 Luego Elcaná se fue a su casa en Ramá, y el niño quedó al servicio del Señor, a las órdenes del sacerdote Elí.
Los abusos de los hijos de Elí
12 Los hijos de Elí eran unos canallas, que no reconocían al Señor 13 ni respetaban los deberes de los sacerdotes para con el pueblo. Cada vez que alguien ofrecía un sacrificio, venía el servidor del sacerdote con un tenedor de tres dientes en la mano, mientras se cocía la carne.
14 Entonces lo metía en la olla o el caldero, en la cacerola o el tazón, y todo lo que recogía el tenedor, se lo guardaba el sacerdote para él. Así hacían con todos los israelitas que iban a Silo.
15 Incluso antes que se quemara la grasa, venía el servidor del sacerdote y decía a la persona que ofrecía el sacrificio: "Dale al sacerdote carne para asar; él no aceptará de ti carne cocida, sino sólo cruda".
16 Y si el hombre le decía: "Primero hay que quemar la grasa; después, llévate lo que quieras", el servidor replicaba: "No, o me la das ahora mismo, o me la llevo por la fuerza".
17 El pecado de esos ayudantes era muy grave delante del Señor, porque deshonraban las ofrendas del Señor.
Samuel en el Templo de Silo
18 Samuel servía en la presencia del Señor; era un niño, y llevaba ceñido el efod de lino.
19 Su madre le hacía un pequeño manto, y se lo traía cada año, cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual.
20 Entonces Elí bendecía a Elcaná y a su mujer, diciendo: "Que el Señor te conceda una descendencia de esta mujer, a cambio de aquel que fue cedido al Señor". Luego se volvían a su casa.
21 El Señor intervino en favor de Ana, y ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Mientras tanto, el joven Samuel crecía junto al Señor.
Los reproches de Elí a sus hijos
22 Elí era ya muy viejo, y oyó hablar de todo lo que hacían sus hijos a Israel, y cómo se acostaban con las mujeres que prestaban servicio a la entrada de la Carpa del Encuentro.
23 Entonces les dijo: "¿Por qué hacen esas cosas? Oigo hablar a todo el pueblo de las malas acciones que ustedes cometen.
24 No, hijos míos, no es nada bueno el rumor que se hace correr entre el pueblo del Señor.
25 Si un hombre peca contra otro hombre, Dios interviene como árbitro; pero si un hombre peca contra el Señor, ¿quién puede interceder por él?". Pero ellos no escucharon la voz de su padre, porque el Señor quería hacerlos morir.
26 En cambio, el joven Samuel iba creciendo, y era apreciado por Dios y por los hombres.
Anuncio profético contra los descendientes de Elí
27 Un hombre de Dios se presentó a Elí y le dijo: "Así habla el Señor: Yo me revelé a la familia de tu padre, cuando ellos estaban en Egipto, bajo el poder de la casa del Faraón.
28 Elegí a tu padre entre todas las tribus de Israel, para que fuera mi sacerdote y subiera a mi altar, para que hiciera arder el incienso y llevara el efod en mi presencia. Y asigné a la familia de tu padre todas las ofrendas que hacen quemar los israelitas.
29 ¿Por qué entonces pisotean mi sacrificio y mi ofrenda, que yo prescribí para mi Morada? ¿Por qué honras a tus hijos más que a mí, haciéndolos engordar con lo mejor de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?
30 Por eso, el Señor, el Dios de Israel, pronuncia este oráculo: Yo había dicho que tu familia caminaría siempre en mi presencia. Pero ahora –oráculo del Señor– ¡lejos de mí todo eso! Porque yo honro a los que me honran, pero los que me desprecian son humillados.
31 Llegan los días en que amputaré tu brazo y el de la familia de tu padre, de manera que no habrá más ancianos en tu casa.
32 Tú verás un rival en la Morada; y aunque todo le vaya bien a Israel, nunca habrá ancianos en tu casa.
33 Sin embargo, mantendré a algunos de tus descendientes cerca de mi altar, para que se consuman tus ojos y se desgaste tu vida; pero todos los vástagos de tu casa morirán en la flor de la edad.
34 Y te servirá de señal lo que les sucederá a tus hijos Jofní y Pinjás, ambos morirán el mismo día.
35 En cambio, yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obrará conforme a mi corazón y a mis deseos. Yo le edificaré una casa duradera, y él caminará en presencia de mi Ungido todos los días de su vida.
36 Y todos los que subsistan de tu casa irán a postrarse delante de él por una moneda de plata y una miga de pan, y le dirán, Admíteme, por favor, a cualquiera de las funciones sacerdotales, para que tenga un pedazo de pan que comer".
El canto de Ana
2 1 Entonces Ana oró, diciendo:
"Mi corazón se regocija en el Señor,
tengo la frente erguida gracias a mi Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque tu salvación me ha llenado de alegría.
2 No hay Santo como el Señor,
porque no hay nadie fuera de ti,
y no hay Roca como nuestro Dios.
3 No hablen con tanta arrogancia,
que la insolencia no les brote de la boca,
porque el Señor es el Dios que lo sabe todo,
y es él quien valora las acciones.
4 El arco de los valientes se ha quebrado,
y los vacilantes se ciñen de vigor;
5 los satisfechos se contratan por un pedazo de pan,
y los hambrientos dejan de fatigarse;
la mujer estéril da a luz siete veces,
y la madre de muchos hijos se marchita.
6 El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el Abismo y levanta de él.
7 El Señor da la pobreza y la riqueza,
humilla y también enaltece.
8 Él levanta del polvo al desvalido
y alza al pobre de la miseria,
para hacerlos sentar con los príncipes
y darles en herencia un trono de gloria;
porque del Señor son las columnas de la tierra
y sobre ellas afianzó el mundo.
9 Él protege los pasos de sus fieles,
pero los malvados desaparecerán en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
10 Los rivales del Señor quedan aterrados,
el Altísimo truena desde el cielo.
El Señor juzga los confines de la tierra;
él fortalece a su rey
y exalta la frente de su Ungido".
11 Luego Elcaná se fue a su casa en Ramá, y el niño quedó al servicio del Señor, a las órdenes del sacerdote Elí.
Los abusos de los hijos de Elí
12 Los hijos de Elí eran unos canallas, que no reconocían al Señor 13 ni respetaban los deberes de los sacerdotes para con el pueblo. Cada vez que alguien ofrecía un sacrificio, venía el servidor del sacerdote con un tenedor de tres dientes en la mano, mientras se cocía la carne.
14 Entonces lo metía en la olla o el caldero, en la cacerola o el tazón, y todo lo que recogía el tenedor, se lo guardaba el sacerdote para él. Así hacían con todos los israelitas que iban a Silo.
15 Incluso antes que se quemara la grasa, venía el servidor del sacerdote y decía a la persona que ofrecía el sacrificio: "Dale al sacerdote carne para asar; él no aceptará de ti carne cocida, sino sólo cruda".
16 Y si el hombre le decía: "Primero hay que quemar la grasa; después, llévate lo que quieras", el servidor replicaba: "No, o me la das ahora mismo, o me la llevo por la fuerza".
17 El pecado de esos ayudantes era muy grave delante del Señor, porque deshonraban las ofrendas del Señor.
Samuel en el Templo de Silo
18 Samuel servía en la presencia del Señor; era un niño, y llevaba ceñido el efod de lino.
19 Su madre le hacía un pequeño manto, y se lo traía cada año, cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual.
20 Entonces Elí bendecía a Elcaná y a su mujer, diciendo: "Que el Señor te conceda una descendencia de esta mujer, a cambio de aquel que fue cedido al Señor". Luego se volvían a su casa.
21 El Señor intervino en favor de Ana, y ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Mientras tanto, el joven Samuel crecía junto al Señor.
Los reproches de Elí a sus hijos
22 Elí era ya muy viejo, y oyó hablar de todo lo que hacían sus hijos a Israel, y cómo se acostaban con las mujeres que prestaban servicio a la entrada de la Carpa del Encuentro.
23 Entonces les dijo: "¿Por qué hacen esas cosas? Oigo hablar a todo el pueblo de las malas acciones que ustedes cometen.
24 No, hijos míos, no es nada bueno el rumor que se hace correr entre el pueblo del Señor.
25 Si un hombre peca contra otro hombre, Dios interviene como árbitro; pero si un hombre peca contra el Señor, ¿quién puede interceder por él?". Pero ellos no escucharon la voz de su padre, porque el Señor quería hacerlos morir.
26 En cambio, el joven Samuel iba creciendo, y era apreciado por Dios y por los hombres.
Anuncio profético contra los descendientes de Elí
27 Un hombre de Dios se presentó a Elí y le dijo: "Así habla el Señor: Yo me revelé a la familia de tu padre, cuando ellos estaban en Egipto, bajo el poder de la casa del Faraón.
28 Elegí a tu padre entre todas las tribus de Israel, para que fuera mi sacerdote y subiera a mi altar, para que hiciera arder el incienso y llevara el efod en mi presencia. Y asigné a la familia de tu padre todas las ofrendas que hacen quemar los israelitas.
29 ¿Por qué entonces pisotean mi sacrificio y mi ofrenda, que yo prescribí para mi Morada? ¿Por qué honras a tus hijos más que a mí, haciéndolos engordar con lo mejor de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?
30 Por eso, el Señor, el Dios de Israel, pronuncia este oráculo: Yo había dicho que tu familia caminaría siempre en mi presencia. Pero ahora –oráculo del Señor– ¡lejos de mí todo eso! Porque yo honro a los que me honran, pero los que me desprecian son humillados.
31 Llegan los días en que amputaré tu brazo y el de la familia de tu padre, de manera que no habrá más ancianos en tu casa.
32 Tú verás un rival en la Morada; y aunque todo le vaya bien a Israel, nunca habrá ancianos en tu casa.
33 Sin embargo, mantendré a algunos de tus descendientes cerca de mi altar, para que se consuman tus ojos y se desgaste tu vida; pero todos los vástagos de tu casa morirán en la flor de la edad.
34 Y te servirá de señal lo que les sucederá a tus hijos Jofní y Pinjás, ambos morirán el mismo día.
35 En cambio, yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obrará conforme a mi corazón y a mis deseos. Yo le edificaré una casa duradera, y él caminará en presencia de mi Ungido todos los días de su vida.
36 Y todos los que subsistan de tu casa irán a postrarse delante de él por una moneda de plata y una miga de pan, y le dirán, Admíteme, por favor, a cualquiera de las funciones sacerdotales, para que tenga un pedazo de pan que comer".
Capítulo 3: 1 Samuél 3
La vocación de Samuel
3 1 El joven Samuel servía al Señor en la presencia de Elí. La palabra del Señor era rara en aquellos días, y la visión no era frecuente.
2 Un día, Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos comenzaban a debilitarse y no podía ver.
3 La lámpara de Dios aún no se había apagado, y Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.
4 El Señor llamó a Samuel, y él respondió: "Aquí estoy".
5 Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Pero Elí le dijo: "Yo no te llamé; vuelve a acostarte". Y él se fue a acostar.
6 El Señor llamó a Samuel una vez más. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Elí le respondió: "Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte".
7 Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada.
8 El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven, 9 y dijo a Samuel: "Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás, Habla, Señor, porque tu servidor escucha". Y Samuel fue a acostarse en su sitio.
10 Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: "¡Samuel, Samuel!". Él respondió: "Habla, porque tu servidor escucha".
11 El Señor dijo a Samuel: "Mira, voy a hacer una cosa en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos.
12 Aquel día, realizaré contra Elí todo lo que dije acerca de su casa, desde el comienzo hasta el fin.
13 Yo le anuncio que condeno a su casa para siempre a causa de su iniquidad, porque él sabía que sus hijos maldecían a Dios, y no los reprendió.
14 Por eso, juro a la casa de Elí: jamás será expiada la falta de su casa, ni con sacrificios ni con oblaciones".
15 Samuel se quedó acostado hasta la mañana. Después abrió las puertas de la Casa del Señor, pero no se atrevía a contar la visión a Elí.
16 Entonces Elí lo llamó y le dijo: "Samuel, hijo mío". "Aquí estoy", respondió él.
17 Elí preguntó: "¿Qué es lo que te ha dicho? Por favor, no me ocultes nada. Que Dios te castigue, si me ocultas algo de lo que él te dijo".
18 Samuel le contó todo, sin ocultarle nada. Elí exclamó: "Él es el Señor; que haga lo que mejor le parezca".
El prestigio de Samuel como profeta
19 Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de sus palabras.
20 Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta del Señor.
21 El Señor continuó apareciéndose en Silo, porque era allí donde él se revelaba a Samuel.
La vocación de Samuel
3 1 El joven Samuel servía al Señor en la presencia de Elí. La palabra del Señor era rara en aquellos días, y la visión no era frecuente.
2 Un día, Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos comenzaban a debilitarse y no podía ver.
3 La lámpara de Dios aún no se había apagado, y Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.
4 El Señor llamó a Samuel, y él respondió: "Aquí estoy".
5 Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Pero Elí le dijo: "Yo no te llamé; vuelve a acostarte". Y él se fue a acostar.
6 El Señor llamó a Samuel una vez más. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Elí le respondió: "Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte".
7 Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada.
8 El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven, 9 y dijo a Samuel: "Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás, Habla, Señor, porque tu servidor escucha". Y Samuel fue a acostarse en su sitio.
10 Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: "¡Samuel, Samuel!". Él respondió: "Habla, porque tu servidor escucha".
11 El Señor dijo a Samuel: "Mira, voy a hacer una cosa en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos.
12 Aquel día, realizaré contra Elí todo lo que dije acerca de su casa, desde el comienzo hasta el fin.
13 Yo le anuncio que condeno a su casa para siempre a causa de su iniquidad, porque él sabía que sus hijos maldecían a Dios, y no los reprendió.
14 Por eso, juro a la casa de Elí: jamás será expiada la falta de su casa, ni con sacrificios ni con oblaciones".
15 Samuel se quedó acostado hasta la mañana. Después abrió las puertas de la Casa del Señor, pero no se atrevía a contar la visión a Elí.
16 Entonces Elí lo llamó y le dijo: "Samuel, hijo mío". "Aquí estoy", respondió él.
17 Elí preguntó: "¿Qué es lo que te ha dicho? Por favor, no me ocultes nada. Que Dios te castigue, si me ocultas algo de lo que él te dijo".
18 Samuel le contó todo, sin ocultarle nada. Elí exclamó: "Él es el Señor; que haga lo que mejor le parezca".
El prestigio de Samuel como profeta
19 Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de sus palabras.
20 Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta del Señor.
21 El Señor continuó apareciéndose en Silo, porque era allí donde él se revelaba a Samuel.
Capítulo 4: 1 Samuél 4
4 1 Y la palabra de Samuel llegó a todo Israel.
EL ARCA DE LA ALIANZA EN PODER DE LOS FILISTEOS
Hacia el año 1050 a. C. las tropas israelitas sufren una doble derrota frente a los filisteos, y el Arca de la Alianza, llevada al campo de batalla como garantía de victoria, cae en poder del enemigo. Esta catástrofe sin precedentes, que aseguró a los filisteos el dominio sobre las montañas centrales de Palestina, determinó un cambio profundo en la organización política de Israel. Los hombres más realistas comprendieron que el ascendiente personal de los líderes "carismáticos" no era suficiente para enfrentar a un adversario poderoso y bien organizado. Hacía falta una autoridad estable, es decir, un rey. Así se fue debilitando la resistencia de los grupos tradicionalistas, que consideraban la institución de la monarquía como una rebeldía contra el Señor, el único soberano de Israel.
Una vez recuperada la paz, las aventuras del Arca de la Alianza en poder de los filisteos dieron origen a un relato popular lleno de humor e ironía, que ha sido incluido en los capítulos siguientes. Dicho relato quiere exaltar la gloria de ese símbolo tan sagrado para Israel, cuyo traslado a Jerusalén, durante el reinado de David, convertiría a la nueva capital del reino en la "Ciudad de Dios" (Sal. 46. 5).
La derrota de Israel frente a los filisteos
En aquellos días, los filisteos se reunieron para combatir contra Israel. Israel les salió al encuentro para el combate, y acamparon en Eben Ezer, mientras los filisteos acampaban en Afec.
2 Los filisteos se alinearon en orden de batalla frente a Israel, y se entabló un duro combate. Israel cayó derrotado delante de los filisteos, y unos cuatro mil hombres fueron muertos en el frente de batalla, en campo abierto.
3 Cuando el pueblo regresó al campamento, los ancianos de Israel dijeron: "¿Por qué el Señor nos ha derrotado hoy delante de los filisteos? Vayamos a buscar a Silo el Arca de la Alianza del Señor, que ella esté presente en medio de nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos".
4 El pueblo envió unos hombres a Silo, y trajeron de allí el Arca de la Alianza del Señor de los ejércitos, que tiene su trono sobre los querubines. Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, acompañaban el Arca.
Nueva derrota de los israelitas y captura del Arca
5 Cuando el Arca de la Alianza del Señor llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron una gran ovación y tembló la tierra.
6 Los filisteos oyeron el estruendo de la ovación y dijeron: "¿Qué significa esa estruendosa ovación en el campamento de los hebreos?". Al saber que el Arca del Señor había llegado al campamento, 7 los filisteos sintieron temor, porque decían: "Un dios ha llegado al campamento". Y exclamaron: "¡Ay de nosotros, porque nada de esto había sucedido antes!
8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de este dios poderoso? Este es el dios que castigó a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto.
9 ¡Tengan valor y sean hombres, filisteos, para no ser esclavizados por los hebreos, como ellos lo fueron por ustedes! ¡Sean hombres y luchen!".
10 Los filisteos libraron batalla. Israel fue derrotado y cada uno huyó a sus campamentos. La derrota fue muy grande, y cayeron entre los israelitas treinta mil hombres de a pie.
11 El Arca del Señor fue capturada, y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.
La muerte de Elí
12 Un hombre de Benjamín escapó del frente de batalla y llegó a Silo ese mismo día, con la ropa desgarrada y la cabeza cubierta de polvo.
13 Cuando llegó, Elí estaba sentado en una silla al borde del camino, a la expectativa, porque su corazón temblaba por el Arca de Dios. El hombre fue a dar la noticia por la ciudad, y toda la ciudad se puso a gritar.
14 Al oír el clamor, Elí preguntó: "¿Qué significa ese tumulto?". Entonces el hombre fue rápidamente a comunicar la noticia a Elí.
15 Este tenía noventa y ocho años; había perdido la vista y no podía ver.
16 El hombre le dijo: "Vengo del frente de batalla; hoy mismo he escapado de allí". Elí le preguntó: "¿Qué ha pasado, hijo mío?".
17 El mensajero respondió: "Israel huyó delante de los filisteos, y el pueblo ha sufrido un gran desastre; han muerto tus hijos Jofní y Pinjás, y el Arca de Dios ha sido capturada".
18 Apenas el hombre mencionó el Arca de Dios, Elí cayó de su silla hacia atrás, al lado de la puerta; así se rompió la nunca y murió, porque era viejo y pesado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años.
La muerte de la nuera de Elí
19 Su nuera, la mujer de Pinjás, estaba embarazada, próxima a dar a luz. Cuando oyó la noticia de la captura del Arca de Dios, y de la muerte de su suegro y de su marido, se encorvó y dio a luz, porque le sobrevinieron los dolores del parto.
20 Como estaba a punto de morir, las mujeres que la asistían le dijeron: "No temas, has tenido un varón". Pero ella no respondió ni prestó atención.
21 Y puso al niño el nombre de Icabod, diciendo: "La gloria ha sido desterrada de Israel", en alusión a la captura del Arca de Dios y a la muerte de su suegro y de su marido.
4 1 Y la palabra de Samuel llegó a todo Israel.
EL ARCA DE LA ALIANZA EN PODER DE LOS FILISTEOS
Hacia el año 1050 a. C. las tropas israelitas sufren una doble derrota frente a los filisteos, y el Arca de la Alianza, llevada al campo de batalla como garantía de victoria, cae en poder del enemigo. Esta catástrofe sin precedentes, que aseguró a los filisteos el dominio sobre las montañas centrales de Palestina, determinó un cambio profundo en la organización política de Israel. Los hombres más realistas comprendieron que el ascendiente personal de los líderes "carismáticos" no era suficiente para enfrentar a un adversario poderoso y bien organizado. Hacía falta una autoridad estable, es decir, un rey. Así se fue debilitando la resistencia de los grupos tradicionalistas, que consideraban la institución de la monarquía como una rebeldía contra el Señor, el único soberano de Israel.
Una vez recuperada la paz, las aventuras del Arca de la Alianza en poder de los filisteos dieron origen a un relato popular lleno de humor e ironía, que ha sido incluido en los capítulos siguientes. Dicho relato quiere exaltar la gloria de ese símbolo tan sagrado para Israel, cuyo traslado a Jerusalén, durante el reinado de David, convertiría a la nueva capital del reino en la "Ciudad de Dios" (Sal. 46. 5).
La derrota de Israel frente a los filisteos
En aquellos días, los filisteos se reunieron para combatir contra Israel. Israel les salió al encuentro para el combate, y acamparon en Eben Ezer, mientras los filisteos acampaban en Afec.
2 Los filisteos se alinearon en orden de batalla frente a Israel, y se entabló un duro combate. Israel cayó derrotado delante de los filisteos, y unos cuatro mil hombres fueron muertos en el frente de batalla, en campo abierto.
3 Cuando el pueblo regresó al campamento, los ancianos de Israel dijeron: "¿Por qué el Señor nos ha derrotado hoy delante de los filisteos? Vayamos a buscar a Silo el Arca de la Alianza del Señor, que ella esté presente en medio de nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos".
4 El pueblo envió unos hombres a Silo, y trajeron de allí el Arca de la Alianza del Señor de los ejércitos, que tiene su trono sobre los querubines. Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, acompañaban el Arca.
Nueva derrota de los israelitas y captura del Arca
5 Cuando el Arca de la Alianza del Señor llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron una gran ovación y tembló la tierra.
6 Los filisteos oyeron el estruendo de la ovación y dijeron: "¿Qué significa esa estruendosa ovación en el campamento de los hebreos?". Al saber que el Arca del Señor había llegado al campamento, 7 los filisteos sintieron temor, porque decían: "Un dios ha llegado al campamento". Y exclamaron: "¡Ay de nosotros, porque nada de esto había sucedido antes!
8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de este dios poderoso? Este es el dios que castigó a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto.
9 ¡Tengan valor y sean hombres, filisteos, para no ser esclavizados por los hebreos, como ellos lo fueron por ustedes! ¡Sean hombres y luchen!".
10 Los filisteos libraron batalla. Israel fue derrotado y cada uno huyó a sus campamentos. La derrota fue muy grande, y cayeron entre los israelitas treinta mil hombres de a pie.
11 El Arca del Señor fue capturada, y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.
La muerte de Elí
12 Un hombre de Benjamín escapó del frente de batalla y llegó a Silo ese mismo día, con la ropa desgarrada y la cabeza cubierta de polvo.
13 Cuando llegó, Elí estaba sentado en una silla al borde del camino, a la expectativa, porque su corazón temblaba por el Arca de Dios. El hombre fue a dar la noticia por la ciudad, y toda la ciudad se puso a gritar.
14 Al oír el clamor, Elí preguntó: "¿Qué significa ese tumulto?". Entonces el hombre fue rápidamente a comunicar la noticia a Elí.
15 Este tenía noventa y ocho años; había perdido la vista y no podía ver.
16 El hombre le dijo: "Vengo del frente de batalla; hoy mismo he escapado de allí". Elí le preguntó: "¿Qué ha pasado, hijo mío?".
17 El mensajero respondió: "Israel huyó delante de los filisteos, y el pueblo ha sufrido un gran desastre; han muerto tus hijos Jofní y Pinjás, y el Arca de Dios ha sido capturada".
18 Apenas el hombre mencionó el Arca de Dios, Elí cayó de su silla hacia atrás, al lado de la puerta; así se rompió la nunca y murió, porque era viejo y pesado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años.
La muerte de la nuera de Elí
19 Su nuera, la mujer de Pinjás, estaba embarazada, próxima a dar a luz. Cuando oyó la noticia de la captura del Arca de Dios, y de la muerte de su suegro y de su marido, se encorvó y dio a luz, porque le sobrevinieron los dolores del parto.
20 Como estaba a punto de morir, las mujeres que la asistían le dijeron: "No temas, has tenido un varón". Pero ella no respondió ni prestó atención.
21 Y puso al niño el nombre de Icabod, diciendo: "La gloria ha sido desterrada de Israel", en alusión a la captura del Arca de Dios y a la muerte de su suegro y de su marido.
Capítulo 5: 1 Samuél 5
Los estragos causados por el Arca
5 1 Los filisteos capturaron el Arca de Dios y la trasladaron de Eben Ezer a Asdod.
2 Allí tomaron el Arca de Dios, la introdujeron en el templo de Dagón y la expusieron al lado de Dagón.
3 A la mañana siguiente, los asdoditas se levantaron bien temprano, y encontraron a Dagón caído en el suelo, boca abajo, ante el Arca del Señor. Lo recogieron y lo volvieron a poner en su sitio.
4 Pero a la mañana siguiente, cuando los asdoditas se levantaron, encontraron a Dagón caído en el suelo, boca abajo, ante el Arca del Señor. La cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos yacían cortadas sobre el umbral, y no le quedaba más que el tronco.
5 Por eso, hasta el día de hoy los sacerdotes de Dagón y los que entran en su templo, en Asdod, no pisan el umbral.
6 La mano del Señor se hizo sentir pesadamente sobre los asdoditas y los devastó, hiriéndolos con tumores por todo el territorio de Asdod.
7 Al ver lo que sucedía, los asdoditas dijeron: "Que el Arca del Señor no se quede entre nosotros, porque su mano es dura contra nosotros y contra Dagón, nuestro dios".
8 Entonces invitaron a todos los príncipes de los filisteos a reunirse con ellos, y dijeron: "¿Qué podemos hacer con el Arca del Dios de Israel?". Ellos respondieron: "Hay que trasladarla a Gat". Así trasladaron el Arca del Dios de Israel.
9 Pero una vez que fue trasladada, la mano del Señor se hizo sentir sobre la ciudad y cundió un pánico terrible, porque el Señor hirió a la gente de la ciudad, del más pequeño al más grande, y les brotaron tumores.
10 Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Pero apenas el Arca llegó a Ecrón, los ecronitas gritaron: "Han trasladado aquí el Arca del Dios de Israel, para hacerme morir a mí y a mi pueblo".
11 Luego invitaron a reunirse a todos los príncipes de los filisteos, y estos decían: "Devuelvan el Arca del Dios de Israel; que regrese al lugar donde estaba, y no me haga morir a mí y a mi pueblo". Porque reinaba un pánico mortal en toda la ciudad, tal era el peso con que se hacía sentir la mano del Señor.
12 A los que no morían les brotaban tumores, y el clamor de la ciudad subía hasta el cielo.
Los estragos causados por el Arca
5 1 Los filisteos capturaron el Arca de Dios y la trasladaron de Eben Ezer a Asdod.
2 Allí tomaron el Arca de Dios, la introdujeron en el templo de Dagón y la expusieron al lado de Dagón.
3 A la mañana siguiente, los asdoditas se levantaron bien temprano, y encontraron a Dagón caído en el suelo, boca abajo, ante el Arca del Señor. Lo recogieron y lo volvieron a poner en su sitio.
4 Pero a la mañana siguiente, cuando los asdoditas se levantaron, encontraron a Dagón caído en el suelo, boca abajo, ante el Arca del Señor. La cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos yacían cortadas sobre el umbral, y no le quedaba más que el tronco.
5 Por eso, hasta el día de hoy los sacerdotes de Dagón y los que entran en su templo, en Asdod, no pisan el umbral.
6 La mano del Señor se hizo sentir pesadamente sobre los asdoditas y los devastó, hiriéndolos con tumores por todo el territorio de Asdod.
7 Al ver lo que sucedía, los asdoditas dijeron: "Que el Arca del Señor no se quede entre nosotros, porque su mano es dura contra nosotros y contra Dagón, nuestro dios".
8 Entonces invitaron a todos los príncipes de los filisteos a reunirse con ellos, y dijeron: "¿Qué podemos hacer con el Arca del Dios de Israel?". Ellos respondieron: "Hay que trasladarla a Gat". Así trasladaron el Arca del Dios de Israel.
9 Pero una vez que fue trasladada, la mano del Señor se hizo sentir sobre la ciudad y cundió un pánico terrible, porque el Señor hirió a la gente de la ciudad, del más pequeño al más grande, y les brotaron tumores.
10 Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Pero apenas el Arca llegó a Ecrón, los ecronitas gritaron: "Han trasladado aquí el Arca del Dios de Israel, para hacerme morir a mí y a mi pueblo".
11 Luego invitaron a reunirse a todos los príncipes de los filisteos, y estos decían: "Devuelvan el Arca del Dios de Israel; que regrese al lugar donde estaba, y no me haga morir a mí y a mi pueblo". Porque reinaba un pánico mortal en toda la ciudad, tal era el peso con que se hacía sentir la mano del Señor.
12 A los que no morían les brotaban tumores, y el clamor de la ciudad subía hasta el cielo.
Capítulo 6: 1 Samuél 6
La devolución del Arca
6 1 El Arca del Señor permaneció siete meses en territorio filisteo.
2 Luego los filisteos convocaron a los sacerdotes y adivinos, y les preguntaron: "¿Qué haremos con el Arca del Señor? Indíquennos cómo podemos enviarla al lugar donde estaba".
3 Ellos respondieron: "Si devuelven el Arca del Dios de Israel, no la envíen sin nada, sino que deberán ofrecerle una reparación. Si así logran curarse, sabrán por qué su mano no se apartaba de ustedes".
4 "¿Qué reparación debemos ofrecerle?", preguntaron los filisteos. Ellos respondieron: "Cinco tumores de oro y cinco ratones de oro, uno por cada uno de los príncipes filisteos. Porque la misma plaga la han padecido ustedes y ellos.
5 Hagan unas imágenes de los tumores y de los ratones que devastan el país, y den gloria al Dios de Israel. Tal vez así su mano no pese tanto sobre ustedes, sobre sus dioses y sobre su país.
6 ¿Por qué se van a obstinar como lo hicieron Egipto y el Faraón? ¿No tuvieron acaso que dejarlos partir cuando el Señor se ensañó con ellos?
7 Hagan ahora mismo un carro nuevo y tomen dos vacas que estén criando y que no hayan llevado el yugo. Aten las vacas al carro, dejando a sus crías encerradas en el establo.
8 Luego tomarán el Arca del Señor y la pondrán sobre el carro. Al lado de ella, en un cofre, colocarán los objetos de oro que le ofrecen en reparación. Después, la dejarán partir.
9 Fíjense bien: si ella sube en dirección a su territorio, hacia Bet Semes, quiere decir que el Señor nos ha infligido esta gran calamidad; en caso contrario, sabremos que no fue su mano la que nos golpeó, sino que esto nos ha sucedido por casualidad".
10 Así lo hicieron: tomaron dos vacas que estaban criando y las ataron al carro, pero encerraron a sus crías en el establo.
11 Luego pusieron sobre el carro el Arca del Señor y el cofre con los ratones de oro y las imágenes de los tumores.
12 Las vacas se fueron derecho por el camino de Bet Semes; iban mugiendo, siempre por el mismo sendero, sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. Y los príncipes de los filisteos las siguieron hasta la frontera de Bet Semes.
El Arca en Bet Semes
13 La gente de Bet Semes estaba cosechando el trigo en el valle. Al levantar los ojos, divisaron el Arca y se alegraron de verla.
14 El carro llegó al campo de Josué de Bet Semes y se detuvo. Allí había una gran piedra. Entonces hicieron astillas la madera del carro y ofrecieron las vacas en holocausto al Señor.
15 Mientras tanto, los levitas habían bajado el Arca del Señor y el cofre que estaba con ella, donde se encontraban los objetos de oro, y los depositaron sobre la piedra grande. La gente de Bet Semes ofreció aquel día holocaustos y sacrificios al Señor.
16 Al ver esto, los príncipes de los filisteos regresaron a Ecrón aquel mismo día.
17 Los tumores de oro que los filisteos presentaron como reparación al Señor fueron uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat y uno por Ecrón.
18 Y el número de los ratones de oro correspondía al de todas las ciudades de los filisteos, gobernadas por los cinco príncipes, desde las ciudades fortificadas hasta los poblados desguarnecidos. Testigo de esto es la piedra grande sobre la que depositaron el Arca del Señor, y que hasta el día de hoy está en el campo de Josué de Bet Semes.
El Arca en Quiriat Iearím
19 El Señor castigó a la gente de Bet Semes, porque habían mirado el Arca del Señor. Como él hirió a setenta hombres, el pueblo estuvo de duelo porque el Señor les había infligido un castigo tan grande.
20 Los hombres de Bet Semes dijeron: "¿Quién podrá resistir en la presencia del Señor, este Dios tan santo? ¿A quién enviársela, para que esté lejos de nosotros?".
21 En seguida mandaron unos mensajeros a los habitantes de Quiriat Iearím, para decirles: "Los filisteos han devuelto el Arca del Señor. Bajen y súbanla con ustedes".
La devolución del Arca
6 1 El Arca del Señor permaneció siete meses en territorio filisteo.
2 Luego los filisteos convocaron a los sacerdotes y adivinos, y les preguntaron: "¿Qué haremos con el Arca del Señor? Indíquennos cómo podemos enviarla al lugar donde estaba".
3 Ellos respondieron: "Si devuelven el Arca del Dios de Israel, no la envíen sin nada, sino que deberán ofrecerle una reparación. Si así logran curarse, sabrán por qué su mano no se apartaba de ustedes".
4 "¿Qué reparación debemos ofrecerle?", preguntaron los filisteos. Ellos respondieron: "Cinco tumores de oro y cinco ratones de oro, uno por cada uno de los príncipes filisteos. Porque la misma plaga la han padecido ustedes y ellos.
5 Hagan unas imágenes de los tumores y de los ratones que devastan el país, y den gloria al Dios de Israel. Tal vez así su mano no pese tanto sobre ustedes, sobre sus dioses y sobre su país.
6 ¿Por qué se van a obstinar como lo hicieron Egipto y el Faraón? ¿No tuvieron acaso que dejarlos partir cuando el Señor se ensañó con ellos?
7 Hagan ahora mismo un carro nuevo y tomen dos vacas que estén criando y que no hayan llevado el yugo. Aten las vacas al carro, dejando a sus crías encerradas en el establo.
8 Luego tomarán el Arca del Señor y la pondrán sobre el carro. Al lado de ella, en un cofre, colocarán los objetos de oro que le ofrecen en reparación. Después, la dejarán partir.
9 Fíjense bien: si ella sube en dirección a su territorio, hacia Bet Semes, quiere decir que el Señor nos ha infligido esta gran calamidad; en caso contrario, sabremos que no fue su mano la que nos golpeó, sino que esto nos ha sucedido por casualidad".
10 Así lo hicieron: tomaron dos vacas que estaban criando y las ataron al carro, pero encerraron a sus crías en el establo.
11 Luego pusieron sobre el carro el Arca del Señor y el cofre con los ratones de oro y las imágenes de los tumores.
12 Las vacas se fueron derecho por el camino de Bet Semes; iban mugiendo, siempre por el mismo sendero, sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. Y los príncipes de los filisteos las siguieron hasta la frontera de Bet Semes.
El Arca en Bet Semes
13 La gente de Bet Semes estaba cosechando el trigo en el valle. Al levantar los ojos, divisaron el Arca y se alegraron de verla.
14 El carro llegó al campo de Josué de Bet Semes y se detuvo. Allí había una gran piedra. Entonces hicieron astillas la madera del carro y ofrecieron las vacas en holocausto al Señor.
15 Mientras tanto, los levitas habían bajado el Arca del Señor y el cofre que estaba con ella, donde se encontraban los objetos de oro, y los depositaron sobre la piedra grande. La gente de Bet Semes ofreció aquel día holocaustos y sacrificios al Señor.
16 Al ver esto, los príncipes de los filisteos regresaron a Ecrón aquel mismo día.
17 Los tumores de oro que los filisteos presentaron como reparación al Señor fueron uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat y uno por Ecrón.
18 Y el número de los ratones de oro correspondía al de todas las ciudades de los filisteos, gobernadas por los cinco príncipes, desde las ciudades fortificadas hasta los poblados desguarnecidos. Testigo de esto es la piedra grande sobre la que depositaron el Arca del Señor, y que hasta el día de hoy está en el campo de Josué de Bet Semes.
El Arca en Quiriat Iearím
19 El Señor castigó a la gente de Bet Semes, porque habían mirado el Arca del Señor. Como él hirió a setenta hombres, el pueblo estuvo de duelo porque el Señor les había infligido un castigo tan grande.
20 Los hombres de Bet Semes dijeron: "¿Quién podrá resistir en la presencia del Señor, este Dios tan santo? ¿A quién enviársela, para que esté lejos de nosotros?".
21 En seguida mandaron unos mensajeros a los habitantes de Quiriat Iearím, para decirles: "Los filisteos han devuelto el Arca del Señor. Bajen y súbanla con ustedes".
Capítulo 7: 1 Samuél 7
7 1 Entonces llegaron los de Quiriat Iearím y se llevaron el Arca del Señor. La introdujeron en la casa de Abinadab, sobre la colina, y consagraron a su hijo Eliezer para que la cuidara.
La intercesión de Samuel y la victoria sobre los filisteos
2 Desde el día en que el Arca fue instalada en Quiriat Iearím pasó mucho tiempo –veinte años– y todo Israel suspiraba por el Señor.
3 Samuel dijo entonces a toda la casa de Israel: "Si ustedes se vuelven al Señor de todo corazón, dejen de lado a los dioses extraños y a las Astartés que hay en medio de ustedes; dirijan sus corazones hacia el Señor y sírvanlo sólo a él. Así el Señor los librará del poder de los filisteos".
4 Los israelitas retiraron a los Baales y las Astartés, y sirvieron sólo al Señor.
5 Luego dijo Samuel: "Reúnan a todo Israel en Mispá, y yo rogaré al Señor por ustedes".
6 Ellos se reunieron en Mispá, sacaron agua y la derramaron delante del Señor; allí ayunaron aquel día, y dijeron: "¡Hemos pecado contra el Señor!". Y Samuel juzgó a los israelitas en Mispá.
7 Los filisteos oyeron que los israelitas se habían reunido en Mispá, y sus príncipes subieron contra Israel. Al enterarse, los israelitas tuvieron miedo de los filisteos 8 y dijeron a Samuel: "No ceses de clamar por nosotros al Señor, nuestro Dios, para que nos salve del poder de los filisteos".
9 Entonces Samuel tomó un corderito y lo ofreció entero en holocausto al Señor. Luego clamó al Señor en favor de Israel, y el Señor lo escuchó.
10 Mientras Samuel ofrecía el holocausto, los filisteos se acercaron a combatir contra Israel. Pero aquel día, el Señor lanzó sus truenos con gran fragor sobre los filisteos. Así sembró la confusión entre ellos, y fueron desbaratados por Israel.
11 Los hombres de Israel salieron de Mispá, persiguieron a los filisteos y los derrotaron hasta más abajo de Betcar.
12 Samuel tomó una piedra, la colocó entre Mispá y El Diente, y la llamó Eben Ezer –que significa "Piedra del socorro"– porque dijo: "Hasta aquí nos ha socorrido el Señor".
13 Así fueron abatidos los filisteos, y ya no volvieron a incursionar en territorio de Israel. Mientras vivió Samuel, la mano del Señor se hizo sentir sobre los filisteos.
14 Las ciudades que los filisteos habían tomado a Israel fueron reconquistadas, desde Ecrón hasta Gat, e Israel libró su territorio del poder de los filisteos. También hubo paz entre Israel y los amorreos.
Samuel, Juez de Israel
15 Samuel juzgó a Israel todos los días de su vida.
16 Cada año hacía un recorrido por Betel, Guilgal y Mispá, y juzgaba a Israel en todos esos sitios.
17 Luego volvía a Ramá, donde estaba su casa. Allí juzgaba a Israel, y también allí erigió un altar al Señor.
LOS COMIENZOS DE LA MONARQUÍA: EL REINADO DE SAÚL
El primer libro de Samuel ha conservado dos tradiciones paralelas sobre la institución de la monarquía. Ambas coinciden en reconocer a Saúl como el primer rey de Israel, pero manifiestan actitudes opuestas con respecto a la realeza. Según la primera tradición, la iniciativa de instituir un rey proviene del Señor, que elige a Saúl como libertador de Israel (9. 16). La segunda, en cambio, condena el deseo del pueblo de tener un rey "como todas las naciones" (8. 5, 20), aunque indica al mismo tiempo que el Señor termina por acceder a los reclamos de los israelitas.
En un primer momento, Saúl aparece como el continuador de las acciones guerreras de los Jueces. Lo mismo que ellos, es invadido por el "espíritu" del Señor y emprende una guerra de liberación contra los amonitas (11. 1-13). Pero a esta elección divina se añade, por primera vez, el reconocimiento de todo el pueblo: después de su victoria, Saúl es aclamado rey (11. 15), y así el líder carismático queda investido de una autoridad estable. Durante todo el reinado de Saúl, la institución monárquica tiene un carácter bastante rudimentario, reducido casi exclusivamente al ámbito militar. La monarquía propiamente dicha sólo comienza con David.
7 1 Entonces llegaron los de Quiriat Iearím y se llevaron el Arca del Señor. La introdujeron en la casa de Abinadab, sobre la colina, y consagraron a su hijo Eliezer para que la cuidara.
La intercesión de Samuel y la victoria sobre los filisteos
2 Desde el día en que el Arca fue instalada en Quiriat Iearím pasó mucho tiempo –veinte años– y todo Israel suspiraba por el Señor.
3 Samuel dijo entonces a toda la casa de Israel: "Si ustedes se vuelven al Señor de todo corazón, dejen de lado a los dioses extraños y a las Astartés que hay en medio de ustedes; dirijan sus corazones hacia el Señor y sírvanlo sólo a él. Así el Señor los librará del poder de los filisteos".
4 Los israelitas retiraron a los Baales y las Astartés, y sirvieron sólo al Señor.
5 Luego dijo Samuel: "Reúnan a todo Israel en Mispá, y yo rogaré al Señor por ustedes".
6 Ellos se reunieron en Mispá, sacaron agua y la derramaron delante del Señor; allí ayunaron aquel día, y dijeron: "¡Hemos pecado contra el Señor!". Y Samuel juzgó a los israelitas en Mispá.
7 Los filisteos oyeron que los israelitas se habían reunido en Mispá, y sus príncipes subieron contra Israel. Al enterarse, los israelitas tuvieron miedo de los filisteos 8 y dijeron a Samuel: "No ceses de clamar por nosotros al Señor, nuestro Dios, para que nos salve del poder de los filisteos".
9 Entonces Samuel tomó un corderito y lo ofreció entero en holocausto al Señor. Luego clamó al Señor en favor de Israel, y el Señor lo escuchó.
10 Mientras Samuel ofrecía el holocausto, los filisteos se acercaron a combatir contra Israel. Pero aquel día, el Señor lanzó sus truenos con gran fragor sobre los filisteos. Así sembró la confusión entre ellos, y fueron desbaratados por Israel.
11 Los hombres de Israel salieron de Mispá, persiguieron a los filisteos y los derrotaron hasta más abajo de Betcar.
12 Samuel tomó una piedra, la colocó entre Mispá y El Diente, y la llamó Eben Ezer –que significa "Piedra del socorro"– porque dijo: "Hasta aquí nos ha socorrido el Señor".
13 Así fueron abatidos los filisteos, y ya no volvieron a incursionar en territorio de Israel. Mientras vivió Samuel, la mano del Señor se hizo sentir sobre los filisteos.
14 Las ciudades que los filisteos habían tomado a Israel fueron reconquistadas, desde Ecrón hasta Gat, e Israel libró su territorio del poder de los filisteos. También hubo paz entre Israel y los amorreos.
Samuel, Juez de Israel
15 Samuel juzgó a Israel todos los días de su vida.
16 Cada año hacía un recorrido por Betel, Guilgal y Mispá, y juzgaba a Israel en todos esos sitios.
17 Luego volvía a Ramá, donde estaba su casa. Allí juzgaba a Israel, y también allí erigió un altar al Señor.
LOS COMIENZOS DE LA MONARQUÍA: EL REINADO DE SAÚL
El primer libro de Samuel ha conservado dos tradiciones paralelas sobre la institución de la monarquía. Ambas coinciden en reconocer a Saúl como el primer rey de Israel, pero manifiestan actitudes opuestas con respecto a la realeza. Según la primera tradición, la iniciativa de instituir un rey proviene del Señor, que elige a Saúl como libertador de Israel (9. 16). La segunda, en cambio, condena el deseo del pueblo de tener un rey "como todas las naciones" (8. 5, 20), aunque indica al mismo tiempo que el Señor termina por acceder a los reclamos de los israelitas.
En un primer momento, Saúl aparece como el continuador de las acciones guerreras de los Jueces. Lo mismo que ellos, es invadido por el "espíritu" del Señor y emprende una guerra de liberación contra los amonitas (11. 1-13). Pero a esta elección divina se añade, por primera vez, el reconocimiento de todo el pueblo: después de su victoria, Saúl es aclamado rey (11. 15), y así el líder carismático queda investido de una autoridad estable. Durante todo el reinado de Saúl, la institución monárquica tiene un carácter bastante rudimentario, reducido casi exclusivamente al ámbito militar. La monarquía propiamente dicha sólo comienza con David.
Capítulo 8: 1 Samuél 8
El pueblo pide un rey
1 Cuando Samuel envejeció, puso a sus hijos como jueces de Israel.
2 Su hijo mayor se llamaba Joel, y el segundo, Abías; ambos eran jueces en Berseba.
3 Pero ellos no siguieron sus pasos, sino que se dejaron llevar por el afán de lucro, aceptaron regalos y pervirtieron el derecho.
4 Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y acudieron a Samuel en Ramá.
5 "Tú ya eres viejo, le dijeron, y tus hijos no siguen tus pasos. Ahora danos un rey para que nos gobierne, como lo tienen todas las naciones".
6 A Samuel le disgustó que le dijeran: "Danos un rey para que nos gobierne", y oró al Señor.
7 El Señor dijo a Samuel: "Escucha al pueblo en todo lo que ellos digan, porque no es a ti a quien rechazan: me rechazan a mí, para que no reine más sobre ellos.
8 Como se comportaron conmigo desde el día en que los hice subir de Egipto hasta el día de hoy, abandonándome a mí para servir a otros dioses, así se comportan también contigo.
9 Por eso, escucha su reclamo. Pero les harás una solemne advertencia y les explicarás cuál es el derecho del rey que reinará sobre ellos".
El derecho del rey
10 Samuel comunicó todas las palabras del Señor al pueblo que le pedía un rey, 11 diciendo: "Este será el derecho del rey que reinará sobre ustedes. Él tomará a los hijos de ustedes, los destinará a sus carros de guerra y a su caballería, y ellos correrán delante de su carro.
12 Los empleará como jefes de mil y de cincuenta hombres, y les hará cultivar sus campos, recoger sus cosechas, y fabricar sus armas de guerra y los arneses de sus carros.
13 Tomará a las hijas de ustedes como perfumistas, cocineras y panaderas.
14 Les quitará a ustedes los mejores campos, viñedos y olivares, para dárselos a sus servidores.
15 Exigirá el diezmo de los sembrados y las viñas, para entregarlo a sus eunucos y a sus servidores.
16 Les quitará sus mejores esclavos, sus bueyes y sus asnos, para emplearlos en sus propios trabajos.
17 Exigirá el diezmo de los rebaños, y ustedes mismos serán sus esclavos.
18 Entonces, ustedes clamarán a causa del rey que se han elegido, pero aquel día el Señor no les responderá".
19 El pueblo se negó a escuchar la voz de Samuel, e insistió: "¡No! Habrá un rey sobre nosotros, 20 y así seremos como todas las naciones. Nuestro rey nos juzgará, saldrá al frente de nosotros y combatirá en nuestros combates".
21 Samuel escuchó todas las palabras del pueblo y las repitió en presencia del Señor.
22 El Señor dijo a Samuel: "Escúchalos y dales un rey". Entonces Samuel dijo a los hombres de Israel: "Vuelvan cada uno a su ciudad".
El pueblo pide un rey
1 Cuando Samuel envejeció, puso a sus hijos como jueces de Israel.
2 Su hijo mayor se llamaba Joel, y el segundo, Abías; ambos eran jueces en Berseba.
3 Pero ellos no siguieron sus pasos, sino que se dejaron llevar por el afán de lucro, aceptaron regalos y pervirtieron el derecho.
4 Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y acudieron a Samuel en Ramá.
5 "Tú ya eres viejo, le dijeron, y tus hijos no siguen tus pasos. Ahora danos un rey para que nos gobierne, como lo tienen todas las naciones".
6 A Samuel le disgustó que le dijeran: "Danos un rey para que nos gobierne", y oró al Señor.
7 El Señor dijo a Samuel: "Escucha al pueblo en todo lo que ellos digan, porque no es a ti a quien rechazan: me rechazan a mí, para que no reine más sobre ellos.
8 Como se comportaron conmigo desde el día en que los hice subir de Egipto hasta el día de hoy, abandonándome a mí para servir a otros dioses, así se comportan también contigo.
9 Por eso, escucha su reclamo. Pero les harás una solemne advertencia y les explicarás cuál es el derecho del rey que reinará sobre ellos".
El derecho del rey
10 Samuel comunicó todas las palabras del Señor al pueblo que le pedía un rey, 11 diciendo: "Este será el derecho del rey que reinará sobre ustedes. Él tomará a los hijos de ustedes, los destinará a sus carros de guerra y a su caballería, y ellos correrán delante de su carro.
12 Los empleará como jefes de mil y de cincuenta hombres, y les hará cultivar sus campos, recoger sus cosechas, y fabricar sus armas de guerra y los arneses de sus carros.
13 Tomará a las hijas de ustedes como perfumistas, cocineras y panaderas.
14 Les quitará a ustedes los mejores campos, viñedos y olivares, para dárselos a sus servidores.
15 Exigirá el diezmo de los sembrados y las viñas, para entregarlo a sus eunucos y a sus servidores.
16 Les quitará sus mejores esclavos, sus bueyes y sus asnos, para emplearlos en sus propios trabajos.
17 Exigirá el diezmo de los rebaños, y ustedes mismos serán sus esclavos.
18 Entonces, ustedes clamarán a causa del rey que se han elegido, pero aquel día el Señor no les responderá".
19 El pueblo se negó a escuchar la voz de Samuel, e insistió: "¡No! Habrá un rey sobre nosotros, 20 y así seremos como todas las naciones. Nuestro rey nos juzgará, saldrá al frente de nosotros y combatirá en nuestros combates".
21 Samuel escuchó todas las palabras del pueblo y las repitió en presencia del Señor.
22 El Señor dijo a Samuel: "Escúchalos y dales un rey". Entonces Samuel dijo a los hombres de Israel: "Vuelvan cada uno a su ciudad".
Capítulo 9: 1 Samuél 9
Saúl y las asnas de su padre
9 1 Había un hombre de Benjamín llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afiaj, hijo de un benjaminita. El hombre estaba en muy buena posición, 2 y tenía un hijo llamado Saúl, que era joven y apuesto. No había entre los israelitas otro más apuesto que él; de los hombros para arriba, sobresalía por encima de todos los demás.
3 Una vez, se le extraviaron las asnas a Quis, el padre de Saúl. Quis dijo entonces a su hijo Saúl: "Lleva contigo a uno de los servidores y ve a buscar las asnas".
4 Ellos recorrieron la montaña de Efraím y atravesaron la región de Salisá, sin encontrar nada. Cruzaron por la región de Saalém, pero no estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín, y tampoco las hallaron.
5 Cuando llegaron a la región de Suf, Saúl dijo al servidor que lo acompañaba: "Volvámonos, no sea que mi padre ya no piense más en las asnas y esté inquieto por nosotros".
6 Pero el servidor le respondió: "En esta ciudad hay un hombre de Dios. Es un hombre muy respetado: todo lo que él dice sucede infaliblemente. Vamos allá; a lo mejor él nos indica el camino que debemos tomar".
7 Saúl dijo a su servidor: "Vamos, ¿pero qué podemos llevarle a ese hombre? Ya no queda pan en nuestras alforjas, y tampoco tenemos un regalo para ofrecérselo al hombre de Dios. ¿Qué tenemos?".
8 El servidor volvió a tomar la palabra, y respondió a Saúl: "Mira, aquí tengo un cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios, y él nos indicará el camino".
9 1 Había un hombre de Benjamín llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afiaj, hijo de un benjaminita. El hombre estaba en muy buena posición, 2 y tenía un hijo llamado Saúl, que era joven y apuesto. No había entre los israelitas otro más apuesto que él; de los hombros para arriba, sobresalía por encima de todos los demás.
3 Una vez, se le extraviaron las asnas a Quis, el padre de Saúl. Quis dijo entonces a su hijo Saúl: "Lleva contigo a uno de los servidores y ve a buscar las asnas".
4 Ellos recorrieron la montaña de Efraím y atravesaron la región de Salisá, sin encontrar nada. Cruzaron por la región de Saalém, pero no estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín, y tampoco las hallaron.
5 Cuando llegaron a la región de Suf, Saúl dijo al servidor que lo acompañaba: "Volvámonos, no sea que mi padre ya no piense más en las asnas y esté inquieto por nosotros".
6 Pero el servidor le respondió: "En esta ciudad hay un hombre de Dios. Es un hombre muy respetado: todo lo que él dice sucede infaliblemente. Vamos allá; a lo mejor él nos indica el camino que debemos tomar".
7 Saúl dijo a su servidor: "Vamos, ¿pero qué podemos llevarle a ese hombre? Ya no queda pan en nuestras alforjas, y tampoco tenemos un regalo para ofrecérselo al hombre de Dios. ¿Qué tenemos?".
8 El servidor volvió a tomar la palabra, y respondió a Saúl: "Mira, aquí tengo un cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios, y él nos indicará el camino".
9 –Antiguamente, en Israel, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía: "Acudamos al vidente". Porque antes se llamaba "vidente" al que hoy se llama "profeta"–.
10 Saúl dijo a su servidor: "Está bien, vamos". Y se fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios.
El encuentro de Saúl con Samuel
11 Mientras subían por la cuesta de la ciudad, encontraron a unas jóvenes que salían a sacar agua, y les preguntaron: "¿Está por aquí el vidente?".
12 Ellas les respondieron: "Sí, por ahí derecho, pero apúrense. Precisamente acaba de llegar a la ciudad, porque hoy se ofrece un sacrificio público en el lugar alto.
13 Apenas entren en la ciudad, lo encontrarán antes que suba al lugar alto para el banquete. El pueblo no comerá hasta que él llegue, porque a él le corresponde bendecir el sacrificio, y después comen los invitados. Suban ahora mismo, porque seguro que hoy lo encontrarán".
14 Ellos subieron a la ciudad. Mientras entraban, les salió al encuentro Samuel, que subía al lugar alto.
15 Un día antes de la llegada de Saúl, el Señor había hecho a Samuel esta revelación:
16 "Mañana, a la misma hora, te enviaré a un hombre del país de Benjamín; tú lo ungirás como jefe de mi pueblo Israel, y él salvará a mi pueblo del poder de los filisteos. Porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, y su clamor ha llegado hasta mí".
17 Cuando Samuel divisó a Saúl, el Señor le advirtió: "Este es el hombre de quien te dije que regirá a mi pueblo".
18 Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta de la ciudad, y le dijo: "Por favor, indícame dónde está la casa del vidente".
19 "El vidente soy yo, respondió Samuel a Saúl; sube delante de mí al lugar alto. Hoy ustedes comerán conmigo. Mañana temprano te dejaré partir y responderé a todo lo que te preocupa.
20 Por las asnas que perdiste hace tres días, no te inquietes: ya las han encontrado. Además, ¿de quién va a ser todo lo que hay de valioso en Israel? ¿No será tuyo y de toda la casa de tu padre?".
21 Saúl respondió: "¿No soy un benjaminita, de la más pequeña entre las tribus de Israel? Y mi clan, ¿no es el menor entre todos los clanes de Benjamín? ¿Por qué me hablas así?".
22 Samuel llevó consigo a Saúl y a su servidor, los hizo entrar en la sala y les asignó un puesto especial, a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta.
23 Samuel dijo entonces al cocinero: "Sírvele la porción que te di para que la pusieras aparte".
24 El cocinero extrajo el muslo y la cola, y los puso delante de Saúl. Samuel dijo: "Ahí, tienes servida tu ración. Come, porque la han reservado para ti, cuando yo invité al pueblo a la fiesta". Así Saúl comió con Samuel aquel día.
25 En seguida bajaron del lugar alto a la ciudad, y Samuel conversó con Saúl en la azotea.
26 Por la mañana, se levantaron de madrugada. Apenas despuntó el alba, Samuel llamó a Saúl en la azotea y le dijo: "Levántate, voy a dejarte partir". Saúl se levantó, y los dos, él y Samuel, salieron afuera.
27 Cuando habían bajado hasta las afueras de la ciudad, Samuel le dijo: "Dile al servidor que se nos adelante". Él se adelantó, y Samuel añadió: "Detente un momento, y te haré oír la palabra de Dios".
10 Saúl dijo a su servidor: "Está bien, vamos". Y se fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios.
El encuentro de Saúl con Samuel
11 Mientras subían por la cuesta de la ciudad, encontraron a unas jóvenes que salían a sacar agua, y les preguntaron: "¿Está por aquí el vidente?".
12 Ellas les respondieron: "Sí, por ahí derecho, pero apúrense. Precisamente acaba de llegar a la ciudad, porque hoy se ofrece un sacrificio público en el lugar alto.
13 Apenas entren en la ciudad, lo encontrarán antes que suba al lugar alto para el banquete. El pueblo no comerá hasta que él llegue, porque a él le corresponde bendecir el sacrificio, y después comen los invitados. Suban ahora mismo, porque seguro que hoy lo encontrarán".
14 Ellos subieron a la ciudad. Mientras entraban, les salió al encuentro Samuel, que subía al lugar alto.
15 Un día antes de la llegada de Saúl, el Señor había hecho a Samuel esta revelación:
16 "Mañana, a la misma hora, te enviaré a un hombre del país de Benjamín; tú lo ungirás como jefe de mi pueblo Israel, y él salvará a mi pueblo del poder de los filisteos. Porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, y su clamor ha llegado hasta mí".
17 Cuando Samuel divisó a Saúl, el Señor le advirtió: "Este es el hombre de quien te dije que regirá a mi pueblo".
18 Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta de la ciudad, y le dijo: "Por favor, indícame dónde está la casa del vidente".
19 "El vidente soy yo, respondió Samuel a Saúl; sube delante de mí al lugar alto. Hoy ustedes comerán conmigo. Mañana temprano te dejaré partir y responderé a todo lo que te preocupa.
20 Por las asnas que perdiste hace tres días, no te inquietes: ya las han encontrado. Además, ¿de quién va a ser todo lo que hay de valioso en Israel? ¿No será tuyo y de toda la casa de tu padre?".
21 Saúl respondió: "¿No soy un benjaminita, de la más pequeña entre las tribus de Israel? Y mi clan, ¿no es el menor entre todos los clanes de Benjamín? ¿Por qué me hablas así?".
22 Samuel llevó consigo a Saúl y a su servidor, los hizo entrar en la sala y les asignó un puesto especial, a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta.
23 Samuel dijo entonces al cocinero: "Sírvele la porción que te di para que la pusieras aparte".
24 El cocinero extrajo el muslo y la cola, y los puso delante de Saúl. Samuel dijo: "Ahí, tienes servida tu ración. Come, porque la han reservado para ti, cuando yo invité al pueblo a la fiesta". Así Saúl comió con Samuel aquel día.
25 En seguida bajaron del lugar alto a la ciudad, y Samuel conversó con Saúl en la azotea.
26 Por la mañana, se levantaron de madrugada. Apenas despuntó el alba, Samuel llamó a Saúl en la azotea y le dijo: "Levántate, voy a dejarte partir". Saúl se levantó, y los dos, él y Samuel, salieron afuera.
27 Cuando habían bajado hasta las afueras de la ciudad, Samuel le dijo: "Dile al servidor que se nos adelante". Él se adelantó, y Samuel añadió: "Detente un momento, y te haré oír la palabra de Dios".
Capítulo 10: 1 Samuél 10
La unción de Saúl como rey
10 1 Samuel tomó el frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl.
Luego lo besó y dijo: "¡El Señor te ha ungido como jefe de su herencia!
2 Hoy mismo, cuando te hayas alejado de mí, encontrarás a dos hombres cerca de la tumba de Raquel, en territorio de Benjamín, en Selsáj. Ellos te dirán: ‘Han hallado las asnas que habías ido a buscar. Ahora tu padre ya no piensa más en ese asunto, y está inquieto por ustedes, diciendo: ¿Qué puedo hacer por mi hijo?’.
3 Más adelante, cuando llegues a la Encina de Tabor, te encontrarás con tres hombres que suben a dar culto a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos, otro tres hogazas de pan y otro un odre de vino.
4 Ellos te saludarán y te darán dos panes, y tú los aceptarás.
5 Después llegarás a Guibeá de Dios, donde está la guarnición filistea. Apenas entres en la ciudad, tropezarás con un grupo de profetas que bajan del lugar alto, precedidos de arpas, tamborines, flautas y cítaras, en estado de trance profético.
6 Entonces te invadirá el espíritu del Señor; entrarás en trance con ellos y serás cambiado en otro hombre.
7 Cuando te hayan sucedido todas estas señales, haz todo lo que sea conveniente, porque Dios está contigo.
8 Tú bajarás a Guilgal antes que yo, y yo bajaré a unirme contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Espera siete días hasta que yo llegue y te comunique lo que debes hacer".
El regreso de Saúl
9 Apenas Saúl se dio vuelta para alejarse de Samuel, Dios le cambió el corazón, y aquel mismo día se cumplieron las señales.
10 Desde allí, se dirigieron a Guibeá, y se encontraron con un grupo de profetas. Entonces lo invadió el espíritu de Dios y entró en trance en medio de ellos.
11 Todos los que lo conocían de antes, al verlo en trance en medio de los profetas, se decían unos a otros: "¿Qué le ha sucedido al hijo de Quis? ¿También Saúl está entre los profetas?".
12 Uno de los presentes intervino, diciendo: "¿Quién es el padre de estos?". Así se hizo proverbial la frase: "¿También Saúl está entre los profetas?".
13 Cuando salió de su trance profético, Saúl regresó a su casa.
14 Su tío les preguntó a él y a su servidor: "¿A dónde fueron?". "A buscar las asnas, respondió; pero como no aparecían por ninguna parte, acudimos a Samuel".
15 El tío de Saúl dijo: "Cuéntame lo que les dijo Samuel".
16 Saúl respondió a su tío: "Nos dijo solamente que las asnas habían sido halladas". Pero no le contó nada de lo que había dicho Samuel sobre el asunto del reino.
Saúl designado y aclamado rey
17 Samuel convocó a todo el pueblo delante del Señor en Mispá, 18 y dijo a los israelitas: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo hice subir a Israel de Egipto, y los libré a ustedes de la mano de los egipcios y de la mano de todos los reinos que los oprimían.
19 Pero ustedes han rechazado hoy a su Dios, a él, que los libra de todos sus males y angustias, y le han dicho: ‘¡No! ¡Tú nos darás un rey!’. Por eso preséntense ahora delante del Señor por tribus y por clanes".
20 Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel, y la suerte cayó sobre la tribu de Benjamín.
21 Luego hizo que se acercara la tribu de Benjamín por clanes, y la suerte cayó sobre el clan de Matrí. Después hizo que se acercara el clan de Matrí, hombre por hombre, y la suerte cayó sobre Saúl, hijo de Quis. Pero lo buscaron y no lo encontraron.
22 Entonces volvieron a consultar al Señor: "¿Ha venido aquí ese hombre?". El Señor respondió: "Está allí, escondido entre los equipajes".
23 Fueron corriendo a sacarlo de allí; y cuando se presentó en medio del pueblo, sobresalía por encima de todos, de los hombros para arriba.
24 Samuel dijo a todo el pueblo: "¿Vieron al que ha elegido el Señor? No hay nadie como él en todo el pueblo". Y todo el pueblo lanzó una ovación, gritando: "¡Viva el rey!".
25 Samuel expuso al pueblo el derecho de la realeza, y lo escribió en un libro que depositó delante del Señor. Luego Samuel despidió a todo el pueblo, y se fue cada uno a su casa.
26 También Saúl se fue a su casa, a Guibeá, y lo acompañaron los valientes a quienes Dios había tocado el corazón.
27 Pero algunos hombres ruines dijeron: "¡Qué va a salvarnos este!". Así lo despreciaron y no le ofrecieron ningún presente.
La unción de Saúl como rey
10 1 Samuel tomó el frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl.
Luego lo besó y dijo: "¡El Señor te ha ungido como jefe de su herencia!
2 Hoy mismo, cuando te hayas alejado de mí, encontrarás a dos hombres cerca de la tumba de Raquel, en territorio de Benjamín, en Selsáj. Ellos te dirán: ‘Han hallado las asnas que habías ido a buscar. Ahora tu padre ya no piensa más en ese asunto, y está inquieto por ustedes, diciendo: ¿Qué puedo hacer por mi hijo?’.
3 Más adelante, cuando llegues a la Encina de Tabor, te encontrarás con tres hombres que suben a dar culto a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos, otro tres hogazas de pan y otro un odre de vino.
4 Ellos te saludarán y te darán dos panes, y tú los aceptarás.
5 Después llegarás a Guibeá de Dios, donde está la guarnición filistea. Apenas entres en la ciudad, tropezarás con un grupo de profetas que bajan del lugar alto, precedidos de arpas, tamborines, flautas y cítaras, en estado de trance profético.
6 Entonces te invadirá el espíritu del Señor; entrarás en trance con ellos y serás cambiado en otro hombre.
7 Cuando te hayan sucedido todas estas señales, haz todo lo que sea conveniente, porque Dios está contigo.
8 Tú bajarás a Guilgal antes que yo, y yo bajaré a unirme contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Espera siete días hasta que yo llegue y te comunique lo que debes hacer".
El regreso de Saúl
9 Apenas Saúl se dio vuelta para alejarse de Samuel, Dios le cambió el corazón, y aquel mismo día se cumplieron las señales.
10 Desde allí, se dirigieron a Guibeá, y se encontraron con un grupo de profetas. Entonces lo invadió el espíritu de Dios y entró en trance en medio de ellos.
11 Todos los que lo conocían de antes, al verlo en trance en medio de los profetas, se decían unos a otros: "¿Qué le ha sucedido al hijo de Quis? ¿También Saúl está entre los profetas?".
12 Uno de los presentes intervino, diciendo: "¿Quién es el padre de estos?". Así se hizo proverbial la frase: "¿También Saúl está entre los profetas?".
13 Cuando salió de su trance profético, Saúl regresó a su casa.
14 Su tío les preguntó a él y a su servidor: "¿A dónde fueron?". "A buscar las asnas, respondió; pero como no aparecían por ninguna parte, acudimos a Samuel".
15 El tío de Saúl dijo: "Cuéntame lo que les dijo Samuel".
16 Saúl respondió a su tío: "Nos dijo solamente que las asnas habían sido halladas". Pero no le contó nada de lo que había dicho Samuel sobre el asunto del reino.
Saúl designado y aclamado rey
17 Samuel convocó a todo el pueblo delante del Señor en Mispá, 18 y dijo a los israelitas: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo hice subir a Israel de Egipto, y los libré a ustedes de la mano de los egipcios y de la mano de todos los reinos que los oprimían.
19 Pero ustedes han rechazado hoy a su Dios, a él, que los libra de todos sus males y angustias, y le han dicho: ‘¡No! ¡Tú nos darás un rey!’. Por eso preséntense ahora delante del Señor por tribus y por clanes".
20 Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel, y la suerte cayó sobre la tribu de Benjamín.
21 Luego hizo que se acercara la tribu de Benjamín por clanes, y la suerte cayó sobre el clan de Matrí. Después hizo que se acercara el clan de Matrí, hombre por hombre, y la suerte cayó sobre Saúl, hijo de Quis. Pero lo buscaron y no lo encontraron.
22 Entonces volvieron a consultar al Señor: "¿Ha venido aquí ese hombre?". El Señor respondió: "Está allí, escondido entre los equipajes".
23 Fueron corriendo a sacarlo de allí; y cuando se presentó en medio del pueblo, sobresalía por encima de todos, de los hombros para arriba.
24 Samuel dijo a todo el pueblo: "¿Vieron al que ha elegido el Señor? No hay nadie como él en todo el pueblo". Y todo el pueblo lanzó una ovación, gritando: "¡Viva el rey!".
25 Samuel expuso al pueblo el derecho de la realeza, y lo escribió en un libro que depositó delante del Señor. Luego Samuel despidió a todo el pueblo, y se fue cada uno a su casa.
26 También Saúl se fue a su casa, a Guibeá, y lo acompañaron los valientes a quienes Dios había tocado el corazón.
27 Pero algunos hombres ruines dijeron: "¡Qué va a salvarnos este!". Así lo despreciaron y no le ofrecieron ningún presente.
Capítulo 11: 1 Samuél 11
Victoria de Saúl sobre los amonitas
11 Cerca de un mes más tarde, 1 Najás, el amonita, subió contra Iabés en Galaad y la sitió. Todos los hombres de Iabés dijeron a Najás: "Pacta con nosotros y te serviremos".
2 Pero Najás, el amonita, les respondió: "Pactaré con ustedes a condición de arrancarles a cada uno el ojo derecho, e infligir así un oprobio a todo Israel".
3 Los ancianos de Iabés le dijeron: "Danos una tregua de siete días para enviar mensajeros por todo el territorio de Israel. Si nadie nos socorre, nos rendiremos a ti".
4 Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl y comunicaron la noticia en presencia del pueblo, todos se pusieron a llorar a gritos.
5 En ese momento, Saúl volvía del campo detrás de sus bueyes, y preguntó: "¿Qué le pasa al pueblo para llorar así?". Entonces le contaron lo que habían dicho los hombres de Iabés.
6 El espíritu de Dios irrumpió sobre Saúl cuando este oyó esas palabras, y una violenta ira se apoderó de él.
7 Tomó una yunta de bueyes, los despedazó y envió los pedazos por todo el territorio de Israel, con este mensaje: "Así serán tratados los bueyes del que no salga a combatir detrás de Saúl". El terror del Señor invadió al pueblo, y todos se pusieron en marcha como un solo hombre.
8 Saúl les pasó revista en Bézec: eran trescientos mil israelitas y treinta mil hombres de Judá.
9 Luego dijo a los mensajeros que habían venido: "Así hablarán a los hombres de Iabés en Galaad: ‘Mañana, a la hora en que más calienta el sol, serán socorridos’". Los mensajeros llevaron la noticia a los hombres de Iabés, y estos se llenaron de alegría.
10 Entonces los hombres de Iabés dijeron a Najás: "Mañana nos rendiremos a ustedes, y ustedes nos tratarán como mejor les parezca".
11 A la mañana siguiente, Saúl dividió al pueblo en tres grupos. Ellos irrumpieron en medio del campo en la vigilia de la mañana, y batieron a los amonitas hasta la hora de más calor. Los sobrevivientes se dispersaron de tal manera que no quedaron dos hombres juntos.
Saúl reconocido por todo el pueblo
12 El pueblo dijo a Samuel: "¿Quiénes son los que preguntaban si Saúl reinaría sobre nosotros? Entreguen a esos hombres y los mataremos".
13 Pero Saúl intervino, diciendo: "Nadie morirá en este día, porque hoy el Señor ha obtenido una victoria en Israel".
14 Y Samuel dijo al pueblo: "Vengan, vamos a Guilgal y allí renovaremos la realeza".
15 Todo el pueblo fue a Guilgal, y proclamaron rey a Saúl delante del Señor. Allí ofrecieron sacrificios de comunión, y Saúl y todos los hombres de Israel se alegraron sobremanera.
Victoria de Saúl sobre los amonitas
11 Cerca de un mes más tarde, 1 Najás, el amonita, subió contra Iabés en Galaad y la sitió. Todos los hombres de Iabés dijeron a Najás: "Pacta con nosotros y te serviremos".
2 Pero Najás, el amonita, les respondió: "Pactaré con ustedes a condición de arrancarles a cada uno el ojo derecho, e infligir así un oprobio a todo Israel".
3 Los ancianos de Iabés le dijeron: "Danos una tregua de siete días para enviar mensajeros por todo el territorio de Israel. Si nadie nos socorre, nos rendiremos a ti".
4 Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl y comunicaron la noticia en presencia del pueblo, todos se pusieron a llorar a gritos.
5 En ese momento, Saúl volvía del campo detrás de sus bueyes, y preguntó: "¿Qué le pasa al pueblo para llorar así?". Entonces le contaron lo que habían dicho los hombres de Iabés.
6 El espíritu de Dios irrumpió sobre Saúl cuando este oyó esas palabras, y una violenta ira se apoderó de él.
7 Tomó una yunta de bueyes, los despedazó y envió los pedazos por todo el territorio de Israel, con este mensaje: "Así serán tratados los bueyes del que no salga a combatir detrás de Saúl". El terror del Señor invadió al pueblo, y todos se pusieron en marcha como un solo hombre.
8 Saúl les pasó revista en Bézec: eran trescientos mil israelitas y treinta mil hombres de Judá.
9 Luego dijo a los mensajeros que habían venido: "Así hablarán a los hombres de Iabés en Galaad: ‘Mañana, a la hora en que más calienta el sol, serán socorridos’". Los mensajeros llevaron la noticia a los hombres de Iabés, y estos se llenaron de alegría.
10 Entonces los hombres de Iabés dijeron a Najás: "Mañana nos rendiremos a ustedes, y ustedes nos tratarán como mejor les parezca".
11 A la mañana siguiente, Saúl dividió al pueblo en tres grupos. Ellos irrumpieron en medio del campo en la vigilia de la mañana, y batieron a los amonitas hasta la hora de más calor. Los sobrevivientes se dispersaron de tal manera que no quedaron dos hombres juntos.
Saúl reconocido por todo el pueblo
12 El pueblo dijo a Samuel: "¿Quiénes son los que preguntaban si Saúl reinaría sobre nosotros? Entreguen a esos hombres y los mataremos".
13 Pero Saúl intervino, diciendo: "Nadie morirá en este día, porque hoy el Señor ha obtenido una victoria en Israel".
14 Y Samuel dijo al pueblo: "Vengan, vamos a Guilgal y allí renovaremos la realeza".
15 Todo el pueblo fue a Guilgal, y proclamaron rey a Saúl delante del Señor. Allí ofrecieron sacrificios de comunión, y Saúl y todos los hombres de Israel se alegraron sobremanera.
Capítulo 12: 1 Samuél 12
El discurso de despedida de Samuel
12 1 Samuel dijo a todo Israel: "Yo les hice caso en todo lo que me dijeron y les he dado un rey.
2 Ahora, ahí tienen al rey que marcha al frente de ustedes. En cuanto a mí, ya estoy viejo y lleno de canas, y ahí están mis hijos, como unos más entre ustedes. Yo estuve al frente de ustedes desde mi juventud hasta el día de hoy.
3 ¡Aquí me tienen! Declaren contra mí delante del Señor y delante de su ungido: ¿A quién le he quitado un buey? ¿A quién le he quitado un asno? ¿A quién lo he oprimido o perjudicado? ¿Por quién me he dejado sobornar para cerrar los ojos? Díganlo, y yo les restituiré".
4 Ellos respondieron: "Nunca nos has oprimido ni perjudicado, ni has aceptado nada de nadie".
5 Él les dijo: "El Señor es testigo contra ustedes, y también su ungido es testigo en este día, de que nunca me han sorprendido con nada en la mano". Ellos le dijeron: "¡Sí, es testigo!".
6 Samuel dijo al pueblo: "Es testigo el Señor, que suscitó a Moisés y a Aarón, e hizo subir de Egipto a los padres de ustedes.
7 Ahora, preséntense para que entable un juicio con ustedes delante del Señor, evocando los actos de justicia que el Señor hizo en favor de ustedes y de sus padres.
8 Después que Jacob llegó a Egipto, los egipcios los avasallaron, y los padres de ustedes clamaron al Señor. El Señor envió entonces a Moisés y a Aarón, que hicieron salir a sus padres de Egipto y los establecieron en este lugar.
9 Pero ellos olvidaron al Señor, su Dios, y él los entregó en manos de Sísara, el jefe del ejército de Jasor, y en manos de los filisteos y del rey de Moab, que les hicieron la guerra.
10 Ellos clamaron al Señor, diciendo: ‘Hemos pecado, porque abandonamos al Señor y servimos a los Baales y a las Astartés. ¡Líbranos ahora de las manos de nuestros enemigos, y te serviremos!’.
11 El Señor envió entonces a Ierubaal, a Bedán, a Jefté y a Samuel; así los libró de sus enemigos de alrededor, y ustedes vivieron seguros.
12 Pero cuando vieron que los atacaba Najás, el rey de los amonitas, ustedes me dijeron: ‘¡No! ¡Que reine un rey sobre nosotros!’, siendo así que tienen como rey al Señor, su Dios.
13 Ahora, ahí está el rey que se han elegido y que han pedido: ya ven que el Señor les ha dado un rey.
14 Si ustedes temen al Señor y lo sirven, si escuchan su voz y no se muestran rebeldes a las órdenes del Señor, si ustedes mismos y el rey que reina sobre ustedes siguen al Señor, todo irá bien.
15 Pero si no escuchan la voz del Señor, y si son rebeldes a sus órdenes, la mano del Señor se hará sentir sobre ustedes y sobre su rey.
16 Y ahora, preséntense para ver este gran prodigio que realizará el Señor a la vista de ustedes.
17 ¿No estamos en la época de cosechar el trigo? Yo voy a invocar al Señor y él enviará truenos y lluvia; así ustedes reconocerán y verán qué grande es el mal que han cometido a los ojos del Señor, al pedir para ustedes un rey".
18 Samuel invocó al Señor, y aquel día el Señor envió truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió un gran temor del Señor y de Samuel.
19 Y todo el pueblo dijo a Samuel: "Ruega al Señor, tu Dios, por tus servidores, y así no moriremos; porque a todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedir para nosotros un rey".
20 Pero Samuel dijo al pueblo: "¡No teman! Por más que hayan cometido todo este mal, no se aparten del Señor, y sírvanlo de todo corazón.
21 No se aparten siguiendo a dioses falsos, que ni ayudan ni pueden librar, porque no son nada.
22 No, el Señor no rechazará a su pueblo, por el honor de su gran Nombre, porque él ha querido hacer de ustedes su pueblo.
23 En lo que a mí respecta, ¡lejos de mi pecar contra el Señor, dejando de rogar por ustedes! Yo les enseñaré el camino bueno y recto.
24 Basta que teman al Señor y lo sirvan fielmente de todo corazón. Miren qué grandes cosas ha hecho el Señor con ustedes.
25 Pero si persisten en hacer el mal, perecerán ustedes junto con su rey".
El discurso de despedida de Samuel
12 1 Samuel dijo a todo Israel: "Yo les hice caso en todo lo que me dijeron y les he dado un rey.
2 Ahora, ahí tienen al rey que marcha al frente de ustedes. En cuanto a mí, ya estoy viejo y lleno de canas, y ahí están mis hijos, como unos más entre ustedes. Yo estuve al frente de ustedes desde mi juventud hasta el día de hoy.
3 ¡Aquí me tienen! Declaren contra mí delante del Señor y delante de su ungido: ¿A quién le he quitado un buey? ¿A quién le he quitado un asno? ¿A quién lo he oprimido o perjudicado? ¿Por quién me he dejado sobornar para cerrar los ojos? Díganlo, y yo les restituiré".
4 Ellos respondieron: "Nunca nos has oprimido ni perjudicado, ni has aceptado nada de nadie".
5 Él les dijo: "El Señor es testigo contra ustedes, y también su ungido es testigo en este día, de que nunca me han sorprendido con nada en la mano". Ellos le dijeron: "¡Sí, es testigo!".
6 Samuel dijo al pueblo: "Es testigo el Señor, que suscitó a Moisés y a Aarón, e hizo subir de Egipto a los padres de ustedes.
7 Ahora, preséntense para que entable un juicio con ustedes delante del Señor, evocando los actos de justicia que el Señor hizo en favor de ustedes y de sus padres.
8 Después que Jacob llegó a Egipto, los egipcios los avasallaron, y los padres de ustedes clamaron al Señor. El Señor envió entonces a Moisés y a Aarón, que hicieron salir a sus padres de Egipto y los establecieron en este lugar.
9 Pero ellos olvidaron al Señor, su Dios, y él los entregó en manos de Sísara, el jefe del ejército de Jasor, y en manos de los filisteos y del rey de Moab, que les hicieron la guerra.
10 Ellos clamaron al Señor, diciendo: ‘Hemos pecado, porque abandonamos al Señor y servimos a los Baales y a las Astartés. ¡Líbranos ahora de las manos de nuestros enemigos, y te serviremos!’.
11 El Señor envió entonces a Ierubaal, a Bedán, a Jefté y a Samuel; así los libró de sus enemigos de alrededor, y ustedes vivieron seguros.
12 Pero cuando vieron que los atacaba Najás, el rey de los amonitas, ustedes me dijeron: ‘¡No! ¡Que reine un rey sobre nosotros!’, siendo así que tienen como rey al Señor, su Dios.
13 Ahora, ahí está el rey que se han elegido y que han pedido: ya ven que el Señor les ha dado un rey.
14 Si ustedes temen al Señor y lo sirven, si escuchan su voz y no se muestran rebeldes a las órdenes del Señor, si ustedes mismos y el rey que reina sobre ustedes siguen al Señor, todo irá bien.
15 Pero si no escuchan la voz del Señor, y si son rebeldes a sus órdenes, la mano del Señor se hará sentir sobre ustedes y sobre su rey.
16 Y ahora, preséntense para ver este gran prodigio que realizará el Señor a la vista de ustedes.
17 ¿No estamos en la época de cosechar el trigo? Yo voy a invocar al Señor y él enviará truenos y lluvia; así ustedes reconocerán y verán qué grande es el mal que han cometido a los ojos del Señor, al pedir para ustedes un rey".
18 Samuel invocó al Señor, y aquel día el Señor envió truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió un gran temor del Señor y de Samuel.
19 Y todo el pueblo dijo a Samuel: "Ruega al Señor, tu Dios, por tus servidores, y así no moriremos; porque a todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedir para nosotros un rey".
20 Pero Samuel dijo al pueblo: "¡No teman! Por más que hayan cometido todo este mal, no se aparten del Señor, y sírvanlo de todo corazón.
21 No se aparten siguiendo a dioses falsos, que ni ayudan ni pueden librar, porque no son nada.
22 No, el Señor no rechazará a su pueblo, por el honor de su gran Nombre, porque él ha querido hacer de ustedes su pueblo.
23 En lo que a mí respecta, ¡lejos de mi pecar contra el Señor, dejando de rogar por ustedes! Yo les enseñaré el camino bueno y recto.
24 Basta que teman al Señor y lo sirvan fielmente de todo corazón. Miren qué grandes cosas ha hecho el Señor con ustedes.
25 Pero si persisten en hacer el mal, perecerán ustedes junto con su rey".
Capítulo 13: 1 Samuél 13
La rebelión contra los filisteos
13 1 Saúl tenía... años cuando comenzó a reinar, y reinó... años sobre Israel.
2 Saúl seleccionó a tres mil hombres de Israel, dos mil estaban con él en Micmás y en la montaña de Betel, y mil con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto del pueblo lo envió a sus campamentos.
3 Jonatán derrotó al destacamento filisteo apostado en Gueba, y los filisteos se enteraron. Entonces Saúl hizo tocar la trompeta por todo el país, diciendo: "¡Que oigan los hebreos!".
4 Cuando todo Israel oyó que Saúl había derrotado al destacamento filisteo y que hasta el nombre de Israel causaba repulsión entre los filisteos, el pueblo acudió a la convocatoria de Saúl en Guilgal.
5 Los filisteos se reunieron para combatir contra Israel, tenían tres mil carros, seis mil guerreros y una tropa numerosa como la arena que está a la orilla del mar. Luego subieron y acamparon en Micmás, al este de Bet Aven.
6 Al verse en un grave aprieto, porque estaban cercados, los hombres de Israel fueron a esconderse en las cuevas, entre los matorrales, en las peñas, en los huecos y en las cisternas.
7 Y algunos hebreos cruzaron el Jordán, hacia el país de Gad y de Galaad.
Saúl estaba todavía en Guilgal, y todo el pueblo temblaba de miedo detrás de él.
8 Así esperó siete días, según el plazo fijado por Samuel. Pero Samuel no llegaba a Guilgal y el pueblo se le comenzó a desbandar.
9 Entonces Saúl dijo: "Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión", y él mismo ofreció el holocausto.
La ruptura de Samuel con Saúl
10 Apenas terminó de ofrecer el holocausto, llegó Samuel, y Saúl salió a su encuentro para saludarlo.
11 Pero Samuel le dijo: "¿Qué has hecho?". Saúl respondió: "Como vi que el pueblo se me desbandaba, que tú no llegabas en el plazo fijado y que los filisteos estaban reunidos en Micmás, 12 pensé: ‘Ahora los filisteos bajarán a atacarme en Guilgal, y yo no he aplacado el rostro del Señor’. Así que me vi obligado a ofrecer el holocausto".
13 Entonces Samuel replicó a Saúl: "¡Has obrado neciamente! Si hubieras observado el mandamiento que te dio el Señor, tu Dios, él habría afianzado para siempre tu reinado sobre Israel.
14 Pero ahora tu reino no subsistirá. El Señor se ha buscado un hombre según su corazón y lo ha constituido jefe de su pueblo, porque tú no has observado lo que el Señor te mandó".
15 En seguida, Samuel partió de Guilgal.
Los preparativos para la guerra
En Guibeá de Benjamín, Saúl pasó revista a la tropa que estaba con él, eran unos seiscientos hombres.
16 Saúl, su hijo Jonatán y la tropa que estaba con él se apostaron en Gueba de Benjamín, y los filisteos acamparon en Micmás.
17 Del campamento filisteo salió un cuerpo de asalto dividido en tres grupos: uno tomó la dirección de Ofrá, hacia el país de Sual; 18 otro se dirigió a Bet Jorón, y otro a la altura que domina el valle de las Hienas, hacia el desierto.
19 No había entonces ningún herrero en Israel, porque los filisteos decían: "Hay que evitar que los hebreos se forjen espadas y lanzas".
20 Por eso, todos los israelitas tenían que acudir a los filisteos para reparar sus azadas, sus rejas de arado, sus hachas y sus hoces.
21 Había que pagar dos tercios de siclo por las azadas y las rejas de arado, y un tercio de siclo por afilar las hachas y reparar las picanas.
22 Así, el día de la batalla de Micmás, nadie del ejército que estaba con Saúl y Jonatán tenía en la mano una espada o una lanza. Sólo la tenían Saúl y su hijo Jonatán.
23 Un destacamento de los filisteos partió para el paso de Micmás.
La rebelión contra los filisteos
13 1 Saúl tenía... años cuando comenzó a reinar, y reinó... años sobre Israel.
2 Saúl seleccionó a tres mil hombres de Israel, dos mil estaban con él en Micmás y en la montaña de Betel, y mil con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto del pueblo lo envió a sus campamentos.
3 Jonatán derrotó al destacamento filisteo apostado en Gueba, y los filisteos se enteraron. Entonces Saúl hizo tocar la trompeta por todo el país, diciendo: "¡Que oigan los hebreos!".
4 Cuando todo Israel oyó que Saúl había derrotado al destacamento filisteo y que hasta el nombre de Israel causaba repulsión entre los filisteos, el pueblo acudió a la convocatoria de Saúl en Guilgal.
5 Los filisteos se reunieron para combatir contra Israel, tenían tres mil carros, seis mil guerreros y una tropa numerosa como la arena que está a la orilla del mar. Luego subieron y acamparon en Micmás, al este de Bet Aven.
6 Al verse en un grave aprieto, porque estaban cercados, los hombres de Israel fueron a esconderse en las cuevas, entre los matorrales, en las peñas, en los huecos y en las cisternas.
7 Y algunos hebreos cruzaron el Jordán, hacia el país de Gad y de Galaad.
Saúl estaba todavía en Guilgal, y todo el pueblo temblaba de miedo detrás de él.
8 Así esperó siete días, según el plazo fijado por Samuel. Pero Samuel no llegaba a Guilgal y el pueblo se le comenzó a desbandar.
9 Entonces Saúl dijo: "Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión", y él mismo ofreció el holocausto.
La ruptura de Samuel con Saúl
10 Apenas terminó de ofrecer el holocausto, llegó Samuel, y Saúl salió a su encuentro para saludarlo.
11 Pero Samuel le dijo: "¿Qué has hecho?". Saúl respondió: "Como vi que el pueblo se me desbandaba, que tú no llegabas en el plazo fijado y que los filisteos estaban reunidos en Micmás, 12 pensé: ‘Ahora los filisteos bajarán a atacarme en Guilgal, y yo no he aplacado el rostro del Señor’. Así que me vi obligado a ofrecer el holocausto".
13 Entonces Samuel replicó a Saúl: "¡Has obrado neciamente! Si hubieras observado el mandamiento que te dio el Señor, tu Dios, él habría afianzado para siempre tu reinado sobre Israel.
14 Pero ahora tu reino no subsistirá. El Señor se ha buscado un hombre según su corazón y lo ha constituido jefe de su pueblo, porque tú no has observado lo que el Señor te mandó".
15 En seguida, Samuel partió de Guilgal.
Los preparativos para la guerra
En Guibeá de Benjamín, Saúl pasó revista a la tropa que estaba con él, eran unos seiscientos hombres.
16 Saúl, su hijo Jonatán y la tropa que estaba con él se apostaron en Gueba de Benjamín, y los filisteos acamparon en Micmás.
17 Del campamento filisteo salió un cuerpo de asalto dividido en tres grupos: uno tomó la dirección de Ofrá, hacia el país de Sual; 18 otro se dirigió a Bet Jorón, y otro a la altura que domina el valle de las Hienas, hacia el desierto.
19 No había entonces ningún herrero en Israel, porque los filisteos decían: "Hay que evitar que los hebreos se forjen espadas y lanzas".
20 Por eso, todos los israelitas tenían que acudir a los filisteos para reparar sus azadas, sus rejas de arado, sus hachas y sus hoces.
21 Había que pagar dos tercios de siclo por las azadas y las rejas de arado, y un tercio de siclo por afilar las hachas y reparar las picanas.
22 Así, el día de la batalla de Micmás, nadie del ejército que estaba con Saúl y Jonatán tenía en la mano una espada o una lanza. Sólo la tenían Saúl y su hijo Jonatán.
23 Un destacamento de los filisteos partió para el paso de Micmás.
Capítulo 14: 1 Samuél 14
La hazaña de Jonatán
14 1 Un día, Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su escudero: "Vamos a cruzarnos hasta la guarnición de los filisteos que está allí, al otro lado". Pero no le comunicó nada a su padre.
2 Mientras tanto, Saúl estaba sentado en las afueras de Guibeá, bajo el Granado de Migrón, y tenía con él cerca de seiscientos hombres.
3 Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Icabod, hijo de Pinjás, hijo de Elí, el sacerdote del Señor en Silo, llevaba el efod. La tropa tampoco sabía que Jonatán había partido.
4 En uno de los desfiladeros por los que Jonatán trataba de abrirse paso hasta la guarnición de los filisteos, hay dos grandes peñascos, uno a cada lado; el primero se llama Bosés y el otro Sené.
5 Uno de esos peñascos se alza hacia el norte, frente a Micmás, y el otro hacia el sur, frente a Gueba.
6 Jonatán dijo a su escudero: "Vamos a cruzarnos a la guarnición de esos incircuncisos. Pueda ser que el Señor intervenga a favor nuestro, ya que nada le impide dar la victoria, sea con muchos o con pocos".
7 Su escudero le respondió: "Actúa como mejor te parezca; puedes contar conmigo para lo que quieras".
8 Jonatán añadió: "Avanzaremos hasta donde están esos hombres y dejaremos que nos descubran.
9 Si nos dicen: ‘¡Alto ahí, hasta que los alcancemos!’, nos quedaremos en nuestro puesto, sin subir adonde están ellos.
10 Pero si nos dicen: ‘¡Suban!’, entonces subiremos, porque el Señor los entrega en nuestras manos. Esta será la contraseña".
11 En seguida se hicieron ver de la guarnición filistea, y los filisteos, al descubrirlos, exclamaron: "Miren, son unos hebreos que salen de las cuevas donde se habían escondido".
12 Luego, dirigiéndose a Jonatán y a su escudero, los hombres de la guarnición dijeron: "¡Suban, y les haremos saber una cosa!". Jonatán dijo a su escudero: "Sube detrás de mí, porque el Señor los ha entregado en manos de Israel".
13 Jonatán trepó valiéndose de las manos y los pies, seguido de su escudero. Y a medida que los filisteos caían bajo los golpes de Jonatán, su escudero, que iba detrás, acababa con ellos.
14 En esta primera incursión, Jonatán y su escudero ultimaron a unos veinte hombres, como quien abre un surco en media parcela de campo.
15 El pánico cundió en el campamento, en la campaña y entre todo el pueblo; la guarnición y el cuerpo de asalto también quedaron aterrorizados. Tembló la tierra, y reinó el terror de Dios.
La derrota de los filisteos
16 Los centinelas de Saúl, en Guibeá de Benjamín, vieron cómo la multitud se agitaba y corría de aquí para allá.
17 Entonces Saúl dijo a la tropa que estaba con él: "Pasen revista, a ver si falta alguno de los nuestros". Pasaron revista, y faltaban Jonatán y su escudero.
18 Saúl dijo a Ajías: "Trae aquí el efod". Porque, en ese tiempo, era él quien llevaba el efod delante de Israel.
19 Mientras Saúl le hablaba al sacerdote, el tumulto crecía cada vez más en el campamento de los filisteos. Saúl dijo al sacerdote: "Retira tu mano".
20 Luego Saúl y toda la tropa que lo acompañaba se reunieron y avanzaron hacia el lugar del combate: allí los filisteos habían desenvainado la espada unos contra otros, y la confusión era total.
21 Los hebreos que antes habían estado al servicio de los filisteos, y que habían subido con ellos al campamento, también se plegaron a los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán.
22 Y todos los hombres de Israel que estaban escondidos en la montaña de Efraím, al enterarse de la huida de los filisteos, se pusieron igualmente a perseguirlos.
23 Aquel día, el Señor dio la victoria a Israel, y el combate se extendió hasta más allá de Bet Aven.
El juramento de Saúl y la reacción de Jonatán
24 Los israelitas estaban exhaustos aquel día, porque Saúl había pronunciado sobre el pueblo esta imprecación: "Maldito el hombre que coma algo hasta la tarde, antes que me haya vengado de mis enemigos". Y nadie comió un solo bocado.
25 Así la gente llegó a un bosque donde había miel en el suelo.
26 Al entrar en el bosque, vieron que allí corría la miel, pero nadie se atrevió a probarla por temor al juramento.
27 Sin embargo, Jonatán no había oído cuando su padre imponía al pueblo el juramento. Por eso, alargó el bastón que tenía en la mano, hundió la punta en la miel y se la llevó a la boca. Entonces se le iluminó la mirada.
28 Pero uno de la tropa intervino, diciendo: "Tu padre ha impuesto al pueblo este juramento solemne: ‘Maldito el hombre que coma algo hoy’, y eso que la gente está agotada".
29 Jonatán replicó: "Mi padre ha traído la desgracia al país. ¡Miren cómo se han iluminado mis ojos con sólo probar un poco de esta miel!
30 Si hoy la tropa hubiera comido del botín arrebatado al enemigo, ¡cuánto mayor habría sido la derrota de los filisteos!".
La trasgresión de un precepto ritual
31 Aquel día, ellos derrotaron a los filisteos desde Micmás hasta Aialón, y el pueblo quedó completamente agotado.
32 La tropa se lanzó sobre el botín y tomó ovejas, bueyes y terneros; los degollaron sobre el suelo, y el pueblo los comió con la sangre.
33 Entonces le avisaron a Saúl: "El pueblo está pecando contra el Señor, porque come carne con sangre". Él replicó: "¡Ustedes son unos traidores! Hagan rodar hasta aquí, ahora mismo, una piedra bien grande".
34 Luego añadió: "Dispérsense entre el pueblo y díganle que me traiga cada uno su buey o su oveja. Degüéllenlos aquí y coman; pero no pequen contra el Señor comiendo carne con sangre". Esa noche, cada uno llevó el buey que tenía a mano y lo degollaron en aquel lugar.
35 Saúl edificó un altar al Señor, y ese fue el primer altar erigido por él.
Jonatán salvado por el pueblo
36 Saúl dijo a la tropa: "Bajemos esta noche a perseguir a los filisteos; los saquearemos hasta que despunte el alba y no les dejaremos ni un solo hombre". Ellos respondieron: "Obra como mejor te parezca". Pero el sacerdote dijo: "Consultemos a Dios aquí mismo".
37 Entonces Saúl interrogó a Dios: "¿Debo bajar a perseguir a los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?". Pero Dios no le respondió nada aquel día.
38 Saúl dijo entonces: "¡Adelántense, ustedes, todos los dignatarios del pueblo! Infórmense y vean en qué consiste el pecado cometido hoy.
39 Porque, ¡por la vida del Señor, el salvador de Israel!, aunque se trate de mi hijo Jonatán, morirá seguramente". Pero nadie le respondió nada.
40 Saúl dijo a todo Israel: "Ustedes se quedarán de un lado, y yo y mi hijo Jonatán del otro". El pueblo dijo a Saúl: "Obra como mejor te parezca".
41 Saúl dijo al Señor: "Dios de Israel, danos una respuesta exacta". La suerte cayó sobre Saúl y Jonatán, mientras que el pueblo quedó libre.
42 "Ahora, añadió Saúl, echen la suerte entre mi hijo Jonatán y yo". Y la suerte cayó sobre Jonatán.
43 Saúl dijo a Jonatán: "Cuéntame lo que has hecho". Él le respondió: "Simplemente, he probado un poco de miel con la punta del bastón que tenía en la mano. Aquí estoy dispuesto a morir".
44 Saúl dijo: "¡Que Dios me castigue, si tú no mueres, Jonatán!".
45 Pero el pueblo replicó a Saúl: "¡Cómo va a morir Jonatán, que ha obtenido esta gran victoria en Israel! ¡De ninguna manera! ¡Por la vida del Señor, no caerá por tierra ni un solo cabello de su cabeza, porque él ha actuado hoy con la ayuda de Dios!". Así el pueblo libró a Jonatán, y él no murió.
46 Saúl dejó de perseguir a los filisteos, y estos se fueron a su tierra.
Vista de conjunto sobre el reinado de Saúl
47 Una vez que Saúl asumió el poder real sobre Israel, hizo la guerra a todos sus enemigos de alrededor: a Moab, a los amonitas, a Edóm, a los reyes de Sobá y a los filisteos. Donde quiera que iba, salía victorioso.
48 Hizo proezas, derrotó a Amalec y libró a Israel de aquellos que lo saqueaban.
49 Sus hijos fueron Jonatán, Isví y Malquisúa. Sus dos hijas se llamaban, la mayor Merab y la menor Mical.
50 La mujer de Saúl se llamaba Ajinóam, hija de Ajimáas. El jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl.
51 Quis, el padre de Saúl, y Ner, el padre de Abner, eran hijos de Abiel.
52 La guerra contra los filisteos fue muy encarnizada durante toda la vida de Saúl. Y siempre que él veía a un hombre valiente y aguerrido, lo incorporaba a sus filas.
La hazaña de Jonatán
14 1 Un día, Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su escudero: "Vamos a cruzarnos hasta la guarnición de los filisteos que está allí, al otro lado". Pero no le comunicó nada a su padre.
2 Mientras tanto, Saúl estaba sentado en las afueras de Guibeá, bajo el Granado de Migrón, y tenía con él cerca de seiscientos hombres.
3 Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Icabod, hijo de Pinjás, hijo de Elí, el sacerdote del Señor en Silo, llevaba el efod. La tropa tampoco sabía que Jonatán había partido.
4 En uno de los desfiladeros por los que Jonatán trataba de abrirse paso hasta la guarnición de los filisteos, hay dos grandes peñascos, uno a cada lado; el primero se llama Bosés y el otro Sené.
5 Uno de esos peñascos se alza hacia el norte, frente a Micmás, y el otro hacia el sur, frente a Gueba.
6 Jonatán dijo a su escudero: "Vamos a cruzarnos a la guarnición de esos incircuncisos. Pueda ser que el Señor intervenga a favor nuestro, ya que nada le impide dar la victoria, sea con muchos o con pocos".
7 Su escudero le respondió: "Actúa como mejor te parezca; puedes contar conmigo para lo que quieras".
8 Jonatán añadió: "Avanzaremos hasta donde están esos hombres y dejaremos que nos descubran.
9 Si nos dicen: ‘¡Alto ahí, hasta que los alcancemos!’, nos quedaremos en nuestro puesto, sin subir adonde están ellos.
10 Pero si nos dicen: ‘¡Suban!’, entonces subiremos, porque el Señor los entrega en nuestras manos. Esta será la contraseña".
11 En seguida se hicieron ver de la guarnición filistea, y los filisteos, al descubrirlos, exclamaron: "Miren, son unos hebreos que salen de las cuevas donde se habían escondido".
12 Luego, dirigiéndose a Jonatán y a su escudero, los hombres de la guarnición dijeron: "¡Suban, y les haremos saber una cosa!". Jonatán dijo a su escudero: "Sube detrás de mí, porque el Señor los ha entregado en manos de Israel".
13 Jonatán trepó valiéndose de las manos y los pies, seguido de su escudero. Y a medida que los filisteos caían bajo los golpes de Jonatán, su escudero, que iba detrás, acababa con ellos.
14 En esta primera incursión, Jonatán y su escudero ultimaron a unos veinte hombres, como quien abre un surco en media parcela de campo.
15 El pánico cundió en el campamento, en la campaña y entre todo el pueblo; la guarnición y el cuerpo de asalto también quedaron aterrorizados. Tembló la tierra, y reinó el terror de Dios.
La derrota de los filisteos
16 Los centinelas de Saúl, en Guibeá de Benjamín, vieron cómo la multitud se agitaba y corría de aquí para allá.
17 Entonces Saúl dijo a la tropa que estaba con él: "Pasen revista, a ver si falta alguno de los nuestros". Pasaron revista, y faltaban Jonatán y su escudero.
18 Saúl dijo a Ajías: "Trae aquí el efod". Porque, en ese tiempo, era él quien llevaba el efod delante de Israel.
19 Mientras Saúl le hablaba al sacerdote, el tumulto crecía cada vez más en el campamento de los filisteos. Saúl dijo al sacerdote: "Retira tu mano".
20 Luego Saúl y toda la tropa que lo acompañaba se reunieron y avanzaron hacia el lugar del combate: allí los filisteos habían desenvainado la espada unos contra otros, y la confusión era total.
21 Los hebreos que antes habían estado al servicio de los filisteos, y que habían subido con ellos al campamento, también se plegaron a los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán.
22 Y todos los hombres de Israel que estaban escondidos en la montaña de Efraím, al enterarse de la huida de los filisteos, se pusieron igualmente a perseguirlos.
23 Aquel día, el Señor dio la victoria a Israel, y el combate se extendió hasta más allá de Bet Aven.
El juramento de Saúl y la reacción de Jonatán
24 Los israelitas estaban exhaustos aquel día, porque Saúl había pronunciado sobre el pueblo esta imprecación: "Maldito el hombre que coma algo hasta la tarde, antes que me haya vengado de mis enemigos". Y nadie comió un solo bocado.
25 Así la gente llegó a un bosque donde había miel en el suelo.
26 Al entrar en el bosque, vieron que allí corría la miel, pero nadie se atrevió a probarla por temor al juramento.
27 Sin embargo, Jonatán no había oído cuando su padre imponía al pueblo el juramento. Por eso, alargó el bastón que tenía en la mano, hundió la punta en la miel y se la llevó a la boca. Entonces se le iluminó la mirada.
28 Pero uno de la tropa intervino, diciendo: "Tu padre ha impuesto al pueblo este juramento solemne: ‘Maldito el hombre que coma algo hoy’, y eso que la gente está agotada".
29 Jonatán replicó: "Mi padre ha traído la desgracia al país. ¡Miren cómo se han iluminado mis ojos con sólo probar un poco de esta miel!
30 Si hoy la tropa hubiera comido del botín arrebatado al enemigo, ¡cuánto mayor habría sido la derrota de los filisteos!".
La trasgresión de un precepto ritual
31 Aquel día, ellos derrotaron a los filisteos desde Micmás hasta Aialón, y el pueblo quedó completamente agotado.
32 La tropa se lanzó sobre el botín y tomó ovejas, bueyes y terneros; los degollaron sobre el suelo, y el pueblo los comió con la sangre.
33 Entonces le avisaron a Saúl: "El pueblo está pecando contra el Señor, porque come carne con sangre". Él replicó: "¡Ustedes son unos traidores! Hagan rodar hasta aquí, ahora mismo, una piedra bien grande".
34 Luego añadió: "Dispérsense entre el pueblo y díganle que me traiga cada uno su buey o su oveja. Degüéllenlos aquí y coman; pero no pequen contra el Señor comiendo carne con sangre". Esa noche, cada uno llevó el buey que tenía a mano y lo degollaron en aquel lugar.
35 Saúl edificó un altar al Señor, y ese fue el primer altar erigido por él.
Jonatán salvado por el pueblo
36 Saúl dijo a la tropa: "Bajemos esta noche a perseguir a los filisteos; los saquearemos hasta que despunte el alba y no les dejaremos ni un solo hombre". Ellos respondieron: "Obra como mejor te parezca". Pero el sacerdote dijo: "Consultemos a Dios aquí mismo".
37 Entonces Saúl interrogó a Dios: "¿Debo bajar a perseguir a los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?". Pero Dios no le respondió nada aquel día.
38 Saúl dijo entonces: "¡Adelántense, ustedes, todos los dignatarios del pueblo! Infórmense y vean en qué consiste el pecado cometido hoy.
39 Porque, ¡por la vida del Señor, el salvador de Israel!, aunque se trate de mi hijo Jonatán, morirá seguramente". Pero nadie le respondió nada.
40 Saúl dijo a todo Israel: "Ustedes se quedarán de un lado, y yo y mi hijo Jonatán del otro". El pueblo dijo a Saúl: "Obra como mejor te parezca".
41 Saúl dijo al Señor: "Dios de Israel, danos una respuesta exacta". La suerte cayó sobre Saúl y Jonatán, mientras que el pueblo quedó libre.
42 "Ahora, añadió Saúl, echen la suerte entre mi hijo Jonatán y yo". Y la suerte cayó sobre Jonatán.
43 Saúl dijo a Jonatán: "Cuéntame lo que has hecho". Él le respondió: "Simplemente, he probado un poco de miel con la punta del bastón que tenía en la mano. Aquí estoy dispuesto a morir".
44 Saúl dijo: "¡Que Dios me castigue, si tú no mueres, Jonatán!".
45 Pero el pueblo replicó a Saúl: "¡Cómo va a morir Jonatán, que ha obtenido esta gran victoria en Israel! ¡De ninguna manera! ¡Por la vida del Señor, no caerá por tierra ni un solo cabello de su cabeza, porque él ha actuado hoy con la ayuda de Dios!". Así el pueblo libró a Jonatán, y él no murió.
46 Saúl dejó de perseguir a los filisteos, y estos se fueron a su tierra.
Vista de conjunto sobre el reinado de Saúl
47 Una vez que Saúl asumió el poder real sobre Israel, hizo la guerra a todos sus enemigos de alrededor: a Moab, a los amonitas, a Edóm, a los reyes de Sobá y a los filisteos. Donde quiera que iba, salía victorioso.
48 Hizo proezas, derrotó a Amalec y libró a Israel de aquellos que lo saqueaban.
49 Sus hijos fueron Jonatán, Isví y Malquisúa. Sus dos hijas se llamaban, la mayor Merab y la menor Mical.
50 La mujer de Saúl se llamaba Ajinóam, hija de Ajimáas. El jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl.
51 Quis, el padre de Saúl, y Ner, el padre de Abner, eran hijos de Abiel.
52 La guerra contra los filisteos fue muy encarnizada durante toda la vida de Saúl. Y siempre que él veía a un hombre valiente y aguerrido, lo incorporaba a sus filas.
Capítulo 15: 1 Samuél 15
La guerra contra Amalec
15 1 Samuel dijo a Saúl: "Fue el Señor el que me envió a ungirte rey de mi pueblo Israel. Por eso, escucha ahora las palabras del Señor.
2 Así habla el Señor de los ejércitos: Voy a pedir cuenta a Amalec de lo que hizo a Israel, al cortarle el camino cuando este subía de Egipto.
3 Ahora ve y derrota a Amalec. Conságralo al exterminio con todo lo que posee y no lo perdones, mata a hombres y mujeres, niños y pequeños, vacas y ovejas, camellos y asnos".
4 Saúl convocó al pueblo y le pasó revista en Telam: eran doscientos mil hombres de a pie y diez mil hombres de Judá.
5 Luego avanzó hasta la ciudad de Amalec y tendió una emboscada en el barranco.
6 Entonces Saúl avisó a los quenitas: "¡Vamos, retírense de en medio de los amalecitas y bajen, no sea que los trate igual que a ellos! Porque ustedes han sido benévolos con todos los israelitas, cuando bajaban de Egipto". Así los quenitas se retiraron de en medio de Amalec.
La desobediencia de Saúl
7 Saúl derrotó a Amalec desde Javilá hasta la entrada de Sur, que está frente a Egipto.
8 Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y consagró al exterminio a todo el pueblo, pasándolos al filo de la espada.
9 Pero Saúl y el pueblo perdonaron la vida a Agag y a lo mejor del ganado mayor y menor, a los animales cebados, a los corderos y a todo lo que había de bueno, y no quisieron consagrarlos al exterminio. Exterminaron, en cambio, todo lo que era despreciable y sin valor.
Saúl rechazado definitivamente por el Señor
10 La palabra del Señor llegó entonces a Samuel en estos términos:
11 "Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras". Samuel quedó muy perturbado y pasó la noche clamando al Señor.
12 A la mañana temprano, Samuel partió al encuentro de Saúl, y le dieron esta información: "Saúl llegó a Carmel y allí se erigió una columna conmemorativa; luego dio la vuelta y siguió adelante para bajar a Guilgal".
13 Entonces Samuel se presentó ante Saúl y este le dijo: "¡Que el Señor te bendiga! Ya he cumplido la palabra del Señor".
14 Pero Samuel le preguntó: "¿Qué son esos balidos que oigo y esos mugidos que llegan a mis oídos?".
15 Saúl respondió: "Los han traído de Amalec, porque el pueblo ha perdonado lo mejor del ganado mayor y menor, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios. El resto lo hemos consagrado al exterminio".
16 Entonces Samuel dijo a Saúl: "¡Basta! Voy a anunciarte lo que el Señor me dijo anoche". "Habla", replicó él.
17 Samuel añadió: "Aunque tú mismo te consideres poca cosa, ¿no estás al frente de las tribus de Israel? El Señor te ha ungido rey de Israel.
18 Él te mandó hacer una expedición y te dijo: Ve y consagra al exterminio a esos pecadores, los amalecitas; combátelos hasta acabar con ellos.
19 ¿Por qué entonces no has escuchado la voz del Señor? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo malo a los ojos del Señor?".
20 Saúl le replicó: "¡Yo escuché la voz del Señor! Hice la expedición que él me había encomendado; traje a Agag, rey de Amalec, consagré al exterminio a los amalecitas, 21 y el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios, en Guilgal".
22 Samuel respondió:
"¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios o quiere que se obedezca su voz?
La obediencia vale más que el sacrificio; la docilidad, más que la grasa de carneros.
23 Como pecado de hechiceríaes la rebeldía; como crimen de idolatría es la contumacia.
Porque tú has rechazadola palabra del Señor, él te ha rechazado a ti para que no seas rey".
24 Saúl dijo a Samuel: "He pecado, porque transgredí la orden del Señor y tus palabras. Tuve miedo del pueblo y escuché su demanda.
25 Pero ahora, te ruego que perdones mi pecado; vuelve conmigo, e iré a postrarme delante del Señor".
26 Samuel respondió a Saúl: "No volveré contigo, porque tú has rechazado la palabra del Señor, y él te ha rechazado a ti para que ya no seas más rey de Israel".
27 Samuel se dio vuelta para irse, pero Saúl le tomó el borde de su manto, y este se rasgó.
28 Entonces Samuel le dijo: "Hoy el Señor te ha arrebatado el poder real sobre Israel, y se lo ha conferido a otro mejor que tú".
29 –Sin embargo, el Esplendor de Israel no miente ni se arrepiente, porque él no es un hombre para arrepentirse–.
30 Saúl dijo: "He pecado, pero te ruego que me honres ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel: vuelve conmigo, y me postraré ante el Señor, tu Dios".
31 Entonces Samuel volvió en compañía de Saúl, y este se postró delante del Señor.
Muerte de Agag y partida de Samuel
32 Luego dijo Samuel: "Tráiganme a Agag, rey de los amalecitas". Agag se acercó a él muy complacido, pensando: "Seguramente, me he librado de la amargura de la muerte".
33 Pero Samuel dijo:
"Como tu espada ha dejado sin hijos a tantas mujeres, así tu madre quedará sin su hijo entre las mujeres".
Y descuartizó a Agag delante del Señor, en Guilgal.
34 Luego Samuel partió hacia Ramá, y Saúl se fue a su casa, en Guibeá de Saúl.
35 Samuel no vio nunca más a Saúl hasta el día de su muerte. Pero estaba de duelo por él, porque el Señor se había arrepentido de haberlo hecho rey de Israel.
PREEMINENCIA DE DAVID Y DECADENCIA DE SAÚL
El resto del primer libro de Samuel se ocupa casi exclusivamente de las relaciones de Saúl con David. Saúl constituye el fondo oscuro del cuadro, sobre el que se destaca cada vez más la excepcional personalidad de David. Los triunfos y la popularidad del joven guerrero despiertan los celos y la furia homicida del rey, cuyo carácter tiránico y desequilibrado hace resaltar, por contraposición, la magnanimidad y nobleza de su rival.
La trayectoria de David comienza con su incorporación a la corte del rey Saúl y culmina con su elevación al trono de Judá y de Israel. Impulsado por su espíritu sagaz, por su amplitud de miras y su ardiente fe en el Señor, él librará definitivamente a su pueblo del yugo filisteo y hará de Israel una nación soberana. El recuerdo de estas hazañas y las promesas que le hizo el Señor, a él y a su dinastía (2 Sam. 7. 1-17), lo convirtieron en el prototipo del rey ideal y en el antepasado por excelencia del futuro Mesías. El mismo Jesús no rehusa ser llamado "Hijo de David" (Mt. 20. 30-31; 21. 9), y este es precisamente el título que se le da al comienzo del Nuevo Testamento (Mt. 1. 1).
La guerra contra Amalec
15 1 Samuel dijo a Saúl: "Fue el Señor el que me envió a ungirte rey de mi pueblo Israel. Por eso, escucha ahora las palabras del Señor.
2 Así habla el Señor de los ejércitos: Voy a pedir cuenta a Amalec de lo que hizo a Israel, al cortarle el camino cuando este subía de Egipto.
3 Ahora ve y derrota a Amalec. Conságralo al exterminio con todo lo que posee y no lo perdones, mata a hombres y mujeres, niños y pequeños, vacas y ovejas, camellos y asnos".
4 Saúl convocó al pueblo y le pasó revista en Telam: eran doscientos mil hombres de a pie y diez mil hombres de Judá.
5 Luego avanzó hasta la ciudad de Amalec y tendió una emboscada en el barranco.
6 Entonces Saúl avisó a los quenitas: "¡Vamos, retírense de en medio de los amalecitas y bajen, no sea que los trate igual que a ellos! Porque ustedes han sido benévolos con todos los israelitas, cuando bajaban de Egipto". Así los quenitas se retiraron de en medio de Amalec.
La desobediencia de Saúl
7 Saúl derrotó a Amalec desde Javilá hasta la entrada de Sur, que está frente a Egipto.
8 Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y consagró al exterminio a todo el pueblo, pasándolos al filo de la espada.
9 Pero Saúl y el pueblo perdonaron la vida a Agag y a lo mejor del ganado mayor y menor, a los animales cebados, a los corderos y a todo lo que había de bueno, y no quisieron consagrarlos al exterminio. Exterminaron, en cambio, todo lo que era despreciable y sin valor.
Saúl rechazado definitivamente por el Señor
10 La palabra del Señor llegó entonces a Samuel en estos términos:
11 "Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras". Samuel quedó muy perturbado y pasó la noche clamando al Señor.
12 A la mañana temprano, Samuel partió al encuentro de Saúl, y le dieron esta información: "Saúl llegó a Carmel y allí se erigió una columna conmemorativa; luego dio la vuelta y siguió adelante para bajar a Guilgal".
13 Entonces Samuel se presentó ante Saúl y este le dijo: "¡Que el Señor te bendiga! Ya he cumplido la palabra del Señor".
14 Pero Samuel le preguntó: "¿Qué son esos balidos que oigo y esos mugidos que llegan a mis oídos?".
15 Saúl respondió: "Los han traído de Amalec, porque el pueblo ha perdonado lo mejor del ganado mayor y menor, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios. El resto lo hemos consagrado al exterminio".
16 Entonces Samuel dijo a Saúl: "¡Basta! Voy a anunciarte lo que el Señor me dijo anoche". "Habla", replicó él.
17 Samuel añadió: "Aunque tú mismo te consideres poca cosa, ¿no estás al frente de las tribus de Israel? El Señor te ha ungido rey de Israel.
18 Él te mandó hacer una expedición y te dijo: Ve y consagra al exterminio a esos pecadores, los amalecitas; combátelos hasta acabar con ellos.
19 ¿Por qué entonces no has escuchado la voz del Señor? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo malo a los ojos del Señor?".
20 Saúl le replicó: "¡Yo escuché la voz del Señor! Hice la expedición que él me había encomendado; traje a Agag, rey de Amalec, consagré al exterminio a los amalecitas, 21 y el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios, en Guilgal".
22 Samuel respondió:
"¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios o quiere que se obedezca su voz?
La obediencia vale más que el sacrificio; la docilidad, más que la grasa de carneros.
23 Como pecado de hechiceríaes la rebeldía; como crimen de idolatría es la contumacia.
Porque tú has rechazadola palabra del Señor, él te ha rechazado a ti para que no seas rey".
24 Saúl dijo a Samuel: "He pecado, porque transgredí la orden del Señor y tus palabras. Tuve miedo del pueblo y escuché su demanda.
25 Pero ahora, te ruego que perdones mi pecado; vuelve conmigo, e iré a postrarme delante del Señor".
26 Samuel respondió a Saúl: "No volveré contigo, porque tú has rechazado la palabra del Señor, y él te ha rechazado a ti para que ya no seas más rey de Israel".
27 Samuel se dio vuelta para irse, pero Saúl le tomó el borde de su manto, y este se rasgó.
28 Entonces Samuel le dijo: "Hoy el Señor te ha arrebatado el poder real sobre Israel, y se lo ha conferido a otro mejor que tú".
29 –Sin embargo, el Esplendor de Israel no miente ni se arrepiente, porque él no es un hombre para arrepentirse–.
30 Saúl dijo: "He pecado, pero te ruego que me honres ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel: vuelve conmigo, y me postraré ante el Señor, tu Dios".
31 Entonces Samuel volvió en compañía de Saúl, y este se postró delante del Señor.
Muerte de Agag y partida de Samuel
32 Luego dijo Samuel: "Tráiganme a Agag, rey de los amalecitas". Agag se acercó a él muy complacido, pensando: "Seguramente, me he librado de la amargura de la muerte".
33 Pero Samuel dijo:
"Como tu espada ha dejado sin hijos a tantas mujeres, así tu madre quedará sin su hijo entre las mujeres".
Y descuartizó a Agag delante del Señor, en Guilgal.
34 Luego Samuel partió hacia Ramá, y Saúl se fue a su casa, en Guibeá de Saúl.
35 Samuel no vio nunca más a Saúl hasta el día de su muerte. Pero estaba de duelo por él, porque el Señor se había arrepentido de haberlo hecho rey de Israel.
PREEMINENCIA DE DAVID Y DECADENCIA DE SAÚL
El resto del primer libro de Samuel se ocupa casi exclusivamente de las relaciones de Saúl con David. Saúl constituye el fondo oscuro del cuadro, sobre el que se destaca cada vez más la excepcional personalidad de David. Los triunfos y la popularidad del joven guerrero despiertan los celos y la furia homicida del rey, cuyo carácter tiránico y desequilibrado hace resaltar, por contraposición, la magnanimidad y nobleza de su rival.
La trayectoria de David comienza con su incorporación a la corte del rey Saúl y culmina con su elevación al trono de Judá y de Israel. Impulsado por su espíritu sagaz, por su amplitud de miras y su ardiente fe en el Señor, él librará definitivamente a su pueblo del yugo filisteo y hará de Israel una nación soberana. El recuerdo de estas hazañas y las promesas que le hizo el Señor, a él y a su dinastía (2 Sam. 7. 1-17), lo convirtieron en el prototipo del rey ideal y en el antepasado por excelencia del futuro Mesías. El mismo Jesús no rehusa ser llamado "Hijo de David" (Mt. 20. 30-31; 21. 9), y este es precisamente el título que se le da al comienzo del Nuevo Testamento (Mt. 1. 1).
Capítulo 16: 1 Samuél 16
La unción de David
16 1 El Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey".
2 Samuel respondió: "¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará". Pero el Señor replicó: "Llevarás contigo una ternera y dirás: ‘Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor’.
3 Invitarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que debes hacer, tú me ungirás al que yo te diga".
4 Samuel hizo lo que el Señor le había dicho. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a su encuentro muy atemorizados, y le dijeron: "¿Vienes en son de paz, vidente?".
5 "Sí, respondió él; vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio". Luego purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
6 Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido".
7 Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón".
8 Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor".
9 Luego hizo pasar a Sammá; pero Samuel dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor".
10 Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de estos".
11 Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". Él respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí".
12 Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este".
13 Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá.
David al servicio de Saúl
14 El espíritu del Señor se había retirado de Saúl, y lo atormentaba un mal espíritu, enviado por el Señor.
15 Sus servidores le dijeron: "Un mal espíritu de Dios no deja de atormentarte.
16 Basta que nuestro señor lo diga, y los servidores que te asisten buscarán un hombre que sepa tocar la cítara. Así, cuando te asalte el mal espíritu de Dios, él tocará la cítara, y tú te sentirás aliviado".
17 Saúl respondió a sus servidores: "Sí, búsquenme un hombre que toque bien y tráiganlo".
18 Entonces intervino uno de sus servidores, diciendo: "Justamente he visto a un hijo de Jesé, el de Belén, que sabe tocar. Además, es valiente y hábil guerrero; habla muy bien, tiene buena presencia y el Señor está con él".
19 Entonces Saúl envió unos mensajeros a Jesé para decirle: "Envíame a tu hijo David, que está con el rebaño".
20 Jesé tomó un asno, pan, un odre de vino y un cabrito, y se los envió a Saúl con su hijo David.
21 David se presentó a Saúl y se puso a su servicio. Saúl le tomó un gran afecto y lo hizo su escudero.
22 Luego mandó decir a Jesé: "Que David se quede a mi servicio porque me ha caído bien".
23 Y cuando un espíritu de Dios asaltaba a Saúl, David tomaba la cítara y tocaba. Saúl se calmaba y se sentía aliviado, y el mal espíritu se retiraba de él.
La unción de David
16 1 El Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey".
2 Samuel respondió: "¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará". Pero el Señor replicó: "Llevarás contigo una ternera y dirás: ‘Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor’.
3 Invitarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que debes hacer, tú me ungirás al que yo te diga".
4 Samuel hizo lo que el Señor le había dicho. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a su encuentro muy atemorizados, y le dijeron: "¿Vienes en son de paz, vidente?".
5 "Sí, respondió él; vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio". Luego purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
6 Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido".
7 Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón".
8 Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor".
9 Luego hizo pasar a Sammá; pero Samuel dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor".
10 Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de estos".
11 Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". Él respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí".
12 Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este".
13 Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá.
David al servicio de Saúl
14 El espíritu del Señor se había retirado de Saúl, y lo atormentaba un mal espíritu, enviado por el Señor.
15 Sus servidores le dijeron: "Un mal espíritu de Dios no deja de atormentarte.
16 Basta que nuestro señor lo diga, y los servidores que te asisten buscarán un hombre que sepa tocar la cítara. Así, cuando te asalte el mal espíritu de Dios, él tocará la cítara, y tú te sentirás aliviado".
17 Saúl respondió a sus servidores: "Sí, búsquenme un hombre que toque bien y tráiganlo".
18 Entonces intervino uno de sus servidores, diciendo: "Justamente he visto a un hijo de Jesé, el de Belén, que sabe tocar. Además, es valiente y hábil guerrero; habla muy bien, tiene buena presencia y el Señor está con él".
19 Entonces Saúl envió unos mensajeros a Jesé para decirle: "Envíame a tu hijo David, que está con el rebaño".
20 Jesé tomó un asno, pan, un odre de vino y un cabrito, y se los envió a Saúl con su hijo David.
21 David se presentó a Saúl y se puso a su servicio. Saúl le tomó un gran afecto y lo hizo su escudero.
22 Luego mandó decir a Jesé: "Que David se quede a mi servicio porque me ha caído bien".
23 Y cuando un espíritu de Dios asaltaba a Saúl, David tomaba la cítara y tocaba. Saúl se calmaba y se sentía aliviado, y el mal espíritu se retiraba de él.
Capítulo 17: 1 Samuél 17
Goliat, el gigante filisteo
17 1 Los filisteos reunieron sus fuerzas para el combate. Se concentraron en Socó de Judá y acamparon entre Socó y Azecá, en Efes Damím.
2 También Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle del Terebinto, y se dispusieron en orden de batalla frente a los filisteos.
3 Estos filisteos estaban apostados en un monte, y los israelitas en el del lado opuesto, con el valle de por medio.
4 Entonces salió del campo filisteo un luchador llamado Goliat, de Gat, que medía casi tres metros de altura.
5 Llevaba en la cabeza un casco de bronce e iba cubierto con una coraza escamada, también de bronce, que pesaba más de medio quintal.
6 Tenía unas canilleras de bronce en las piernas y una jabalina de bronce a la espalda.
7 El asta de su lanza era gruesa como el palo de un telar y el hierro de la punta pesaba unos seis kilos. Su escudero iba delante de él.
8 El filisteo se detuvo y gritó a las filas de Israel: "¿Para qué salen a presentar batalla? ¿No soy yo el filisteo y ustedes los esclavos de Saúl? Elijan a un hombre, y que baje a enfrentarme.
9 Si él es capaz de combatir conmigo y me derrota, seremos esclavos de ustedes. Pero si yo puedo más que él y lo derroto, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán".
10 Y el filisteo añadió: "Hoy lanzo un desafío a las filas de Israel. Preséntenme un hombre y nos batiremos en duelo".
11 Saúl y todo Israel, al oír estas palabras del filisteo, quedaron espantados y sintieron un gran temor.
David en el frente de batalla
12 David era hijo de aquel Efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos. En tiempos de Saúl, Jesé era ya un hombre viejo, de edad avanzada, 13 y sus tres hijos mayores habían ido a la guerra detrás de Saúl. El mayor de estos tres hijos se llamaba Eliab, el segundo Abinadab y el tercero Sammá; 14 David era el más pequeño. Los tres mayores habían seguido a Saúl, 15 mientras que David solía ir al campamento de Saúl y luego volvía a Belén, para apacentar el rebaño de su padre.
16 Mientras tanto, el filisteo se adelantaba por la mañana y por la tarde, y así se presentó durante cuarenta días.
17 Jesé dijo a su hijo David: "Toma esta bolsa de grano tostado y estos diez panes, y corre a llevárselos a tus hermanos al campamento.
18 Estos diez quesos se los entregarás al comandante. Fíjate bien cómo están tus hermanos y trae algo de ellos como prenda.
19 Saúl está con ellos y con todos los hombres de Israel en el valle del Terebinto, combatiendo contra los filisteos".
20 David se levantó de madrugada, dejó el rebaño al cuidado de un guardián y partió con su carga, como se lo había mandado Jesé. Cuando llegó al cerco del campamento, el ejército avanzaba en orden de batalla, lanzando el grito de guerra.
21 Israelitas y filisteos se alinearon frente a frente.
22 Entonces David dejó las cosas que traía en manos del encargado del equipaje, corrió hacia las filas y fue a saludar a sus hermanos.
23 Mientras estaba hablando con ellos, subió del frente filisteo el luchador llamado Goliat, el filisteo de Gat. Pronunció las mismas palabras, y David lo escuchó.
24 Todos los israelitas, apenas vieron al hombre, huyeron despavoridos delante de él.
25 Un hombre de Israel dijo: "¿Han visto a ese hombre que sube? ¡Él viene a desafiar a Israel! Al que lo derrote, el rey lo colmará de riquezas, le dará su hija como esposa y eximirá de impuestos a su casa paterna en Israel".
26 David preguntó a los hombres que estaban con él: "¿Qué le harán al hombre que derrote a ese filisteo y ponga a salvo el honor de Israel? Porque ¿quién es ese filisteo incircunciso para desafiar a las huestes del Dios viviente?".
27 La gente le repitió lo mismo: "Al que lo derrote le harán tal y tal cosa.
28 Pero Eliab, su hermano mayor, al oírlo hablar así con esos hombres, se irritó contra él y exclamó: "¿Para qué has bajado aquí? ¿Y con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Ya sé que eres un atrevido y un mal intencionado: ¡tú has bajado para ver la batalla!".
29 David replicó: "Pero ¿qué he hecho? ¿O ni siquiera se puede hablar?".
30 En seguida se apartó de él y, dirigiéndose a otro, le hizo la misma pregunta. Y la gente le respondió lo mismo que antes.
31 Los que habían oído las palabras que dijo David se las comunicaron a Saúl, y este lo mandó llamar.
32 David dijo a Saúl: "No hay que desanimarse a causa de ese; tu servidor irá a luchar contra el filisteo".
33 Pero Saúl respondió a David: "Tú no puedes batirte con ese filisteo, porque no eres más que un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud".
34 David dijo a Saúl: "Tu servidor apacienta el rebaño de su padre, y siempre que viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño, 35 yo lo persigo, lo golpeo y se la arranco de la boca; y si él me ataca, yo lo agarro por la quijada y lo mato a golpes.
36 Así he matado leones y osos, y ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a las huestes del Dios viviente".
37 Y David añadió: "El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo". Entonces Saúl dijo a David: "Ve, y que el Señor esté contigo".
El combate de David con Goliat
38 Saúl vistió a David con su propia indumentaria, le puso en la cabeza un casco de bronce y lo cubrió con una coraza.
39 Después, David se ciñó la espada de Saúl por encima de su indumentaria, e hizo un esfuerzo para poder caminar, porque no estaba entrenado. Entonces David dijo a Saúl: "No puedo caminar con todas estas cosas porque no estoy entrenado". Y David se las quitó.
40 Luego tomó en la mano su bastón, eligió en el torrente cinco piedras bien lisas, las puso en su bolsa de pastor, en la mochila, y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo.
41 El filisteo se fue acercando poco a poco a David, precedido de su escudero.
42 Y al fijar sus ojos en David, el filisteo lo despreció, porque vio que era apenas un muchacho, de tez clara y de buena presencia.
43 Entonces dijo a David: "¿Soy yo un perro para que vengas a mí armado de palos?". Y maldijo a David invocando a sus dioses.
44 Luego le dijo: "Ven aquí, y daré tu carne a los pájaros del cielo y a los animales del campo".
45 David replicó al filisteo: "Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado.
46 Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; yo te derrotaré, te cortaré la cabeza, y daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a los pájaros del cielo y a los animales del campo. Así toda la tierra sabrá que hay un Dios para Israel.
47 Y toda esta asamblea reconocerá que el Señor da la victoria sin espada ni lanza. Porque esta es una guerra del Señor, y él los entregará en nuestras manos".
48 Cuando el filisteo se puso en movimiento y se acercó cada vez más para enfrentar a David, este enfiló velozmente en dirección al filisteo.
49 En seguida metió la mano en su bolsa, sacó de ella una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente, y él cayó de bruces contra el suelo.
50 Así venció David al filisteo con la honda y una piedra; le asestó un golpe mortal, sin tener una espada en su mano.
51 David fue corriendo y se paró junto al filisteo; le agarró la espada, se la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza. Al ver que su héroe estaba muerto, los filisteos huyeron.
52 Inmediatamente, los hombres de Israel y de Judá lanzaron el grito de guerra y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Muchos filisteos cayeron heridos de muerte por el camino de Dos Puertas, hasta Gat y Ecrón.
53 Después, los israelitas volvieron de su encarnizada persecución contra los filisteos y saquearon su campamento.
54 David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, pero dejó las armas en su propia carpa.
La presentación de David a Saúl
55 Al ver que David salía al encuentro del filisteo, Saúl le había preguntado a Abner, el jefe del ejército: "Abner, ¿de quién es hijo ese muchacho?". "¡Por tu vida, rey, no lo sé!", respondió Abner.
56 Entonces el rey dijo: "Averigua de quién es hijo ese muchacho".
57 Cuando David volvió de matar al filisteo, Abner lo llevó a la presencia de Saúl con la cabeza del filisteo en la mano.
58 Saúl le preguntó: "¿De quién eres hijo, muchacho?". David respondió: "Soy hijo de tu servidor Jesé, el de Belén".
Goliat, el gigante filisteo
17 1 Los filisteos reunieron sus fuerzas para el combate. Se concentraron en Socó de Judá y acamparon entre Socó y Azecá, en Efes Damím.
2 También Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle del Terebinto, y se dispusieron en orden de batalla frente a los filisteos.
3 Estos filisteos estaban apostados en un monte, y los israelitas en el del lado opuesto, con el valle de por medio.
4 Entonces salió del campo filisteo un luchador llamado Goliat, de Gat, que medía casi tres metros de altura.
5 Llevaba en la cabeza un casco de bronce e iba cubierto con una coraza escamada, también de bronce, que pesaba más de medio quintal.
6 Tenía unas canilleras de bronce en las piernas y una jabalina de bronce a la espalda.
7 El asta de su lanza era gruesa como el palo de un telar y el hierro de la punta pesaba unos seis kilos. Su escudero iba delante de él.
8 El filisteo se detuvo y gritó a las filas de Israel: "¿Para qué salen a presentar batalla? ¿No soy yo el filisteo y ustedes los esclavos de Saúl? Elijan a un hombre, y que baje a enfrentarme.
9 Si él es capaz de combatir conmigo y me derrota, seremos esclavos de ustedes. Pero si yo puedo más que él y lo derroto, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán".
10 Y el filisteo añadió: "Hoy lanzo un desafío a las filas de Israel. Preséntenme un hombre y nos batiremos en duelo".
11 Saúl y todo Israel, al oír estas palabras del filisteo, quedaron espantados y sintieron un gran temor.
David en el frente de batalla
12 David era hijo de aquel Efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos. En tiempos de Saúl, Jesé era ya un hombre viejo, de edad avanzada, 13 y sus tres hijos mayores habían ido a la guerra detrás de Saúl. El mayor de estos tres hijos se llamaba Eliab, el segundo Abinadab y el tercero Sammá; 14 David era el más pequeño. Los tres mayores habían seguido a Saúl, 15 mientras que David solía ir al campamento de Saúl y luego volvía a Belén, para apacentar el rebaño de su padre.
16 Mientras tanto, el filisteo se adelantaba por la mañana y por la tarde, y así se presentó durante cuarenta días.
17 Jesé dijo a su hijo David: "Toma esta bolsa de grano tostado y estos diez panes, y corre a llevárselos a tus hermanos al campamento.
18 Estos diez quesos se los entregarás al comandante. Fíjate bien cómo están tus hermanos y trae algo de ellos como prenda.
19 Saúl está con ellos y con todos los hombres de Israel en el valle del Terebinto, combatiendo contra los filisteos".
20 David se levantó de madrugada, dejó el rebaño al cuidado de un guardián y partió con su carga, como se lo había mandado Jesé. Cuando llegó al cerco del campamento, el ejército avanzaba en orden de batalla, lanzando el grito de guerra.
21 Israelitas y filisteos se alinearon frente a frente.
22 Entonces David dejó las cosas que traía en manos del encargado del equipaje, corrió hacia las filas y fue a saludar a sus hermanos.
23 Mientras estaba hablando con ellos, subió del frente filisteo el luchador llamado Goliat, el filisteo de Gat. Pronunció las mismas palabras, y David lo escuchó.
24 Todos los israelitas, apenas vieron al hombre, huyeron despavoridos delante de él.
25 Un hombre de Israel dijo: "¿Han visto a ese hombre que sube? ¡Él viene a desafiar a Israel! Al que lo derrote, el rey lo colmará de riquezas, le dará su hija como esposa y eximirá de impuestos a su casa paterna en Israel".
26 David preguntó a los hombres que estaban con él: "¿Qué le harán al hombre que derrote a ese filisteo y ponga a salvo el honor de Israel? Porque ¿quién es ese filisteo incircunciso para desafiar a las huestes del Dios viviente?".
27 La gente le repitió lo mismo: "Al que lo derrote le harán tal y tal cosa.
28 Pero Eliab, su hermano mayor, al oírlo hablar así con esos hombres, se irritó contra él y exclamó: "¿Para qué has bajado aquí? ¿Y con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Ya sé que eres un atrevido y un mal intencionado: ¡tú has bajado para ver la batalla!".
29 David replicó: "Pero ¿qué he hecho? ¿O ni siquiera se puede hablar?".
30 En seguida se apartó de él y, dirigiéndose a otro, le hizo la misma pregunta. Y la gente le respondió lo mismo que antes.
31 Los que habían oído las palabras que dijo David se las comunicaron a Saúl, y este lo mandó llamar.
32 David dijo a Saúl: "No hay que desanimarse a causa de ese; tu servidor irá a luchar contra el filisteo".
33 Pero Saúl respondió a David: "Tú no puedes batirte con ese filisteo, porque no eres más que un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud".
34 David dijo a Saúl: "Tu servidor apacienta el rebaño de su padre, y siempre que viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño, 35 yo lo persigo, lo golpeo y se la arranco de la boca; y si él me ataca, yo lo agarro por la quijada y lo mato a golpes.
36 Así he matado leones y osos, y ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a las huestes del Dios viviente".
37 Y David añadió: "El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo". Entonces Saúl dijo a David: "Ve, y que el Señor esté contigo".
El combate de David con Goliat
38 Saúl vistió a David con su propia indumentaria, le puso en la cabeza un casco de bronce y lo cubrió con una coraza.
39 Después, David se ciñó la espada de Saúl por encima de su indumentaria, e hizo un esfuerzo para poder caminar, porque no estaba entrenado. Entonces David dijo a Saúl: "No puedo caminar con todas estas cosas porque no estoy entrenado". Y David se las quitó.
40 Luego tomó en la mano su bastón, eligió en el torrente cinco piedras bien lisas, las puso en su bolsa de pastor, en la mochila, y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo.
41 El filisteo se fue acercando poco a poco a David, precedido de su escudero.
42 Y al fijar sus ojos en David, el filisteo lo despreció, porque vio que era apenas un muchacho, de tez clara y de buena presencia.
43 Entonces dijo a David: "¿Soy yo un perro para que vengas a mí armado de palos?". Y maldijo a David invocando a sus dioses.
44 Luego le dijo: "Ven aquí, y daré tu carne a los pájaros del cielo y a los animales del campo".
45 David replicó al filisteo: "Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado.
46 Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; yo te derrotaré, te cortaré la cabeza, y daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a los pájaros del cielo y a los animales del campo. Así toda la tierra sabrá que hay un Dios para Israel.
47 Y toda esta asamblea reconocerá que el Señor da la victoria sin espada ni lanza. Porque esta es una guerra del Señor, y él los entregará en nuestras manos".
48 Cuando el filisteo se puso en movimiento y se acercó cada vez más para enfrentar a David, este enfiló velozmente en dirección al filisteo.
49 En seguida metió la mano en su bolsa, sacó de ella una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente, y él cayó de bruces contra el suelo.
50 Así venció David al filisteo con la honda y una piedra; le asestó un golpe mortal, sin tener una espada en su mano.
51 David fue corriendo y se paró junto al filisteo; le agarró la espada, se la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza. Al ver que su héroe estaba muerto, los filisteos huyeron.
52 Inmediatamente, los hombres de Israel y de Judá lanzaron el grito de guerra y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Muchos filisteos cayeron heridos de muerte por el camino de Dos Puertas, hasta Gat y Ecrón.
53 Después, los israelitas volvieron de su encarnizada persecución contra los filisteos y saquearon su campamento.
54 David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, pero dejó las armas en su propia carpa.
La presentación de David a Saúl
55 Al ver que David salía al encuentro del filisteo, Saúl le había preguntado a Abner, el jefe del ejército: "Abner, ¿de quién es hijo ese muchacho?". "¡Por tu vida, rey, no lo sé!", respondió Abner.
56 Entonces el rey dijo: "Averigua de quién es hijo ese muchacho".
57 Cuando David volvió de matar al filisteo, Abner lo llevó a la presencia de Saúl con la cabeza del filisteo en la mano.
58 Saúl le preguntó: "¿De quién eres hijo, muchacho?". David respondió: "Soy hijo de tu servidor Jesé, el de Belén".
Capítulo 18: 1 Samuél 18
La amistad de Jonatán con David
18 1 Apenas David terminó de hablar con Saúl, Jonatán se encariñó con él y llegó a quererlo como a sí mismo.
2 Saúl lo hizo quedar con él aquel día y no lo dejó volver a la casa de su padre.
3 Y Jonatán hizo un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo.
4 Él se despojó del manto que llevaba puesto y se lo dio a David, y lo mismo hizo con su indumentaria y hasta con su espada, su arco y su cinturón.
5 Siempre que salía de campaña, enviado por Saúl, David tenía éxito. Entonces Saúl lo puso al frente de sus hombres de guerra. David era bien visto por todo el pueblo y también por los servidores de Saúl.
Los celos de Saúl contra David
6 A su regreso, después que David derrotó al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salían a recibir al rey Saúl, cantando y bailando, al son jubiloso de tamboriles y triángulos.
7 Y mientras danzaban, las mujeres cantaban a coro:
"Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles".
8 Saúl se puso furioso y muy disgustado por todo aquello, pensó: "A David le atribuyen los diez mil, y a mí tan sólo los mil. ¡Ya no le falta más que la realeza!".
9 Y a partir de ese día, Saúl miró con malos ojos a David.
10 Al día siguiente, un mal espíritu que venía de Dios se apoderó de Saúl, y él se puso a delirar en medio de su casa. David tocaba su instrumento como los otros días, y Saúl tenía su lanza en la mano.
11 De pronto, Saúl empuñó la lanza, pensando: "Voy a clavar a David contra la pared". Pero David esquivó el golpe una y otra vez.
12 Entonces Saúl le tuvo miedo, porque el Señor estaba con David y, en cambio, se había retirado de él.
13 Por eso lo apartó de su lado, constituyéndolo jefe de un millar de hombres. Así David iba y venía al frente de las tropas.
14 El éxito lo acompañaba en todas sus empresas y el Señor estaba con él.
15 Al ver que todo le salía bien, Saúl le tuvo miedo, 16 pero todos en Israel y en Judá amaban a David, porque él iba y venía al frente de ellos.
Los planes de Saúl para deshacerse de David
17 Saúl dijo a David: "Ahí tienes a Merab, mi hija mayor; te la voy a dar por esposa, pero tendrás que servirme valerosamente y combatir en las guerras del Señor". En realidad, Saúl pensaba: "Que sean los filisteos, y no yo, los que pongan su mano sobre él".
18 Pero David respondió a Saúl: "¿Quién soy yo y quién es mi estirpe, el clan de mi padre en Israel, para que yo sea el yerno del rey?".
19 Y cuando llegó el momento en que David debía casarse con Merab, la hija de Saúl, se la dieron como esposa a Adriel de Mejolá.
20 Mientras tanto, Mical, la otra hija de Saúl, se había enamorado de David. Cuando se lo contaron a Saúl, este recibió con agrado la noticia, 21 porque pensó: "Se la daré para tenerlo atrapado, y así caerá en manos de los filisteos". Entonces Saúl dijo a David por segunda vez: "Hoy vas a ser mi yerno".
22 Además, dio esta orden a sus servidores: "Díganle a David confidencialmente: ‘El rey te aprecia y todos sus servidores te quieren; ahora es el momento de convertirte en yerno del rey’".
23 Los servidores del rey repitieron estas palabras a David, pero él les respondió: "¿Les parece poca cosa ser yerno del rey? Yo soy un hombre pobre y de condición humilde".
24 Cuando los servidores informaron a Saúl de lo que había dicho David, 25 Saúl les dijo: "Háblenle así a David: ‘Como único precio a cambio de su hija, el rey quiere cien prepucios de filisteos, para vengarse de sus enemigos’". De esta manera, Saúl pensaba lograr que David cayera en manos de los filisteos.
El matrimonio de David con la hija de Saúl
26 Los servidores comunicaron estas palabras a David, y a él le agradó la idea de convertirse en yerno del rey. Antes que se cumpliera el plazo fijado, 27 David partió con sus hombres y mató a doscientos filisteos. Luego trajo los prepucios y presentó ante el rey el número completo, para poder ser su yerno. Entonces Saúl le dio como esposa a su hija Mical.
28 Saúl, al ver esto, comprendió que el Señor estaba con David y que su hija Mical lo amaba.
29 Por eso creció el miedo que le tenía a David y fue su enemigo toda la vida.
30 Los jefes de los filisteos solían hacer incursiones, y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los servidores de Saúl. Así su nombre se hizo célebre.
La amistad de Jonatán con David
18 1 Apenas David terminó de hablar con Saúl, Jonatán se encariñó con él y llegó a quererlo como a sí mismo.
2 Saúl lo hizo quedar con él aquel día y no lo dejó volver a la casa de su padre.
3 Y Jonatán hizo un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo.
4 Él se despojó del manto que llevaba puesto y se lo dio a David, y lo mismo hizo con su indumentaria y hasta con su espada, su arco y su cinturón.
5 Siempre que salía de campaña, enviado por Saúl, David tenía éxito. Entonces Saúl lo puso al frente de sus hombres de guerra. David era bien visto por todo el pueblo y también por los servidores de Saúl.
Los celos de Saúl contra David
6 A su regreso, después que David derrotó al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salían a recibir al rey Saúl, cantando y bailando, al son jubiloso de tamboriles y triángulos.
7 Y mientras danzaban, las mujeres cantaban a coro:
"Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles".
8 Saúl se puso furioso y muy disgustado por todo aquello, pensó: "A David le atribuyen los diez mil, y a mí tan sólo los mil. ¡Ya no le falta más que la realeza!".
9 Y a partir de ese día, Saúl miró con malos ojos a David.
10 Al día siguiente, un mal espíritu que venía de Dios se apoderó de Saúl, y él se puso a delirar en medio de su casa. David tocaba su instrumento como los otros días, y Saúl tenía su lanza en la mano.
11 De pronto, Saúl empuñó la lanza, pensando: "Voy a clavar a David contra la pared". Pero David esquivó el golpe una y otra vez.
12 Entonces Saúl le tuvo miedo, porque el Señor estaba con David y, en cambio, se había retirado de él.
13 Por eso lo apartó de su lado, constituyéndolo jefe de un millar de hombres. Así David iba y venía al frente de las tropas.
14 El éxito lo acompañaba en todas sus empresas y el Señor estaba con él.
15 Al ver que todo le salía bien, Saúl le tuvo miedo, 16 pero todos en Israel y en Judá amaban a David, porque él iba y venía al frente de ellos.
Los planes de Saúl para deshacerse de David
17 Saúl dijo a David: "Ahí tienes a Merab, mi hija mayor; te la voy a dar por esposa, pero tendrás que servirme valerosamente y combatir en las guerras del Señor". En realidad, Saúl pensaba: "Que sean los filisteos, y no yo, los que pongan su mano sobre él".
18 Pero David respondió a Saúl: "¿Quién soy yo y quién es mi estirpe, el clan de mi padre en Israel, para que yo sea el yerno del rey?".
19 Y cuando llegó el momento en que David debía casarse con Merab, la hija de Saúl, se la dieron como esposa a Adriel de Mejolá.
20 Mientras tanto, Mical, la otra hija de Saúl, se había enamorado de David. Cuando se lo contaron a Saúl, este recibió con agrado la noticia, 21 porque pensó: "Se la daré para tenerlo atrapado, y así caerá en manos de los filisteos". Entonces Saúl dijo a David por segunda vez: "Hoy vas a ser mi yerno".
22 Además, dio esta orden a sus servidores: "Díganle a David confidencialmente: ‘El rey te aprecia y todos sus servidores te quieren; ahora es el momento de convertirte en yerno del rey’".
23 Los servidores del rey repitieron estas palabras a David, pero él les respondió: "¿Les parece poca cosa ser yerno del rey? Yo soy un hombre pobre y de condición humilde".
24 Cuando los servidores informaron a Saúl de lo que había dicho David, 25 Saúl les dijo: "Háblenle así a David: ‘Como único precio a cambio de su hija, el rey quiere cien prepucios de filisteos, para vengarse de sus enemigos’". De esta manera, Saúl pensaba lograr que David cayera en manos de los filisteos.
El matrimonio de David con la hija de Saúl
26 Los servidores comunicaron estas palabras a David, y a él le agradó la idea de convertirse en yerno del rey. Antes que se cumpliera el plazo fijado, 27 David partió con sus hombres y mató a doscientos filisteos. Luego trajo los prepucios y presentó ante el rey el número completo, para poder ser su yerno. Entonces Saúl le dio como esposa a su hija Mical.
28 Saúl, al ver esto, comprendió que el Señor estaba con David y que su hija Mical lo amaba.
29 Por eso creció el miedo que le tenía a David y fue su enemigo toda la vida.
30 Los jefes de los filisteos solían hacer incursiones, y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los servidores de Saúl. Así su nombre se hizo célebre.
Capítulo 19: 1 Samuél 19
La intervención de Jonatán en favor de David
19 1 Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores de su proyecto de matar a David. Pero Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David, 2 y lo puso sobre aviso, diciéndole: "Mi padre Saúl intenta matarte. Ten mucho cuidado mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y no te dejes ver.
3 Yo saldré y me quedaré junto con mi padre en el campo donde tú estés; le hablaré de ti, veré qué pasa y te lo comunicaré".
4 Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David, y le dijo: "Que el rey no peque contra su servidor David, ya que él no ha pecado contra ti. Al contrario, sus acciones te reportan grandes beneficios.
5 Él se jugó la vida cuando derrotó al filisteo, y el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Si tanto te alegraste al verlo, ¿por qué vas a pecar con sangre inocente, matando a David sin motivo?".
6 Saúl hizo caso a Jonatán y pronunció este juramento: "¡Por la vida del Señor, no morirá!".
7 Jonatán llamó a David y lo puso al tanto de todo. Luego lo llevó a la presencia de Saúl, y David quedó a su servicio como antes.
Nuevo atentado de Saúl contra David
8 Al reanudarse la guerra, David salió a combatir contra los filisteos; les infligió una gran derrota y ellos huyeron ante él.
9 Entonces, un mal espíritu del Señor se apoderó de Saúl. Mientras él estaba sentado en su casa, con la lanza en la mano, y David tocaba su instrumento, 10 Saúl trató de clavarlo contra la pared con la lanza. Pero David esquivó el golpe de Saúl, y la lanza se clavó en la pared. En seguida David huyó y se puso a salvo.
David salvado por su esposa Mical
Aquella misma noche, 11 Saúl envió unos emisarios a la casa de David, para vigilarlo y darle muerte a la mañana. Pero Mical, su esposa, le advirtió: "Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto".
12 Mical ayudó a David a bajar por la ventana, y él huyó para ponerse a salvo.
13 Luego, Mical tomó el ídolo familiar y lo colocó sobre la cama; puso en la cabecera un cuero de cabra y lo cubrió con una manta.
14 Saúl envió emisarios para que detuvieran a David, pero Mical les dijo: "Está enfermo".
15 Saúl los mandó de nuevo a ver a David, con esta orden: "¡Tráiganmelo con cama y todo, para que yo lo mate!".
16 Pero cuando los emisarios entraron, no encontraron en la cama más que el ídolo, con el cuero de cabra en la cabecera.
17 Saúl dijo a Mical: "¿Qué manera de engañarme es esta? ¡Has dejado escapar a mi enemigo!". Mical le respondió: "Él me dijo: ‘O me dejas partir o te mato’".
Saúl y David con el profeta Samuel
18 Una vez que huyó y se puso a salvo, David se presentó a Samuel en Ramá y le contó todo lo que le había hecho Saúl. Luego, él y Samuel fueron a alojarse en Naiot.
19 Cuando informaron a Saúl de que David estaba en Naiot, en Ramá, 20 aquel envió emisarios para que detuvieran a David. Ellos vieron a la comunidad de profetas, con Samuel a la cabeza, en estado de trance profético. Entonces el espíritu del Señor invadió a los emisarios de Saúl, y también ellos entraron en trance.
21 Al enterarse de esto, Saúl envió otros emisarios, pero también ellos entraron en trance. Por tercera vez, Saúl volvió a enviar emisarios, y también ellos entraron en trance.
22 Entonces fue él personalmente a Ramá. Al llegar a la gran cisterna que está en Secú, Saúl preguntó: "¿Dónde están Samuel y David?". "Están en Naiot, cerca de Ramá", le respondieron.
23 De allí se dirigió a Naiot, en Ramá, y el espíritu del Señor se apoderó de él, de manera que fue caminando en estado de trance hasta Naiot, en Ramá.
24 También él se despojó de su ropa y estuvo en trance delante de Samuel. Luego cayó rendido, y estuvo desnudo todo aquel día y aquella noche. Por eso se suele decir: "¿También Saúl está entre los profetas?".
La intervención de Jonatán en favor de David
19 1 Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores de su proyecto de matar a David. Pero Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David, 2 y lo puso sobre aviso, diciéndole: "Mi padre Saúl intenta matarte. Ten mucho cuidado mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y no te dejes ver.
3 Yo saldré y me quedaré junto con mi padre en el campo donde tú estés; le hablaré de ti, veré qué pasa y te lo comunicaré".
4 Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David, y le dijo: "Que el rey no peque contra su servidor David, ya que él no ha pecado contra ti. Al contrario, sus acciones te reportan grandes beneficios.
5 Él se jugó la vida cuando derrotó al filisteo, y el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Si tanto te alegraste al verlo, ¿por qué vas a pecar con sangre inocente, matando a David sin motivo?".
6 Saúl hizo caso a Jonatán y pronunció este juramento: "¡Por la vida del Señor, no morirá!".
7 Jonatán llamó a David y lo puso al tanto de todo. Luego lo llevó a la presencia de Saúl, y David quedó a su servicio como antes.
Nuevo atentado de Saúl contra David
8 Al reanudarse la guerra, David salió a combatir contra los filisteos; les infligió una gran derrota y ellos huyeron ante él.
9 Entonces, un mal espíritu del Señor se apoderó de Saúl. Mientras él estaba sentado en su casa, con la lanza en la mano, y David tocaba su instrumento, 10 Saúl trató de clavarlo contra la pared con la lanza. Pero David esquivó el golpe de Saúl, y la lanza se clavó en la pared. En seguida David huyó y se puso a salvo.
David salvado por su esposa Mical
Aquella misma noche, 11 Saúl envió unos emisarios a la casa de David, para vigilarlo y darle muerte a la mañana. Pero Mical, su esposa, le advirtió: "Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto".
12 Mical ayudó a David a bajar por la ventana, y él huyó para ponerse a salvo.
13 Luego, Mical tomó el ídolo familiar y lo colocó sobre la cama; puso en la cabecera un cuero de cabra y lo cubrió con una manta.
14 Saúl envió emisarios para que detuvieran a David, pero Mical les dijo: "Está enfermo".
15 Saúl los mandó de nuevo a ver a David, con esta orden: "¡Tráiganmelo con cama y todo, para que yo lo mate!".
16 Pero cuando los emisarios entraron, no encontraron en la cama más que el ídolo, con el cuero de cabra en la cabecera.
17 Saúl dijo a Mical: "¿Qué manera de engañarme es esta? ¡Has dejado escapar a mi enemigo!". Mical le respondió: "Él me dijo: ‘O me dejas partir o te mato’".
Saúl y David con el profeta Samuel
18 Una vez que huyó y se puso a salvo, David se presentó a Samuel en Ramá y le contó todo lo que le había hecho Saúl. Luego, él y Samuel fueron a alojarse en Naiot.
19 Cuando informaron a Saúl de que David estaba en Naiot, en Ramá, 20 aquel envió emisarios para que detuvieran a David. Ellos vieron a la comunidad de profetas, con Samuel a la cabeza, en estado de trance profético. Entonces el espíritu del Señor invadió a los emisarios de Saúl, y también ellos entraron en trance.
21 Al enterarse de esto, Saúl envió otros emisarios, pero también ellos entraron en trance. Por tercera vez, Saúl volvió a enviar emisarios, y también ellos entraron en trance.
22 Entonces fue él personalmente a Ramá. Al llegar a la gran cisterna que está en Secú, Saúl preguntó: "¿Dónde están Samuel y David?". "Están en Naiot, cerca de Ramá", le respondieron.
23 De allí se dirigió a Naiot, en Ramá, y el espíritu del Señor se apoderó de él, de manera que fue caminando en estado de trance hasta Naiot, en Ramá.
24 También él se despojó de su ropa y estuvo en trance delante de Samuel. Luego cayó rendido, y estuvo desnudo todo aquel día y aquella noche. Por eso se suele decir: "¿También Saúl está entre los profetas?".
Capítulo 20: 1 Samuél 20
El encuentro de David con Jonatán
20 1 David huyó de Naiot, en Ramá, y se presentó ante Jonatán. "¿Qué hice yo?, le dijo. ¿Cuál es mi falta o mi pecado contra tu padre, para que me persiga a muerte?".
2 Jonatán le respondió: "¡Ni pensarlo! ¡Tú no morirás! Mira, mi padre no hace absolutamente nada sin comunicármelo. ¿Por qué entonces me habría de ocultar este asunto? ¡No hay nada de eso!".
3 Pero David insistió: "Tu padre sabe muy bien que yo te he caído en gracia, y habrá pensado: ‘Que Jonatán no se entere, no sea que se entristezca’. Sin embargo, ¡por la vida del Señor y por tu propia vida, estoy a un paso de la muerte!".
4 Jonatán dijo a David: "Estoy dispuesto a hacer por ti lo que tú me digas".
5 David le respondió: "Mañana es la luna nueva, y tendré que compartir la mesa con tu padre. Tu me dejarás partir, y yo me ocultaré al descampado hasta pasado mañana por la tarde.
6 Si tu padre nota mi ausencia, tú le dirás: ‘David me insistió para que lo dejara ir de una corrida hasta Belén, su ciudad, porque allí se celebra el sacrificio anual de toda la familia’.
7 Si él dice: ‘Está bien’, tu servidor podrá sentirse tranquilo. Pero si se pone furioso, sabrás que él ha decidido mi ruina.
8 Sé leal con tu servidor, ya que le has hecho contraer contigo un pacto en nombre del Señor. Si en algo he faltado, mátame tú mismo. ¿Para qué me harás comparecer ante tu padre?".
9 "¡Ni lo pienses!, le dijo Jonatán. Si supiera realmente que mi padre está decidido a infligirte algún mal, seguro que te lo comunicaría".
10 David le preguntó: "¿Quién me avisará si tu padre te responde duramente?".
11 Jonatán dijo a David: "Vamos al campo". Y los dos salieron al campo.
El pacto de David con Jonatán
12 Jonatán dijo a David: "¡El Señor, el Dios de Israel, es testigo! Mañana o pasado mañana, a esta misma hora, trataré de averiguar las intenciones de mi padre. Si todo marcha bien para ti y no te mando a nadie que te avise, 13 ¡que el Señor me castigue una y otra vez! Y en caso de que mi padre quiera hacerte algún mal, te avisaré también y te dejaré partir. Así podrás irte en paz, y que el Señor esté contigo como lo estuvo con mi padre.
14 Si entonces vivo todavía, tú me demostrarás la fidelidad que el Señor exige. Y si estoy muerto, 15 seguirás siendo leal con mi casa para siempre, aun cuando el Señor haya extirpado de la superficie del suelo a cada uno de los enemigos de David".
16 Y Jonatán concluyó un pacto con la casa de David, en estos términos: "Que el Señor pida cuenta de esto a los enemigos de David".
17 Jonatán hizo prestar otra vez juramento a David, a causa del amor que le tenía, porque lo quería como a sí mismo.
La intervención de Jonatán en favor de David
18 Jonatán dijo a David: "Mañana es la luna nueva. Se advertirá tu ausencia, porque notarán que tu puesto está vacío, 19 y lo mismo sucederá pasado mañana. Por eso, desciende bien abajo, al lugar donde estuviste escondido la otra vez, y quédate junto a aquel montón de piedras.
20 Yo, por mi parte, lanzaré tres flechas en esa dirección, como quien tira al blanco.
21 Luego mandaré al servidor a buscar la flecha. Si yo le digo: ‘La tienes más acá, recógela’, entonces ven; puedes estar tranquilo y no hay ningún inconveniente, ¡por la vida del Señor!
22 Pero si yo digo al muchacho: ‘La tienes más allá’, entonces vete, porque el Señor quiere que te vayas.
23 En cuanto a la palabra que nos hemos dado mutuamente, el Señor está entre tú y yo para siempre".
24 David se escondió en el descampado. Al llegar la luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer.
25 Como lo hacía habitualmente, ocupó su asiento contra la pared, Jonatán se puso enfrente y Abner se sentó al lado de Saúl; pero el puesto de David quedó vacío.
26 Ese día Saúl no dijo nada, porque pensó: "Debe ser una casualidad; seguramente no se ha purificado y se encuentra en estado de impureza".
27 Pero al día siguiente de la luna nueva, el segundo día, el puesto de David aún estaba vacío. Saúl dijo a su hijo Jonatán: "¿Por qué el hijo de Jesé no ha venido al banquete ni ayer ni hoy?".
28 Jonatán respondió a Saúl: "David me insistió para que lo dejara ir hasta Belén.
29 ‘Por favor, me dijo, déjame partir, porque se celebra el sacrificio familiar en la ciudad y mi propio hermano me ha ordenado que vaya. Ahora, si quieres hacerme un favor, iré de una escapada a ver a mis hermanos’. Por eso él no ha venido a la mesa del rey".
30 Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo: "¡Hijo de una mala mujer! ¿Acaso yo no sé que tú estás de parte del hijo de Jesé, para vergüenza tuya y deshonra de tu madre?
31 Porque mientras el hijo de Jesé viva sobre la tierra, no habrá seguridad ni para ti ni para tu reino. Manda ahora mismo que me lo traigan, porque merece la muerte".
32 Pero Jonatán replicó a su padre Saúl: "¿Por qué va a morir? ¿Qué ha hecho?".
33 Saúl empuñó la lanza para atacarlo, y entonces Jonatán comprendió que su padre ya tenía resuelto matar a David.
34 Jonatán se levantó de la mesa muy enojado, y no comió nada el segundo día de la luna nueva, porque estaba afligido a causa de David, a quien su padre había injuriado.
35 A la mañana siguiente, Jonatán salió al campo en compañía de un joven servidor, según lo convenido con David, 36 y dijo a su servidor: "Corre a buscar las flechas que voy a tirar". El servidor fue corriendo, y Jonatán lanzó la flecha más allá de él.
37 Cuando el niño llegó al lugar donde estaba la flecha que había tirado Jonatán, este gritó detrás de él: "Ahí la tienes, más allá".
38 Luego gritó otra vez detrás de él: "¡Rápido, apúrate, no te quedes parado!". El servidor recogió la flecha y volvió adonde estaba su señor, 39 sin darse cuenta de nada; sólo Jonatán y David estaban al tanto de la cosa.
40 Luego Jonatán entregó sus armas al niño y le dijo: "Ve y lleva esto a la ciudad".
La despedida de David y Jonatán
41 Cuando el servidor partió, David subió del lado del sur y se postró tres veces con el rostro en tierra. Después, uno y otro se abrazaron llorando, hasta que la pena de David creció más todavía.
42 Entonces Jonatán dijo a David: "Vete en paz, ya que los dos nos hemos hecho un juramento en nombre del Señor, diciendo: ‘Que el Señor esté entre tú y yo, entre mi descendencia y la tuya para siempre’".
El encuentro de David con Jonatán
20 1 David huyó de Naiot, en Ramá, y se presentó ante Jonatán. "¿Qué hice yo?, le dijo. ¿Cuál es mi falta o mi pecado contra tu padre, para que me persiga a muerte?".
2 Jonatán le respondió: "¡Ni pensarlo! ¡Tú no morirás! Mira, mi padre no hace absolutamente nada sin comunicármelo. ¿Por qué entonces me habría de ocultar este asunto? ¡No hay nada de eso!".
3 Pero David insistió: "Tu padre sabe muy bien que yo te he caído en gracia, y habrá pensado: ‘Que Jonatán no se entere, no sea que se entristezca’. Sin embargo, ¡por la vida del Señor y por tu propia vida, estoy a un paso de la muerte!".
4 Jonatán dijo a David: "Estoy dispuesto a hacer por ti lo que tú me digas".
5 David le respondió: "Mañana es la luna nueva, y tendré que compartir la mesa con tu padre. Tu me dejarás partir, y yo me ocultaré al descampado hasta pasado mañana por la tarde.
6 Si tu padre nota mi ausencia, tú le dirás: ‘David me insistió para que lo dejara ir de una corrida hasta Belén, su ciudad, porque allí se celebra el sacrificio anual de toda la familia’.
7 Si él dice: ‘Está bien’, tu servidor podrá sentirse tranquilo. Pero si se pone furioso, sabrás que él ha decidido mi ruina.
8 Sé leal con tu servidor, ya que le has hecho contraer contigo un pacto en nombre del Señor. Si en algo he faltado, mátame tú mismo. ¿Para qué me harás comparecer ante tu padre?".
9 "¡Ni lo pienses!, le dijo Jonatán. Si supiera realmente que mi padre está decidido a infligirte algún mal, seguro que te lo comunicaría".
10 David le preguntó: "¿Quién me avisará si tu padre te responde duramente?".
11 Jonatán dijo a David: "Vamos al campo". Y los dos salieron al campo.
El pacto de David con Jonatán
12 Jonatán dijo a David: "¡El Señor, el Dios de Israel, es testigo! Mañana o pasado mañana, a esta misma hora, trataré de averiguar las intenciones de mi padre. Si todo marcha bien para ti y no te mando a nadie que te avise, 13 ¡que el Señor me castigue una y otra vez! Y en caso de que mi padre quiera hacerte algún mal, te avisaré también y te dejaré partir. Así podrás irte en paz, y que el Señor esté contigo como lo estuvo con mi padre.
14 Si entonces vivo todavía, tú me demostrarás la fidelidad que el Señor exige. Y si estoy muerto, 15 seguirás siendo leal con mi casa para siempre, aun cuando el Señor haya extirpado de la superficie del suelo a cada uno de los enemigos de David".
16 Y Jonatán concluyó un pacto con la casa de David, en estos términos: "Que el Señor pida cuenta de esto a los enemigos de David".
17 Jonatán hizo prestar otra vez juramento a David, a causa del amor que le tenía, porque lo quería como a sí mismo.
La intervención de Jonatán en favor de David
18 Jonatán dijo a David: "Mañana es la luna nueva. Se advertirá tu ausencia, porque notarán que tu puesto está vacío, 19 y lo mismo sucederá pasado mañana. Por eso, desciende bien abajo, al lugar donde estuviste escondido la otra vez, y quédate junto a aquel montón de piedras.
20 Yo, por mi parte, lanzaré tres flechas en esa dirección, como quien tira al blanco.
21 Luego mandaré al servidor a buscar la flecha. Si yo le digo: ‘La tienes más acá, recógela’, entonces ven; puedes estar tranquilo y no hay ningún inconveniente, ¡por la vida del Señor!
22 Pero si yo digo al muchacho: ‘La tienes más allá’, entonces vete, porque el Señor quiere que te vayas.
23 En cuanto a la palabra que nos hemos dado mutuamente, el Señor está entre tú y yo para siempre".
24 David se escondió en el descampado. Al llegar la luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer.
25 Como lo hacía habitualmente, ocupó su asiento contra la pared, Jonatán se puso enfrente y Abner se sentó al lado de Saúl; pero el puesto de David quedó vacío.
26 Ese día Saúl no dijo nada, porque pensó: "Debe ser una casualidad; seguramente no se ha purificado y se encuentra en estado de impureza".
27 Pero al día siguiente de la luna nueva, el segundo día, el puesto de David aún estaba vacío. Saúl dijo a su hijo Jonatán: "¿Por qué el hijo de Jesé no ha venido al banquete ni ayer ni hoy?".
28 Jonatán respondió a Saúl: "David me insistió para que lo dejara ir hasta Belén.
29 ‘Por favor, me dijo, déjame partir, porque se celebra el sacrificio familiar en la ciudad y mi propio hermano me ha ordenado que vaya. Ahora, si quieres hacerme un favor, iré de una escapada a ver a mis hermanos’. Por eso él no ha venido a la mesa del rey".
30 Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo: "¡Hijo de una mala mujer! ¿Acaso yo no sé que tú estás de parte del hijo de Jesé, para vergüenza tuya y deshonra de tu madre?
31 Porque mientras el hijo de Jesé viva sobre la tierra, no habrá seguridad ni para ti ni para tu reino. Manda ahora mismo que me lo traigan, porque merece la muerte".
32 Pero Jonatán replicó a su padre Saúl: "¿Por qué va a morir? ¿Qué ha hecho?".
33 Saúl empuñó la lanza para atacarlo, y entonces Jonatán comprendió que su padre ya tenía resuelto matar a David.
34 Jonatán se levantó de la mesa muy enojado, y no comió nada el segundo día de la luna nueva, porque estaba afligido a causa de David, a quien su padre había injuriado.
35 A la mañana siguiente, Jonatán salió al campo en compañía de un joven servidor, según lo convenido con David, 36 y dijo a su servidor: "Corre a buscar las flechas que voy a tirar". El servidor fue corriendo, y Jonatán lanzó la flecha más allá de él.
37 Cuando el niño llegó al lugar donde estaba la flecha que había tirado Jonatán, este gritó detrás de él: "Ahí la tienes, más allá".
38 Luego gritó otra vez detrás de él: "¡Rápido, apúrate, no te quedes parado!". El servidor recogió la flecha y volvió adonde estaba su señor, 39 sin darse cuenta de nada; sólo Jonatán y David estaban al tanto de la cosa.
40 Luego Jonatán entregó sus armas al niño y le dijo: "Ve y lleva esto a la ciudad".
La despedida de David y Jonatán
41 Cuando el servidor partió, David subió del lado del sur y se postró tres veces con el rostro en tierra. Después, uno y otro se abrazaron llorando, hasta que la pena de David creció más todavía.
42 Entonces Jonatán dijo a David: "Vete en paz, ya que los dos nos hemos hecho un juramento en nombre del Señor, diciendo: ‘Que el Señor esté entre tú y yo, entre mi descendencia y la tuya para siempre’".
Capítulo 21: 1 Samuél 21
21 1 En seguida David partió, y Jonatán volvió a la ciudad.
David en el santuario de Nob
2 David llegó a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec. Este salió a su encuentro muy asustado y le dijo: "¿Por qué estás tú solo, sin nadie que te acompañe?".
3 David respondió al sacerdote Ajimélec: "El rey me dio un encargo y me dijo: ‘Que nadie sepa nada de la misión que te encomiendo ni de la orden que te di’. En cuanto a los demás muchachos, les he dado cita en tal lugar.
4 Si tienes a mano cinco panes, o lo que sea, dámelos ahora mismo".
5 El sacerdote respondió a David: "No tengo a mano pan común; sólo hay pan consagrado, con tal que los muchachos se hayan abstenido de tener relaciones con mujeres".
6 "¡Seguro que sí!, respondió David al sacerdote; las mujeres nos han estado vedadas, como siempre que yo salgo de campaña. Si los muchachos mantienen puros sus cuerpos aún en una expedición profana, ¡con mayor razón tendrán hoy sus cuerpos en estado de pureza!".
7 Entonces el sacerdote le dio pan consagrado, porque allí no había otro pan que el de la ofrenda, el que se retira de la presencia del Señor cuando se lo reemplaza por pan fresco.
8 Aquel día, estaba obligado a quedarse allí, delante del Señor, uno de los servidores de Saúl, llamado Doeg, el edomita, que era el jefe de los pastores de Saúl.
9 David dijo a Ajimélec: "¿No tienes a mano una lanza o una espada? Porque yo no he traído ni mi espada ni mis armas, debido a la urgencia de la misión encomendada por el rey".
10 El sacerdote respondió: "La espada de Goliat, el filisteo que tú derrotaste en el valle del Terebinto, está allí, envuelta en un paño, detrás del efod. Tómala, si quieres, porque aquí no hay otra". "No hay otra espada igual a esa, respondió David: ¡dámela!".
David entre los filisteos de Gat
11 Ese mismo día, David partió y huyó lejos de Saúl, y llegó adonde estaba Aquís, rey de Gat.
12 Los servidores de Aquís dijeron al rey: "¿Este no es David, el rey del país? ¿No es este aquel por quien cantaban y danzaban, diciendo:
Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles?".
13 David se tomó muy a pecho esas palabras y tuvo miedo de Aquís, rey de Gat.
14 Entonces se hizo pasar por loco públicamente y se puso a divagar delante de ellos: arañaba las puertas y dejaba correr la saliva por su barba.
15 Aquís dijo a sus servidores: "¿Pero no ven que se ha vuelto loco? ¿A qué me lo han traído?
16 ¿Acaso me faltan locos para que encima me traigan a este a hacer aquí sus locuras? ¿Cómo va a entrar en mi casa un hombre así?".
21 1 En seguida David partió, y Jonatán volvió a la ciudad.
David en el santuario de Nob
2 David llegó a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec. Este salió a su encuentro muy asustado y le dijo: "¿Por qué estás tú solo, sin nadie que te acompañe?".
3 David respondió al sacerdote Ajimélec: "El rey me dio un encargo y me dijo: ‘Que nadie sepa nada de la misión que te encomiendo ni de la orden que te di’. En cuanto a los demás muchachos, les he dado cita en tal lugar.
4 Si tienes a mano cinco panes, o lo que sea, dámelos ahora mismo".
5 El sacerdote respondió a David: "No tengo a mano pan común; sólo hay pan consagrado, con tal que los muchachos se hayan abstenido de tener relaciones con mujeres".
6 "¡Seguro que sí!, respondió David al sacerdote; las mujeres nos han estado vedadas, como siempre que yo salgo de campaña. Si los muchachos mantienen puros sus cuerpos aún en una expedición profana, ¡con mayor razón tendrán hoy sus cuerpos en estado de pureza!".
7 Entonces el sacerdote le dio pan consagrado, porque allí no había otro pan que el de la ofrenda, el que se retira de la presencia del Señor cuando se lo reemplaza por pan fresco.
8 Aquel día, estaba obligado a quedarse allí, delante del Señor, uno de los servidores de Saúl, llamado Doeg, el edomita, que era el jefe de los pastores de Saúl.
9 David dijo a Ajimélec: "¿No tienes a mano una lanza o una espada? Porque yo no he traído ni mi espada ni mis armas, debido a la urgencia de la misión encomendada por el rey".
10 El sacerdote respondió: "La espada de Goliat, el filisteo que tú derrotaste en el valle del Terebinto, está allí, envuelta en un paño, detrás del efod. Tómala, si quieres, porque aquí no hay otra". "No hay otra espada igual a esa, respondió David: ¡dámela!".
David entre los filisteos de Gat
11 Ese mismo día, David partió y huyó lejos de Saúl, y llegó adonde estaba Aquís, rey de Gat.
12 Los servidores de Aquís dijeron al rey: "¿Este no es David, el rey del país? ¿No es este aquel por quien cantaban y danzaban, diciendo:
Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles?".
13 David se tomó muy a pecho esas palabras y tuvo miedo de Aquís, rey de Gat.
14 Entonces se hizo pasar por loco públicamente y se puso a divagar delante de ellos: arañaba las puertas y dejaba correr la saliva por su barba.
15 Aquís dijo a sus servidores: "¿Pero no ven que se ha vuelto loco? ¿A qué me lo han traído?
16 ¿Acaso me faltan locos para que encima me traigan a este a hacer aquí sus locuras? ¿Cómo va a entrar en mi casa un hombre así?".
Capítulo 22: 1 Samuél 22
David al frente de una banda
22 1 David partió de allí y se puso a salvo en la caverna de Adulám. Al enterarse, sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron a unirse con él.
2 Además, se le juntaron todos los que estaban en algún aprieto, cargados de deudas o descontentos de la vida. Así llegó a ser jefe de unos cuatrocientos hombres.
3 De allí David se fue a Mispé de Moab y dijo al rey de Moab: "Deja que mi padre y mi madre vivan entre ustedes, hasta que yo sepa lo que Dios va a hacer conmigo".
4 Luego los llevó a la presencia del rey de Moab, y ellos se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
5 El profeta Gad dijo a David: "¡No te quedes en el refugio! Entra en el país de Judá". Entonces David partió y entró en el bosque de Járet.
La masacre de los sacerdotes de Nob
6 Saúl se enteró de que David y sus compañeros habían sido descubiertos. Él se encontraba entonces en Guibeá, sentado debajo del tamarisco del lugar alto; tenía su espada en la mano y todos sus servidores estaban de pie en torno de él.
7 Saúl dijo a sus servidores: "¡Escuchen, benjaminitas! ¿Acaso el hijo de Jesé también les dará a todos ustedes campos y viñas, y los hará a todos jefes de mil y de cien hombres, 8 para que hayan conspirado contra mí? Nadie me avisa nada cuando mi hijo pacta con el hijo de Jesé. Ninguno de ustedes se conduele conmigo, ni me revela que mi hijo sublevó contra mí a mi esclavo, para que me tienda asechanzas, como sucede en el día de hoy?
9 Entonces intervino Doeg, el edomita, que estaba de pie junto a los servidores de Saúl, y dijo: "Yo vi al hijo de Jesé cuando llegó a Nob, a ver a Ajimélec, hijo de Ajitub.
10 Ajimélec consultó por él al Señor, le dio provisiones y le entregó la espada de Goliat, el filisteo".
11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitub, y a toda su casa paterna, los sacerdotes de Nob. Todos ellos comparecieron ante el rey, 12 y Saúl dijo: "¡Escucha bien, hijo de Ajitub!". "A tus órdenes, rey", respondió él.
13 Saúl añadió: "¿Por qué han conspirado contra mí, tú y el hijo de Jesé? Tú le has dado pan y una espada, y has consultado a Dios por él, para que se subleve contra mí y me tienda asechanzas, como sucede en el día de hoy".
14 Ajimélec respondió al rey: "¿Hay entre todos tus servidores alguien tan de confianza como David? Él es yerno del rey, es jefe de tu guardia personal y todos lo honran en tu casa.
15 ¿O acaso es esta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡No, lejos de mí! Que el rey no levante ningún cargo contra su servidor ni contra toda su casa paterna, porque tu servidor no sabía absolutamente nada de este asunto".
16 Pero el rey replicó: "¡Morirás sin remedio, Ajimélec, tú y toda tu casa paterna!".
17 Luego el rey dijo a los de su escolta, que estaban apostados junto a él: "¡Vuélvanse y maten a los sacerdotes del Señor, porque también ellos están de parte de David! Aun sabiendo que él huía, no me lo denunciaron". Pero los servidores del rey no quisieron extender su mano para ultimar a los sacerdotes del Señor.
18 Entonces el rey dijo a Doeg: "Vuélvete y mátalos tú". Doeg se volvió y acometió contra los sacerdotes: así mató aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían el efod de lino.
La huida de Abiatar al campamento de David
19 En Nob, la ciudad de los sacerdotes, Saúl pasó al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y pequeños, bueyes, asnos y ovejas.
20 Sólo pudo escapar un hijo de Ajimélec, hijo de Ajitub, llamado Abiatar, que huyó a reunirse con David 21 y le contó que Saúl había dado muerte a los sacerdotes del Señor.
22 David dijo a Abiatar: "Ya sabía yo aquel día que Doeg, el edomita, estaba allí presente y que no dejaría de informar a Saúl. Yo hice que las cosas se volvieran contra toda tu casa paterna.
23 Pero quédate conmigo y no temas. El que atenta contra tu vida, atenta contra la mía. Junto a mí, estarás bien protegido". Capítulo 23: 1 Samuél 23
David en Queilá
23 1 A David le llegó esta noticia: "Los filisteos están combatiendo contra Queilá y saqueando las eras".
2 Entonces David preguntó al Señor: "¿Debo ir a atacar a esos filisteos?". El Señor dijo a David: "Sí, ve; derrotarás a los filisteos y salvarás a Queilá".
3 Pero los hombres de David le dijeron: "Si nosotros tenemos miedo aquí, en Judá, ¡cuánto más sí vamos a Queilá contra los escuadrones filisteos!".
4 David interrogó de nuevo al Señor, y el Señor le respondió, diciendo: "Baja ya mismo a Queilá, porque yo entrego a los filisteos en tus manos".
5 David fue a Queilá con sus hombres; atacó a los filisteos, se llevó sus rebaños y les infligió una gran derrota. Así salvó David a los habitantes de Queilá.
6 Abiatar, hijo de Ajimélec, que había ido a refugiarse junto a David, bajó a Queilá con el efod en la mano.
7 Y cuando informaron a Saúl que David había entrado en Queilá, pensó: "Dios lo ha entregado en mis manos. Porque él mismo se ha cortado la retirada, metiéndose en una ciudad con puertas y cerrojos".
8 Luego convocó a todo el pueblo a las armas, para bajar a Queilá y sitiar a David y a sus hombres.
9 Al saber que Saúl tramaba su ruina, David ordenó al sacerdote Abiatar: "Presenta el efod".
10 Luego dijo: "Señor, Dios de Israel, tu servidor ha oído que Saúl intenta venir a Queilá, para destruir la ciudad por causa mía.
11 ¿Es verdad que Saúl bajará, como tu servidor ha oído decir? Señor, Dios de Israel, dígnate comunicárselo a tu servidor". El Señor respondió: "Sí, él bajará".
12 David continuó diciendo: "Y los señores de Queilá, ¿me entregarán a mí y a mis hombres en manos de Saúl?". "Sí, respondió el Señor; ellos te entregarán".
13 David partió con sus hombres, que eran unos seiscientos; salieron de Queilá y anduvieron a la ventura. Y cuando informaron a Saúl que David había escapado de Queilá, él desistió de su expedición.
El encuentro de David y Jonatánen el desierto de Judá
14 David anduvo por el desierto, en los sitios bien protegidos, y se estableció en la zona montañosa, en el desierto de Zif. Durante todo ese tiempo, Saúl trató de encontrarlo, pero Dios no lo puso en sus manos.
15 David advirtió que Saúl se había puesto en campaña para atentar contra su vida. Por ese entonces, él se encontraba en el desierto de Zif, en Jorsa.
16 Jonatán, hijo de Saúl, se puso en camino y fue a verlo allí. Lo reconfortó en nombre de Dios, 17 y le dijo: "No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te alcanzará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo sabe muy bien".
18 Los dos hicieron un pacto delante del Señor, y David se quedó en Jorsa, mientras que Jonatán se fue a su casa.
David traicionado por la gente de Zif
19 Unos hombres de Zif subieron a Guibeá, donde estaba Saúl, y le dijeron: "David está escondido entre nosotros, en los refugios de Jorsa, sobre la colina de Jaquilá, al sur de la estepa.
20 Por eso, rey, baja si es que así lo deseas, y nosotros nos encargaremos de ponerlo en tus manos".
21 Saúl les respondió: "¡Que el Señor los bendiga, por haberse compadecido de mí!
22 Pero vayan, se lo ruego, y asegúrense bien. Fíjense por dónde anda y quién lo ha visto por allí, porque me han dicho que es muy astuto.
23 Observen y reconozcan todos los escondites donde podría ocultarse. Cuando estén bien seguros, vuelvan a verme, y yo iré con ustedes. Y si está en el país, registraré todos los clanes de Judá hasta encontrarlo".
24 Ellos se dirigieron hacia Zif, precediendo a Saúl. Mientras tanto, David y sus hombres estaban en el desierto de Maón, en la depresión al sur de la estepa.
25 Saúl y sus hombres salieron a buscarlo; pero alguien avisó a David, y él bajó a la Roca que está en el desierto de Maón. Saúl se enteró y se lanzó en persecución de David por el desierto de Maón.
26 Saúl iba por un lado de la montaña, y David con sus hombres por el lado opuesto. David apresuró la marcha para escapar de Saúl. Y cuando Saúl y sus hombres estaban a punto de cercar a David y a los suyos para capturarlos, 27 un mensajero fue a decir a Saúl: "Ven en seguida, porque los filisteos están incursionando por el país".
28 Saúl dejó entonces de perseguir a David y partió al encuentro de los filisteos. Por eso aquel lugar fue llamado "Roca de las Separaciones".
David al frente de una banda
22 1 David partió de allí y se puso a salvo en la caverna de Adulám. Al enterarse, sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron a unirse con él.
2 Además, se le juntaron todos los que estaban en algún aprieto, cargados de deudas o descontentos de la vida. Así llegó a ser jefe de unos cuatrocientos hombres.
3 De allí David se fue a Mispé de Moab y dijo al rey de Moab: "Deja que mi padre y mi madre vivan entre ustedes, hasta que yo sepa lo que Dios va a hacer conmigo".
4 Luego los llevó a la presencia del rey de Moab, y ellos se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
5 El profeta Gad dijo a David: "¡No te quedes en el refugio! Entra en el país de Judá". Entonces David partió y entró en el bosque de Járet.
La masacre de los sacerdotes de Nob
6 Saúl se enteró de que David y sus compañeros habían sido descubiertos. Él se encontraba entonces en Guibeá, sentado debajo del tamarisco del lugar alto; tenía su espada en la mano y todos sus servidores estaban de pie en torno de él.
7 Saúl dijo a sus servidores: "¡Escuchen, benjaminitas! ¿Acaso el hijo de Jesé también les dará a todos ustedes campos y viñas, y los hará a todos jefes de mil y de cien hombres, 8 para que hayan conspirado contra mí? Nadie me avisa nada cuando mi hijo pacta con el hijo de Jesé. Ninguno de ustedes se conduele conmigo, ni me revela que mi hijo sublevó contra mí a mi esclavo, para que me tienda asechanzas, como sucede en el día de hoy?
9 Entonces intervino Doeg, el edomita, que estaba de pie junto a los servidores de Saúl, y dijo: "Yo vi al hijo de Jesé cuando llegó a Nob, a ver a Ajimélec, hijo de Ajitub.
10 Ajimélec consultó por él al Señor, le dio provisiones y le entregó la espada de Goliat, el filisteo".
11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitub, y a toda su casa paterna, los sacerdotes de Nob. Todos ellos comparecieron ante el rey, 12 y Saúl dijo: "¡Escucha bien, hijo de Ajitub!". "A tus órdenes, rey", respondió él.
13 Saúl añadió: "¿Por qué han conspirado contra mí, tú y el hijo de Jesé? Tú le has dado pan y una espada, y has consultado a Dios por él, para que se subleve contra mí y me tienda asechanzas, como sucede en el día de hoy".
14 Ajimélec respondió al rey: "¿Hay entre todos tus servidores alguien tan de confianza como David? Él es yerno del rey, es jefe de tu guardia personal y todos lo honran en tu casa.
15 ¿O acaso es esta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡No, lejos de mí! Que el rey no levante ningún cargo contra su servidor ni contra toda su casa paterna, porque tu servidor no sabía absolutamente nada de este asunto".
16 Pero el rey replicó: "¡Morirás sin remedio, Ajimélec, tú y toda tu casa paterna!".
17 Luego el rey dijo a los de su escolta, que estaban apostados junto a él: "¡Vuélvanse y maten a los sacerdotes del Señor, porque también ellos están de parte de David! Aun sabiendo que él huía, no me lo denunciaron". Pero los servidores del rey no quisieron extender su mano para ultimar a los sacerdotes del Señor.
18 Entonces el rey dijo a Doeg: "Vuélvete y mátalos tú". Doeg se volvió y acometió contra los sacerdotes: así mató aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían el efod de lino.
La huida de Abiatar al campamento de David
19 En Nob, la ciudad de los sacerdotes, Saúl pasó al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y pequeños, bueyes, asnos y ovejas.
20 Sólo pudo escapar un hijo de Ajimélec, hijo de Ajitub, llamado Abiatar, que huyó a reunirse con David 21 y le contó que Saúl había dado muerte a los sacerdotes del Señor.
22 David dijo a Abiatar: "Ya sabía yo aquel día que Doeg, el edomita, estaba allí presente y que no dejaría de informar a Saúl. Yo hice que las cosas se volvieran contra toda tu casa paterna.
23 Pero quédate conmigo y no temas. El que atenta contra tu vida, atenta contra la mía. Junto a mí, estarás bien protegido". Capítulo 23: 1 Samuél 23
David en Queilá
23 1 A David le llegó esta noticia: "Los filisteos están combatiendo contra Queilá y saqueando las eras".
2 Entonces David preguntó al Señor: "¿Debo ir a atacar a esos filisteos?". El Señor dijo a David: "Sí, ve; derrotarás a los filisteos y salvarás a Queilá".
3 Pero los hombres de David le dijeron: "Si nosotros tenemos miedo aquí, en Judá, ¡cuánto más sí vamos a Queilá contra los escuadrones filisteos!".
4 David interrogó de nuevo al Señor, y el Señor le respondió, diciendo: "Baja ya mismo a Queilá, porque yo entrego a los filisteos en tus manos".
5 David fue a Queilá con sus hombres; atacó a los filisteos, se llevó sus rebaños y les infligió una gran derrota. Así salvó David a los habitantes de Queilá.
6 Abiatar, hijo de Ajimélec, que había ido a refugiarse junto a David, bajó a Queilá con el efod en la mano.
7 Y cuando informaron a Saúl que David había entrado en Queilá, pensó: "Dios lo ha entregado en mis manos. Porque él mismo se ha cortado la retirada, metiéndose en una ciudad con puertas y cerrojos".
8 Luego convocó a todo el pueblo a las armas, para bajar a Queilá y sitiar a David y a sus hombres.
9 Al saber que Saúl tramaba su ruina, David ordenó al sacerdote Abiatar: "Presenta el efod".
10 Luego dijo: "Señor, Dios de Israel, tu servidor ha oído que Saúl intenta venir a Queilá, para destruir la ciudad por causa mía.
11 ¿Es verdad que Saúl bajará, como tu servidor ha oído decir? Señor, Dios de Israel, dígnate comunicárselo a tu servidor". El Señor respondió: "Sí, él bajará".
12 David continuó diciendo: "Y los señores de Queilá, ¿me entregarán a mí y a mis hombres en manos de Saúl?". "Sí, respondió el Señor; ellos te entregarán".
13 David partió con sus hombres, que eran unos seiscientos; salieron de Queilá y anduvieron a la ventura. Y cuando informaron a Saúl que David había escapado de Queilá, él desistió de su expedición.
El encuentro de David y Jonatánen el desierto de Judá
14 David anduvo por el desierto, en los sitios bien protegidos, y se estableció en la zona montañosa, en el desierto de Zif. Durante todo ese tiempo, Saúl trató de encontrarlo, pero Dios no lo puso en sus manos.
15 David advirtió que Saúl se había puesto en campaña para atentar contra su vida. Por ese entonces, él se encontraba en el desierto de Zif, en Jorsa.
16 Jonatán, hijo de Saúl, se puso en camino y fue a verlo allí. Lo reconfortó en nombre de Dios, 17 y le dijo: "No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te alcanzará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo sabe muy bien".
18 Los dos hicieron un pacto delante del Señor, y David se quedó en Jorsa, mientras que Jonatán se fue a su casa.
David traicionado por la gente de Zif
19 Unos hombres de Zif subieron a Guibeá, donde estaba Saúl, y le dijeron: "David está escondido entre nosotros, en los refugios de Jorsa, sobre la colina de Jaquilá, al sur de la estepa.
20 Por eso, rey, baja si es que así lo deseas, y nosotros nos encargaremos de ponerlo en tus manos".
21 Saúl les respondió: "¡Que el Señor los bendiga, por haberse compadecido de mí!
22 Pero vayan, se lo ruego, y asegúrense bien. Fíjense por dónde anda y quién lo ha visto por allí, porque me han dicho que es muy astuto.
23 Observen y reconozcan todos los escondites donde podría ocultarse. Cuando estén bien seguros, vuelvan a verme, y yo iré con ustedes. Y si está en el país, registraré todos los clanes de Judá hasta encontrarlo".
24 Ellos se dirigieron hacia Zif, precediendo a Saúl. Mientras tanto, David y sus hombres estaban en el desierto de Maón, en la depresión al sur de la estepa.
25 Saúl y sus hombres salieron a buscarlo; pero alguien avisó a David, y él bajó a la Roca que está en el desierto de Maón. Saúl se enteró y se lanzó en persecución de David por el desierto de Maón.
26 Saúl iba por un lado de la montaña, y David con sus hombres por el lado opuesto. David apresuró la marcha para escapar de Saúl. Y cuando Saúl y sus hombres estaban a punto de cercar a David y a los suyos para capturarlos, 27 un mensajero fue a decir a Saúl: "Ven en seguida, porque los filisteos están incursionando por el país".
28 Saúl dejó entonces de perseguir a David y partió al encuentro de los filisteos. Por eso aquel lugar fue llamado "Roca de las Separaciones".
Capítulo 24: 1 Samuél 24
Saúl perdonado por David
1 David subió de allí y se estableció en los sitios bien protegidos de Engadí.
2 Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron esta noticia: "David está en el desierto de Engadí".
Saúl perdonado por David
1 David subió de allí y se estableció en los sitios bien protegidos de Engadí.
2 Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron esta noticia: "David está en el desierto de Engadí".
3 Entonces reunió a tres mil hombres seleccionados entre todo Israel y partió en busca de David y sus hombres, hacia las Peñas de las Cabras salvajes.
4 Al llegar a los corrales de ovejas que están junto al camino, donde había una cueva, Saúl entró a hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva, estaban sentados David y sus hombres.
5 Ellos le dijeron: "Este es el día en que el Señor te dice: ‘Yo pongo a tu enemigo en tus manos; tú lo tratarás como mejor te parezca’". Entonces David se levantó y cortó sigilosamente el borde del manto de Saúl.
6 Pero después le remordió la conciencia, por haber cortado el borde del manto de Saúl, 7 y dijo a sus hombres: "¡Dios me libre de hacer semejante cosa a mi señor, el ungido del Señor! ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor!".
8 Con estas palabras, David retuvo a sus hombres y no dejó que se abalanzaran sobre Saúl. Así Saúl abandonó la cueva y siguió su camino.
La recriminación de David a Saúl
9 Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: "¡Mi señor, el rey!". Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró 10 y le dijo: "¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina?
La recriminación de David a Saúl
9 Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: "¡Mi señor, el rey!". Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró 10 y le dijo: "¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina?
11 Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: ‘No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor’.
12 ¡Mira, padre mío, sí, mira en mi mano el borde de tu manto! Si yo corté el borde de tu manto y no te maté, tienes que comprender que no hay en mí ni perfidia ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. ¡Eres tú el que me acechas para quitarme la vida!
13 Que el Señor juzgue entre tú y yo, y que él me vengue de ti. Pero mi mano no se alzará contra ti.
14 ‘La maldad engendra maldad’, dice el viejo refrán. Pero yo no alzaré mi mano contra ti.
15 ¿Detrás de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga!
16 ¡Que el Señor sea el árbitro y juzgue entre tú y yo; que él examine y defienda mi causa, y me haga justicia, librándome de tu mano!".
17 Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, este exclamó: "¿No es esa tu voz, hijo mío, David?", y prorrumpió en sollozos.
17 Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, este exclamó: "¿No es esa tu voz, hijo mío, David?", y prorrumpió en sollozos.
18 Luego dijo a David: "La justicia está de tu parte, no de la mía. Porque tú me has tratado bien y yo te he tratado mal.
19 Hoy sí que has demostrado tu bondad para conmigo, porque el Señor me puso en tus manos y tú no me mataste.
20 Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja seguir su camino tranquilamente? ¡Que el Señor te recompense por el bien que me has hecho hoy!
21 Ahora sé muy bien que tú serás rey y que la realeza sobre Israel se mantendrá firme en tus manos.
22 Júrame, entonces, por el Señor, que no extirparás mi descendencia después de mí, ni borrarás el nombre de mi familia".
23 Así se lo juró David a Saúl, y este se fue a su casa, mientras David y sus hombres subían a su refugio.
Capítulo 25: 1 Samuél 25
La muerte de Samuel
25 1 Mientras tanto, murió Samuel. Todo Israel se reunió y estuvo de duelo por él, y lo sepultaron en su casa, en Ramá. David, por su parte, bajó al desierto de Parán.
El pedido de David a Nabal
2 Había en Maón un hombre que tenía su hacienda en Carmel. Era un hombre muy rico; tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba esquilando su rebaño en Carmel.
3 Su nombre era Nabal, del clan de Caleb, y su mujer se llamaba Abigail. La mujer era inteligente y atractiva, pero él era rudo y de mal carácter.
4 David oyó en el desierto que Nabal estaba esquilando su rebaño, 5 y envió a diez jóvenes con este encargo: "Suban a Carmel, preséntense a Nabal, y salúdenlo de mi parte.
6 Díganle: ‘¡Salud! ¡Paz para ti, paz para tu casa y para todos tus bienes!
7 Acabo de oír que te están esquilando el rebaño. Ahora bien, cuando tus pastores estuvieron con nosotros, nunca los hemos molestado, ni se les perdió nada durante todo el tiempo que estuvieron en Carmel.
8 Pregunta a tus servidores y ellos te informarán. Que estos muchachos reciban de ti una buena acogida, ya que llegamos en un día de fiesta. Dales, te lo ruego, lo que tengas a mano, para tus servidores y para tu hijo David’".
9 Los jóvenes fueron a decir a Nabal todas estas cosas de parte de David, y se quedaron esperando.
10 Pero Nabal respondió a los servidores de David: "¿Quién es David y quién es el hijo de Jesé? Hoy en día hay muchos esclavos que se evaden de su dueño.
11 ¿Voy a tomar mi pan, mi agua y los animales que maté para mis esquiladores, y se los voy a dar a gente que ni siquiera sé de dónde viene?".
12 Los jóvenes de David reanudaron la marcha y se fueron de vuelta. Al llegar, transmitieron a David todas estas palabras.
13 Entonces David dijo a sus hombres: "Que cada uno se ciña su espada". Ellos se ciñeron cada uno su espada, y también David se ciñó la suya. Luego, unos cuatrocientos hombres subieron detrás de David, y los otros doscientos se quedaron con el equipaje.
La actitud de Abigail con respecto a David
14 Uno de sus servidores le avisó a Abigail, la esposa de Nabal, "Mira que David envió a unos emisarios desde el desierto, para saludar a nuestro patrón, y él se abalanzó sobre ellos.
15 Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros. Nunca nos molestaron, ni perdimos nada durante todo el tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en campo abierto.
16 Ellos fueron para nosotros una muralla, de día y de noche, mientras estuvimos con ellos apacentando el rebaño.
17 Ahora piensa bien lo que debes hacer, porque es cosa decidida la ruina de nuestro patrón y de toda su casa. En cuanto a él, ¡no es más que un miserable, al que ni siquiera se le puede hablar!".
18 Sin pérdida de tiempo, Abigail tomó doscientos panes, dos odres de vino, cinco carneros adobados, cinco bolsas de grano tostado, cien racimos de pasas de uva y doscientas tortas de higo, y los cargó sobre unos asnos.
19 Luego dijo a sus servidores: "Adelántense ustedes, y yo iré detrás". Pero no le avisó nada a su esposo Nabal.
20 Mientras Abigail, montada en su asno, bajaba por un recodo de la montaña, David y sus hombres bajaban en dirección a ella.
21 Entre tanto, David pensaba: "En vano he protegido todo lo que este tenía en el desierto, sin que se le perdiera ninguno de sus bienes. Él me ha devuelto mal por bien.
22 ¡Que Dios castigue a David una y otra vez, si dejo con vida hasta el alba a uno solo de sus hombres!".
23 Apenas vio a David, Abigail bajó inmediatamente del asno, y cayó ante él con el rostro en tierra.
24 Y postrada a sus pies, exclamó: "¡Que la falta recaiga sobre mí, señor! ¡Pero permite que tu servidora hable en tu presencia! ¡Escucha sus palabras!
25 Que mi señor no le haga caso a ese miserable de Nabal, porque su nombre dice lo que él es: él se llama Nabal, que significa "insensato", y la insensatez lo acompaña. Pero yo, tu servidora, no había visto a los jóvenes que había enviado mi señor.
26 Y ahora, ¡por la vida del Señor y por tu propia vida! es el mismo Señor el que te impide derramar sangre y hacerte justicia por tu mano. ¡Que tus enemigos y todos los que tratan de hacerte mal corran la misma suerte que Nabal!
27 Con respecto a este obsequio que le he traído a mi señor, que lo repartan entre tus seguidores.
28 Perdona, te lo ruego, la falta de tu servidora. Porque el Señor te hará seguramente una casa perdurable, ya que tú has combatido en las guerras del Señor y en toda tu vida no se encuentra en ti nada malo.
29 Y si un hombre se alza para perseguirte y atentar contra tu vida, la vida de mi señor estará bien guardada en la bolsa de los vivientes, junto al Señor, tu Dios, mientras que él revoleará con su honda la vida de tus enemigos.
30 Cuando el Señor te haga todo el bien que te ha prometido y te ponga como jefe en Israel, 31 que no tengas que sentir turbación ni remordimiento de conciencia, por haber derramado sangre sin motivo y por haberte hecho justicia por ti mismo. Y cuando el Señor te colme de bienes, acuérdate de tu servidora".
32 Entonces David dijo a Abigail: "¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que hoy te envía a mi encuentro!
33 ¡Bendito sea tu buen tino, y bendita también tú, que hoy me has impedido derramar sangre y hacerme justicia por mí mismo!
34 ¡Por la vida del Señor, el Dios de Israel, que me ha impedido hacerte daño, si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, juro que antes de brillar el alba no le habría quedado vivo a Nabal ni un solo hombre!".
35 Luego David tomó lo que la mujer le había traído y le dijo: "Sube a tu casa en paz. He escuchado tu demanda y la tendré en cuenta".
La muerte de Nabal
36 Cuando Abigail llegó a su casa, Nabal estaba celebrando un regio banquete. Nabal desbordaba de alegría; y como estaba completamente borracho, ella no le dijo ni una sola palabra antes del alba.
37 Pero a la mañana, cuando a Nabal ya se le había pasado la embriaguez, su mujer lo puso al tanto de lo sucedido. Entonces él tuvo un ataque al corazón y quedó paralizado.
38 Al cabo de unos diez días, el Señor hizo morir a Nabal.
39 Cuando David supo que Nabal había muerto, exclamó: "¡Bendito sea el Señor, que ha defendido mi causa contra la afrenta que recibí de Nabal y ha preservado del mal a su servidor! ¡El Señor hizo que la maldad de Nabal recayera sobre él mismo!".
El matrimonio de David con Abigail
Luego David mandó decir a Abigail que quería tomarla por esposa.
40 Los servidores de David se presentaron a Abigail en Carmel y le dijeron: "David nos ha mandado a verte para tomarte por esposa".
41 Ella se puso de pie, se postró con el rostro en tierra, y respondió: "Aquí está tu esclava, dispuesta a lavar los pies de los servidores de mi señor".
42 Abigail se levantó rápidamente y montó en un asno, seguida de cinco de sus esclavas. Luego partió detrás de los enviados de David y él la tomó por esposa.
43 David también se había casado con Ajinóam de Izreel, y tuvo a las dos por esposas.
44 Saúl, por su parte, había dado a su hija Mical, la esposa de David, a Paltí, hijo de Lais, que era de Galím.
La muerte de Samuel
25 1 Mientras tanto, murió Samuel. Todo Israel se reunió y estuvo de duelo por él, y lo sepultaron en su casa, en Ramá. David, por su parte, bajó al desierto de Parán.
El pedido de David a Nabal
2 Había en Maón un hombre que tenía su hacienda en Carmel. Era un hombre muy rico; tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba esquilando su rebaño en Carmel.
3 Su nombre era Nabal, del clan de Caleb, y su mujer se llamaba Abigail. La mujer era inteligente y atractiva, pero él era rudo y de mal carácter.
4 David oyó en el desierto que Nabal estaba esquilando su rebaño, 5 y envió a diez jóvenes con este encargo: "Suban a Carmel, preséntense a Nabal, y salúdenlo de mi parte.
6 Díganle: ‘¡Salud! ¡Paz para ti, paz para tu casa y para todos tus bienes!
7 Acabo de oír que te están esquilando el rebaño. Ahora bien, cuando tus pastores estuvieron con nosotros, nunca los hemos molestado, ni se les perdió nada durante todo el tiempo que estuvieron en Carmel.
8 Pregunta a tus servidores y ellos te informarán. Que estos muchachos reciban de ti una buena acogida, ya que llegamos en un día de fiesta. Dales, te lo ruego, lo que tengas a mano, para tus servidores y para tu hijo David’".
9 Los jóvenes fueron a decir a Nabal todas estas cosas de parte de David, y se quedaron esperando.
10 Pero Nabal respondió a los servidores de David: "¿Quién es David y quién es el hijo de Jesé? Hoy en día hay muchos esclavos que se evaden de su dueño.
11 ¿Voy a tomar mi pan, mi agua y los animales que maté para mis esquiladores, y se los voy a dar a gente que ni siquiera sé de dónde viene?".
12 Los jóvenes de David reanudaron la marcha y se fueron de vuelta. Al llegar, transmitieron a David todas estas palabras.
13 Entonces David dijo a sus hombres: "Que cada uno se ciña su espada". Ellos se ciñeron cada uno su espada, y también David se ciñó la suya. Luego, unos cuatrocientos hombres subieron detrás de David, y los otros doscientos se quedaron con el equipaje.
La actitud de Abigail con respecto a David
14 Uno de sus servidores le avisó a Abigail, la esposa de Nabal, "Mira que David envió a unos emisarios desde el desierto, para saludar a nuestro patrón, y él se abalanzó sobre ellos.
15 Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros. Nunca nos molestaron, ni perdimos nada durante todo el tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en campo abierto.
16 Ellos fueron para nosotros una muralla, de día y de noche, mientras estuvimos con ellos apacentando el rebaño.
17 Ahora piensa bien lo que debes hacer, porque es cosa decidida la ruina de nuestro patrón y de toda su casa. En cuanto a él, ¡no es más que un miserable, al que ni siquiera se le puede hablar!".
18 Sin pérdida de tiempo, Abigail tomó doscientos panes, dos odres de vino, cinco carneros adobados, cinco bolsas de grano tostado, cien racimos de pasas de uva y doscientas tortas de higo, y los cargó sobre unos asnos.
19 Luego dijo a sus servidores: "Adelántense ustedes, y yo iré detrás". Pero no le avisó nada a su esposo Nabal.
20 Mientras Abigail, montada en su asno, bajaba por un recodo de la montaña, David y sus hombres bajaban en dirección a ella.
21 Entre tanto, David pensaba: "En vano he protegido todo lo que este tenía en el desierto, sin que se le perdiera ninguno de sus bienes. Él me ha devuelto mal por bien.
22 ¡Que Dios castigue a David una y otra vez, si dejo con vida hasta el alba a uno solo de sus hombres!".
23 Apenas vio a David, Abigail bajó inmediatamente del asno, y cayó ante él con el rostro en tierra.
24 Y postrada a sus pies, exclamó: "¡Que la falta recaiga sobre mí, señor! ¡Pero permite que tu servidora hable en tu presencia! ¡Escucha sus palabras!
25 Que mi señor no le haga caso a ese miserable de Nabal, porque su nombre dice lo que él es: él se llama Nabal, que significa "insensato", y la insensatez lo acompaña. Pero yo, tu servidora, no había visto a los jóvenes que había enviado mi señor.
26 Y ahora, ¡por la vida del Señor y por tu propia vida! es el mismo Señor el que te impide derramar sangre y hacerte justicia por tu mano. ¡Que tus enemigos y todos los que tratan de hacerte mal corran la misma suerte que Nabal!
27 Con respecto a este obsequio que le he traído a mi señor, que lo repartan entre tus seguidores.
28 Perdona, te lo ruego, la falta de tu servidora. Porque el Señor te hará seguramente una casa perdurable, ya que tú has combatido en las guerras del Señor y en toda tu vida no se encuentra en ti nada malo.
29 Y si un hombre se alza para perseguirte y atentar contra tu vida, la vida de mi señor estará bien guardada en la bolsa de los vivientes, junto al Señor, tu Dios, mientras que él revoleará con su honda la vida de tus enemigos.
30 Cuando el Señor te haga todo el bien que te ha prometido y te ponga como jefe en Israel, 31 que no tengas que sentir turbación ni remordimiento de conciencia, por haber derramado sangre sin motivo y por haberte hecho justicia por ti mismo. Y cuando el Señor te colme de bienes, acuérdate de tu servidora".
32 Entonces David dijo a Abigail: "¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que hoy te envía a mi encuentro!
33 ¡Bendito sea tu buen tino, y bendita también tú, que hoy me has impedido derramar sangre y hacerme justicia por mí mismo!
34 ¡Por la vida del Señor, el Dios de Israel, que me ha impedido hacerte daño, si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, juro que antes de brillar el alba no le habría quedado vivo a Nabal ni un solo hombre!".
35 Luego David tomó lo que la mujer le había traído y le dijo: "Sube a tu casa en paz. He escuchado tu demanda y la tendré en cuenta".
La muerte de Nabal
36 Cuando Abigail llegó a su casa, Nabal estaba celebrando un regio banquete. Nabal desbordaba de alegría; y como estaba completamente borracho, ella no le dijo ni una sola palabra antes del alba.
37 Pero a la mañana, cuando a Nabal ya se le había pasado la embriaguez, su mujer lo puso al tanto de lo sucedido. Entonces él tuvo un ataque al corazón y quedó paralizado.
38 Al cabo de unos diez días, el Señor hizo morir a Nabal.
39 Cuando David supo que Nabal había muerto, exclamó: "¡Bendito sea el Señor, que ha defendido mi causa contra la afrenta que recibí de Nabal y ha preservado del mal a su servidor! ¡El Señor hizo que la maldad de Nabal recayera sobre él mismo!".
El matrimonio de David con Abigail
Luego David mandó decir a Abigail que quería tomarla por esposa.
40 Los servidores de David se presentaron a Abigail en Carmel y le dijeron: "David nos ha mandado a verte para tomarte por esposa".
41 Ella se puso de pie, se postró con el rostro en tierra, y respondió: "Aquí está tu esclava, dispuesta a lavar los pies de los servidores de mi señor".
42 Abigail se levantó rápidamente y montó en un asno, seguida de cinco de sus esclavas. Luego partió detrás de los enviados de David y él la tomó por esposa.
43 David también se había casado con Ajinóam de Izreel, y tuvo a las dos por esposas.
44 Saúl, por su parte, había dado a su hija Mical, la esposa de David, a Paltí, hijo de Lais, que era de Galím.
Capítulo 26: 1 Samuél 26
Nueva persecución de Saúl contra David
26 1 Unos hombres de Zif se presentaron a Saúl, en Guibeá, para decirle: "David está escondido en la colina de Jaquilá, frente a la estepa".
2 Entonces Saúl bajó al desierto de Zif con tres mil hombres, lo más selecto de Israel, para buscar a David en el desierto.
3 Saúl acampó junto al camino, en la colina de Jaquilá, que está frente a la estepa, y David estaba en el desierto. Al advertir que Saúl venía a perseguirlo en el desierto, 4 David envió unos espías y así supo que Saúl había llegado realmente.
5 Luego fue al lugar donde acampaba Saúl y observó el sitio donde estaban acostados Saúl y Abner, hijo de Ner, el jefe de su ejército, Saúl estaba acostado en el centro, y la tropa acampaba alrededor de él.
6 David preguntó a Ajimélec, el hitita, y a Abisai, hijo de Seruiá, y hermano de Joab, "¿Quién quiere bajar conmigo hasta el campamento de Saúl?". Abisai respondió: "Yo bajaré contigo".
7 David y Abisai llegaron de noche, mientras Saúl estaba acostado, durmiendo en el centro del campamento. Su lanza estaba clavada en tierra, a su cabecera, y Abner y la tropa estaban acostados alrededor de él.
Saúl perdonado otra vez por David
8 Abisai dijo a David: "Dios ha puesto hoy a tu enemigo en tus manos. Déjame clavarlo en tierra con la lanza, de una sola vez; no tendré que repetir el golpe".
9 Pero David replicó a Abisai: "¡No, no lo mates! ¿Quién podría atentar impunemente contra el ungido del Señor?".
10 Y añadió: "¡Por la vida del Señor, ha de ser el mismo Señor el que lo hiera, sea cuando le llegue la hora de morir, o cuando baje a combatir y perezca!
11 ¡Líbreme el Señor de atentar contra su ungido! Ahora toma la lanza que está a su cabecera y el jarro de agua, y vámonos".
12 David tomó la lanza y el jarro de agua que estaban a la cabecera de Saúl, y se fueron. Nadie vio ni se dio cuenta de nada, ni se despertó nadie, porque estaban todos dormidos, un profundo sueño, enviado por el Señor, había caído sobre ellos.
El reproche de David a Saúl
13 Luego David cruzó al otro lado y se puso en la cima del monte, a lo lejos, de manera que había un gran espacio entre ellos.
14 Y empezó a gritar a la tropa y a Abner, hijo de Ner: "Abner, ¿vas a responderme?". Abner respondió: "¿Quién eres tú, que gritas al rey?".
15 David dijo a Abner: "¿No eres todo un hombre? ¿Quién hay como tú en Israel? ¿Por qué entonces no has custodiado al rey, tu señor? Porque uno del pueblo ha venido a matar al rey, tu señor.
16 ¡No te has comportado nada bien! ¡Por la vida del Señor, ustedes merecen la muerte, porque no han custodiado a su señor, el ungido del Señor! ¡Fíjate ahora dónde está la lanza del rey y el jarro de agua que él tenía a su cabecera!".
17 Saúl reconoció la voz de David y exclamó: "¿No es esa tu voz, David, hijo mío?". "Sí, dijo David, es mi propia voz, rey, mi señor".
18 Y en seguida añadió: "¿Por qué mi señor persigue así a su servidor? ¿Qué hice yo? ¿Qué hay de malo en mis manos?
19 Que mi señor, el rey, se digne escuchar ahora las palabras de su servidor: Si es el Señor el que te instiga contra mí, que le sea aceptable el aroma de una oblación. Pero si son los hombres, ¡malditos sean delante del Señor!, porque hoy me expulsan y me impiden participar de la herencia del Señor, diciéndome: ‘¡Ve a servir a otros dioses!’.
20 Que ahora mi sangre no caiga en tierra lejos del rostro del Señor, porque el rey de Israel se ha puesto en campaña para buscar a una pulga, como quien persigue una perdiz en las montañas".
21 Saúl exclamó entonces: "¡He pecado! ¡Vuelve, David, hijo mío! Ya no te haré ningún mal, porque hoy mi vida ha sido preciosa a tus ojos. ¡Sí, he sido un necio, me he equivocado por completo!".
22 David respondió, diciendo: "¡Aquí está la lanza del rey! Que cruce uno de los muchachos y la recoja.
23 El Señor le pagará a cada uno según su justicia y su lealtad. Porque hoy el Señor te entregó en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor.
24 Hoy yo he mostrado un gran aprecio por tu vida: ¡que el Señor muestre el mismo aprecio por la mía y me libre de todo peligro!".
25 Entonces Saúl le dijo: "¡Bendito seas, David, hijo mío! Sí, tú harás grandes cosas y seguro que triunfarás". Luego David siguió su camino, y Saúl regresó a su casa.
Nueva persecución de Saúl contra David
26 1 Unos hombres de Zif se presentaron a Saúl, en Guibeá, para decirle: "David está escondido en la colina de Jaquilá, frente a la estepa".
2 Entonces Saúl bajó al desierto de Zif con tres mil hombres, lo más selecto de Israel, para buscar a David en el desierto.
3 Saúl acampó junto al camino, en la colina de Jaquilá, que está frente a la estepa, y David estaba en el desierto. Al advertir que Saúl venía a perseguirlo en el desierto, 4 David envió unos espías y así supo que Saúl había llegado realmente.
5 Luego fue al lugar donde acampaba Saúl y observó el sitio donde estaban acostados Saúl y Abner, hijo de Ner, el jefe de su ejército, Saúl estaba acostado en el centro, y la tropa acampaba alrededor de él.
6 David preguntó a Ajimélec, el hitita, y a Abisai, hijo de Seruiá, y hermano de Joab, "¿Quién quiere bajar conmigo hasta el campamento de Saúl?". Abisai respondió: "Yo bajaré contigo".
7 David y Abisai llegaron de noche, mientras Saúl estaba acostado, durmiendo en el centro del campamento. Su lanza estaba clavada en tierra, a su cabecera, y Abner y la tropa estaban acostados alrededor de él.
Saúl perdonado otra vez por David
8 Abisai dijo a David: "Dios ha puesto hoy a tu enemigo en tus manos. Déjame clavarlo en tierra con la lanza, de una sola vez; no tendré que repetir el golpe".
9 Pero David replicó a Abisai: "¡No, no lo mates! ¿Quién podría atentar impunemente contra el ungido del Señor?".
10 Y añadió: "¡Por la vida del Señor, ha de ser el mismo Señor el que lo hiera, sea cuando le llegue la hora de morir, o cuando baje a combatir y perezca!
11 ¡Líbreme el Señor de atentar contra su ungido! Ahora toma la lanza que está a su cabecera y el jarro de agua, y vámonos".
12 David tomó la lanza y el jarro de agua que estaban a la cabecera de Saúl, y se fueron. Nadie vio ni se dio cuenta de nada, ni se despertó nadie, porque estaban todos dormidos, un profundo sueño, enviado por el Señor, había caído sobre ellos.
El reproche de David a Saúl
13 Luego David cruzó al otro lado y se puso en la cima del monte, a lo lejos, de manera que había un gran espacio entre ellos.
14 Y empezó a gritar a la tropa y a Abner, hijo de Ner: "Abner, ¿vas a responderme?". Abner respondió: "¿Quién eres tú, que gritas al rey?".
15 David dijo a Abner: "¿No eres todo un hombre? ¿Quién hay como tú en Israel? ¿Por qué entonces no has custodiado al rey, tu señor? Porque uno del pueblo ha venido a matar al rey, tu señor.
16 ¡No te has comportado nada bien! ¡Por la vida del Señor, ustedes merecen la muerte, porque no han custodiado a su señor, el ungido del Señor! ¡Fíjate ahora dónde está la lanza del rey y el jarro de agua que él tenía a su cabecera!".
17 Saúl reconoció la voz de David y exclamó: "¿No es esa tu voz, David, hijo mío?". "Sí, dijo David, es mi propia voz, rey, mi señor".
18 Y en seguida añadió: "¿Por qué mi señor persigue así a su servidor? ¿Qué hice yo? ¿Qué hay de malo en mis manos?
19 Que mi señor, el rey, se digne escuchar ahora las palabras de su servidor: Si es el Señor el que te instiga contra mí, que le sea aceptable el aroma de una oblación. Pero si son los hombres, ¡malditos sean delante del Señor!, porque hoy me expulsan y me impiden participar de la herencia del Señor, diciéndome: ‘¡Ve a servir a otros dioses!’.
20 Que ahora mi sangre no caiga en tierra lejos del rostro del Señor, porque el rey de Israel se ha puesto en campaña para buscar a una pulga, como quien persigue una perdiz en las montañas".
21 Saúl exclamó entonces: "¡He pecado! ¡Vuelve, David, hijo mío! Ya no te haré ningún mal, porque hoy mi vida ha sido preciosa a tus ojos. ¡Sí, he sido un necio, me he equivocado por completo!".
22 David respondió, diciendo: "¡Aquí está la lanza del rey! Que cruce uno de los muchachos y la recoja.
23 El Señor le pagará a cada uno según su justicia y su lealtad. Porque hoy el Señor te entregó en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor.
24 Hoy yo he mostrado un gran aprecio por tu vida: ¡que el Señor muestre el mismo aprecio por la mía y me libre de todo peligro!".
25 Entonces Saúl le dijo: "¡Bendito seas, David, hijo mío! Sí, tú harás grandes cosas y seguro que triunfarás". Luego David siguió su camino, y Saúl regresó a su casa.
Capítulo 27: 1 Samuél 27
La huida de David al país de los filisteos
27 1 Sin embargo, David pensó: "A pesar de todo, Saúl terminará por matarme cualquier día de estos. Es mejor que me ponga a salvo en el país de los filisteos. Así Saúl perderá las esperanzas con respecto a mí, ya no me buscará por todo el territorio de Israel, y habré escapado de sus manos".
2 Luego David, con los seiscientos hombres que lo acompañaban, cruzó la frontera y se presentó a Aquís, hijo de Maóc, rey de Gat.
3 David y sus hombres se quedaron con Aquís, en Gat, cada uno con su familia, y David, con sus dos mujeres: Ajinóam, de Izreel, y Abigail, la esposa de Nabal, el de Carmel.
4 Saúl fue informado de que David había huido, y ya no lo buscó más.
5 David dijo a Aquís: "Si quieres hacerme un favor, di que me asignen un lugar en alguna población de campaña, para instalarme allí. ¿Cómo tu servidor va a residir contigo en la ciudad real?".
6 Aquel mismo día, Aquís le asignó Siquelag. Por eso Siquelag ha pertenecido a los reyes de Israel hasta el día de hoy.
7 David permaneció en la región de los filisteos un año y cuatro meses.
Las incursiones de David
8 David subía con sus hombres, y atacaban por sorpresa a los guesuritas, los guirzitas y los amalecitas, porque esa gente ocupaba el territorio que va de Telam en dirección a Sur y hasta el país de Egipto.
9 David arrasaba el país, sin dejar a nadie con vida, ni hombre ni mujer; se llevaba ovejas, vacas, asnos, camellos y ropa, y luego volvía a presentarse ante Aquís.
10 Cuando Aquís le decía: "¿Contra quién han incursionado hoy?", David le respondía: "Contra el Négueb de Judá"; o bien: "Contra el Négueb de los ierajmelitas"; o bien: "Hacia el Négueb de los quenitas".
11 David no dejaba que ningún hombre ni mujer fuera llevado con vida a Gat, porque decía: "No vaya a ser que nos denuncien, diciendo lo que ha hecho David". Este fue su modo de proceder todo el tiempo que estuvo en la región de los filisteos.
12 Pero Aquís confiaba en él, porque pensaba: "Se ha hecho odioso a su pueblo Israel y será mi servidor para siempre".
La huida de David al país de los filisteos
27 1 Sin embargo, David pensó: "A pesar de todo, Saúl terminará por matarme cualquier día de estos. Es mejor que me ponga a salvo en el país de los filisteos. Así Saúl perderá las esperanzas con respecto a mí, ya no me buscará por todo el territorio de Israel, y habré escapado de sus manos".
2 Luego David, con los seiscientos hombres que lo acompañaban, cruzó la frontera y se presentó a Aquís, hijo de Maóc, rey de Gat.
3 David y sus hombres se quedaron con Aquís, en Gat, cada uno con su familia, y David, con sus dos mujeres: Ajinóam, de Izreel, y Abigail, la esposa de Nabal, el de Carmel.
4 Saúl fue informado de que David había huido, y ya no lo buscó más.
5 David dijo a Aquís: "Si quieres hacerme un favor, di que me asignen un lugar en alguna población de campaña, para instalarme allí. ¿Cómo tu servidor va a residir contigo en la ciudad real?".
6 Aquel mismo día, Aquís le asignó Siquelag. Por eso Siquelag ha pertenecido a los reyes de Israel hasta el día de hoy.
7 David permaneció en la región de los filisteos un año y cuatro meses.
Las incursiones de David
8 David subía con sus hombres, y atacaban por sorpresa a los guesuritas, los guirzitas y los amalecitas, porque esa gente ocupaba el territorio que va de Telam en dirección a Sur y hasta el país de Egipto.
9 David arrasaba el país, sin dejar a nadie con vida, ni hombre ni mujer; se llevaba ovejas, vacas, asnos, camellos y ropa, y luego volvía a presentarse ante Aquís.
10 Cuando Aquís le decía: "¿Contra quién han incursionado hoy?", David le respondía: "Contra el Négueb de Judá"; o bien: "Contra el Négueb de los ierajmelitas"; o bien: "Hacia el Négueb de los quenitas".
11 David no dejaba que ningún hombre ni mujer fuera llevado con vida a Gat, porque decía: "No vaya a ser que nos denuncien, diciendo lo que ha hecho David". Este fue su modo de proceder todo el tiempo que estuvo en la región de los filisteos.
12 Pero Aquís confiaba en él, porque pensaba: "Se ha hecho odioso a su pueblo Israel y será mi servidor para siempre".
Capítulo 28: 1 Samuél 28
David en el ejército filisteo
28 1 En aquellos días, los filisteos concentraron sus fuerzas para entrar en batalla y combatir contra Israel. Aquís dijo a David: "Tienes que saber que irás conmigo al frente, tú y tus hombres".
2 "De acuerdo, le respondió David; ahora sabrás lo que hará tu servidor". "Muy bien, dijo Aquís a David; yo te haré para siempre jefe de mi guardia personal".
Saúl y la nigromante de Endor
3 Samuel había muerto. Todo Israel había estado de duelo por él y lo habían sepultado en Ramá, en su ciudad. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los nigromantes y adivinos.
4 Los filisteos se reunieron y fueron a acampar en Suném. Saúl concentró a todo Israel y acamparon en Gelboé.
5 Pero al divisar el campamento filisteo, tuvo miedo y se estremeció su corazón.
6 Luego interrogó al Señor, pero él no le respondió ni por sueños, ni por el Urím, ni por los profetas.
7 Entonces Saúl dijo a sus servidores: "Búsquenme una nigromante, para que yo vaya a verla y la consulte". Sus servidores le dijeron: "Precisamente hay una nigromante en Endor".
8 Saúl se disfrazó, poniéndose otra ropa, y partió en compañía de dos hombres. Llegaron de noche, y Saúl dijo a la mujer, "Predíceme el futuro evocando a un muerto, y haz que se aparezca el que yo te diga".
9 Pero la mujer le respondió: "Tú sabes bien lo que hizo Saúl, cómo extirpó del país a nigromantes y adivinos. ¿Por qué me tiendes una trampa para hacerme morir?".
10 Entonces Saúl le juró por el Señor: "¡Por la vida del Señor, nadie te inculpará a causa de esto!".
11 La mujer le dijo: "¿Quién quieres que se te aparezca?". "Que se me aparezca Samuel", respondió él.
12 La mujer vio a Samuel y lanzó un fuerte grito. Luego dijo a Saúl: "¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl!".
13 Pero el rey le dijo: "No temas. Dime qué has visto". La mujer respondió a Saúl: "Vi un dios que subía de lo profundo de la tierra".
14 "¿Qué forma tiene?", preguntó él. Ella respondió: "Es un anciano que sube, y está envuelto en un manto". Saúl comprendió entonces que era Samuel, y se postró con el rostro en tierra.
15 Samuel dijo a Saúl: "¿Por qué me has perturbado, haciéndome subir?". "Es que estoy en un grave aprieto, respondió Saúl; los filisteos me hacen la guerra, y Dios se ha apartado de mí: ya no me responde, ni por medio de los profetas ni en sueños. Por eso te llamé para que me indiques lo que debo hacer".
16 Samuel replicó: "Si el Señor se ha apartado de ti y se te ha vuelto hostil, ¿por qué me interrogas a mí?
17 El Señor ha obrado contigo conforme a lo que predijo por mi intermedio: él ha arrancado de tu mano la realeza, para dársela a otro, a David.
18 Porque tú no escuchaste la voz del Señor y no diste libre curso a su ira contra Amalec, por eso, el Señor te ha tratado de esta manera en el día de hoy.
19 Y junto contigo, el Señor entregará también a Israel en manos de los filisteos. Mañana, tú y tus hijos estarán conmigo, y también al ejército de Israel el Señor lo entregará en manos de los filisteos".
20 Al instante, Saúl se desplomó en tierra cuan largo era, aterrorizado por lo que había dicho Samuel. Además, estaba sin fuerzas porque no había comido nada en todo el día y toda la noche.
21 La mujer se acercó a Saúl y, al verlo tan abatido por el terror, le dijo: "Ya ves que tu servidora te ha hecho caso. Yo arriesgué mi vida y obedecí la orden que me diste.
22 Ahora tú tienes que hacerme caso: deja que te sirva un pedazo de pan y come. Así tendrás fuerza cuando vayas por el camino".
23 Pero él rehusó, diciendo: "¡No comeré!". Sus servidores, y también la mujer, le insistieron, y al fin Saúl les hizo caso; se levantó del suelo y se sentó en el catre.
24 La mujer tenía en casa un ternero cebado. En seguida lo mató, tomó un poco de harina, la amasó e hizo cocer unos panes sin levadura.
25 Después sirvió todo eso a Saúl y a sus servidores. Ellos comieron y se pusieron en camino aquella misma noche.
David en el ejército filisteo
28 1 En aquellos días, los filisteos concentraron sus fuerzas para entrar en batalla y combatir contra Israel. Aquís dijo a David: "Tienes que saber que irás conmigo al frente, tú y tus hombres".
2 "De acuerdo, le respondió David; ahora sabrás lo que hará tu servidor". "Muy bien, dijo Aquís a David; yo te haré para siempre jefe de mi guardia personal".
Saúl y la nigromante de Endor
3 Samuel había muerto. Todo Israel había estado de duelo por él y lo habían sepultado en Ramá, en su ciudad. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los nigromantes y adivinos.
4 Los filisteos se reunieron y fueron a acampar en Suném. Saúl concentró a todo Israel y acamparon en Gelboé.
5 Pero al divisar el campamento filisteo, tuvo miedo y se estremeció su corazón.
6 Luego interrogó al Señor, pero él no le respondió ni por sueños, ni por el Urím, ni por los profetas.
7 Entonces Saúl dijo a sus servidores: "Búsquenme una nigromante, para que yo vaya a verla y la consulte". Sus servidores le dijeron: "Precisamente hay una nigromante en Endor".
8 Saúl se disfrazó, poniéndose otra ropa, y partió en compañía de dos hombres. Llegaron de noche, y Saúl dijo a la mujer, "Predíceme el futuro evocando a un muerto, y haz que se aparezca el que yo te diga".
9 Pero la mujer le respondió: "Tú sabes bien lo que hizo Saúl, cómo extirpó del país a nigromantes y adivinos. ¿Por qué me tiendes una trampa para hacerme morir?".
10 Entonces Saúl le juró por el Señor: "¡Por la vida del Señor, nadie te inculpará a causa de esto!".
11 La mujer le dijo: "¿Quién quieres que se te aparezca?". "Que se me aparezca Samuel", respondió él.
12 La mujer vio a Samuel y lanzó un fuerte grito. Luego dijo a Saúl: "¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl!".
13 Pero el rey le dijo: "No temas. Dime qué has visto". La mujer respondió a Saúl: "Vi un dios que subía de lo profundo de la tierra".
14 "¿Qué forma tiene?", preguntó él. Ella respondió: "Es un anciano que sube, y está envuelto en un manto". Saúl comprendió entonces que era Samuel, y se postró con el rostro en tierra.
15 Samuel dijo a Saúl: "¿Por qué me has perturbado, haciéndome subir?". "Es que estoy en un grave aprieto, respondió Saúl; los filisteos me hacen la guerra, y Dios se ha apartado de mí: ya no me responde, ni por medio de los profetas ni en sueños. Por eso te llamé para que me indiques lo que debo hacer".
16 Samuel replicó: "Si el Señor se ha apartado de ti y se te ha vuelto hostil, ¿por qué me interrogas a mí?
17 El Señor ha obrado contigo conforme a lo que predijo por mi intermedio: él ha arrancado de tu mano la realeza, para dársela a otro, a David.
18 Porque tú no escuchaste la voz del Señor y no diste libre curso a su ira contra Amalec, por eso, el Señor te ha tratado de esta manera en el día de hoy.
19 Y junto contigo, el Señor entregará también a Israel en manos de los filisteos. Mañana, tú y tus hijos estarán conmigo, y también al ejército de Israel el Señor lo entregará en manos de los filisteos".
20 Al instante, Saúl se desplomó en tierra cuan largo era, aterrorizado por lo que había dicho Samuel. Además, estaba sin fuerzas porque no había comido nada en todo el día y toda la noche.
21 La mujer se acercó a Saúl y, al verlo tan abatido por el terror, le dijo: "Ya ves que tu servidora te ha hecho caso. Yo arriesgué mi vida y obedecí la orden que me diste.
22 Ahora tú tienes que hacerme caso: deja que te sirva un pedazo de pan y come. Así tendrás fuerza cuando vayas por el camino".
23 Pero él rehusó, diciendo: "¡No comeré!". Sus servidores, y también la mujer, le insistieron, y al fin Saúl les hizo caso; se levantó del suelo y se sentó en el catre.
24 La mujer tenía en casa un ternero cebado. En seguida lo mató, tomó un poco de harina, la amasó e hizo cocer unos panes sin levadura.
25 Después sirvió todo eso a Saúl y a sus servidores. Ellos comieron y se pusieron en camino aquella misma noche.
Capítulo 29: 1 Samuél 29
David excluido del ejército filisteo
29 1 Los filisteos concentraron todas sus fuerzas en Aféc, y los israelitas acamparon junto a la fuente que está en Izreel.
2 Los príncipes de los filisteos avanzaban al frente de divisiones de cien y de mil, mientras que David y sus hombres marchaban a la retaguardia con Aquís.
3 Entonces los jefes filisteos preguntaron: "¿Qué hacen aquí esos hebreos?". Aquís les respondió: "¿No ven que es David, el servidor de Saúl, rey de Israel? Ya hace uno o dos años que está conmigo, y no lo he sorprendido en ninguna falla, desde que se pasó a mi servicio hasta el día de hoy".
4 Pero los jefes filisteos se irritaron contra Aquís y le dijeron, "¡Despide a ese hombre! Que se vuelva al lugar que le has asignado y no baje a combatir con nosotros, no sea que lo tengamos como adversario en pleno combate. ¿Con qué va a congraciarse con su señor sino con la cabeza de estos hombres?
5 ¿No es él acaso ese David de quien decían, cantando y bailando, ‘Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles’?".
6 Entonces Aquís llamó a David y le dijo: "¡Por la vida del Señor, tú eres un hombre derecho! Me gusta verte actuar conmigo en el ejército, porque no te he sorprendido en nada malo, desde que te presentaste a mí hasta el día de hoy. Pero tú no eres persona grata a los príncipes.
7 Por eso, vuélvete en paz, y así no harás nada que desagrade a los príncipes de los filisteos".
8 David dijo a Aquís: "¿Qué he hecho? ¿Has sorprendido a tu servidor en alguna falla, desde que entré a tu servicio hasta hoy, para que no pueda ir a combatir contra los enemigos de mi señor, el rey?".
9 Aquís respondió a David: "Sí, ya lo sé. Tú eres tan grato a mis ojos como un ángel de Dios. Pero los jefes filisteos han dicho que no subas con nosotros al combate.
10 Levántate entonces mañana bien temprano, tú y los servidores de tu señor que vinieron contigo, y váyanse de aquí apenas aclare".
11 David y sus hombres se levantaron bien temprano, para partir de madrugada y regresar al país de los filisteos. Estos, por su parte, subieron a Izreel.
David excluido del ejército filisteo
29 1 Los filisteos concentraron todas sus fuerzas en Aféc, y los israelitas acamparon junto a la fuente que está en Izreel.
2 Los príncipes de los filisteos avanzaban al frente de divisiones de cien y de mil, mientras que David y sus hombres marchaban a la retaguardia con Aquís.
3 Entonces los jefes filisteos preguntaron: "¿Qué hacen aquí esos hebreos?". Aquís les respondió: "¿No ven que es David, el servidor de Saúl, rey de Israel? Ya hace uno o dos años que está conmigo, y no lo he sorprendido en ninguna falla, desde que se pasó a mi servicio hasta el día de hoy".
4 Pero los jefes filisteos se irritaron contra Aquís y le dijeron, "¡Despide a ese hombre! Que se vuelva al lugar que le has asignado y no baje a combatir con nosotros, no sea que lo tengamos como adversario en pleno combate. ¿Con qué va a congraciarse con su señor sino con la cabeza de estos hombres?
5 ¿No es él acaso ese David de quien decían, cantando y bailando, ‘Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles’?".
6 Entonces Aquís llamó a David y le dijo: "¡Por la vida del Señor, tú eres un hombre derecho! Me gusta verte actuar conmigo en el ejército, porque no te he sorprendido en nada malo, desde que te presentaste a mí hasta el día de hoy. Pero tú no eres persona grata a los príncipes.
7 Por eso, vuélvete en paz, y así no harás nada que desagrade a los príncipes de los filisteos".
8 David dijo a Aquís: "¿Qué he hecho? ¿Has sorprendido a tu servidor en alguna falla, desde que entré a tu servicio hasta hoy, para que no pueda ir a combatir contra los enemigos de mi señor, el rey?".
9 Aquís respondió a David: "Sí, ya lo sé. Tú eres tan grato a mis ojos como un ángel de Dios. Pero los jefes filisteos han dicho que no subas con nosotros al combate.
10 Levántate entonces mañana bien temprano, tú y los servidores de tu señor que vinieron contigo, y váyanse de aquí apenas aclare".
11 David y sus hombres se levantaron bien temprano, para partir de madrugada y regresar al país de los filisteos. Estos, por su parte, subieron a Izreel.
Capítulo 30: 1 Samuél 30
La incursión de los amalecitas contra Siquelag
30 1 Al tercer día, cuando David y sus hombres llegaron a Siquelag, los amalecitas habían incursionado por el Négueb y contra Siquelag. Habían arrasado y prendido fuego a Siquelag, 2 llevándose cautivas a las mujeres y también a todos los que había allí, del más pequeño al más grande. Pero no habían matado a nadie, sino que se los habían llevado a todos, prosiguiendo luego su camino.
3 Al llegar a la ciudad, David y sus hombres vieron que había sido incendiada, y que sus mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados cautivos.
4 Entonces prorrumpieron en sollozos, hasta que se quedaron sin fuerzas para llorar.
5 Las dos mujeres de David –Ajinóam de Izreel y Abigail, la esposa de Nabal, el de Carmel– también habían sido capturadas.
La campaña de David contra los amalecitas
6 David se vio en un grave aprieto, porque la tropa amenazaba con apedrearlo, ya que todos estaban llenos de amargura por sus hijos y sus hijas. Pero David retomó coraje gracias al Señor, su Dios, 7 y dijo al sacerdote Abiatar, hijo de Ajimélec: "Por favor, preséntame el efod". Abiatar presentó el efod a David, 8 y David interrogó al Señor, en estos términos: "¿Debo perseguir a esa banda? ¿La alcanzaré?". El Señor le respondió: "Persíguela. Seguro que la alcanzarás y librarás a los cautivos".
9 David partió con los seiscientos hombres que lo acompañaban, y llegaron al torrente Besor, donde se quedaron los rezagados.
10 Entonces continuó la persecución con cuatrocientos hombres; doscientos se habían detenido, por estar demasiado extenuados para cruzar el torrente Besor.
11 En pleno campo encontraron a un egipcio, y se lo llevaron a David. Le dieron pan para comer y agua para beber, 12 y también le ofrecieron un trozo de torta de higos y dos racimos de pasas de uva. Con la comida él se reanimó, porque en tres días y tres noches no había comido ni bebido nada.
13 Luego David le preguntó: "¿De quién eres y de dónde vienes?". Él respondió: "Soy un muchacho egipcio, esclavo de un amalecita. Mi dueño me abandonó hace tres días, porque caí enfermo.
14 Hicimos una incursión por el Négueb de los quereteos, contra el Négueb de Judá y contra el Négueb de Caleb. También incendiamos Siquelag".
15 David le preguntó: "¿Quieres llevarme adonde está esa banda?". Él respondió: "Júrame por Dios que no me matarás ni me entregarás en manos de mi dueño, y yo te llevaré adonde está esa banda".
16 El muchacho lo guió, y encontraron a los amalecitas desparramados por toda la comarca, comiendo, bebiendo y festejando por el gran botín que habían recogido en el país de los filisteos y en el país de Judá.
17 David los masacró desde el alba hasta la tarde del día siguiente, y no escapó ni uno solo, con excepción de cuatrocientos jóvenes que huyeron montados en camellos.
18 David salvó todo lo que le habían arrebatado los amalecitas y, en especial, libró a sus dos mujeres.
19 No les faltó nadie, ni grande ni pequeño, ni hijos ni hijas, ni nada del botín y de todo lo que les habían quitado los amalecitas: David lo recuperó todo.
20 Se adueñó además de ovejas y vacas, y los que iban delante, acarreando ese ganado, decían: "¡Este es el botín de David!".
El reparto del botín
21 David llegó al lugar donde estaban los doscientos hombres que no lo habían seguido, por estar demasiado extenuados, y se habían quedado atrás, junto al torrente Besor. Estos salieron al encuentro de David y de la tropa que lo acompañaba. David se acercó con la tropa y los saludó.
22 Pero entre los que estaban con David había unos hombres mezquinos, que levantaron la voz y dijeron: "¡Por no haber venido con nosotros, no les daremos nada del botín que hemos recuperado, salvo a cada uno su mujer y sus hijos! ¡Que se los lleven y se vayan!".
23 Pero David dijo: "No se comporten así, hermanos míos, con lo que nos ha dado el Señor. Él nos ha protegido y ha puesto en nuestras manos a esa banda que vino a atacarnos.
24 ¿Quién puede estar de acuerdo con lo que ustedes proponen? Porque la parte que le toca al que baja a combatir le tocará también al que cuida el equipaje, juntos participarán del botín".
25 A partir de aquel día, David hizo de esto un precepto y una costumbre para Israel, que sigue en vigencia hasta el día de hoy.
David y los ancianos de Judá
26 Al llegar a Siquelag, David envió parte del botín a los ancianos de Judá y a sus amigos, con este mensaje: "Ahí tienen un obsequio del botín arrebatado a los enemigos del Señor". Se lo envió 27 a los de Betul, a los de Ramot del Négueb y a los de Iatir; 28 a los de Aroer, a los de Sifmot y a los de Estemoa; 29 a los de Racal, a los de las ciudades de Ierajmel y a los de las ciudades de los quenitas; 30 a los de Jormá, a los de Borasán y a los de Atac; 31 a los de Hebrón y a los de todos los lugares que David y sus hombres habían recorrido.
La incursión de los amalecitas contra Siquelag
30 1 Al tercer día, cuando David y sus hombres llegaron a Siquelag, los amalecitas habían incursionado por el Négueb y contra Siquelag. Habían arrasado y prendido fuego a Siquelag, 2 llevándose cautivas a las mujeres y también a todos los que había allí, del más pequeño al más grande. Pero no habían matado a nadie, sino que se los habían llevado a todos, prosiguiendo luego su camino.
3 Al llegar a la ciudad, David y sus hombres vieron que había sido incendiada, y que sus mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados cautivos.
4 Entonces prorrumpieron en sollozos, hasta que se quedaron sin fuerzas para llorar.
5 Las dos mujeres de David –Ajinóam de Izreel y Abigail, la esposa de Nabal, el de Carmel– también habían sido capturadas.
La campaña de David contra los amalecitas
6 David se vio en un grave aprieto, porque la tropa amenazaba con apedrearlo, ya que todos estaban llenos de amargura por sus hijos y sus hijas. Pero David retomó coraje gracias al Señor, su Dios, 7 y dijo al sacerdote Abiatar, hijo de Ajimélec: "Por favor, preséntame el efod". Abiatar presentó el efod a David, 8 y David interrogó al Señor, en estos términos: "¿Debo perseguir a esa banda? ¿La alcanzaré?". El Señor le respondió: "Persíguela. Seguro que la alcanzarás y librarás a los cautivos".
9 David partió con los seiscientos hombres que lo acompañaban, y llegaron al torrente Besor, donde se quedaron los rezagados.
10 Entonces continuó la persecución con cuatrocientos hombres; doscientos se habían detenido, por estar demasiado extenuados para cruzar el torrente Besor.
11 En pleno campo encontraron a un egipcio, y se lo llevaron a David. Le dieron pan para comer y agua para beber, 12 y también le ofrecieron un trozo de torta de higos y dos racimos de pasas de uva. Con la comida él se reanimó, porque en tres días y tres noches no había comido ni bebido nada.
13 Luego David le preguntó: "¿De quién eres y de dónde vienes?". Él respondió: "Soy un muchacho egipcio, esclavo de un amalecita. Mi dueño me abandonó hace tres días, porque caí enfermo.
14 Hicimos una incursión por el Négueb de los quereteos, contra el Négueb de Judá y contra el Négueb de Caleb. También incendiamos Siquelag".
15 David le preguntó: "¿Quieres llevarme adonde está esa banda?". Él respondió: "Júrame por Dios que no me matarás ni me entregarás en manos de mi dueño, y yo te llevaré adonde está esa banda".
16 El muchacho lo guió, y encontraron a los amalecitas desparramados por toda la comarca, comiendo, bebiendo y festejando por el gran botín que habían recogido en el país de los filisteos y en el país de Judá.
17 David los masacró desde el alba hasta la tarde del día siguiente, y no escapó ni uno solo, con excepción de cuatrocientos jóvenes que huyeron montados en camellos.
18 David salvó todo lo que le habían arrebatado los amalecitas y, en especial, libró a sus dos mujeres.
19 No les faltó nadie, ni grande ni pequeño, ni hijos ni hijas, ni nada del botín y de todo lo que les habían quitado los amalecitas: David lo recuperó todo.
20 Se adueñó además de ovejas y vacas, y los que iban delante, acarreando ese ganado, decían: "¡Este es el botín de David!".
El reparto del botín
21 David llegó al lugar donde estaban los doscientos hombres que no lo habían seguido, por estar demasiado extenuados, y se habían quedado atrás, junto al torrente Besor. Estos salieron al encuentro de David y de la tropa que lo acompañaba. David se acercó con la tropa y los saludó.
22 Pero entre los que estaban con David había unos hombres mezquinos, que levantaron la voz y dijeron: "¡Por no haber venido con nosotros, no les daremos nada del botín que hemos recuperado, salvo a cada uno su mujer y sus hijos! ¡Que se los lleven y se vayan!".
23 Pero David dijo: "No se comporten así, hermanos míos, con lo que nos ha dado el Señor. Él nos ha protegido y ha puesto en nuestras manos a esa banda que vino a atacarnos.
24 ¿Quién puede estar de acuerdo con lo que ustedes proponen? Porque la parte que le toca al que baja a combatir le tocará también al que cuida el equipaje, juntos participarán del botín".
25 A partir de aquel día, David hizo de esto un precepto y una costumbre para Israel, que sigue en vigencia hasta el día de hoy.
David y los ancianos de Judá
26 Al llegar a Siquelag, David envió parte del botín a los ancianos de Judá y a sus amigos, con este mensaje: "Ahí tienen un obsequio del botín arrebatado a los enemigos del Señor". Se lo envió 27 a los de Betul, a los de Ramot del Négueb y a los de Iatir; 28 a los de Aroer, a los de Sifmot y a los de Estemoa; 29 a los de Racal, a los de las ciudades de Ierajmel y a los de las ciudades de los quenitas; 30 a los de Jormá, a los de Borasán y a los de Atac; 31 a los de Hebrón y a los de todos los lugares que David y sus hombres habían recorrido.
Capítulo 31: 1 Samuél 31
El desastre del Gelboé y la muerte de Saúl
31 1 Los filisteos entablaron combate con Israel. Los hombres de Israel huyeron ante ellos y cayeron heridos de muerte en el monte Gelboé.
2 Los filisteos persiguieron de cerca a Saúl, y mataron a Jonatán, Abinadab y Malquisúa, los hijos de Saúl.
3 El peso del combate recayó entonces sobre Saúl. Los arqueros lo descubrieron, y fue herido gravemente por ellos.
4 Saúl dijo a su escudero: "Saca tu espada y traspásame, no sea que esos incircuncisos vengan a traspasarme, para vergüenza mía". Pero su escudero no quiso hacerlo, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó la espada y se dejó caer sobre ella.
5 Al ver que Saúl estaba muerto, también su escudero se echó sobre su espada y murió junto a él.
6 Así murieron juntos, aquel día, Saúl, sus tres hijos y su escudero.
7 Los hombres de Israel que estaban al otro lado del valle y los que estaban al otro lado del Jordán, al ver que los israelitas huían y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron las ciudades y se dieron a la fuga. Luego vinieron los filisteos y se establecieron allí.
8 Al día siguiente, cuando llegaron los filisteos para despojar a las víctimas, encontraron a Saúl y a sus tres hijos tendidos sobre el monte Gelboé.
9 Entonces cortaron la cabeza de Saúl y lo despojaron de sus armas. Luego enviaron mensajeros por todo el país de los filisteos, para dar la buena noticia en los templos de sus ídolos y a todo el pueblo.
10 Depositaron las armas de Saúl en el templo de Astarté y colgaron su cadáver en los muros de Betsán.
11 Cuando los habitantes de Iabés de Galaad oyeron lo que los filisteos habían hecho a Saúl, 12 todos los hombres valientes emprendieron la marcha y, después de caminar toda la noche, retiraron de los muros de Betsán el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos; luego volvieron a Iabés y allí los quemaron.
13 Después recogieron sus huesos, los sepultaron bajo el Tamarisco de Iabés, y ayunaron siete días.
El desastre del Gelboé y la muerte de Saúl
31 1 Los filisteos entablaron combate con Israel. Los hombres de Israel huyeron ante ellos y cayeron heridos de muerte en el monte Gelboé.
2 Los filisteos persiguieron de cerca a Saúl, y mataron a Jonatán, Abinadab y Malquisúa, los hijos de Saúl.
3 El peso del combate recayó entonces sobre Saúl. Los arqueros lo descubrieron, y fue herido gravemente por ellos.
4 Saúl dijo a su escudero: "Saca tu espada y traspásame, no sea que esos incircuncisos vengan a traspasarme, para vergüenza mía". Pero su escudero no quiso hacerlo, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó la espada y se dejó caer sobre ella.
5 Al ver que Saúl estaba muerto, también su escudero se echó sobre su espada y murió junto a él.
6 Así murieron juntos, aquel día, Saúl, sus tres hijos y su escudero.
7 Los hombres de Israel que estaban al otro lado del valle y los que estaban al otro lado del Jordán, al ver que los israelitas huían y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron las ciudades y se dieron a la fuga. Luego vinieron los filisteos y se establecieron allí.
8 Al día siguiente, cuando llegaron los filisteos para despojar a las víctimas, encontraron a Saúl y a sus tres hijos tendidos sobre el monte Gelboé.
9 Entonces cortaron la cabeza de Saúl y lo despojaron de sus armas. Luego enviaron mensajeros por todo el país de los filisteos, para dar la buena noticia en los templos de sus ídolos y a todo el pueblo.
10 Depositaron las armas de Saúl en el templo de Astarté y colgaron su cadáver en los muros de Betsán.
11 Cuando los habitantes de Iabés de Galaad oyeron lo que los filisteos habían hecho a Saúl, 12 todos los hombres valientes emprendieron la marcha y, después de caminar toda la noche, retiraron de los muros de Betsán el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos; luego volvieron a Iabés y allí los quemaron.
13 Después recogieron sus huesos, los sepultaron bajo el Tamarisco de Iabés, y ayunaron siete días.